
Revista en Poesía Isla Negra

Aldeas
María Elena Walsh
Argentina
Serenata para la tierra de uno
Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.
Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Celia Altschuler
Mayagüez, Puerto Rico
Ciudad, donde Atabey
asentó su trono
entre la copiosa maleza
que arrulla al río Yaguez,
miel que lleva en su vientre.
Casa de Soles,
en Luna desierta,
ribereña Diosa Taina
que se desplaza sobre las aguas,
ataviada con el plumaje
de las aves caribeñas.
Santuario de mar y estrellas,
promesas de noches idílicas,
que vieron nacer en mi tu esencia,
bebiendo tu sangre taina,
sangre, que aun cabalga en tus entrañas
y se prolonga ahora en las mías.
Ciudad de Urayoan,
Mayagüez pueblo,
Mayagüez india,
que te vistes con el follaje de tus
árboles de mangó,
que te escapas entre los dedos de mi
ensoñación lírica.
Le rendiré culto a esos próceres
que sobre tus montes y valles
dejaron sus vidas escritas,
visitaré la Plaza de Colón
la mas hermosa de mi isla,
y a la Virgen de la Candelaria
agradeceré, por hacerme hija de
tus desvelos y consuelo a tus pesares.
Mayagüez, tierra de Borinquen
deja que mi mirada se extienda
por tu pueblo, tus campos, y tu río,
solo así veré a la Diosa Atabey
bordando de gardenias y canarios
tu puerta marina .
Atabey es la Diosa de las aguas de los indios tainos indios de Boriquen
Carlos López
México
El Zócalo en domingo
Ahora, aquí en el centro
de México, un extraño
me ofreció unos dulces
con su mano de surcos,
la sonrisa cansada,
la mirada cetrina.
Vestía traje negro,
camisa sin planchar
y corbata de seda.
Lo miré con recelo,
pensé que pediría
ayuda voluntaria.
Lo indagué con los ojos:
sólo estiró la mano,
extravió la mirada,
el gesto, la esperanza.
Guardo la golosina
y el recuerdo del hombre
solo de la avenida
Madero, con el eco
de las consignas bravas
del pueblo, y la ternura
de una lucha que sigue
porque el amor por México
vive en cada uno de ellos.
Nohemy Ondina Rivera Rapalo
Trinidad Santa Bárbara - Honduras
Nacionalidad
Dijo Martí: Dos patrias tengo:
Cuba y la noche.
Dalton parafraseó: Dos patrias tengo:
Cuba y la mía.
Yo también tengo dos patrias:
La mía y la tuya..
Susana Moreno
Bahía Blanca- Argentina
Muelle y ciudad.
Bahía de puertos.
Puertos de la Bahía...,
por donde asoman tantas lenguas,
de donde parten los silencios.
Ciudad raíz... y sentimiento.
Poesía y tango, payar surero.
Chirreada puerta frenando el viento,
galope al Sur...
¡Bahía de sueños...!
Salvador Moreno Valencia
España
Fuengirola
Ola, aureola, transito,
caos, playas contaminadas,
banderas azules para el turista,
dinero, explotación,
carencia de parques,
muerte zonas verdes,
árboles cortados,
avenidas de hormigón,
cemento para coches,
luces en un faro adormecido,
que sueña otro tiempo,
huertas, castillos y cortijos,
pescadores, humildes moradas,
Fuengirola, transito, caos,
consumo, incultura machacona,
ignorancia juguetona.
Adolfo M. Vaccaro
Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires
Newton me ha exonerado. Dos palomas se adueñaron de mis pasos, haciéndolos jugar rayuela, saltando de nube en nube mientras el astro luminoso se ofrece de tejo, asomándose esporádicamente entre las baldosas del cielo.
Observo que el techo de asfalto es custodiado por un obelisco de cabeza, intentando ser renuente por recuperar aquella ceguera instaurada por la fundacional maldición de los cíclopes hispánicos.
El smog y la fritura que emanan del cielo raso invernal envuelven cientos de yemas amarillas que se prodigan incesantes de manera pendular y cíclica, como si el dueño invisible del mecano hubiera dispuesto un mismo movimiento a todo el diseño. Las pequeñas motas desprovistas de colores llamativos se funden agolpándose en un mismo pasaje sin alegría y sin tiempo.
A medida que mis huellas se vuelven rojizas, veo que un conjunto de cartones y papeles se encadenan a otras motas, invadiéndolo todo, formando hileras ordenadas en vastos reservorios que proponen carteles invisibles de limitada supervivencia.
Y cuando el tejo se ha ido, buscando su reparo onírico en las sombras quietas, las luminosas marquesinas van desarmando ese mecano, lentamente, anunciando el momento del masivo desamparo.


Mayagüez, Puerto Rico, y Fuengirola, España
Rodolfo Lobo Molas
Catamarca, Argentina
Soneto a Catamarca
Tierra de paz y voces melodiosas,
en tu dorada siesta el sol abrasa,
la luna va plateando cuando pasa
las sierras con sus cumbres soledosas.
Tu brillante y ardiente mediodía,
una blanca postal de una nevada,
el viento trasmutándose en tonada
y el trinar de las aves todo el día,
Tus montañas, tus ríos y tu gente
tu cielo azul enorme y transparente,
tu vasto corazón todo lo abarca.
Que tu mariana luz al mundo asombre;
yo mientras viva cantaré tu nombre
porque tengo tu sangre, Catamarca.
Luis de Góngora y Argote
España, 1561-1627
A Córdoba
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!
Alfonso Reyes
México, 1889-1959
A Cuernavaca
A Cuernavaca voy, dulce retiro,
cuando, por veleidad o desaliento,
cedo al afán de interrumpir el cuento
y dar a mi relato algún respiro.
A Cuernavaca voy, que sólo aspiro
a disfrutar sus auras un momento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.
Ni campo ni ciudad, cima ni hondura;
beata soledad, quietud que aplaca
o mansa compañía sin hartura.
Tibieza vegetal donde se hamaca
el ser en filosófica mesura...
¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!
Giovanna Mulas
Lanusei, Sardegna. Italia
V’è una dolcezza
in queste ore campane, d’ardore
che il buio spenge, tra i passeri
e risale lieve, lieve
làddove un fiume scorre
e declina la sera
nella strada ferrata dietro i miei monti
di mare
che arranca
di neve
e di nebbia
e di speme.
Su rocce e calanche
de Lanusei inquieto.
Federico García Lorca
España, 1898-1936
Poema de la saeta
Sevilla
Sevilla es una torre
llena de arqueros finos.
Sevilla para herir.
Córdoba para morir.
Una ciudad que acecha
largos ritmos,
y los enrosca
como laberintos.
Como tallos de parra
encendidos.
¡Sevilla para herir!
Bajo el arco del cielo,
sobre su llano limpio,
dispara la constante
saeta de su río.
¡Córdoba para morir!
Y loca de horizonte,
mezcla en su vino
lo amargo de Don Juan
y lo perfecto de Dioniso.
Sevilla para herir.
¡Siempre Sevilla para herir!
Salvatore Quasimodo
Italia, 1901-1968
Milán, Agosto 1943, de Día tras día
Vallas en vano entre el polvo,
pobre mano, la ciudad ha muerto.
Ha muerto, se oyó el último trueno
en el corazón del barrio viejo,
y el pájaro ha caído de la antena,
allí arriba sobre el convento,
en donde cantaba, antes de posarse.
No excaven pozos en los patios,
ya no tienen sed los vivos.
No toquen los muertos, tan rojos, tan inflados,
dejenlos en tierra en sus casas,
la ciudad está muerta, muerta.
María Cristina Orantes
El Salvador
El mapa de mi tierra
Tendido en su apacible geografía
bañado por la espuma y la luz de los dioses
se despereza el mapa de mi tierra.
Bajo sus ecos mansos
huesos y nombres yacen abrazados
ahora sin bandera.
Hubo un tiempo que no quemó la vida,
la ampolla brotó un siglo después, en el costado...
Se empequeñece el mapa de mi tierra
perdido entre las aguas que sepultaron los secretos.
No hay línea divisoria entre el cielo y el mar
y aún arde la ampolla.
Robert Gurney
Inglaterra
St Albans
Era medianoche
en St Albans.
No había nubes,
el aire estaba quieto.
La luna creciente
tenía ocho días.
Un velero gigante
apareció
atravesando el cielo.
Bien equipado
parecía estar construído
de planchas pintadas
con muchos colores.
Luego comenzó
a desaparecer.
Yo no lo ví
pero unos frailes negros
con sus biblias abiertas
en el Apocalípsis,
lo observaron
en la cima de la colina
del Pozo Santo,
el primero de enero
de 1254
mientras en París
un libro escrito
por Gerardo de Borgo San Donnino
que predicaba una nueva era,
una nueva iglesia,
un nuevo evangelio,
una nueva Israel,
al fin del tiempo,
fue publicado
y quemado
en una hoguera.
Amalia Carrera
Bucaramanga, Colombia
Natagaima
Al son de tamboras,bambucos y cañas,
hoy volví a mi pueblo llena de añoranza;
ojos de luna llena, brazos morenos,palmas,
celebraban mi regreso,
al vaivén de suave danza.
Pareciera que los árboles,el sol, la arena blanca
hacian brotar de su vientre un nuevo nombre.
Natagaima era mi madre,
Natagaima era mi raza,
Natagaima tierra firme
la del Pijao indio y lanza.
La de ríos y quebradas
la de amasijos y viandas
la de gente amable y sana
la que se fundió a mi alma.


St Albans, Inglaterra, y Natagaima, Colombia
Cyro de Mattos
Brasil
Itabuna
Encontro-me no verde de teus anos,
Como sonho menino nos outeiros,
Afoitas minhas mãos de cata-ventos
Desfraldando estandartes nessas ruas.
São meus todos esses frutos maduros:
Jaca, cacau, mamão, sapoti, manga.
E esta canção que trago na capanga
É o vento soprando nos quintais.
Quem me fez estilingue tão certeiro
Nos verões das caçadas ideais?
Quem nesse chão me plantou com raízes
Fundas até que me dispersem ventos
Da saudade e solidão? Ó poema!
Ó recantos! Ó águas do meu rio!
Cristina De Fercey
Argentina
Como un cuadro de Quinquela
Una calle chiquitita, borroneada
en las tinieblas.
Una ventana con flores;
medianera verde, en hiedra,
y una tras otra se visten
de paisajes las paredes
y los balcones de pronto
se encienden de amaneceres.
Y de las piedras rojizas
el sol va pintando el día,
y en la ribera, un lanchón
sacude su despedida...
El viejo puente se eleva,
con orgullo de pasado,
mostrando heridas de tiempo
que el progreso, no ha curado...
Mientras de lejos, se escucha
algún barco que se va
y una lanchita chiquita
cruza de aquí para allá...
Y ya el último bostezo
despierta la Boca entera.
Ya se viste de colores
como un cuadro de Quinquela
Sergio Borao Llop
España
Cuando digo Paris
Cuando digo París no estoy hablando de las fotos que duermen en los álbumes del sótano, aunque tras las persianas del recuerdo naveguen los colores de la noche como cristales que lentamente se van deshilachando sobre un cojín de nostalgia bordado con caricias y notas musicales.
Cuando digo París no hablo de pasos misteriosos y prófugos resonando a una orilla de la calle, ni de la sombra añil que deja una lágrima rodante, ni del labio-trasluz detenido en el tiempo por el furtivo impacto de unos besos cuyos ecos van rebotando y multiplicando su reflejo por todas las esquinas en penumbra.
(Sé que cuando tú dices París es la voz de una melodía no inventada, es el empedrado irregular y las riberas del Sena, es el amanecer en plena noche y la risa, la colosal estatura de los edificios, la insólita música de las piedras, la fuente helada de Versalles, la verificación de un sueño...)
Pero si yo digo París te estoy nombrando. Cuando digo París hablo de ti y de los puentes, sobre todo de ti y de los puentes y de una isla, y en esa isla unos pies parados en el infinito, allí parados y mirando eternamente hacia la mole indescriptible, hacia las torres que esperan, hacia la inmensa soledad de un reloj que nunca se detiene.
Eduardo José Altamirano-Murillo
Honduras
El pueblo de mi abuela
Verde, azul y rojo.
Las nubes
forrando el cielo,
la luna acuna
una estrella.
Mientras mi abuela
desde su silla mecedora
cuentas leyendas
de su pueblo.
Porque en los callejones
oscuros y empedrados,
aún siguen
las almas penando,
los cadejos jugando
y la siguanaba
coqueteando.
Lílian Maial
Río de Janeiro, Brasil
Rio, meu amor!
O dia amanhece mais azul
E os sons de tuas ruas estão mais vivos.
Teus cheiros, teus gritos, teus silêncios
estão impregnados em mim,
Eu, tua filha,
que te bebo em versos de poesia.
Meu porto, que me viu chegar
e me verá partir.
Meu amante, a quem me entrego virgem
E por quem me prostituí.
Ah, como é bom fazer amor contigo!
Vim te desejar felicidades,
meu Rio de Janeiro,
Minha cidade, meu canto,
meu abrigo nas noites de pranto.
Minha mãe que me viu nascer e parir.
Meu filho, terreno fértil de amor,
Patrimônio de meu coração,
A quem venero como imagem,
A quem devoto meu suor.
Meu grande e querido Rio,
De nome agitado,
Não fica parado
E corre, como eu, pro mar.
Hoje é teu dia de glória,
Teu momento de fama,
Tua vez triunfal.
Que triste que teus filhos te esquecem!
E nem por ti uma prece,
Nem um simples poema,
Ou notícia no jornal!
em comemoração ao aniversário do Rio de Janeiro, que foi fundada em 1° de março.
Edgar E. Ramírez
Puerto Rico
Aguada: Toda Esa Sonrisa Sobre El Agua
Toda esa sonrisa sobre el agua, es mi ciudad dormida,
estupenda y delirante sobre la neblina
y debajo de las palmas locas...
Algunos dioses han caído, hoy, en los corazones
de sus sencillos habitantes
y saludan, como una infinita danza a los ojos del niño,
que ayer perdimos en la esquina de unos labios.
La luna raja el horizonte y esta paz,
esta paz que es mucha paz, para mis huesos, levanta cadáveres
solísimos... Ah! Doncella ciudad que te peinas en mis olas de Caribe,
con tinglares majestuosos, visitantes nocturnos.
Aguardamos aquí, otros pulsos de otras ciudades exquisitas,
con este corazón y este sexo repleto de líquidos deseos
y sonámbulas sonrisas; pensamos, sí, pensamos
desde nuestra plaza tropical en tus orgías...
Firenze- Venezia- París- Barcelona- Sevilla-
Nueva York- Estambul- Beiruth o Hiroshima,
y porqué no? -bomba Ay-, Bombay...
Acudid , esplendidos viajeros, llegad ...acá la mar esta muy tibia,
y somos tan alegres hoy bajo todas las estrellas...
Acudid a mi ciudad viajeros, acudid navíos sin nombre y sin días,
tengo un balcón para contaros todo este dolor
y toda la alegría: contemplad los luminiscentes jardines sumergidos.
Oh, mi pequeña ciudad reflejada sobre el agua,
sonrisa viva y caliente, espejismo de rones,
sensuales, erubescentes sorpresas -bellaquísimas...
Largas, largas procesiones de horrores y delicias.
*Tinglar/es: Grandísimas y espléndidas tortugas marinas que vienen a desovar a nuestras costas. Creo son como la tortuga laúd que conoceis en otras latitudes.
Emilse Zorzut
Argentina
City Bell
Mañana de domingo
Se filtra la mañana
en el vasto silencio
de domingo.
Las voces duermen
sobre asfalto gastado,
los pájaros libres de miedo
ensayan cabriolas.
La arboleda respira
sin temor al veneno,
siento que me abraza
mientras me deslizo
sin apuro y soñando
convertida en silencio.
Dionisio Ridruejo
Burgo de Osma, España, 1912-1975
El burgo de Osma
Como la nieve fluye y va sonora
de haber sido silencio, así mi olvido
de las cumbres del ser en que ha dormido
baja al tiempo natal y fluye ahora.
Ya es celeste el hollín en la herrería
y el chirriar de la rueda con estopa
del cordelero y riza la garlopa
una miel inmortal de todavía.
Vuelve la yunta de ganar el valle
con su lanza arrastrada y la campana
vuelve a pasar entre la luz y el puente.
Vuelve el mercado a empavesar la calle
con soportales. Vuelve todo y mana
el para siempre ayer eternamente.
Nicanor Parra
Chile. 1914
Hay un día feliz
A recorrer me dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:
Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío!; nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mi singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!

Santabárbara, Honduras
Vicente Gerbasi
Canoabo, Carabobo, Venezuela, 1913- 1992
Canto VII
Tu aldea en la colina redonda bajo el aire del trigo,
frente al mar con pescadores en la aurora,
levantaba torres y olivos plateados.
Bajaban por el césped los almendros de la primavera,
el labrador como un profeta joven,
y la pequeña pastora con su rostro en medio de un pañuelo.
Y subía la mujer del mar con una fresca cesta de sardinas.
Era una pobreza alegre bajo el azul eterno,
con los pequeños vendedores de cerezas en las plazoletas,
con las doncellas en torno a las fuentes
movidas rumorosamente por la brisa de los castaños,
en la penumbra con chispas del herrero,
entre las canciones del carpintero,
entre los fuertes zapatos claveteados,
y en las callejuelas de gastadas piedras,
donde deambulan sombras del purgatorio.
Tu aldea iba sola bajo la luz del día,
con nogales antiguos de sombra taciturna,
a orillas del cerezo, del olmo y de la higuera.
En sus muros de piedra las horas detenían
sus secretos reflejos vespertinos,
y al alma se acercaban las flautas del poniente.
Entre el sol y sus techos volaban las palomas.
Entre el ser y el otoño pasaba la tristeza.
Tu aldea estaba sola como en la luz de un cuento,
con puentes, con gitanos y hogueras en las noches
de silenciosa nieve.
Desde el azul sereno llamaban las estrellas,
y al fuego familiar, rodeado de leyendas,
venían las navidades,
con pan y miel y vino,
con fuertes montañeses, cabreros, leñadores.
Tu aldea se acercaba a los coros del cielo,
y sus campanas iban hacia las soledades,
donde gimen los pinos en el viento del hielo,
y el tren silbaba en lontananza, hacia los túneles,
hacia las llanuras con búfalos,
hacia las ciudades olorosas a frutas, hacia los puertos,
mientras el mar daba sus brillos lunares,
más allá de las mandolinas,
donde comienzan a perderse las aves migratorias.
Y el mundo palpitaba en tu corazón.
Tú venías de una colina de la Biblia,
desde las ovejas, desde las vendimias,
padre mío, padre de trigo, padre de la pobreza.
Y de mi poesía.
El autor se refiere al pueblo de Vibonati, Salerno, Sur de Italia, donde nació su padre.
Raúl González Tuñón
Buenos Aires, Argentina, 1905-1974
Puente Alsina
Puente Alsina: Eres un claroscuro con guitarras,
eres inofensivo como un filo mellado.
Tienes árboles buenos que se salen del campo
para dar más relieve a tu leyenda
con la sombra indecisa de sus ramas.
Puente Alsina: Eres un claroscuro con guitarras.
Por entre el centro de la urbe te das la mano
callosa a fuerza de aferrar puñales
(y martillos también)
con el Arroyo Maldonado
que todavía usa como tú
pantalón con bombilla y clavel colorado.
Eres el comité de la ciudad.
Al cual no entran
los que no son amigos de sus caudillos:
la furca, el tango y el cuchillo.
Puente Alsina:
Te corta el Riachuelo –como un barbijo.
Alimento de crónicas policiales
has salido más veces en linotipo
-por el conflicto pasional, por el asalto dernier cri-
Y por tus calles corvas aún anidan
los organillos sentimentales
que humedecen los ojos a la nieta de Mimí.
Puente Alsina: tú bebes caña fuerte,
lloras leyendo el Juan Moreira.
Barrio federal.
Te apiadas de los perros enfermos
y de vez en cuando te robas la luna,
para los hombres que miran siempre abajo
te vean reflejada en el Riachuelo.
Tus patios están sobrecogidos.
En ellos las estrellas son único domingo.
Puente Alsina:
barrio con fama de guapo,
los ladrones y los poetas no te tenemos miedo.




Puente Alsina (Buenos Aires), Vibonati (Italia), Aguada (Puerto Rico), Burgo de Osma (España), La Boca (Buenos Aires), Río de Janeiro (BRasil)


Pablo Neruda
Chile, 1904-1973
Himno y Regreso
Patria, mi patria, vuelvo hacia ti la sangre.
Pero te pido, como a la madre el niño
lleno de llanto.
Acoge
esta guitarra ciega
y esta frente perdida.
Salí a encontrarte hijos por la tierra,
salí a cuidar caídos con tu nombre de nieve,
salí a hacer una casa con tu madera pura,
salí a llevar tu estrella a los héroes heridos.
Ahora quiero dormir en tu substancia.
Dame tu clara noche de penetrantes cuerdas,
tu noche de navío, tu estatura estrellada.
Patria mía: quiero mudar de sombra.
Patria mía: quiero cambiar de rosa.
Quiero poner mi brazo en tu cintura exigua
y sentarme en tus piedras por el mar calcinadas,
a detener el trigo y mirarlo por dentro.
Voy a escoger la flora delgada del nitrato,
voy a hilar el estambre glacial de la campana,
y mirando tu ilustre y solitaria espuma
un ramo litoral tejeré a tu belleza.
Patria, mi patria
toda rodeada de agua combatiente
y nieve combatida,
en ti se junta el águila al azufre,
y en tu antártica mano de armiño y de zafiro
una gota de pura luz humana
brilla encendiendo el enemigo cielo.
Guarda tu luz, oh patria!, mantén
tu dura espiga de esperanza en medio
del ciego aire temible.
En tu remota tierra ha caído toda esta luz difícil,
este destino de los hombres
que te hace defender una flor misteriosa
sola, en la inmensidad de América dormida.
Mario Jaime
México lindo y querido
Anda, 50 años tras un mostrador
Aquel, lava sus dientes y recorre 100 km
para 8 horas trabajar
Un tipo lava baños desde niño
Los ceniceros mandan
No eres nadie si no sabes conducir
Mira como chocan, encías hundidas, fracturas expuestas
Bacanal de toallas femeninas
Nace, crece, cópula y a la morgue.
Debes creer en el Dios sanguinario que un loco egipcio inventó.
Debes creer en el Dios pacifista que un griego hipócrita moldeó
O tal vez en el Dios omnipotente que un camellero plagió
Pero antes, bésale el culo al banquero
No sonrías, menos a una chica,
Te puede acusar de maniaco sexual
Vamos, enanos, adoremos un trapo de 5 siglos atrás
Lloremos porque un sin cerebro falló el penal
Qué hermoso mi país, manadas de ratas
Qué hermosa mi gente, quema a sus hijos con planchas
Si 20 horas vendes zapatos eres persona honrada
Todos respetarán tu rostro honrado ante el televisor
En nuestra sangre corren holocaustos aztecas, desollados prisioneros
Reza nefasta imperialista de antaño, percudidos sádicos
También la lentitud, el pasmo ridículo español y su crucecita
Mas hoy somos copias grotescas de puritanos
Una estrella más en la bandera de barras sangrientas
Paladín de la democracia y el vómito gringo
Let’s work for our owner
Hail America! In God we trust!
Bazar de prejuicios orinales. Patria de moscas
¡Al grito de guerra el acero empuñad!
¡Cuánto revólver y asesino!
Nenonatos acunados en basura.
Si eres moreno los blancos te odian
Si eres blanco no camines por barrios
Todos hermanos, se nota. En la gente que pide la pena de muerte.
Niño, cállate, te pegan porque te quieren.
El amor aquí respira tuercas
Es aceite en coágulo atole.
Mi generación es genial, cierra los teatros, quema libros
Lleva homicidas plasmados en camisetas, no inventa, no sueña
Pero juega en su celular
Soporta la familia y sus taras
En un cuarto apiñados, la abuela, los tíos, las mujeres, el novio, el hijo, la perra
Patria, patria, tus hijos te juran destruir tus bosques y selvas
Para hacer dependencias públicas,
Sigamos pariendo, hacen falta muchos niños
Pa poblar, pa prostituir, pa matar
Pa que haiga obreros y esclavos
Lindo y querido, si muero lejos de ti
Que sea en azul Mar sin tus calles
En un rincón natural y sincero
Manuel Felipe Rugeles
San Cristobal,Venezuela, 1903- 1959
La aldea
En mi aldea
Cuando niño,
nunca creí en otra aldea,
nunca soñé en otra tierra.
Recordaba sus crepúsculos
Y apacentaba sus nieblas.
Cristales me daba el río,
Pájaros me dio la huerta.
Con un caracol de monte
Vida tuvo una flor nueva.
Preso entre cuatro horizontes
Pase mi niñez entera.
Después descubrí un camino
Nacido al pie de mi aldea.
María Dolores Guadarrama
Ciudad. Cuauhémoc, Chihuahua. México
Santo Domingo
Ácido vómito que moja la tierra
Gabriel Arcángel
que hace sangrar la noche silenciosa
aullar los perros callejeros.
Se fueron apagando la voces
extinguiendo el murmullo
en el zócalo inmenso de Oaxaca
las anchas piedras del pasado
Gabriel Arcángel
los verdes sabinos de tu tierra
la dulcísima voz de la mixteca arde
en el vino azul que exhala la montaña.
Hartas del polvo
que enturbia la memoria
Gabril Arcángel
verdad que distorsiona el tiempo.
Ahí está, me dijiste.
Babilonia la grande, la madre de todas
las rameras.
Mudas piedras, siempre tan circunspectas
llora, Gabriel Arcángel
por tus divinos ojos de demonio asustado.
Fransiles Gallardo
Magdalena, Provincia de Cajamarca, Perù
María Magdalena de Lachán
GRANDES CHOZAS GRANDES mi pueblo
horcones altos techos de maguey
ventanas de carrizo
por donde se filtra perezoso el viento de las tres
MAGDALENA grande mi pueblo
vigas altas trinchera catache carbunco(*)
azul cobertura límpia cobertura azul
verde piso verde cañaveral de abril
Rubén Vedovaldi
Capitán Bermúdez. Santa Fe, Argentina
El paisaje es la gente
quisiera salir esta tarde
de sol o de lluvia
hacia el oeste de mi vieja calle
a escalar la más alta montaña
en la magia cambiante de sus colores;
entre nubes y llamas
aguiluchos y cóndores iría
pero al oeste de mi simple pueblo
que es liso y llano
no hay ninguna montaña o montañita
quisiera jugar con la nieve
independiente en el parque junto al lago
o esquiar entre verdes pinares
pero en mi pueblo hace años que no nieva
y nunca he visto en trineo a los niños
entre lobos y perros
o amasando muñecos con copos
radiantes
salir por mi calle hacia el este quisiera
hasta dar con la orilla marina
y trepar a los altos barcos anclados
al viejo puerto de ultramar de Juan Ortiz
pero mi pueblo nunca ha dado al mar
el paisaje más lindo -dijo mi padre-
es la cara de los viejos amigos
y casi todos mis viejos amigos
siguen viviendo aquí
sin ir más lejos
Lorenzo Varela
España
Castelao
Cando cheguen os tempos non chegados
cando canten as mans traballadoras
nas doídas manceiras dos arados
e nas salgadas redes pescadoras,
Galicia ceibe tallará o teu nome
nas outuras do Pórtico da Groria
pra que falen os anxos con un home
que leva a patria enteira na memoria.
Unha nova Galicia sen cadea,
que non esportará mais sangue humán
nin asoballará unha man allea:
Unha Galicia nova, a de mañán,
que xa ven alborando, xa clarea,
no peito arrolará teu soño irmán.
Patricia Veron
Argentina
Milonga Occidental
...del lugar
es la dueña
del orden a los niños
va de aquí para allá
y el hombre
conociéndola
al final de la tarde
se hace un hueco
en el tronco
de su propio horizonte
para fumar...
Morenito flacucho
va acercándose
a la bailanta
y apoyando su cuerpo
en el poste del quincho
mira la pista
y suena el chamamé...
un reto por ahí
una panzona
ritma desenfadada la mujer
y hay pelea adolescente
peloteo de viejas
comilona
en una día de farra
milonga occidental
árbol tranquilo...
Claudia M López Letamendi
Argentina
Mi pueblo
(Adolfo Gonzalez Chavez- BsAs)
Pequeña entrada
al mundo de la dicha
mi pequeño pueblo
de trigos infinitos
que amorean horizontes
de azules
con la luna
y calan de sol mañanas infantiles
Humus del mundo ,
vaca gorda y leche,
humilde en sus entregas
mi pueblo
es historia de gente
sin grandes trascendencias
que asoman a la vida
a ver crecer sus hijos
y entregar sus trabajos
Es un encuentro apenas,
con el ser que te toca,
mano de dios dormida
sobre pampa nacida
del suspiro
de su boca
que deja ver
sus ojos
por las noches
desde la cruz de un sur
que es luz del tiempo
desde donde
se costelan
orígenes diversos
del hombre
que habita
en el misterio.
Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires a caballo
vía crucis buenos aires en la ofrenda ombligal
y otros pases
a una constelación levantadita
buenos aires el mejor bocado me baraja
es viva buenos aires
a caballo zaino regalado de atípicas desdichas
hoy vine a sublimarla
aunque
buenos aires multisectorial
la atravieso
con todo mi cariño
Betina Saredo Flores
Villa Carlos Paz, Córdoba, Argentina
Villa Carlos Paz
Cada mañana
el sol viste al valle de oro,
valle de verdes y ladrillo,
de lago y sierras,
con calles estriadas y cielo abierto.
Noches de verano bajo las farolas,
tiembla el rocío al rozar tu costa.
Puentes y plazas advierten el avance,
acentos y costumbres recuerdan la historia.
¡Que la belleza de tu paisaje
no se vista de cemento!
Vístete con las hojas del otoño,
báñate de primavera desde los canteros,
mientras bebes de tus crecidas
y duermes bajo el manto de estrellas,
cuando la luna bese tu mejilla de espejo.
Miguel de Unamuno
España, 1864- 1936
Al salir de Bilbao, lloviendo
Al salir de Bilbao, lloviendo, el 20-IX-10
Desde mi cielo a despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas
los robledos que visten las montañas
de mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas
montes y valles, los de mis entrañas,
y con tu bruma el horizonte empañas
de mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
donde fieles me aguardan los abrazos
de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos
de amor, compañero de la ruta.
Oscar Cerruto
La Paz, Bolivia (1912 - 1981)
Altiplano
Porque el Altiplano es más ancho,
siempre un poco más ancho
de lo que es posible imaginarlo.
Figuración popular
1.
El Altiplano es inmensurable como un recuerdo
piel de kirquincho, toca con sus extremos las cuatro
puntas de cielo,
sopla su armada brisa de bestia.
El Altiplano es resplandeciente como un acero.
Su soledad de luna, tambor de las sublevaciones,
solfatara de las leyendas.
Pastoras de turbiones y pesares,
las vírgenes de la tierra alimentan la hoguera de la
música.
Los hombres, en el metal de sus cabellos,
asilan el caliente perfume de los combates.
Altiplano rayado de caminos y tristeza
como palma de minero.
Mary Vidal
Caleta Olivia, Santa Cruz - Argentina
Caleta Olivia
Tengo mar en mis ojos y gaviotas en mi pelo
en mi cuerpo estación de algas
y autopista de estrellas
ronronea en mi espuma
tengo ventosas en mis manos
que maduran entre páginas y ausencias
de muertes y anocheceres de vidas y sucederes
tengo viento en mis venas
sonar de lluvia en mis pestañas
marco de pingüinos en mis cejas
pétalos de calafate en mis labios
sabor a sal de mares
leños de meseta en mi esqueleto
tengo escamas de ecos en mi piel
Tengo... más ... tengo.

Bilbao (España), Caleta Olivia (Argentina), Carlos Paz (Argentina),


Fransiles Gallardo
Magdalena, Cajamarca, Perù
María Magdalena de Lachán
Hojas desprendidas
cubren los campos
vientos del oeste
invaden los cañaverales
delante del arco iris
está magdalena
mi pueblo
como madero antiguo
tendido en el camino
Jorge Bousoño
Ciudad de La Habana, Cuba
Plaza de mi Habana ancestral
a Eusebio Leal Spengler
A esta fiesta de natura extrapolada
llegan Obispo y Baratillo,
los Oficios y la tímida Enna,
O'Reilly y Tacón
—no precisamente de la ardiente flamenca—.
Alfombras tejidas en piedra,
rejas y vitrales que pierden sus catedrales
después de danzar por siglos
en nostalgias, alegrías y sosiego,
estrellas colgadas de cada cielo,
paraísos saludando tu cortejo principal.
Contigo el descubridor y sus Capitanes Generales,
el Segundo Cabo y Santa Isabel,
el templete y su venerada ceiba,
la altanera Giraldilla coronando la Real Fuerza,
y si te sorprende el suspiro
de un buque en pos del descanso
allá, a lo lejos, nuestro padre redentor
vela sus mandamientos.
¡Vaya brindis con quietud, brisa,
y trinos de lenguas y trópico
abrazándome al instante
en mi nube de mármol!
Miguel Ferreira
Posadas, Misiones. Argentina
Miro mi ciudad de costanera
entre paredones de cemento
con cintura de rio y
pescadores en silencio,
con la luna de palida luz alla arriba
iluminando el puente
que une a otro Pais
con la peatonal de farolas blancas,
de mesitas a la calle
y mujeres en blues de misterio
con sus callejas alargadas y omnibus trepidantes
con los linyeras de cafe y melancolia
estirando horas en el bar
y asi se van en este navio
atravesando lo estelar.
Ana Ajmàtova
Rusia, 1889- 1966
La tierra natal
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Versión de María Fernanda Palacio
Ángela Ibáñez
Zaragoza- España
Used (Campos de Zaida)
El campo con su faz dormida
me mira, quieto.
El viento le acaricia quedo
Su pelo de mies dorada.
La luz que baña su frente
difumina sus ojos en el horizonte.
Una reminiscencia de claro oscuro
terroso lo invade todo.
Es un cuadro que algún día pintaré
en el tapiz de mis recuerdos,
habrá notas oscuras, grises,
fruto del paso de los años.
Mas ahora sólo
es un niño dormido en mis ojos
y hasta que los cierre
lo seguiré viendo así,
pequeño,
hermoso…
María Elena Solórzano
México
En el Tepeyac
(Villa de Guadalupe)
En el grafito de la noche
derrama ritmos el espacio,
un movimiento serpentina
recobra la imagen de los dioses,
mujeres en contubernio con la luna
ofrecen jadeos moribundos.
La danza,
espejo que refleja
lágrimas, guerrero, águila en derrota,
el paso de la vida en su liturgia,
la eclosión de los soles,
letanía de cánticos sagrados,
el reclamo del ánima ya ida
sólo presente en el pulso del viento.
Ya revienta el maíz,
ya madura el tejocote.
El ritmo pentafónico hipnotiza.
Ante el empuje de la danza
enciende el horizonte.
En una entrega de ocarina
enreda la penumbra.
grandioso rito
para recobrar la sangre.
Colmados movimientos,
hechizos fluyendo entre las piernas.
Tu ojo, flecha;
tu brazo, rama
en el espacio de los muertos.
Impregnado está tu escudo
de humores enemigos.
Sonar de cascabeles desvalidos.
Ofrenda perpetua en el sahumerio.
Mariposas atrapadas
en las plumas del copilli.
Murmullo de caracoles,
fuga de gemidos.
Una lágrima de negro
en el doblar de las esquinas.
Guadalupe- Tonantzin:
manto de constelaciones,
ángel niño entre quetzales,
rosas en invierno.
Tonatiuh te alumbra.
De tu sangre entremezclada
nació un mestizo
con castilla entre los labios.
Con tus manos nos protejes.
Ante ti llegan los hombres,
sonajas de agua.
Flor convertida en oración.
El corazón con el vino de los páramos.
Danza la tierra peregrina.
Se recupera así la sangre
y el sol recobra su camino
seguido por la luna.
Coatlicue
en cuatro se fragmenta,
a las doncellas marca
con sus pechos caracoles.
Otra vez la sangre,
otra vez la danza.
Guadalupe-Tonantzin
contigo se acaba la desdicha.
Fabiano Calixto
Brasil- 1973
Garanhuns, PE
estás mais próxima do de-cor das rabecas
que dos violinos europeus. (chamam-te
rima. prefiro lágrima).
teu inverno investe em cheiros
inesquecíveis que, feito forjados
a duríssimo metal, jamais perdem
o incomum e erguem
um pórtico de nomes e cores
à entrada da memória.
talvez, na verdade, estejas mais
íntima da penumbra calculada
de um palácio mouro
cujos entalhes, caligrafias e painéis
embaraçam nossos sentidos e, agora,
estamos só joelhos.
estilhaçada estás na garoa fria,
no relógio de flores,
nas águas minerais,
na pupila da minha mãe.
estarei aqui até que a impaciência
arrebente o dique, à concha das mãos,
com o nada de chuva
deste outono predominantemente cinza.
Gabriela Piccini
Argentina
Tres fronteras (Misiones)
Aquí no hay cosas personales
pero después de la lluvia
cuando un témpano
mete los dedos en la selva
el frío
es un viejo vecino aunque el trópico
-------------------------
Entre palos de pindó
hay una casa
Hay un bar furtivo
en la noche del fondo
-------------------------
Por fin la luna rompe
y pronuncia su último pétalo en guaraní
(quizás me abrigue
con un saco de estrellas)
Sergio Mouat
Chile
Canberra Lugar de Encuentro
En tu exuberante geografía
y vasto territorio expandido,
desde las alturas maravillado contemplo
valles y en su centro montañas
como angeles guardianes apostados.
Que cuidan de la ciudad sus parajes,
barrios por la naturaleza escondidos
y surge el oro cobrizo de sus calles,
con nombres de su historia bautizados
donde la gente muy poco ha caminado.
Y en esa quietud instigada
de tanto silencio se hace el ruido
los arbustos pinos y eucaliptos
de verde, todo lo han rodeado,
en este terruño mi vida asentado.
Alegre y orgulloso perpetuo será
que en Canberra y sus alrededores,
un rincón nuevo siempre habrá,
las Brindabellas a lo lejos percibir
cada tarde mucho antes de dormir.
Horacio Pettinichi
Del Viso, Pilar, Argentina
En mi pueblo
en mi pueblo,
los pecados capitales van a misa,
y algunas veces hasta ofician,
organizan homenajes a la patria,
y no hay desfile que no estén en primera fila..
en mi pueblo,
donde todo se perdona, se disimula u olvida,
donde la cultura es un edificio,
o la elegante comisión de damas pías.
en mi pueblo,
donde en el azahar de algún boliche,
se blinda la rosa,
para proteger lo que aún vale
en esta perra vida.
Gumasat
Tuxtla Gutiérrez- Chiapas- México
Del espejo del Río Grande nace el sol,
ilumina los caminos verdes de lluvia,
rebosantes de vida nueva y buena.
La ciudad se mece al amparo de los cerros,
dos enormes vigías que arrullan sus sueños:
el Cerro de Las Ánimas y el Mactumactzá
se cubren de nubes para llover a torrentes
en la sedienta ciudad,
sobre este pueblo que nunca sacia su sed.
El mestizaje continúa
en la tierra hambrienta de justicia;
soques, tseltales, tsotsiles y ladinos
en el crisol de raíces y sangre
para crear sincretismos,
estratos sociales que coexisten uno sobre otro,
en completa e injusta armonía
se mantiene el equilibrio precario.
La conciencia mágica habita en la mente;
el paganismo es la religión de hecho,
se cumplen leyendas, relatos, profecías
que heredamos de los indígenas primigenios
que poblaron los antiguos valles.
Los colores iluminan la ciudad
en los mercados, en la ropa,
en el cielo, en la verde explosión de lluvia,
en las llamaradas intensas
de rojo amarillo que pintan las nubes
que cubren las tardes repletas de ansiedad.
El Río Grande escurre a un lado,
cruza el cañón del Sumidero en su carrera al norte
para perderse en el golfo distante.
Las voces se alzan en la ciudad,
se confunden en una sola gran voz
que clama justicia, paz, trabajo, alimento;
Igualdad.
Estamos tan lejos de todo y cerca de nada;
estamos en Tuchtlán, el valle del conejo,
tierra perdida en la inmensidad de un mapa
y olvidada por todos los gobiernos;
la ciudad tiene un rostro que nadie conoce,
el pueblo tiene sueños que nunca se cumplen.
Vivo en la amada y verde ciudad
olvidada por siempre
excepto en momentos como éste,
de elecciones, promesas sin parar,
repleta de baches, de faros fundidos,
de hambre y miseria,
de riquezas explicables,
de diferencias sociales,
de enormes distancias económicas,
de discriminación aceptada,
de intolerancia promovida,
de futbol, de política, de mentiras.
El valle de Tuxtla se duerme
en sueños de justicia que nunca duermen,
que nunca llegan, que no acaban.
El sol aparece entre el espejo del Río Grande
y con él, la promesa del nuevo día,
de ese día en el que no haya
tuxtlecos distintos.
Antonio Machado
España, 1875-1939
Campos de Soria
VI
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.
Norma Segades - Manias
Santa Fe, Argentina
La comarca
La comarca es un feudo presentido más allá de los muros. Más allá de los huertos donde aguardan los duendes el tiempo del retorno.
Desdeña memoriales, evangelios, bitácoras de viaje. Se rige solamente por la edad de la sombra, las fases del silencio o la repetición de los fantasmas. No acontece salvo en la irradiación de los jazmines. No sucede sino en el desamparo.
Pero construye calles como párpados ante una parsimonia de zaguanes custodios de fragancias, de misterios, de ocultas floraciones.
Pero extiende sus calles al abrigo de fresnos o plátanos o robles o acacias desvergonzadamente celebrantes.
Pero extiende sus calles al borde de los templos consagrados, desde la voluntad de las espadas, a los señores de los desconsuelos, de las pulcras desdichas, de los martirizados corazones. Los templos ofrecidos a los santos señores que derramaron toda su agonía en la arena del circo y ahora están ubicados encima de los cirios, alrededor de los altares, sosteniendo en sus manos una vara de nardo o azucena o inocencia o paloma.
Pero teje la trama de casonas dormidas, de retratos en sepia, desde los bastidores del olvido.
Pero entrecruza agudas lanzaderas por la azul espesura de los mitos, las sagas, y la cosmogonía de las lluvias donde sacian su sed los equinoccios, las aves, las cosechas.
Pero despliega calles ordenadas hacia la desmesura de los ríos que siempre merodean en torno a su cintura de suburbio, de sueño clandestino, de salvaje naufragio. Allí donde las tapias van cediendo perfiles a los cercos, a las enredaderas de rosas en racimo, cálices de campanas, demencia de encendidas madreselvas, instrumentos de muerte, clavos, espinas, sangre, en las corolas de las pasionarias. Mientras gime en los charcos la honda melancolía del crepúsculo. A la hora del ángel.
Porque ella no acontece salvo en la convicción de los delirios. Porque ella es sólo un feudo presentido más allá de los muros. Más allá de los huertos donde aguardan los duendes el tiempo del retorno.
La comarca no existe.



La Boca (Buenos Aires), Lanusei (Italia) González Chávez (Argentina
Luciano Somma
Nápoles, Italia
Vico Napulitano
(en dialecto napolitano)
E' sarracena 'sta strada 'nfosa,
'na fila 'e vascie, nu vico chiuso,
so' gocce 'e chianto sti panne spase,
na stanza pare ch'è nu pertuso.
Fenesta vascia cu' na Maria,
ca me faceva sunna' l'ammore,
t'hanno 'nzerrata cu' na buscia
d''o terramoto ch'è senza core.
Chesta canzone, canzone amara,
porta 'int''e nnote cchiu' 'e nu dulore
quanno se perde na cosa cara
se po' asci' pazzo, ce sta' chi more.
Na mana sfila 'int''a sacca onesta
na vocca strilla 'nfaccia 'e prumesse
e' sulo 'arraggia chella che resta
quanno nu popolo e' cuoppo allesse.
'O vico ajere nun era santo
si l'attuccava te deve 'a mano
ce steve 'a risa, ce steve 'o chianto,
era nu vico napulitano.
Carlos Pellicer
México, 1899-1977
Cuatro cantos en mi tierra
A Noé de la Flor Casanova
I
Tabasco en sangre madura
y en mi su poder sangró.
Agua y tierra el sol se jura;
y en nubarrón de espesura
la joven tierra surgió.
Tus hidrógenos caminos
a toda voz transité
y en tu oxígeno silbé
mis pulmones campesinos.
A puños sembré mi vida
de tu fuerza vendaval
que azúcar cañaveral
espolvorea en la huida.
El tiempo total verdea
y el espacio quema y brilla.
El agua mete la quilla
y de monte a mar sondea.
Pedacería de espejo.
La selva, encerrada, ulula.
Casi por cada reflejo
pájaro que se modula.
Más agua que tierra. Aguaje
para prolongar la sed.
La tierra vive a merced
del agua que suba o baje.
Cuando la selva repasa
su abecedario animal
relámpago vertebral
de caoba a cedro pasa.
Flota de isletas fluviales
varó en flor la soledad.
Son de todo eternidad
y de nada temporales.
El mediodía tajado
de algún fruto tropical
tiene un sabor de cristal
sonoramente mojado.
Hay en la noche un instante
de vida, que si durara,
húmeda la muerte alzara
cual un terrible diamante.
Y a veces en la ribera
es tan fina la mañana
que la sonrisa primera
todo el día nos hermana.
Tiempo de Tabasco; en hondo
suspiro te gozo así.
Contigo, cerca de mí
tiempo de morir escondo.
Arde en Tabasco la vida
de tal suerte, que la muerte
vive por morir hendida,
de un gran hachazo de vida
que da, sin querer, la suerte.
Marta de Arévalo
Villa Colón, Uruguay
Villa Colón (fragmento)
Pacífica y recatada
vive su vida de aldea,
esquiva de ruido y prisa,
la verde villa que sueña.
Viejas quintas de labor,
viejas casas solariegas.
Oro de retama en flor
por sus calles polvorientas.
Todos los días de dios
al filo de cada tarde,
el tacto lila del sol
la viste de claridades.
Y una plaza con historia
filtra sol entre eucaliptos
y se abisma de nostalgia
con la memoria de un siglo.
Jacques Prevert
Francia, 1900-1977
Paris at night
Trois allumettes une à une allumées dans la nuit
La premiére pour voir ton visage tout entier
La seconde pour voir tes yeux
La dernière pour voir ta bouche
Et l'obscuritè tout entière pour me rappeler tout cela
En te serrant dans mes bras.
Alvaro Mutis
España, 1923
Cádiz
Para María Paz y Manolo
Después de tanto tiempo, vastas edades,
siglos, migraciones allí sorprendidas
frente al vocerío de las aguas sin límite
y asentadas en su espera
hasta confundirse con el polvo calcáreo,
hasta no dejar otra huella que sus muertos
vestidos con abigarrados ornamentos
de origen incierto, escarabajos egipcios,
pomos con ungüentos fenicios,
armas de la Hélade, coronas etruscas,
después de tales cosas, la piedra
ha venido a ser una presencia
de albas porosidades, laberintos minúsculos,
ruinas de minuciosa pequeñez,
de brevedad sin término,
y así las paredes, los patios, las murallas,
los más secretos rincones, el aire mismo
en su labrada transparencia también
horadado por el tiempo, la luz y sus criaturas.
Y llego a este lugar y sé que desde siempre
ha sido el centro intocado del que manan
mis sueños, la absorta savia
de mis más secretos territorios,
reinos que recorro, solitario destejedor
de sus misterios, señor de la luz que los devora,
herencia sobre la cual los hombres
no tienen ni la más leve noticia,
ni la menor parcela de dominio.
Y en el patio donde jugaron mis abuelos,
con su pozo modesto y sus altos muros
labrados como madréporas sin edad,
en la casa de la calle de Capuchinos
me ha sido revelada de nuevo y para siempre
la oculta cifra de mi nombre,
el secreto de mi sangre, la voz de los míos.
Yo nombro ahora este puerto que el sol
y la sal edificaron para ganarle al tiempo
una extensa porción de sus comarcas
y digo Cádiz para poner en regla mi vigilia
para que nada ni nadie intente en vano
desheredarme una vez más de lo que sido
“el reino que estaba para mí”.
Alonso Mejías Sánchez
Nicaragua
En San Carlos
"La lancha pesadamente,
pesadamente avanzaba.
Río arriba, río arriba,
jadeando cada pulgada"
"Romance de Juan García"
Sangre santa, Adolfo Calero Orozco, nicaragüense.
En San Carlos, puertecito que en 1849 George Ephraim Squier vió con su fresco ojo viajero (no más de veinte casas en aquel entonces) y deglutó opípara comida en casa del comandante (Nicaragua, sus gentes y paisajes. traducción de Luciano Cuadra,páginas 68/69);
pues ahí,
llegué a altas horas de la noche.
La brisa lacustre
la guitarra del bardo
y los enmielados ojos
de la joven española
fumadora, bailarina y liberal
invitaban a la parranda.
Mi corazón de poeta
se llenó de cielos constelados.
Y se vaciaron los pocos dólares de mis bolsillos.
Ahora voy en estrecha lancha
rumbo a Papaturro.
A mi goma atroz
y ánimo angustiante
se aúna el monótono ruido del motor.
Fugaz la corriente.
Fugaz la vida.
Vuelvo a pensar en la muchacha del lago:
en la dimensión de su dolorida frase.
Cierro los ojos.
Graznan garzas blancas.
Y no sé a qué horas
rocé riberas de Solentiname.
Lía Miersch
Buenos Aires, Argentina, 1950
Cuatro Haiku para Mataderos
Salen los carros
Perros de niebla acechan
el corralón
Tellier al fondo.
En la cruz de un novillo
luna de muerte
Olor a sebo
Peina el viento sus crenchas
en Mataderos
La Cruz del Sur
clava sus nazarenas
en mis exilios
Vilma Vargas
Costa Rica
Turrubares
Yo quiero descansar,
Hundirme con los míos
allí entre las colinas
donde el mismo dolor logra su sueño
y el tiempo se consume sin desbordarse
como el pájaro tenso en el cielo;
todo siempre más novedoso que yo:
la presencia irreal de la infancia,
las familias que duermen en el lecho del río.
Allí quiero dormir.
Vuelva mi mano intacta a su lugar.
Antonio Leal
Mexico
Desde el alcazar Ulises mira las sirenas
¿A qué loco no lo atan? Bien hacéis. Escila hermosa, suave Caribdis, sagradas sirenas del negro golfo, altos montes de Trinacria: decid a voces que Ulises, dándole el viento sus alas,
entre Caribdis y Escila, atado y vendado escapa de vuestros riesgos, porque le quede al mundo enseñanza, que así se huyen los extremos, de la hermosura y la gracia.
Pedro Calderón de la Barca
A la familia del tío Pepe Beutelspacher, dueños hace más de un siglo del alcázar de estilo inglés, frente al puerto de Salina Cruz, Oaxaca, en el Océano Pacìfico.
Mexico
Desde el alcázar hecho en el remate
de la estribación de uno de los cerros,
a unos tres mil metros del mar distante,
y a varios de ellos sobre el terraplén
de la calle en esta hora desierta,
un zureo de palomas despierta
el trajín de la ciudad. Clap, clap, clap,
clap, lanzan su vuelo en picada como
una bandada de pañuelos muertos.
A babor, casi a un tiro de piedra
de nuestra almadía mecida apenas
por una tenue racha de aire fresco,
como pedazos de un carbón lustroso
beben los zanates la luz del día.
Leva anclas la mirada entre tanto
revuelo de alas. Mogotes de plumas
llenan el pentagrama de los techo
de láminas de zinc. Currucutú,
clap, clap, clap, clap: ahora, desde las tejas
ocre-malvas de los techos contiguos
de la casa que data más de un siglo.
En la suave piragua, a sotavento,
que es la hamaca en que hemos dormido,
cautiva todavía ver la luna
colgada como una medalla antigua,
como un fruto del árbol prohibido
de los sueños, pálida en el cielo
de esta mañana ambigua que comienza.
En la prosodia de este poema
escrito entre las hojas de un cuaderno
que sólo puede hojearse cara al viento,
desde el alcázar donde Ulises mide
el lontanar esta mañana insomne,
vahída y rasante, también se atreve
la mirada lanzarse al vuelo sobre
el caserío que avanza hacia el mar.
Aquí, desde el escarpe arrebatado
a una de las laderas del cerro,
desde este lápiz semejante a un mástil
que cabecea en intrincadas olas,
canoras sirenas laudan: ¡Thalassa!
José de Jesús Domínguez
Puerto Rico- 1843-1889
Ecos de una época (XXI)
Yo siento que la patria verdadera,
la que nunca los hombres han vendido,
con los recuerdos de la edad primera.
Es tanto realidad, como quimera;
es risa con esencia de gemido;
un eco, un eco lánguido y perdido
que en el fondo del alma persevera.
Podrá la veleidad o la arrogancia
decir que es un concepto equivocado
por irse tras la gloria o la ganancia;
pero, cuando ya viejo y ya cansado
vuelve el hombre los ojos al pasado,
la patria se confunde con la infancia.
Pablo Neruda
Parral, Chile, 1904-1973
La Frontera
Lo primero que vi fueron
árboles, barrancas
decoradas con flores de salvaje hermosura,
húmedo territorio, bosques que se incendiaban,
y el invierno detrás del mundo, desbordado.
Mi infancia son zapatos mojados, troncos rotos
caidos en la selva, devorados por lianas
y escarabajos, dulces días sobre la avena,
y la barba dorada de mi padre saliendo
hacia la majestad de los ferrocarriles.
Frente a mi casa el agua austral cavaba
hondas derrotas, ciénagas de arcillas enlutadas,
que en el verano eran atmósfera amarilla
por donde las carretas crujían y lloraban
embarazadas con nueve meses de trigo.
Rápido sol del Sur:
Rastrojos, humaredas
en caminos de tierras escarlatas,
riberas de ríos de redondo linaje corrales y potreros
en que reverberaba la miel del mediodía.
El mundo polvoriento entraba grado a grado
en los galpones, entre barricas y cordeles,
a bodegas cargadas con el resumen rojo
del avellano, todos los párpados del bosque.
Me pareció ascender en el torrido traje
del verano con las máquinas trilladoras,
por las cuestas, en la tierra barnizada de boldos,
erguida entre los robles, indeleble,
pegándose en las ruedas como carne aplastada.
Mi infancia recorrió las estaciones: entre
los rieles, los castillos de madera recientes,
la casa sin ciudad, apenas protegida
por reses y manzanos de perfume indecible,
fui yo, delgado ninio cuya pálida forma
se impregnaba de bosques vacíos y bodegas.
Eugenia Toledo-Keyser
Seattle, EEUU.
Seattle
Ya no me molestan
tus ruidos en las calles
los buses o las ambulancias
el humo de los cigarillos
el vagabundo con un letrero
el veterano de guerra derrotado
el punk con argollas y cadenas.
Ya no me molesta
ni la pobreza o la vagancia
ni las gaviotas sobre los edificios
ni Macy’s ni Norstrom
ni tus turistas japoneses
ni el policía o el guardia
ni el alto y flaco con turbante
el loco aquel hablando solo
la prostituta de la esquina
el café dorado y la silla vacía a mi lado.
Tampoco me molestan
tus supercarreteras
tus riquezas computacionales
tu mar tus lagos tus montes
tus islas y tu verde exuberante
Lo que de verdad me molesta
son estos años envejeciendo
entre tus dos caras:
el rostro angelical
y tu agazapada monstruosidad.
Pier Paolo Pasolini
Bologna, Italia, 1922-1975
Roma
...”Ya se encienden las luces, bordeando
Via Zabaglia, Via Franklin, el entero
Testaccio, despojado de su grande
sucio monte. Los Lungotevere, el negro
cauce, después del río, que Monteverde
amontona o esfuma invisible bajo el cielo...”
Gaby Arce Muñoz
Arequipa, Perú
Arequipa
Amo tu rostro de pómulos andinos
el cántaro de barro sonoro de la madrugada
la chomba con el concho a punto de merienda
el río apacible, dulce remanso saltarín
tu piedra blanca, tu texao nocturno en travesía.
Amo los sauces desgreñados arropando yaravíes
los pájaros que ponen su música en los árboles
la hierva que se ufana del viento sereno del valle
los puquiales derramando borbotones de alegría.
Me acuesto en la pirca de tu encanto
a contemplar la lluvia que madura la tierra
la retama que danza enamorada del sol
el viejo cáctus que tiempla su vigüela
para dar serenata a los maizales.
Jorge Tellier
Chile
Para un pueblo fantasma
(fragmento)
Valparaíso, Chile, 1978
A Stefan Baciu en Hawaii,
y a Vasile Igna, mi primo desconocido,
en Cluj, Transilvania
En el pueblo
donde algunos me conocen
como el poeta cuyo nombre suele aparecer en los diarios,
paseo por la Calle Comercio
que ahora se llama Avenida Bernardo 0'Higgins
(Como en Santiago).
He comulgado con la tierra.
Voy a la Sidrería
Allí están los parroquianos de siempre
y me saludan mis viejos compañeros de curso
que sueñan con ser alcaldes o regidores o comprarse una citroneta.
Ha cerrado el cine.
Aún quedan affiches que anuncian películas de sepia.
A lo largo de los cercos
las ortigas siguen hablando con su indestructible lenguaje.
En el techo de mi casa se reúne el congreso de los gorriones.
Pienso por primera vez
que no pertenezco a ninguna parte,
que ninguna parte me pertenece.
Jorge Luis Borges
Buenos Aires, Argentina, 1899-1986
Buenos Aires
Antes yo te buscaba en tus confines
que lindan con la tarde y la llanura
y en la verja que guarda una frescura
antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de Palermo estabas,
en su mitología de un pasado
de baraja y puñal y en el dorado
bronce de las inútiles aldabas,
con su mano y sortija. Te sentía
en los patios del Sur y en la creciente
sombra que desdibuja lentamente
su larga recta, al declinar el día.
Ahora estás en mí. Eres mi vaga
suerte, esas cosas que la muerte apaga.
Bartomeu Rosselló- Pòrcel
Palma de Mallorca, 1913 - 1938
A Mallorca durant la guerra civil,
de Imitació del foc
Verdegen encara aquells camps
i duren aquelles arbredes
i damunt del mateix atzur
es retalles les meves muntanyes.
Allí les pedres invoquen sempre
la pluja difícil, la pluja blava
que ve de tu, cadena clara,
serra, plaer, claror meva!
Sóc avar de la llum que em resta dins els ulls
i que em fa tremolar quan et recordo!
Ara els jardins hi són com músiques
i em torben, em fatiguen com en un tedi lent.
El cor de la tardor ja s'hi marceix,
concertat amb fumeres delicades.
I les herbes es cremen a turons
de cacera, entre somnis de setembre
i boires entintades de capvespre.
Tota la meva vida es lliga a tu,
com en la nit les flames a la fosca.
Francisco Miguel López Jiménez
Alhaurin de la Torre, España
Motril desde la distancia
XVII
En este laberinto de soledades
entre árboles que me son distantes
no me conozco.
Aquí no existen
calle de Las Monjas,
Camino de las cañas, Calle fina,
Barrio Nuevo,
su historia no es mi historia.
Soy tan huérfano de ti,
indefenso a los colmillos del viento
que encierro mi mundo sólo
entre óleos y palabras.
Jilguero de vuelo desbravado
con alma entre dos luces.
Y un calendario inexistente
consumiendo a destajo
me ablanda la vida,
doy libertad al pensamiento
y desbocada la imaginación
pone en el sueño un intervalo
entre lo distante y lo ausente.
Jaime Dávalos
Salta, Argentina, 1921- 1981
Canto a Rosario
Yo te saludo capital de los cereales,
que te levantas junto al río Paraná.
Sos el baluarte de las razas industriales,
que aquí vinieron a construir la libertad.
Miras el alba metalúrgica del río,
color de espiga que en tu cuerpo aluvional,
traen diluidos en la nieve y el rocío,
horizontes sumergidos de tu puente mineral.
Rosa crispada, siderúrgica y obrera,
en que amanece la conciencia del país,
llevan los barcos en su entraña la pradera,
en la sonrisa proletaria del maíz.
Toma esta espiga que te ofrece el canto mío,
guarda en tu pueblo laborioso mi canción,
que si me duele tu costero pobrerío,
tanto cantarle a tu río, siento verde el corazón.
Que si me duele tu costero pobrerío,
tanto cantarle a tu río, siento verde el corazón.
Benilson Pereira
Brasil
Vitoria, 465 anos
Em teu seio
Vitória mulher
me abrigo.
Vem comigo
sentir o balanço gostoso
de viver à beira mar.
Vem, mulher
curtir comigo
o dia seguinte
do nosso caminho
sempre com olhos no futuro.
Em teu seio
Vitória mulher
me orgulho
de criar os filhos
do meu próprio seio.
Amar vivendo esta madorra
gostode chocolate, mel
e me delicio, delícia
quando me chama
para o amor no vento
ao relento
quando o mar
tão nosso cúmplice
banha o teu e o meu corpo
levando com as ondas
toda tristeza e desesperança
trazendo todo dia novo
este gosto gostoso
de futuro na boca.
Vitória mulher
sei que não tens um corpo duro
tens, sim
teus poetas
que injetam claros
em teu meio escuro.
Carlos J. Aldazabal
Salta, Argentina
Profesión de fe
En Salta creemos
que no hay nada mejor
que
escribir un poema,
destapar un buen vino
o fornicar con morenas
de esas que te muerden
cuando se suelta el orgasmo.
Creemos que en la tierra
se esconde un terremoto
y que la esterilidad es un problema ajeno,
propio de los peces.
Creemos en el sol,
en el folklore,
en la virginidad porfiada de las niñas del centro,
de las que van a misa.
Hay algo, sin embargo,
en lo que no creemos.
Sabemos que la angustia es un suspiro
de los gorriones que se sientan a contemplar los muros
encima de la cruz del San Bernardo.


Altiplano (Bolivia), Mallorca (España), Roma (Italia), Rosario, y Salta (Argentina), Valparaiso (Chile) Vitoria (Brasil)





Paula Winkler
Argentina
Mujeres chaqueñas
Las mujeres que viven en Resistencia
son las que calzan los zapatos del viento
y se llenan de pobreza
por ser las más sabias y cuerdas.
Las mujeres de Resistencia
escapan al olor rancio y barato
de esos perfumes ofrecidos hasta el hartazgo
en tiendas impúberes y clandestinas.
Las mujeres que viven en Resistencia
espantan los piojos con jabón blanco
bailan un chamamé, que riegan con vino
y llevan una enorme giba en el alma.
Esas son las mujeres de mis pagos,
aunque mi cuerpo escriba en Buenos Aires.
Joan Manuel Serrat
España
Pueblo Blanco
Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco,
bajo un cielo que a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.
Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra,
sólo el olvido camina lento
bordeando la cañada,
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.
El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura,
el cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán,
y mi pueblo después
vio morir a los tres,
y me pregunto: porqué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.
De la siega a la siembra
se vive en la taberna,
las comadres murmuran
su historia en el umbral,
de sus casas de cal.
Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que noche a noche forjaron en su mente,
fuerte para ser su señor
y tierno para el amor.
Ellas sueñan con él
y él con irse muy lejos,
de su pueblo y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir
quieren morirse al sol,
la boca abierta al calor, como lagartos
medio ocultos tras un sombrero de esparto.
Escapad gente tierna
que esta tierra está enferma,
y no esperéis mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo,
sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna,
tal vez mañana sonría la fortuna
Y si te toca llorar,
es mejor frente al mar.
Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí,
pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.
Lur Sotuela Elorriaga
España
Madrid
Esta ciudad nerviosa.
No tiene sueño. No duerme entre las nubes.
Palpita su corazón entre las calles, entre sus bares.
Es una ciudad de movimiento.
Vomita, suda y escribe con bilis
La historia de ciudadanos sin nombre,
Casas sin nombre, hipotecas sin nombre.
Me gustaría revolverle el pelo,
Que descansara, pero Madrid es una ciudad nerviosa,
No tiene sueño. No duerme.
Alfredo Ariel Carriò de la Vandera
Provincia de Entre Ríos, Argentina
Aldea Brasilera
Si hubiese sido el habitante que inagurara la tierra
fecundarìa tus tormentas de sol en madrugadas.
Incarìa ombligos de hijas sin ausencias
en los pregones donde se agradece la luz.
Alambrado de girasoles nos rozaron la esperanza
un dìa irremediable donde encontrè
la Marìa bicicleta y el Juan tractor.
Por no tocar la remembranza del camino
me quedè entre tus cabellos conmoviendo
revelaciones por venir
y espampitas que incautan los dolores
y los contrabandos de habitantes sin humillación.
No serà necesario cantarte vieja Aldea
porque la orquesta ya comenzò.
Víctor Manuel Ramos
Riobamba - Ecuador
Riobamba
¡Ay ciudad de mis recuerdos!
Una yema constante se revienta en millón astillas.
Tentáculos cegadores vibran sobre el Chimborazo.
Brazos, ojos, pies, autos, edificios, quejas,
borran viejas piezas de ajedrez.
Cuerpos sedientos, desesperados, resignados,
consumen calendarios, aguardiente.
¡Revoluciones inconclusas!
¡...... la vida continua!
Manos inocentes buscan en basureros
sobras olvidadas por los perros.
Jesucristos politiqueros construyen
esperanzas que nunca llegan.
¡...... el polvo se acumula!
¡Ay ciudad de mis dolores!
Si mis ojos no estuviesen vivos.
Si mi corazón no hubiese caminado
tus universos de angustias.
¡Secaría la fuente de mis ideas!
¡Ay ciudad de otro siglo, de este siglo!
Si no hubiese recorrido tus entrañas.
Si mi sangre fuese Metal. Dios. Piedra.
Gritaría.
¡No me importan tus problemas!
¡Ay ciudad de mis recuerdos!
Porque busco verdades en tu vientre.
mi pluma llora cuando te veo.
¡Ay ciudad de mis delirios!
Si mis niños. Mis raíces.
Mis amigos. Mis vecinos
no comiesen Sol. Promesas. Polvo. Viento.
Quemaría.
¡Quemaría mi alma de poeta!
Chimborazo: nevado de 6.310 metros sobre el nivel del mar.

Calle de la aldea en Auvers: vincent van goh
Oliverio Girondo
Buenos Aires, Argentina, 1891-1967
Paisaje Bretón
Douarnenez,
en un golpe de cubilete,
empantana
entre sus casas corrió dados,
un pedazo de mar,
con un olor a sexo que desmaya.
¡Barcas heridas, en seco, con las alas plegadas!
¡Tabernas que cantan con una voz de orangután!
Sobre los muelles,
mercurizados por la pesca,
marineros que se agarran de los brazos
para aprender a caminar,
y van a estrellarse
con un envión de ola
en las paredes;
mujeres salobres,
enyodadas,
de ojos acuáticos, de cabelleras de alga,
que repasan las redes colgadas de los techos
como velos nupciales.
El campanario de la iglesia,
es un escamoteo de prestidigitación,
saca de su campana
una bandada de palomas.
Mientras las viejecitas,
con sus gorritos de dormir,
entran a la nave
para emborracharse de oraciones,
y para que el silencio
deje de roer por un instante
las narices de piedra de los santos.
Douarnenez, julio, 1920.
Angélica García Santa Olaya
México, D. F.
Insomnio
Antes de irme
fui al parque
y me llené los ojos de ti,
colgué de mis orejas
los aretes de una jacaranda,
con piel de gardenia
y rubor de geranios
cociné un elixir
que apuré de la mano de Ulises
sobre las alas de un arca a propulsión.
Surtió efecto,
el terciopelo encarnado
de una nochebuena
cobija mi nostalgia,
el bastón de un ahuehuete con reumas
atenaza mis párpados abiertos,
algunas orquídeas me crecen bajo las pestañas
y deslíen su carne al calor del recuerdo,
morados jacintos de cascos ligeros
nadan en el mar de la memoria
bebiendo mi recuerdo,
aromáticas corolas de cempasúchil
aluzan las pupilas del insomnio
para indicar el camino a casa,
asciendo la pirámide del sol y retorno
con las cicatrices desnudas
a la plaza Cagancha,
la mano de Mextli
acaricia la herida
que dejó en mi sueño
la espina biselada de un nopal.
Uruguay, abril 2005.
Elisa Huezo Paredes
El Salvador
Canto a la resurreccion y a la vida
Y Salvador te llamas, tierra ungida
con el óleo bendito de la alianza:
Salvador de ti mismo y la esperanza
que nuevamente te ha vuelto a la vida.
¿Cómo no ser así, si siempre erguida
tu llama te salvó de la acechanza?
tu pueblo fiel espera la bonanza
pues siendo Salvador, salvas la vida.
!Tierra del Salvador, revienten huertos,
frutos y verde campo florecido;
dejemos reposar a nuestros muertos:
Su sangre con la nuestra se ha fundido.
Ahora, Salvador, estamos ciertos:
Tu Nombre es el de Cristo y cristo has sido!..
Oscar Oriolo
Argentina
Mi aldea
Mi aldea
tiene el paisaje de tu silueta
en el bostezo del amanecer.
El tenue aleteo de tu voz
arrullando la siesta de la tarde.
La brisa de tu aliento
componiendo música en la copa de los álamos.
Y una calle siempre llena de sol
en tu noche estrellada
propicia para la siembra.
Mi aldea
es el pendular movimiento de un pincel
pintando las palabras que describen
trazos de acuarelas,
colores,
destellos de luces y sombras
y aromas
para representarte.
Mi aldea
es el diseño de tu cuerpo
en la penumbra de mi nostalgia.
Es el destello de tus ojos
mirando el camino
que se esfuma en el silencio del atardecer.
En mi aldea
los trenes llegan puntuales
a la hora
en la que se detienen todos lo relojes.
Y se paraliza el aire
para verte descender,
sublime,
del vagón de la memoria.
Mi aldea
está habitada por ángeles nocturnos,
por efímeras mariposas.
Por ingenuas preguntas
que hallan como respuesta
a osados duendes
que interpretan secretos
y sensaciones.
Y danzan alrededor
del encanto
de encontrarme en cada esquina
con tu belleza.
Pero cuando no llega el tren
a mi aldea
y no existen
relojes,
ni hora exacta,
ni vagón,
ni memoria,
no se paraliza el aire,
no hay ángeles en las noches,
no vuelan las mariposas,
los duendes ya no interpretan sueños,
ni secretos,
ni sensaciones
y sólo juegan
(entre relámpagos
y horas sin tiempo)
a ese absurdo juego
que es tu ausencia.
Herberto Helder
ilha da Madeira, Portugal. 1930
Em silencio descobri essa cidade no mapa
Em silêncio descobri essa cidade no mapa
a toda a velocidade: gota
sombria. Descobri as poeiras que batiam
como peixes no sangue.
A toda a velocidade, em silêncio, no mapa —
como se descobre uma letra
de outra cor no meio das folhas,
estremecendo nos ulmos, em silêncio. Gota
sombria num girassol —
essa letra, essa cidade em silêncio,
batendo como sangue.
Era a minha cidade ao norte do mapa,
numa velocidade chamada
mundo sombrio. Seus peixes estremeciam
como letras no alto das folhas,
poeiras de outra cor: girassol que se descobre
como uma gota no mundo.
Descobri essa cidade, aplainando tábuas
lentas como rosas vigiadas
pelas letras dos espinhos. Era em silêncio
como uma gota
de seiva lenta numa tábua aplainada.
Descobri que tinha asas como uma pêra
que desce. E a essa velocidade
voava para mim aquela cidade do mapa.
Eu batia como os peixes batendo
dentro do sangue — peixes
em silêncio, cheios de folhas. Eu escrevia,
aplainando na tábua
todo o meu silêncio. E a seiva
sombria vinha escorrendo do mapa
desse girassol, no mapa
do mundo. Na sombra do sangue, estremecendo
como as letras nas folhas
de outra cor.
Cidade que aperto, batendo as asas — ela —
no ar do mapa. E que aperto
contra quanto, estremecendo em mim com
[ folhas,
escrevo no mundo.
Que aperto com o amor sombrio contra
mim: peixes de grande velocidade,
letra monumental descoberta entre poeiras.
E que eu amo lentamente até ao fim
da tábua por onde escorre
em silêncio aplainado noutra cor:
como uma pêra voando,
um girassol do mundo.

La Boca, Benito Quinquela Martín
Graciela Zolezzi
Carlos Casares, BsAs, Argentina
Estuve por mi pueblo
Estos días estuve por mi pueblo
calles limpias, veredas anchas, recuerdos.
En cada esquina
sueños que aun están
sueños que fueron
llaves de aromas
milagros de un reencuentro
raras cuentas de aire
que hace el jazmín de mamá
o el limonero.
Dentro y fuera
negros caballos turbulentos
payana
rayuela
bicicleta y patín
en cada sitio un juego
siesta
frutales
huerto
nostalgias parecidas están en vuestros
pechos.
Casares del ayer
fundido en el desierto.
LLevé las cenizas de mis padres
estaban mis tíos
mis abuelos
tantos amigos
y esa tierra querida
campo nuestro
infinitud
libertad
brazos abiertos.
Viajé a Casares
estuve por mi pueblo
y desde ese lecho
entrañables polvos
circularon mi sangre
y son raíz
fuerza
misterio.
Mariángeles Arnaiz
Jáuregui (Luján), Bs. As. Argentina
Jáuregui
Mi pueblo tiene una avenida verde
y un tren que pasea sueños muertos o dormidos
una banda que toca lo que no somos
en color rojo para que no lo olvidemos.
De las bolsas de hacer los mandados
las señoras intercambian susurros
de lo que por suerte no les pasó.
Y los niños juran que la verdad es un hecho.
Jáuregui esconde casi al ras del suelo
las mandarinas que mi papá robaba
y debe haber escondidas cositas que le faltaron a él...
Cuando patean la hojarasca, en el club,
los jóvenes ya empiezan a jurarse que ellos si podrán
y el olor fuerte de los pinos se les pega para siempre.
Se va erizando cada piel, de casa en casa,
cuando alguien ríe, o cuando alguien muere.
Mi pueblo, también debo decirlo, mi pueblo soy yo.
Teresita Saint Esteben de Faramiñán
Buenos Aires, Argentina
Dolores
Plaza central,
iglesia,
museo,
parque,
estación...
Ciudad encauzada
por canales,
relegada por la geografía
a la categoría de pozo...
Signada por dolores: el celestial y el terrenal
que comulgan y se prodigan consuelo:
La Virgen que por los siglos de los siglos
testimonia:La maternidad es un hecho sufriente;
Pedro Castelli que desde el fondo de la historia
nos grita:La libertad es un bien a disputar.

Carlos Casares, Argentina


Dolores, Argentina
Jáuregui, Argentina
Marilina Rébora
Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires
No tendrá Buenos Aires un río de cobalto
ni en sus cofres tesoros de vivas esmeraldas,
pero el cielo celeste es bandera en lo alto
y extensa pampa verde se brinda a sus espaldas.
Falto de Budas de oro o faroles de piedra,
alminares curiosos o jardines alados,
mas es rica en paredes apretadas de hiedra
y jazmines, aromos y ceibos colorados.
Posee todavía trepadoras glicinas,
trémulas madreselvas, vocingleros gorriones,
cuando no el aleo perspicaz de golondrinas
percutiendo cristales, revolando balcones.
Y el sol, siempre con sol en patios y terrazas,
tejiendo entre los árboles de las umbrías plazas.
Fernando Pessoa
Lisboa, Portugal, 1888- 1935
Lisboa
Lisboa com suas casas
De várias cores,
Lisboa com suas casas
De várias cores,
Lisboa com suas casas
De várias cores...
À força de diferente, isto é monótono.
Como à força de sentir, fico só a pensar.
Se, de noite, deitado mas desperto,
Na lucidez inútil de não poder dormir,
Quero imaginar qualquer coisa
E surge sempre outra (porque há sono,
E, porque há sono, um bocado de sonho),
Quero alongar a vista com que imagino
Por grandes palmares fantásticos,
Mas não vejo mais,
Contra uma espécie de lado de dentro de pálpebras,
Que Lisboa com suas casas
De várias cores.
Sorrio, porque, aqui, deitado, é outra coisa.
A força de monótono, é diferente.
E, à força de ser eu, durmo e esqueço que existo.
Fica só, sem mim, que esqueci porque durmo,
Lisboa com suas casas
De várias cores.
Esta poesia la firmo con Alvaro de Campos.

San Salvador, El Salvador

Lisboa, Portugal
Maria Cristina Fervier
Salto Grande, Santa Fe. Argentina
Rio Carcarañá
Río Carcarañá cuyas aguas bajando van
desde su nacimiento, allende en el Tercero,
hasta que se funden en abrazo con el Paraná,
soñando con el Delta y el Plata su correntada.
Camino de las “carcaras” o, del Alto Perú, “charcas”
ruta que siguieron los indígenas de altura
buscando en su descendida los grandes ríos de llanura.
Sebastián Gaboto lo navegó y en su confluencia
el fuerte Sancti Spíritu fundó.
En idioma guaraní significa:
“carancho diablo”, como se los llamaran
a los indios que la región poblaran,
o como vocablo quechua
“camino que da muchas vueltas”
aludiendo a lo sinuoso de su recorrido.
De origen castellano “desmochado”
refiriéndose al aspecto árido y despoblado
de sus campos aledaños, allá por antaño.
De color oscuro por el fondo barroso,
peligroso, traicionero, lleno de remolinos
que acechan bajo los remansos escondidos.
Surgen pintorescos saltos de agua
por raíces de piedra acumulada
originando diminutas cascadas
do brotan espuma y burbuja abrazadas.
Angosto y canoeo, cuna de los moncholos
y de tanto en tanto saltando algún dorado.
Cuando lo cruzo por el puente carretero
contemplo las palomas de su misterio.
Damian Herrera
España
Avilés (una ciudad cualquiera)
¡Oh, ciudad!
Ciudad a tientas
Del rojo rubí al lirio hediondo
De las orquídeas de hierro racionadas para los cuerpos hambrientos bajo las
bombas,
a la reciedumbre del plástico
¡Oh, ciudad!. Tanto Art nouveau
para luego ser el cristal roto
de una acera descosida por el hielo
¡Oh, ciudad!. Gris columpio.
Si te vieras con los ojos del bosque
Si te vieras tintineante
en tu nube de hidrofluocarburos
y hexaclorobencenos.
Si te vieras envuelta
en tus sedas de plomo
¡Oh, ciudad!
Arremangarías tus perneras
de hormigones y hierros,
y, a hurtadillas,
cruzarías el mercurio
de la charca
Fernando Pedernera
San Luis, Argentina
Cómo cantarte amor
Cómo cantarte amor, tierra querida,
cuando otros grandes te mimaron antes
y confinaron con rango de amante
a quien hoy te abre su pasión prohibida.
Cómo decirte que me muero si no siento
al Chorrillero despertándome del sueño
que me corona como al merecido dueño
de tus poemas, tus paisajes y tu viento.
Cómo explicarte el pudor que me sonroja
cuando penetro tu oriental costado,
o el placer que me embarga cuando invado
tu occidente erosionado, tierra roja.
Cómo pagarte cuando fresca me dominas
en caricias del Trapiche o la Florida
o cuando áspera me vuelves a la vida
con un beso de tus pródigas salinas.
Cómo culparte si insinúas tu belleza
y el trashumante en tu ámbito se encanta,
cuando se bebe todo el Valle de Pancanta
y, aunque descrea, en gratitud te reza.
Cómo evocarte, corazón de mi Argentina,
sin mencionar tu entraña mineral,
con el ónix, verde aparcero ancestral,
o con el oro de la Carolina.
Quien te habita se convierte en fiel testigo
del sortilegio que rodea tus farras
Villa Mercedes, tierra madre de guitarras,
emblema de un pago de buenos amigos.
Y al cantarte, de tu historia no me olvido,
San Francisco, cuna criolla de maestros.
O de Merlo o Santa Rosa, edenes nuestros,
en magnánimo valle, escondidos.
Canto al Sur, de Esperanza siempre Buena,
con la Fortuna, entre los polvaredales,
o a San Jerónimo y Balde, aguas termales,
que con su magia de calor sanan las penas.
Cómo olvidarlas, Concarán y Quines,
cómo dejar de nombrar a Candelaria,
Tilisarao, San Martín, Fortín el Patria,
aldeas que brotan desde los confines.
Y aunque la falta del tren haga olvidar
a poblaciones que crecieron a su vera,
la vía, moza, ilusionada espera
al ferroviario que la vuelva a cortejar.
Digo Daract, digo Granville, digo Fraga,
a la vanguardia de mi tierra por el este,
digo Las Chacras, donde la criolla hueste
soñó animosa con la patria liberada.
Cómo contarte la hospitalidad
de Nogolí, de Charlone, Alto Pelado,
de Talita, Chipiscú, caros poblados,
donde se siembra y se cultiva la amistad.
Decir belleza, también es dejar en el tintero
tantos lugares con su historia y su presente,
reconocidos por su calidad de gente,
que se tributa con amor sincero.
Cómo abreviar tu seducción en canciones
sin concluir que te tocó una vara
que sucumbió extasiada en el Conlara
y te bendijo con graciosos dones.
Cómo cantarte amor, matriz de criollos
como Rosales, Godoy Rojo o como Agüero,
si al decirle estos versos al Potrero
colijo que no soy más que un cogollo:
San Luis de la Punta, que siempre vivas,
que no falten poetas que te festejen
y al despedirse, cuanto menos, dejen
en su obra, plasmadas, tus maravillas.
Gabriel Impaglione
Argentina
Del Trícoli se estira hasta el mar
una profunda avenida de gorriones.
En esta cicatriz de la Sardinia
brota la savia como un día verde,
se multiplican los ecos de la altura.
Lanusei, coro de geranios,
ciudad de las campanas,
rodeada de rocas victoriosas
que sueltan su hojarasca al borde de las rutas.
Cascada de acuarelas que desafía el viento.
En su vientre invicta pincelada
hunde en el mar la raíz laboriosa.
Voy a su corazón beso por beso,
de su corazón regreso enamorado.
Aprendo el canto del hombre que tocó la luna
trepado a los oficios del andamio.
Aquí respiro el rumbo de los barcos
que el Maestrale iza en los balcones.
Aquí el amor es flor inexorable.
En este río que a veces la niebla surca,
la ciudad de las manos como pájaros
parece una bandada detenida en la altura.
Nisa Forti Glori
Argentina
Mi aldea encantada
dedicada
a Monticello di Olgiate Molgora, Italia.
Había colinas, y arroyos
que bajaban del monte..
En el campo de trigo
detrás de los galpones
brotaba un manantial
destilado por la altura.
Y siempre, las alturas eran centelleos de sol.
Y sus vertientes
pobladas de castaños y abetos.
Había apariciones de cuentos en sus frondas.
Había ecos de cantos en sus ramas.
Había espectros lunares en las piedras
de los arroyos blancos.
Y velas
en la espuma vital de los torrentes.
¿Yo no sé si existió...
O la inventé.
Santiago Bao
Argentina
Suburbio
(San Fernando (1946/1958)
Te acercas en la ausencia,
merodeas entre tu soledad y la mía,
códigos que entre el tiempo
y nuestra lejana amistad
establecen algunos recodos fieros
y en casi todo
signos primarios para reconocernos.
Se suman y restan al azar,
sitios, momentos distantes,
se aproximan calles que se nutren
en los musgos, basuras del pasado
en lugares adormecidos,
cruces de días luminosos
y tormentas de barrios con deslindes,
seguras cunetas, tumultuosas riñas
del temor, angustias en baldíos,
terraplenes detallados de piedras brillantes,
cercos de campanillas azules,
indicios destinados a arrojar al futuro
una magia imposible.
Se suman y restan y siguen flotando
en las islas jubilosas, los aserraderos,
las tablas acumuladas en torres olorosas,
el aserrín caliente del verano,
el matadero plagado de perros,
tierra blanquecina, zanjas de esmeralda
en las nacientes de la llanura;
el resto suburbio.
Las voces del río fabricaban juncos,
barros tenues, huellas de la noche,
telares verdes, filosos cuchillos
tras las cortinas de los frescos galpones.
Recrudecen las baldosas húmedas,
puertas de vidrios desteñidos,
goteras en las tardes de lluvias repentinas,
caminatas cuidadosas
en la cancha de bochas del domingo
y en los patios con tapitas de cerveza.
Tanto tiempo sin estar y sumas,
suburbio, tu nombre y restos del pasado;
luces que recupero
en las sombras de otro sitio
o en las aguas de un río cristalino
o en un sendero de tierra entre espinillos,
mientras siguen cayendo las hojas,
las flores de las glicinas del patio escolar
sobre las cartillas lejanas,
las escaleras polvorientas
que incluían silencios contenidos,
misteriosos pactos entre las horas libres,
palabras de tiza en las paredes amarillas.
Flanqueados de plátanos,
arrodillados en los sitios que mean los perros;
son de ceniza los límites del pasado,
una vuelta-al-mundo
en un parque oscurecido
y con un solo asiento,
que suma y resta en lo alto
los retazos de un tiempo
que regresa solitario en los sueños;
empedrados,
figuritas que llueven desde un metro,
signos extraños reforzados con saliva,
qué lejos ahora;
sobre escaleras de vidrio
en bibliotecas mágicas,
replegado en viejos libros, siestas de altos
techos en estaciones de veranos
y esperas de silenciosos trenes marrones,
casas de hojas provisorias
y árboles habitables;
qué lejanos grises cordones de piedra,
qué sed y puntadas al costado
en la noche luego de carreras ansiosas
y sin destinos ciertos.
Llueve y llueve sobre el zinc
y las altas ventanas.
Te desmoronas y te reconstruyes, suburbio,
con una persistencia
que el tiempo no conoce:
tú me regalaste pasajes secretos
en donde pude alimentar sueños
que todavía me mantienen vivo.
Gotea el tiempo en el frente de los jardines;
la impasibilidad del sueño
en que vuelves jugando por primera vez
en las tardes con el latín de la rosa
y su declinación, las íntimas vísceras
de los anfibios, el piano libre
de las horas muertas;
la angustia de crecer sin darse cuenta.
Las lluvias torrenciales en las cunetas,
el colectivo cauteloso en las rectas empedradas,
el horizonte que se perdía en las naranjas
inútiles, caídas en las veredas;
caminatas constantes por donde
ya no estaban las glicinas
ni los patios de tierra,
sino pasillos de baldosas polvorientas,
grandes salones, los lugares gozosos
en que fondeó como en un templo
nuestra juventud que gotea
como una llovizna en los cordones,
en los peldaños silenciosos del sueño imparcial,
neutro, que nos empuja con tibios símbolos
a las mismas calles,
a las puertas desgastadas,
a los antiguos llamadores de bronce.
Ignorábamos a la noche entre colinas
de yerba húmeda y puchos apagados,
palabras filtradas entre las viejas puertas,
los resquicios de los pisos de madera,
inseguros tirantes inciertos de telarañas
y singulares disciplinas ajenas a nuestra sangre
rebelada, zona de dilemas,
territorio de los sinuosos confesionarios:
la barroca carpintería de la humillación.
Caminar tus calles húmedas
donde la primavera permanece en las noches
y el otoño en los atardeceres;
recreos de la memoria, ojos fatigados
en santuarios de yeso
aguardando respuestas inconclusas
o palabras que nunca llegaron
de aquél por el que nos arrastrábamos
en las fechas destinadas
por rigurosos calendarios.
Estábamos juntos por la sangre.
Nos dispersó el mito
por senderos mínimos a liturgias paralelas.
Crece en tus orillas
un aroma a maderas antiguas,
permanentes anaqueles de la mente
en que lentos relojes de arena
desgranan tus contornos
y el intangible moho de la enajenación
y la distancia.
Después de las calles, la casa,
regresos del sueño reiterado:
recorrer siempre los rincones ominosos,
descubrir las grietas que jamás se repararon,
las paredes descascaradas, los lugares
donde los desniveles del tiempo
son más notables,
donde siguen flotando murciélagos invisibles,
un descontento, una desazón que el tiempo custodia
un sector en especial,
una pared cada vez más rugosa,
más arruinado el revoque que con malicia
se cae y cae, inexorablemente;
la escoria que sedimenta con una lentitud
que reconozco, a veces, con sorpresa,
los pequeños y sucesivos derrumbes,
la flojedad antigua de los materiales
que en la noche trabajan
para la memoria del sueño,
casi imperceptiblemente.
Gloria Gaud
Buenos Aires, Argentina
En el bosque de Villa Arcadia
A la orilla del Sauce Grande
me senté a observar
la arquitectura natural del silencio
el agua y las piedras
disolvieron las angustias.
Ventania me revelaba sus cerros
ermitaños y profundos.
Los árboles
fueron testigos de un pasado
de arqueología espectral e
imponente.
Volver
y no tener miedo del misterio
cuando la tierra nos abraza
para siempre
Porteña homenajeando las sierras de la Prov.de Bs. As.
Liliana Campazzo
Viedma , Río Negro. Argentina
Una tarde en este barrio I
La siesta es el centro de mí día sábado.
Aquí en las 1016 el sábado es el centro de la vida.
La murga ensaya el sábado.
Los partidos se juegan el sábado.
Las vecinas sacan a los chicos afuera a gritar.
La radio comunitaria cuelga cumbias en el aire.
Y los muchachos del barrio se ponen desde las dos a preparar
la birra y el faso del sábado.
La tarde del sábado avanza así
no me tiene en cuenta
no entiende que la siesta
es el centro de mi día
no entiende
no entiende que soy yo la que trabaja
de lunes a viernes
que el sábado es mi día de hacer el amor
de poner el lavarropas
de regar las plantas
de dormir la siesta.
La siesta del sábado es el centro
de mi vida.
Ahora me levanto
escribo
que la siesta
que hoy no hice el amor
que el lavarropas funciona bien
y un tipo dice: Aguante las mil eh!!
Terminó el partido
la murga saluda con su redoblante
un chico lleva apretada de la cintura a una chica
todo en ellos dice que se van al centro de su vida
la cumbia final habla de coger toda la noche
y yo estoy despierta
sentada en esta máquina gris que no fabrica poemas
buscando el centro de qué.
Nelly Fida
San Miguel del Monte- – Argentina
Paisaje de San Miguel del Monte
"Y vuelve los ojos al paisaje metido
dentro de la carne y del fuego"
Francisco Madariaga
Ahogado por el sesgado viento del este
un antiguo eco de voces aborígenes se desliza
entre las cortaderas y juncos del estero.
El color de las aguas anuncia a las garzas
la majestad del oro de la última hora.
Entonces vuelvo los ojos al renovado paisaje:
isletas doradas viajando por la celeste laguna
que madura en los talas.
Riberas antaño holladas por indios y gauchos.
Legadores de sangre y huesos que abonaron
la vasta llanura pudriéndose en el olvido.
Otro tiempo brilla hoy en la singular desmesura.
El mismo sol tiñe con fuego el horizonte
y en el topacio de la noche navega la luna,
rutilante sobre leves y rumorosas olas.
Heme aquí, para dejar de mis ojos
las lejanías verdes
y todos los colores que me cautivan.
Memorias de mi tierra lacustre y montaraz,
de los ajusticiados y de los que no hallan justicia.
Historia hecha de malones y montoneras,
escrita con la sangre derramada en los campos.
Tierra de epopeyas, de sufridos inmigrantes
y delirantes aventureros.
Amor a la tierra que me vio nacer,
y que arde en el corazón, enturbiando
la mirada que se detiene en el pasado.
Isabel Corrao Santos
Quilmes, Buenos Aires, Argentina
A Betanzos (España)
Betanzos, siempre verde,
con tus cuestas y calles,
con todas tus Iglesias,
tu cielo siempre azul.
Con tus casas de piedra,
recordando otros tiempos,
tus rías y tus valles
y tu “parlar” dulzón.
Caminé por las mismas
callecitas de piedra,
que en el mil novecientos
el abuelo dejó.
Visité tus Iglesias,
aspiré tus aromas
y dándome su mano
conmigo caminó.
Reviví en mi memoria
los recuerdos antiguos
de cuentos y relatos
de mi abuelo Manuel,
que en mis años de niña
recordaba su tierra
y el sueño del regreso
que yo pude cumplir.
(viajando de Coruña a Madrid )
Ramón López Velarde
Jerez, Zacatecas- Mexico (1888-1921)
Domingos de provincia
En los claros domingos de mi pueblo es costumbre
Que en la plaza descubran las gentiles cabezas
Las mozas, y sus ojos reflejan dulcemente
Y la banda del kiosco toca lánguidas piezas.
Y al caer sobre el pueblo la noche ensoñadora,
Los amantes se miran con la mejor mirada
Y la orquesta en sus flautas y violín atesora
Mil sonidos románticos en la noche enfiestada.
Los días de guardar en los pueblos provincianos
Regalan al viandante gratos amaneceres
En que frescos rostros, el Lavalle en las manos,
Camino de la iglesia van las mozas aprisa;
Que en los días festivos, entre aquellas mujeres
No hay una cara hermosa que se quede sin misa
Aldo Novelli
Neuquén
Memoria
La memoria de un tiempo anterior
en las tierras del salvaje y la masacre
no se renueva en tramposas páginas de historia.
Mi arcillosa memoria, me habla de un niño
jugando a las escondidas con las sombras
de una infancia que huía a carcajadas,
o en medio de una desolada calle
entre cardos rusos gigantes
matar a Butch Cassidy (1) en duelo memorable.
Otra tarde, pelear con dragones mitológicos
con la espada de un álamo moribundo,
o ser el gran bailarín Rojitas (2)
y hacerle cien goles imposibles
a un arco de tamarisco y matacebo.
La memoria de ese salvaje que fui
no sabía de increíbles dinosaurios carnívoros
ni de los vengadores de una patagonia trágica,
tan solo dejó algunos corazones con nombres olvidados
en la corteza de un viejo coihue,
y unas cuantas piedritas de tardías payanas
sobre la tierra calcinada de Challacó (3).
(1) Butch Cassidy: pistolero 'norteamericano' , que escapando de sus perseguidores y en sus raid de asaltos a los bancos, en el año 1900 llegó hasta las tierras de Chubut, provincia sureña de la Patagonia Argentina.
(2) Rojitas: habilidoso jugador del club Boca Juniors de Argentina, que fuera un crack en la década del '70.
(3) Challacó (olla de agua): antiguo campamento petrolero, con una veintena de casas, una escuelita rural de dos aulas y una plaza de tierra. Hoy, uno de los tantos caseríos fantasmas de la patagonia.
Alberto E. Gonzales Alcántara
Lima, Peru
Lima (Limando II)
Yo vi caminar por las calles de Lima a hombres y mujeres
carcomidos por la neurosis,
Hombres y mujeres de cemento pegados al cemento aletargados
confundidos y riéndose de todo.
Yo vi sufrir a esta gente con el ruido de los claxons
sapos girasoles sarna asma avisos de neón
Enrique Verástegui
A Richard Manrique
Lima es un lunar gris en la frente de una vieja solitaria
Anda camina y pasea por sus caderas como lo hicieron los boyantes
Cuando su piel sólo se vestía de fulgor y de miserias multicolores
Gran fragor de las voces irritadas penden ahora de una sola cuerda
Permítanme ensuciarme con el aire que respiro de ella
Inhalarla para llevarla en mi tanque de vida
Como se lleva un suspiro en el alma
Como se lanza el grito sucio de injusticia
Así yo grito por estas calles por estas puertas que ya han recibido
Millares de manos que no son las mismas que tocaron a una vieja puta
Que pasea ahora sin vergüenza y sin pena
Ahora ella es dueña de sí misma
Como lo es esta ciudad comprada por los las voces que
Han pagado por todo este silencio y por sus heridas
Sangro y exhalo pero mi sangre lleva un color gris llamado soledad
Soledad de las palabras dicen los que ya no sienten
La única sangre que puedo derramar cuando escribo silencios
Un paso dos pasos es igual a la embriaguez de vaso en vaso
De boca en boca de estrechadas de manos estrechísimas
Como la i de tu nombre
Y no diré que es aquí donde el la palabra tiene su mejor lugar
Porque las gargantas más húmedas supieron halagarte
Porque la única orgía fue la de lamerte y lamerte
Para entender cómo sabe la vida después de todo
Cómo la emoción que llevo en mi pecho
Es mucho más que tu aire contaminado
Vieja mágica y sucia
Borbotón de soledades.
Copla popular
La Poma. Salta- Argentina
Piedra blanca de La Poma
que me acompañe la suerte
cuando en el Puente del Diablo
venga la luna a perderme.

San Luis (Argentina), San Fernando (Buenos Aires), Betanzos (España), Viedma (Argentina), Lima (Perú), Neuquén (Argentina), Monte (Argentina), Buenos Aires, Avilés (España), Jeréz (México), Douarnenez (Francia), La Poma (Argentina),











Masaoka Shiki
Matsuyama-Japón, 1867 –1902
Una aldea de pescadores;
Bailando bajo la luna
Al olor del pescado crudo.
Tran Quang Khai
Vietnam - 1241-1294
El ferry de Luu Gia
En el Ferry de Luu Gia, los árboles raspan el cielo.
Hace algunos años me detuve aquí.
La antigua torre, la glorieta, cuelgan sobre las olas otoñales,
Como antaño,
El uniconio de piedra custodia el desierto templo, la antigua tumba.
En esta pequeña provincia
La dinastía Li gobernó por doscientos años.
Y este poeta, su pelo encanecido, regresa
Para encontrar las flores del durazno,
Como antes,
Como nieve brillando en un río-espejo.
Ban’ya Natsuishi
Japón – 1955
Tokio en su corazón
Alberga un bosque virgen
Y un espejo sagrado
Kobayashi Issa
Japón - 1763-1827
Aldea perdida
Acostumbrados a su miseria
Ellos toman el fresco por la noche






poesías publicadas en las ediciones 80 y 83 de la revista Isla negra