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Conversaciones 3

Paulina Vinderman: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

Paulina Vinderman nació el 9 de mayo de 1944 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Estudió Bioquímica e Historia del Arte. Ha sido incluida en numerosas antologías y traducida parcialmente al italiano, inglés, rumano, francés, catalán y alemán. Tradujo del inglés poemas de Sylvia Plath (Tulipanes, Universidad de Nuevo León), John Oliver Simon, Emily Dickinson, James Merrill,  Michael Ondaatje, entre otros. Colaboró con Nina Anghelidis en la traducción al castellano de “Votos por Odiseo”, de la poeta griega Iulita Iliopulo. Citamos algunas de las distinciones obtenidas: Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (bienio 2002-2003) —habiendo ya recibido el Tercero y Segundo Premio (bienios 1988-1989 y 1998-1999 respectivamente)—; Premio Nacional Regional de la Secretaría de Cultura de la Nación (cuatrienio 1993-1996); Premios Fondo Nacional de las Artes 2002 y 2005; Premio Anillo del Arte a mujeres notables 2006; Premio Literario de la Academia Argentina de Letras, género Poesía, 2004-2006, a trayectoria y por su libro “Hospital de veteranos”; Premio Citta’ di Cremona 2006 al conjunto de su obra; Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía; Premio Esteban Echeverría. Poemarios publicados entre 1978 y 2014: “Los espejos y los puentes”, “La otra ciudad”, “La mirada de los héroes”, “La balada de Cordelia”, “Rojo junio”, “Escalera de incendio”, “Bulgaria”, “El muelle”, “Hospital de veteranos”, “El vino del atardecer”, “Bote negro” (en 2010 por Alción Editora, en la Argentina, y por Vaso Roto Ediciones, en España-México), “La epigrafista”, “Ciruelo”, además de las antologías “Cónsul Honoraria” (2003), “Transparencias” (Arquitrave Ediciones, Bogotá, Colombia, 2005), “Los Gansos Salvajes” (Universidad Autónoma de Nuevo León, Posdata Ediciones, México, 2010), “Rojo Junio y Otros Poemas” (2011). En 2013 en Francia, Lettres Vives editó de modo bilingüe, con traducción de Jacques Ancet: “Barque noire / Bote negro”, mientras que con traducción de Alessandro Prusso, este poemario apareció en Génova, Italia, a través de Editorial de lo Imposible. Su sitio web es www.paulinavinderman.com.ar -

 

1 – En la Universidad de Buenos Aires te recibiste de bioquímica. ¿Ejerciste? Y supongo que no concluiste la carrera de Historia del Arte. ¿Es así? Te propongo que rememores tus años de estudiante. Y cómo fue transcurriendo tu vida mientras cursabas y aun después, hasta que se socializa “Los espejos y los puentes”. Eso: llevanos hasta los espejos y los puentes.

 

          PV – Mi enamoramiento del lenguaje empezó en la infancia, todo empezó allí.

Aprendí a leer y escribir antes de la escuela y me salteé un grado. A los ocho años decidí ser escritora; quería ser como esos autores que tanto amaba; era una lectora voraz y precoz. Creí que iba a ser narradora, escribía cuentos y fundé un club literario con mis amiguitas del barrio. A los diez apareció “de la nada” el primer poema y fue un deslumbramiento; no porque creyera que era buenísimo (risas), si no porque descubrí que eso era lo mío; no sabía explicarlo pero había encontrado mi lugar, mi respiración, mi destino (suena dramático pero así lo viví).

          Por supuesto, quería estudiar Letras. Por supuesto, un padre autoritario y una madre enferma, en un contexto de poco dinero, se opusieron con violencia. No tuve ninguna ayuda. Elegí Química porque esa carrera me había seducido y la Biología más aún. El misterio de la vida. Y por otra parte era un mandato familiar.

          Siempre fui curiosa y estudiante nata. Sufrí mucho de todos modos, pero la carrera fue un salvoconducto: decía que estudiaba por la noche y leía, leía, leía. Y escribía, claro.

La carrera me sirvió para independizarme, ganar mi dinero; me dediqué a la bacteriología y era buena, seria, responsable. Adoré el microscopio, el mechero de Bunsen ardiendo en la mesada. Me había convertido en un gato de dos mundos, dos vidas. Cuando publiqué mi primer libro, dejé la profesión; perfeccioné mi inglés, empecé a traducir y crear talleres de lectura y escritura.

          La ciencia me dio mucho: paciencia, método, mente amplia; me formó, pero el dolor de la incomprensión de mis padres, no se curó jamás.

          Historia del Arte la estudié en forma privada; en realidad, no dejo de estudiarla: la relación poesía pintura es una de mis obsesiones. Estoy escribiendo un libro que explora ese territorio.

 

2 – En noviembre de 1990 “confesabas” que Wallace Stevens, William Carlos Williams (“Su realismo no imitativo”, aducías en la revista “Babel”), Elizabeth Bishop, R. L. Stevenson, lograban que Walter Benjamin, Wittgenstein y Carver pudieran esperar. Y a fines de 2014, Paulina, ¿qué autores logran que otros puedan esperar? ¿Y qué autores ya no deben tener la menor esperanza de que vuelvas a ellos, y por qué?

 

          PV – Estoy leyendo filosofía y ensayo sobre todo, además de poesía. Supongo que los novelistas y cuentistas me esperan un poco más (risas). Aunque he leído novelas muy buenas de John Banville, de Anne Michaels, de Coetzee, en los últimos tiempos.

          Me encanta releer. En los veranos, cuando dejo de dar taller, hago festivales: de Tostoi, de Chéjov, de Virginia Woolf... Siempre descubro algo nuevo y es muy, muy enriquecedor. No volvería a leer, sospecho, a Pound, Leopoldo Lugones, Whitman.

No me aportarían nada y hay algo de empatía faltante entre ellos y yo.

 

3 – “Poesía no de atajo sino de ir al grano directamente”, concluye Gabriela De Cicco su comentario a propósito de “Escalera de incendio” (“confirmar un camino”, añade, citando los títulos de tus cinco poemarios precedentes), en “La Capital” de Rosario, Santa Fe, hace diecinueve años. ¿Hasta ahí coincidís (o algo así)? Y a partir de “Bulgaria”, ¿cómo ha seguido indagando tu poesía?

 

          PV - Sí, aunque soy más consciente de lo que no hago que de lo que hago. No balbuceo, no fragmento; en general reúno, a veces en forma de collage, pero casi siempre tratando de lograr fluidez. Un lenguaje de encantamiento para un mundo desencantado. En ocasiones, sin darme cuenta, uso un tono narrativo que va llevando a una epifanía, a una revelación o a una intensificación del pensamiento, o un interrogante que arde más que si fuera una revelación. Después de “Bulgaria”, todos mis libros tuvieron un hilo conductor; no se trataba de poemas aislados sino de cuentas del mismo collar, de la misma preocupación. Desconozco la razón; simplemente obedezco al poema que elige su forma.

Y continúo escribiendo de ese modo. Puedo agregar que de esta forma, el fìnal resulta más claro: la pera cae madura  y la veo caer. No sé si es esa la razón; creo que, en el fondo, escribo así, un poema largo, un único poema. Tal vez mi respiración se amplió.

 

4 – En los ‘50 el español Rafael Alberti publica “A la pintura” y en 2001 la argentina Juana Bignozzi da a conocer “Quién hubiera sido pintada” (cito apenas dos de los numerosos poemarios íntegramente concebidos a partir de la incidencia de la pictórica en los poetas). ¿Qué articulación va teniendo —tendrá— el tuyo, el que explora el territorio poesía y pintura? ¿Hay alguna otra colección de poemas en los que estés trabajando?

 

          PV – Además de los citados, recuerdo “Las musas inquietantes” de Cristina Peri Rossi. No estoy escribiendo un homenaje a pinturas o pintores. Es, en realidad, una reflexión sobre la génesis del impulso, sobre la profunda necesidad humana del arte. Y sobre la íntima relación entre poesía y pintura. Georges Braque decía: “El clima: hay que lograr una cierta temperatura que haga las cosas maleables”, entre otras notas reunidas en “El día y la noche”. Wallace Stevens en “Adagia”, lo explicitó: “En gran medida, los problemas de los poetas son los problemas de los pintores” y agregó un lema maravilloso: “La lengua es un ojo”. En mi caso no son notas para un ensayo; son poemas; aparecieron, es decir, golpearon a mi puerta y me comprometí con ellos, como suele suceder. El poema para mí es el lugar donde todo sucede, donde se unen lo vivido, lo soñado, lo leído, lo olvidado, lo imaginado. Los pintores que aparecen, en algunos de los poemas, lo hacen sin que me lo haya propuesto.

          Y con respecto a tu otra pregunta, tengo dos libros inéditos, a la espera.

 

5 – El profuso volumen de Alberti, además de abordar los colores, los implementos del artista (incluyendo la mano), las características y condiciones de producción, se detiene, por ejemplo, en Piero Della Francesca, Veronés, Poussin, Pedro Berruguete, Lino Spilimbergo, Portinari, Lino Seoane. ¿Qué pintores, Paulina, “te detienen” más en su contemplación?

 

          PV – Hablo, por lo general, de artistas, no de estilos determinados, así como en poesía me interesan las voces y no tanto los “ismos”.

          La lista de “mis” pintores es enormísima; enumeraré los que jamás podría olvidar citar: Caravaggio, Rembrandt, Vermeer, Joseph Mallord William Turner, Velázquez, Cezanne, Brueguel el viejo, Braque, Klee, Kandinsky, Magritte, de Chirico, Georges de La Tour, Mark Rothko... Además, en primerísimo lugar, los pintores de las cuevas del paleolítico, que me tienen hechizada.

 

6 - Si fueras una artista plástica, ¿qué temáticas abordarías, con qué procedimientos?

 

          PV - No lo sé, Rolando, no soy una artista plástica (risas). Me encanta el óleo; pero ¿usaría acrílico para experimentar? Adoro la acuarela, ¿la usaría? Sé que trabajaría el claroscuro. Sé que trataría de dar al color sensualidad, que oliera, además de hablar. Sé que me aproximaría  al objeto para diluirme en él; sólo me alejaría para la corrección final, como en el poema. Y como tanto la poesía como la pintura son intemporales, mi obsesión por lo efímero se expresaría también en ese medio. Creo que lo fugaz me acerca a la sensación de eternidad.

 

7 – Van dos versos de Bignozzi de la breve colección citada: “me han dicho que soy lo único que una mujer de izquierda / llevaría a una isla desierta más un poco de música”; y mi recuerdo de la respuesta de la actriz argentina Amelia Bence a una encuesta de una “revista de actualidad” (más o menos así): “Las dos únicas cosas que me llevaría a una isla desierta serían un cepillo de dientes y a Peter O’Toole.” ¿Qué te resultaría imprescindible en dicha circunstancia?...

 

          PV – Llevaría El Quijote, las obras de Shakespeare y los dos libros de Alicia, de Lewis Carroll. Además de estos ítems tan previsibles, me llevaría a un animalejo de juguete (en lo posible gato, perro, tigre, león) al cual hablar y con el cual compartir la aventura.

 

8 – No tengo noción de qué número de artículos has ido divulgando en publicaciones periódicas. Por un lado, me agradaría que compartieras con nosotros algunos títulos de los mismos o qué asuntos abordan; por otro lado, si prevés la reunión de tus artículos en algún volumen. Y complementariamente, a quiénes valorás más en el género ensayo.

 

          PV – He escrito sobre Raúl Gustavo Aguirre, sobre Edgar Bayley, sobre Poesía Buenos Aires, sobre Joaquín Giannuzzi. He escrito sobre Stevens, sobre Sylvia Plath, sobre Álvaro Mutis, sobre los poetas platenses, sobre Jorge García Sabal. También sobre los pintores contemporáneos Ronaldo Enright y Ariel Mlynarzewicz. Y he escrito sobre Poesía, en ponencias, en el discurso en la Academia Argentina de Letras, etc. Hay mucho más; estoy nombrando todo lo que se acerca al ensayo; has dado en el clavo, Rolando, porque estoy pensando en reunirlos y ampliar algunos trabajos sobre poetas más jóvenes.

          Admiro los ensayos de Stevens, de W. H. Auden, de Joseph Brodsky, de John Berger, de Pascal Quignard. De nuestro país, además de los ya citados Bayley y Aguirre, admiro a María Negroni, su deslumbrante escritura. “El arco y la lira” de Octavio Paz fue muy importante en mis comienzos.

 

9 – Precede la última frase de la novela “Varamo”, del bonaerense César Aira, las siguientes: “Si una obra deslumbra por su innovación y abre caminos inexplorados, el mérito no hay que buscarlo en la obra misma sino en su acción transformadora sobre el momento histórico que la engendró. La novedad vuelve nuevas sus causas, las hace nacer retrospectivamente de ella. Si el tiempo histórico nos hace vivir en lo nuevo, el relato que pretende dar cuenta del origen de la obra de arte, es decir de la innovación, deja de ser un relato: es una nueva realidad, y a su vez la misma de siempre y de todos.” ¿Qué te promueve lo que acabás de leer?

 

          PV – No hay progreso en arte. Sí renacimiento, porque la creación es eso: un verdadero renacer. En el caso de la poesía, volver a nombrar el mundo, como si fuera la primera vez, con lucidez y con asombro al mismo tiempo. Bayley hablaba de “estado de inocencia y estado de alerta”, ¿recordás? Por supuesto, coincido con la influencia del tiempo histórico; el poeta es un cronista de su época, lo quiera o no, aún siendo la poesía intemporal, en lo profundo de su corazón (esto no es una paradoja aunque lo parezca).

 

10 - ¿Por dónde anda el esbozo del largo ensayo que aspirabas, hace unos años, realizar sobre Hans Christian Andersen? ¿Por dónde andan otros eventuales esbozos?

 

          PV – Ay, quedó en proyecto. Gracias por recordármelo. Espero cumplirlo alguna vez. Andersen es un poeta maravilloso. Y, sí, hay más esbozos. No alcanza la vida (risas), no alcanza. Por otra parte, cuando el poema llega, nunca lo traiciono; lo invito a pasar, le sirvo café, le doy mi mejor sillón (más risas).

 

11 – Tu padre, su autoritarismo (¿su prosaísmo?), “ni sueños ni palabras”, y tu “Bulgaria”, ajuste de cuentas-epílogo poético, y allí el color, aunque “…un cuadro / donde el mar está pintado con tan poca fe / que no sabe si quedarse cuando llegue la noche.” Imagino que el poema que da título a tu libro del ’98 ha de haber conmovido a muchos. ¿De qué otros poemas tuyos te parece que has recibido más comentarios? ¿Acaso de aquellos que estableciste con subtítulos (“oleo sobre papel”, “poema sin adjetivos”, “arte poética matinal”, “una poética urbana”, etc.)?

 

          PV – Gracias, Rolando, sí, “Bulgaria” fue mi poema aislado más alabado; otros fueron “La dama del mediodía” (poema sin adjetivos), por ser un tour de force y “La muerte de la imaginación”. También “En ninguna parte”, el poema final de “Escalera de incendio”. No recuerdo mucho más, sólo que después los elogios fueron dirigidos al libro como unidad, tal como había sido escrito. “La balada de Cordelia”, un único poema dividido en cantos a la manera de las antiguas baladas, también tuvo lectores entusiastas, sobre todo jóvenes, algo que me emocionó.

 

12 – Es a la “viajera incompleta” (ver “Escalera de incendio”) a quien pregunto sobre su condición de viajera: cómo la has ejercido, en qué época, por dónde, con quiénes.

 

          PV – Cuando digo “incompleta” me refiero a una sabiduría anhelada; la de una mirada afilada, que pudiera captar el mundo en sus contradicciones, crueldades y maravillas, en una aceleración de la percepción como es la poesía. El viaje como escritura y la escritura como viaje. No digo nada original. A los ocho años aseveraba que iba a ser escritora y exploradora (risas). Algo se hizo realidad.

          Recorrí el continente desde la Patagonia hasta México, por tierra: auto, tren, ómnibus, camión. La visión profunda, la de las calles secundarias, no las avenidas de la Historia. Comencé a los veintidós años: con un grupo de locos de la Universidad nos largamos a Cuzco, Perú, con poco dinero. A partir de allí siempre busqué compañeros/as estrafalarios como yo; conocí a mi marido y ya no paramos. En 1991 logramos el “Buenos Aires-Caracas, Caracas-Buenos Aires”, en un Fiat 128 . Estuvimos dos veces en el Amazonas. Recorrí en auto Europa hasta Finlandia en 1974; no detallo más a riesgo de aburrir. Ahora la edad nos hizo detener. Siento una nostalgia infinita, natural.

 

13 – ¿Qué te parece si nos trasmitís, Paulina, cómo ha sido tu modo de colaborar con la poeta griega Nina Anghelidis en la traducción de “Votos por Odiseo” y qué trasunta esa poética? ¿Se editó, tal como atisbé en la Red que llegaría a suceder, la obra de Iulita Iliopulo a través de la Universidad de Granada?

 

          PV – Fue un trabajo muy interesante porque mi aporte era el conocimiento profundo del castellano que Nina no tenía. En realidad, en la traducción, siempre se aprende más del propio idioma que del traducido. Trabajamos a conciencia, rodeadas de diccionarios de griego y de español y mis preguntas eran siempre orientadas a si esa palabra usada por Iulita era sofisticada o cotidiana, etc. También teníamos desplegados sobre la mesa, todos los libros de Odiseas Elytis; el libro era un homenaje a ese magnífico poeta, compañero de Iulita que había muerto recientemente.

          Sé que se editó pero perdí el rastro después de tantos años; Nina volvió a su país casi enseguida.

 

14 - ¿Qué diferencias te encontrás como traductora hoy y como traductora hace… treinta años? ¿La traducción siempre es reinterpretación?

 

          PV – No hay mucha diferencia salvo la  experiencia de la acumulación de tiempo. Para mí la traducción es un desafío mayor que el poema. Es interpretación: del espíritu del poeta, de su estilo (sencillo o intrincado), de su lenguaje, sus preocupaciones, su vida. Además del texto a traducir, leo todo sobre el autor/la autora. Y busco una música de nuestro idioma que se aproxime.

 

15 – Dirijámonos a lo que redactó el también traductor Julio Cortázar, en el primer párrafo de “Permutaciones”, una de las secciones de su “Salvo el crepúsculo”: “¿Por qué en literatura —a semejanza servil de los criterios de la vida corriente— se tiende a creer que la sinceridad sólo se da en la descarga dramática o lírica, y que lo lúdico comporta casi siempre artificio o disimulo? Macedonio [Fernández], Alfred Jarry, Raymond Roussel, Erik Satie, John Cage, ¿escribieron o compusieron con menos sinceridad que Roberto Arlt o Beethoven?” ¿Cómo proseguirías reflexionando, Paulina, a partir de lo encomillado?

 

          PV – Un debate eterno, siempre repetido. La sinceridad no tiene nada que hacer en arte; sí autenticidad. No se deben confundir. Reivindico la ficción para la poesía; sabemos que la ficción suele calar más hondo que la realidad. ¿Qué importa que algo haya sucedido en marzo si suena mejor noviembre? ¿Qué importa que invente una ciudad si es más vívida, más verosímil? Por otra parte, con autenticidad me refiero a la tarea del autor, cabal, honesta con el lenguaje, ese lenguaje que es el que debe ir hacia lo esencial, iluminar los rincones oscuros de la existencia. A veces ese lenguaje puede ser irónico y ser más leal. Una vez llamé a la poesía “un juego mayor”.

 

 

Paulina Vinderman selecciona poemas de su “Bote negro” para acompañar esta entrevista:

 

3)

 

¿Qué terror es éste, enraizado en la escritura

como oficio y deber, como espinas en la niebla de marzo

que ella no puede quitar y sin embargo canta?

 

La dulzura de la fe en las palabras que escapan

de su cárcel es semejante a nuestra supervivencia

en esta ciudad sin ángeles.

 

Vendrá el sol como siempre, a romperse frente

a mi asombro y vendrá la noche como una hilera

infatigable de hormigas.

 

Y cerraré este cuaderno, y soñaré con árboles

rugosos pero sin heridas.

 

Y con la clemencia de la luz.

 

 

5)

 

Ahora, tarde en la tarde, marzo sonará en la

palabra púrpura, al borde de la métrica,

inclinada en su terraplén.

Escribo dentro de un grabado mientras la palmera

izquierda (la pequeña) espera su salud perdida

y el encanto del cielo sobre sus nuevas hojas:

un mosquitero de encaje.

 

Mi mente está calma como un lago

escuchando la voz del hombre que anoche

en mi sueño me preguntaba por las constelaciones.

 

¿Era ésa la voz del lenguaje?

¿Por qué rompí mi poema del tiburón?

 

Si viene la lluvia será un exilio, un intervalo

en el teatro de mi pobre, pálida memoria.

Montañas azules, pueblos silenciosos, cardos al sol,

palomos que arrullan las siestas y un humo (¿la voz?)

en la carretera.

 

9)

 

Invento el jardín que no tuve y me fotografío

bajo un toldo de cielo.

Cuando menos lo espere, la palabra jardín

me abandonará, y volveré a mis pueblos con

calles de tierra y corazón dorado.

 

Me dedico a barrer sombras alargadas como cangrejos raros,

sombras de siglos en ciudades inquisidoras, dulcemente

hostiles a mi curiosidad y a mis robos.

¿Robar para el poema, no para la corona, tendrá perdón?

 

Hasta que la luna salga en mi búsqueda

le quito Groenlandia a los daneses y escribo

en esta página una carta al viejo Erik el Rojo.

En borrador, sobre mi río y mis piedras, mi canción

y mi Sur. Y las tribus diezmadas, y una oscura

mancha de petróleo sobre la palabra justicia.

 

 

10)

 

El hombre de maíz diría que el espíritu de

la palmera enferma se adueñó de mí.

Y que debo dedicarle la nube del próximo poema

en que aparezca la palabra nube.

 

Le pregunto por la tristeza.

 

Dice que debo acomodarme al viento de la vida.

 

Y que le cante en rima a mi raíz.

 

Porque a la suya —la de la palmera— le cantará

la tierra, la cobijará como me cobija el día que se va,

página a página, cobalto sobre blanco, como el recuerdo

de esa foto mojada por la lluvia que cerró el incendio.

 

 

12)

 

El pasado es un país extranjero, donde no sé nombrar

mi desajuste con el mundo ni los árboles frondosos

de las riberas de los ríos secretos (secretos-ríos),

que corren hacia la eternidad llamada mar.

 

No, no hablaré del porvenir: es un cuarto oscuro

donde sólo puedo votar por la muerte. Sus afiches

son bellos, pero irritantes de tan verosímiles.

 

“¿Y el presente?”

 

Ah, María, el presente es una piedra azul, opaca, libre,

cubierta de polvo, que me recuerda al poema

balbuceado anoche en mi libreta, que deshilaché después,

sin fiebre y sin compasión.

 

 

13)

 

Puedo oír los perros a la distancia, antes de dormir.

Y ellos me consuelan, consuelan a mi corazón cojo

y me hablan de lo único que tiene valor.

 

Testimonios austeros de la vida, un sacudir de

ramas en los días obedientes.

Como el sonido de una flauta en la noche débil,

como un humo herido por la ausencia de luz.

 

Viajaré por la página de la noche sin mentir,

viajaré otra vez por mi río barroso que se cree mar.

 

Y mañana, en mi taza de niebla en la cocina,

como todos los días oscurecidos por la lentitud,

veré la simetría.

 

 

*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Paulina Vinderman y Rolando Revagliatti, 2014.

http://www.revagliatti.com.ar/031200.html

www.about.me/rrevagliatti

El poeta Manuel Bendersky entrevista a la escritora argentina Paulina Vinderman. Centro Cultural Marcó del Pont (Buenos Aires) - se inscribe en el Programa Literatura en Acción (2011) . Quinta y última parte de la entrevista.

Paulina Vinderman. Fragmento de la entrevista realizada para el archivo de la Audiovideoteca de Escritores, (Argentina) en el año 2005.

María Teresa Andruetto: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

María Teresa Andruetto nació el 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral, provincia de Córdoba, la Argentina. Reside en un paraje sobre la ladera oriental de las Sierras Chicas de esa provincia, en el barrio Cabana, perteneciente a la ciudad de Unquillo. Obtuvo por concurso la Beca Secretaría de Cultura de la Nación Argentina, la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes, la Beca Anual para Proyectos Grupales del citado Fondo, la Beca de la Internationale Jugendbibliothek (Munich). Ha sido invitada a cátedras de literatura, de literatura y género, de literatura infantil en diversas universidades y espacios de formación de grado y de postgrado de su país y el extranjero, así como a leer sus ponencias y reflexiones en Congresos e Instituciones de la Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia, México, Estados Unidos, España, Alemania, Suiza e Italia. Ha dirigido colecciones informativas y de literatura juvenil y dirige actualmente una colección de rescate de narradoras argentinas. Para niños y adolescentes publicó “Stefano” (novela), “Veladuras” (nouvelle), “El anillo encantado” (cuentos), “Huellas en la arena” (cuentos), “La mujer vampiro”(cuentos), “Benjamino” (cuento ilustrado), “La niña, el corazón y la casa” (novela), “Solgo” (cuento ilustrado), “El país de Juan” (novela), etc. De su bibliografía para adultos citamos las novelas “Tama”, “La mujer en cuestión”, “Lengua madre”; publicó el libro de cuentos “Cacería”, la pieza teatral “Enero”, los poemarios “Palabras al rescoldo”, “Pavese y otros poemas”, “Kodak”, “Pavese/Kodak”,“Beatriz”, “Sueño americano”, la antología poética personal “Tendedero”. Parte de su narrativa ha sido editada en italiano, alemán, portugués, gallego, esloveno, turco y chino. Ha sido incluida en antologías nacionales, latinoamericanas, francesas, italianas, españolas, portuguesas, norteamericanas y lituanas. Recibió, entre otros, el Premio Hans Christian Andersen 2012, el Premio Iberoamericano a la Trayectoria 2009, el Premio Cultura 400 Años de la Universidad Nacional de Córdoba en 2012, el Primer Premio Novela Fondo Nacional de las Artes 2002 y fue finalista del Premio Clarín de novela 2007 y del Premio Novela Rómulo Gallegos 2010. Su sitio de autora es www.teresaandruetto.com.ar.

 

1 - ¿Siempre viviste en esa provincia tuya que limita con otras siete, la segunda más poblada de nuestro país? ¿Cómo fue tu “derrotero residencial y paisajístico” en las sucesivas etapas y cómo tus transiciones y el propio transcurrir?

 

MTA –Salvo un período de casi dos años (1976/1977) que pasé en la Patagonia y tres meses del año 1993 cuando cursé una beca en Munich, he vivido siempre en Córdoba, primero en la llanura profunda, en Oliva, el que considero mi pueblo, también sede de la Colonia de Alienados Doctor Emilio Vidal Abal, todo lo cual (la melancolía, la inmigración, italiana sobre todo pero además siria y española, la locura) marcó mi escritura y mi percepción del mundo. A los diecisiete años me trasladé a la capital provincial para estudiar en la universidad, hasta poco antes del Golpe de Estado del ‘76. Para esa fecha ya estaba en la Patagonia. En algún momento de 1977 regresé a Córdoba, viví ahí bastante malamente hasta fines de 1983; después de eso, me quedé en las sierras chicas, veinte años en Villa Allende y desde hace catorce en Cabana.

 

2 –¿Podrías establecer para nosotros cuál ha ido siendo tu formación literaria, además de tu paso por la Universidad Nacional de Córdoba? ¿“Sigue siendo” tu formación literaria?...

 

MTA –Estudié Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba, entre 1970 y 1975.  Después, la vida, lo que aprendí trabajando en algunos periódicos y revistas de escasa circulación. En el año 1984, al terminar la dictadura me integré a un grupo de personas interesadas en los libros para niños y fundamos el CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), donde estuve hasta 1995. Ese fue para mí un espacio formidable de formación grupal y a la vez de enseñanza de literatura, construcción de lectores y aprendizaje acerca de la relación entre literatura y escuela. En esa institución di clases en seminarios y cursos de capacitación a docentes, fui secretaria de redacción de la revista “Piedra Libre”, en su tiempo una de las dos revistas especializadas en Literatura Infantil en Hispanoamérica, coordiné talleres con adolescentes, coordiné un ateneo de discusión, entre otras actividades. A partir de 1983 di clases de literatura en escuelas secundarias y luego en institutos de formación docente (maestros de grado, maestros de nivel inicial, profesores de teatro) y coordiné talleres literarios en ámbitos diversos, con niños, adolescentes, adultos; además engeriátricos,y a jóvenes en situación de riesgo en instituciones carcelarias y clubes. Tambiéndi clínicas de escritura de cuentos, poemas, novelas, todo lo cual fue, a la vez que un espacio de docencia, un intenso espacio de aprendizaje. A mis sesenta años, me considero en permanente proceso de formación literaria, sigo leyendo literatura y sobre literatura como antes, como siempre, como una estudiante.

 

3 – Entre 2005 y 2013 has escritolibros en co-autoría: “La escritura en eltaller”,“El taller de escritura en la escuela”,“Ribak/Reedson/Rivera. Conversaciones conAndrés Rivera” (con Lilia Lardone) y“Mujeres, artes & oficios” (con Silvia Barei). Los títulos traslucen: así y todo, María Teresa, ¿nos podrías ofrecer un más definido acercamiento a cada uno de ellos? Y también, explicar ¿cómo se han organizado las responsables, cuáles han sido los acuerdos de ejecución y las condiciones de producción?

 

MTA –“Mujeres, artes & oficios” no es en rigor un libro escrito en co-autoría; se trata de la reunión de mis poemas de “Palabras al rescoldo” y de una serie de poemas de la poeta cordobesa Silvia Barei que giran en torno a la vida doméstica. Los reunimos en un volumen, con reproducciones de obras de artistas plásticas argentinas, a instancias de una editorial.Los otros tres títulos sí responden a proyectos de co-autoría. Con Lilia Lardone somos amigas y ambas hemos coordinado talleres literarios; en cierta ocasión alguien nos preguntó por qué no llevábamos nuestras experiencias a un libro y así hicimos, a lo largo de un año preparamos esos dos libros: uno, concebido como de apoyo a un maestro o profesor que quiera organizar un taller en la escuela; el otro, dirigido hacia un posible coordinador de taller por fuera de la escuela. El tercero, “Ribak/ Reedson/ Rivera. Conversaciones con Andrés Rivera” es, en efecto, un libro de conversaciones con el querido, admirado escritor que nos distinguió con su amistad y nos permitió entrar en su pensamiento, su historia personal, sus sentimientos, en sucesivos encuentros grabados a lo largo de un verano. Facilitó la tarea que lo conociéramos y nos conociera mucho, que hubiera un piso afectivo común. Como las dos habíamos leído profundamente su obra, buscamos en ella fragmentos que nos pareció que dialogaban con sus conversaciones.

 

4 –Dos son los volúmenes en el género ensayo que has publicado “en solitario”: “Hacia una literatura sin adjetivos” (2009) y este año, a través del Fondo de Cultura Económica, “La lectura, otra revolución”. También estos títulos transparentan. Así y todo, nos podrías ofrecer un más definido…

 

MTA –Son librosque reúnen conferencias leídas en diversos congresos, en Argentina o fuera del país. Ensayos escritos a partir de proposiciones concretas, que me han llevado a pensar sobre algunas cuestiones como la lengua, los procesos de escritura, la voz narrativa, la relación entre literatura y escuela, entre literatura y memoria y entre literatura e identidad… Los ensayos han circulado antes en espacios virtuales, revistas yactas de congresos, y en cada caso una editorial me propuso organizarlos para un libro.

 

5 –¿Hay otros en el mismo género o de narrativa o de poesía o de dramaturgia que preveas, más o menos en lo inmediato, socializar?

 

MTA –Acaba de salir “Trece modos de mirar a un niño”, un poema en homenaje al poema antológico de Wallace Stevens, en una colección infantil y, en abril próximo, la novela “Los manchados”. También están saliendo traducciones de mis libros a otras lenguas y ediciones en castellano en otros países de Latinoamérica. En cuanto al teatro, hay varias obras circulando o en preparación que diversos teatristas programaron a partir de mis cuentos o novelas.

 

6 – Es una iniciativa tuya www.narradorasargentinas.com.ar y sos co-directora del blog de ese Sitio y de una colección. Invitaría a adentrarse en la propuesta, María Teresa, si nos introdujeras en ella.

 

MTA –Desde hace ya muchos años me interesa revisar la tradición o diversas tradiciones en la narrativa de mujeres en Argentina, tal vez en el deseo de insertarme ahí de algún modo; algo así como el rastreo de posibles madres de  escritura, un gesto de agradecimiento a varias de ellas. Y empecé a  colaborar con artículos sobre narradoras argentinas para el diario “La Voz del Interior”. Después alguien me sugirió que colgara las notas en un blog. Más tarde invité a otras mujeres (Juana Luján y Carolina Rossi) a organizar una colección de rescate de narradoras argentinas y le propusimos el proyecto a EDUVIM/Editorial Universitaria de Villa María. Se trata de una modesta contribución, no más de dos o tres títulos al año. Hemos publicado la narrativa completa de Andrea Rabih, una novela que dejó inédita Libertad Demitrópulos, otra también inédita de Paula Wajsman, hemos reeditado un libro de cuentos de Fina Warschaver, la primera novela de Elvira Orphée, está al salir un libro de cuentos de la gran Amalia Jamilis…, todoscon un prólogo que explora esaobra.

 

7 - ¿Ya habrás terminado de procesar —transcurridos dos años— que te fue otorgado el más prestigioso premio a nivel mundial de la literatura infantil y juvenil?...

 

MTA –Sí, ya me acomodé. Agradezco mucho ese premio, tan inesperado. Me trajo traducciones a lenguas inimaginadas, muchos nuevos lectores, numerosas invitaciones a ferias y congresos internacionales. Igual siempre supe que era algo que sucedía desde mi persona hacia afuera y que debía cuidar que no dañara mi relación más íntima con la escritura. A esta altura puedo decir que por fortuna ha sido así.

 

8 – Has traducido, además de cuentos, poemas de la escritora ítalo-brasileña Marina Colasanti, y has antologadoa la poeta uruguaya Circe Maia.

 

MTA –Se trata de gestos de amor, amores de lectora. La traducción de los textos de “Ruta de colisión” (Ediciones del Copista, 2004) sucedió de modo azaroso; era en principio algo para mí, para compartir con los míos, en casa; después Marina misma me instó a que lo ofreciera a un editor; tardé varios años en conseguir que alguien se arriesgara a editarla, son poemas deliciosos… Me ha dado tantas satisfacciones ese libro. Primero y sobre todo, fue el comienzo de mi amistad con ella, quien al cabo de los años tradujo mis novelas al portugués; la invitaron al Festival de Poesía de Rosario, al Festival de Poesía de Córdoba, nos vimos en tantos lugares… Tengo en la memoria un patio colonial con ella leyendo sus poemas, magia pura, y tantos de nosotros acompañándola. Antes y después hubo muchos lectores, muy buenas críticas y el libro incluido en la Colección Juan Gelman.

Del mismo modo sucedió mi encuentro con Circe Maia, a quien no he dejado de leer desde que la descubrí, como todo en la vida, también de modo azaroso, en los primeros años ochenta. Leía sus poemas a mis alumnos de taller, hasta que, después de mucho tiempo, uno de esos alumnos se convirtió en editor y me propuso que preparara una antología. Entonces viajé a Tacuarembó a conocerla, a conversar con ella, para incluir esa conversación en “La pesadora de perlas” (Viento de Fondo, 2012). Ella es de una profundidad y de una sencillez extraña, extrema…; fueron días inolvidables.

En cuanto a la traducción, mi experiencia es muy pequeña, no me considero, no soy una traductora.

 

9 - ¿Qué es lo que más te preocupa en la traducción de tus propias obras?

 

MTA –Me preocupa todo: el sentido, el lenguaje y muy particularmente el tono. He sido, sin embargo, muy afortunada: al portugués fui traducida por Colasanti, quien tiene un manejo muy fino de la lengua, al italiano por una traductora excepcional como es Ilide Carmigiani, recibí muy buenos comentarios de las traducciones al alemán, especialmente de la compleja traducción de “La mujer en cuestión”, y al esloveno…En cuanto al resto, las traducciones al chino, al turco, desconozco los resultados, aunque no dejo de preguntarme, sobre todo en las versiones al chino, hasta dónde se habrá podido trasmitir lo que escribí.

 

10 – Entiendo que “Beatriz” es un homenaje a Beatriz Vallejos (1922-2007). Seguramente la has conocido personalmente. ¿Cómo está estructurado tu libro?

 

MTA –Beatriz es también un gesto de amor, en este caso hacia la persona y la poesía de Beatriz Vallejos. Aunque nos hablamos muchas veces por teléfono, nos mandamos libros, tarjetas y cartas, nos vimos sólo en dos ocasiones. Una en su casa de Rincón, provincia de Santa Fe, cuando ella estaba todavía muy bien, un fin de semana precioso. La otra, unos años más tarde, en un departamento de la ciudad de Rosario, a donde fue cuando ya no podía vivir sola. El libro refleja esos dos encuentros, ese “Ayer” cerca del río Ubajay, y ese “Hoy” en Rosario, y luego una coda, a la manera de una elegía con cierre musical.

 

11 –¿Y Pavese? Otro poemario tuyo lleva el apellido del gran piamontés. ¿Pavese en tu escritura (no sólo poética)? ¿“Pavese / Kodak” es en un volumen la segunda edición de cada uno de dichos libros? ¿En estas segundas ediciones has hecho correcciones o añadido textos?

 

MTA –No hice correcciones en la reedición de esos libros; los reuní en un volumen porque las primeras ediciones, pequeñas, ya no se conseguían. En cuanto a Cesare Pavese es un mojón para mí, por su escritura, ciertamente, pero también por un modesto mito familiar: mi papá era de un pueblo vecino a Santo Stefano y recordaba un encuentro con él, una breve conversación, en la calle. Luego en Pavese hay muchas marcas de “lo piamontés”, la cultura de mis abuelos maternos en Argentina, cierto modo de hacer y de sentir que se me vuelve muy familiar, que me conmueve.

 

12 – Ya los lectores de este reportaje se encontrarán con una muestra de tu poética. Además de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura en nuestro país y el universo femenino, ¿qué otros ejes insisten, irrumpen, aunque más no sea de modo tangencial, en tu narrativa? ¿Qué tratamientos son los que preponderan en ella?

 

MTA –Me interesa mucho la oralidad, lo conversacional, la diversidad de voces. El amor también o el desamor, dos caras de la misma cosa, ese pequeño mundo íntimo que nos sostiene o nos destruye o las dos cosas al mismo tiempo.

 

13 - Oigamos a un novelista, Milan Kundera, en su “La vida está en otra parte”: “La imagen fantástica que has depositado en el poema ¿puede haber sido el resultado de tus meditaciones? De ninguna manera: se te ocurrió de repente, inesperadamente; el autor de esa imagen no eres tú, sino mas bien alguien dentro de ti; alguien que hace poesía dentro de ti. Ese alguien que hace poesía es la poderosa corriente del inconsciente que atraviesa a cada hombre; no es ningún mérito tuyo particular el que esta corriente, dentro de la cual todos somos iguales, te haya elegido a ti comoinstrumento.” Y oigamos ahora una reflexión, algo que añadir, María Teresa.

 

MTA –Aceptaría la idea de alguien que escribe dentro de uno, si pudiera quitarle a esa idea toda sensación de trascendencia. Los escritores trabajamos con un material prestado, la lengua. Creo que en los mejores escritores, en los momentos más luminosos de esos escritores, quien escribe es una sociedad, un pueblo. Las voces de los otros, haciendo eco en un hombre, una mujer, que toma esas voces y las devuelve enriquecidas al lugar de origen.

 

14 - ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece, te desacomoda? ¿Cómo “lo resolvés”?

 

MTA –Sí, hay de todo, pero al menos yo, a las personas que valoro termino de algún modo queriéndolas, y a las personas que quiero, más temprano que tarde las valoro. Me dejo llevar por la brújula del amor, pero ese amor creo yo, no es ciego.

 

15 - De un suceso o personaje histórico, un escritor construye una novela o un cuento o una pieza teatral o…; de la novela o…, un cineasta filma un largometraje; del largometraje, un poeta concibe un soneto; del soneto, otro cineasta concreta un cortometraje; del cortometraje, otro artista… ¿Qué te provoca compartir con nosotros lo que acabo de formular?

 

MTA -Los escritores somos grandes recicladores. Cada obra está alimentada por otra que estuvo antes y esa por otra y así, y si tenemos suerte, esa obra servirá de alimento a otras que vendrán más tarde. Eugenio Montale dijo alguna vez que hacen falta muchos hombres para hacer a un hombre…; en fin, hacen falta muchos escritores para hacer a un escritor.

 

 

María Teresa Andruetto selecciona poemas de “Sueño americano”

(Caballo Negro Editora, 2009) para acompañar esta entrevista:

 

 

Lección de piano

 

Brilla el asfalto como un vestido de seda

bajo las luces de un teatro. Otra vez marzo

en la avenida que lleva a la maestra de piano.

La llovizna humedece los silos, la alameda,

la resaca de la noche en el billar. Alguien

seca al sol las fachadas de laja en las casas

del centro. Levantan puntos de media,

las chicas de Los Vascos y el verano

peina el pelo en colas de caballo. Cuando

sea grande, seré concertista, dice a todos

la niña que va a piano. Serás profesora,

dice la madre a la vuelta de los años. Piensa

en eso la niña mientras muerde la madera

del piano. Va su pensamiento lejos del pueblo,

más allá de la maestra y del verano.

 

 

Películas

 

En mi pueblo había un cine. El dueño saludaba

a los vecinos como un cura a la entrada de su iglesia

y era el cine, en verdad, como una iglesia

a la que íbamos, por la tarde, los domingos. Estaba

sobre la ruta, frente a los trenes que cruzaban

la llanura. Por el veredón paseaban las parejas

con cucuruchos de helado y escuchaban los hombres

el partido en pantalón de baño y camiseta. En el atrio

había un kiosco y en el kiosco una mujer vendía

titas y rodhesias. Con vestidos de piqué, los domingos

por la tarde las dos íbamos al cine, a ver a Marisol,

a Doris Day, a Joselito. Un día no llegaron

las películas y pasaron un drama en blanco y negro.

Recuerdo  a la salida la cabeza borracha, el veredón

donde arrastraban su tedio las parejas, los hombres

traspirando sus camisetas de tira y los camiones

que rugían por la ruta, con las luces encendidas,

las primeras de la noche que llegaba.

 

 

 

Patricia Lee

 

Flota Patricia Lee sobre la vereda, como un poema

de Rimbaud. Es de oro la luz y sin embargo ella sabe

que puede no alumbrar. Cuando era chica quería ser

poeta. Tenía al niño genio de la mano, pasaba con él

su temporada en el infierno. Saludaba el ojo bizco

camino del templo a los vecinos, pensando

que su palabra no era para esa gente. Algún día volveré

y seré millones, se decía, cantaré en estadios,

estudios, festivales, y aplaudirán los músicos del mundo,

no esta gentuza de pueblo. Cuando era chica quería ser

famosa. Más tarde quiso ser la monja de Calcuta.

No la maldita, no la artista consumida, no la puta,

sino la que llora al hermano muerto, al marido muerto,

a los amigos. Ya no hay distancia entre los sueños

y la vida. Por eso canta en la noche en los estadios,

los estudios, los rincones de su casa. Canta Patricia Lee

y mientras canta la maldicen los bizcos y los genios,

gritan camino del templo los poetas, Volvé a tu casa,

Patti, volvé a tu casa. Pero Patti Lee,

Patti Lee…

 

 

Hostería en las sierras/ Otoño de 2007

“Mi música es para esta gente”

Ludwig van Beethoven

 

Tras la ventana del hotel caen las hojas amarillas,

flotan semimuertas sobre el agua de la piscina, como

en un cuento de Cheever. En la memoria alguien

arrastra una silla hacia el agua sucia, sin embargo

es de oro esta luz y ella sabe que puede no verla más.

Cuando era chica quería ser pianista. Iba con otra

de la mano, iba con El clave bien temperado

bajo el brazo, hacia una casa de la calle Francia.

Saludaba camino del conservatorio a los vecinos,

pensando que su música era para esa gente.

Alguna vez tocaré preludios en un teatro, se decía,

y aplaudirán los vecinos, la buena gente

del pueblo.

 

                           Historia de vida suya, pero remota.

 

Más tarde quiso ser como la puta de Fassbinder,

ésa que hacía feliz a todo el mundo. No la maldita,

no la estrella incandescente, no la artista consumida,

sino la monja de clausura, la que alivia al peregrino,

la que no le quita a nadie nada. No hay distancia

entre lo íntimo y lo público, las calamidades

históricas convergen con las privadas. La buena

gente asesina a los débiles y mantener abierta

la herida es la única esperanza.

 

                            Historia de vida remota, pero suya.

 

Cuando escribe en la noche, crece el murmullo

de tantos y tantos que vienen llegando, un torrente

que avanza y se dilata, que grita Go Home,

Go Home, necesito un lugar en el mundo. ¡Y ella

que no quería quitarle a nadie nada!

 

 

 

Muchacha de Ucrania/ 2003

 

¿Cómo van en tu tierra las cosas?,

pregunto. Siempre peor, me responde,

es todo una mafia. Mi prima allá abajo

levanta la mano. La chica se llama Alexandra

y va a trabajar a Gerona. Tiene a su padre

en Valencia y a su madre limpiando

un albergue en Milano.

                                                      Su hermano,

que cumple catorce, se ha quedado en Ucrania

cuidando la casa. Hablo tres lenguas, me dice,

ucraniano, moldavo y rumano, pero eso no sirve

en España. En el bus van gitanos, letones

y húngaros, y esta chica que tiene a su madre

en Milano. También va una mujer de Trujillo

que no tiene papeles, me lo dijo comprando

el pasaje. Hay un sitio mejor

y está lejos.

 

(Por la tarde

                                     he llamado a mis hijas.

                                                     No estaban)

 

                                        Yo quería quedarme

cuidando la casa, me dice la chica de Ucrania,

pero es mejor que se quede mi hermano.

Conversando, he olvidado que estoy todavía

en Torino, que el bus no ha arrancado,

que mi prima allá abajo levanta

la mano.

 

 

Los hermanos García/ 1978-1983

A Juan, Antonio y Mary

 

Por la ventana que da a la Escuela Alberdi, veo pasar

hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos.

Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña.

Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero

de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido

en el Tigre, en la Patagonia o en Longchamps. Algunos

mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo,

Gotinga o Ámsterdam. Yo vivo tras este ojo de buey,

con la quijada contra el marco, mirando a las chicas

y muchachos que cruzan la avenida. Es también sábado

en la pieza del hotel, sobre los techos de esta casa

de citas, junto a la comisaría, donde alquilan

los camioneros sus siestas de amor con los colimbas

o las mujeres de la Humberto Primo. Aquí, tras el vidrio

de esta raja de luz, bajo el ala de unos gallegos venidos

de Inriville, espero que pasen los meses o los años.

García quiere decir Smith y el más común de los mortales

se llama Juan. Sube cada mañana la precaria escalera

con su manojo de llaves y comida y como una lonja

de sol me abre paso entre putas, milicos y viajantes.

 

 

Entrevista realizada a través del correo electrónico: Barrio Cabana, Ciudad de Unquillo, Provincia de Córdoba, y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos 670 kilómetros, María Teresa Andruetto y Rolando Revagliatti.

Fuente: http://actaliteraria.blogspot.com

www.about.me/rrevagliatti

 

Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina

Paulina Vinderman - María Teresa Andruetto - Graciela Maturo - María Rosa Maldonado - Sonia Rabinovich - Liliana Ponce - Valeria Iglesias - Carlos Barbarito 

Graciela Maturo: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Graciela Maturo nació el 15 de agosto de 1928 en Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la provincia de Santa Fe, la Argentina, y reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad Nacional de Cuyo y Doctora en Letras por la Universidad del Salvador. Fue Investigadora Principal del Consejo Nacional de Investigaciones (CONICET) entre 1989 y 2003, y durante varios períodos allí, miembro de la Comisión Evaluadora de Filología, Lingüística y Literatura. Fundó en 1970 el Centro de Estudios Latinoamericanos, en 1989 el Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad Católica Argentina y en 2009 el Centro de Estudios Poéticos “Alétheia”. Fue directora de la Biblioteca Nacional de Maestros (1990-1993) y pertenece a distintas instituciones: Asociación Argentina de Fenomenología y Hermenéutica, Centro de Estudios “Eugenio Pucciarelli”, Centro de Estudios Hispanoamericanos de Santa Fe, Asociación Argentina de Estética, Asociación de Poetas Argentinos, etc., y también a la Cátedra Vaticana, constituida en el marco de la Universidad Católica Argentina, quien la ha designado Profesora Consulta. Es cofundadora y vicepresidente de la Comisión Argentina del Instituto de Estudios Coloniales del Cono Sur. Ha actuado como Jurado en concursos universitarios, y de concursos literarios nacionales, provinciales y municipales, así como del Premio Internacional “Rómulo Gallegos” en 2009. De entre las numerosas distinciones recibidas, destacamos el Premio Ensayo Provincia de Santa Fe (1967); Premio “Discepolín” (1983); Premio “Esteban Echeverría” (1995); Premio al Mérito de la Universidad de Zulia (2008); Premio de Honor de la SADE (2008). Fue incluida en antologías nacionales y latinoamericanas y poemas suyos han sido traducidos al francés, gallego, griego e italiano. Algunos de sus libros en el género ensayo son “Claves simbólicas de García Márquez” (1972; segunda edición ampliada en 1977); “Introducción a la crítica hermenéutica” (1983); “La mirada del poeta. Ensayos sobre el conocimiento y el lenguaje poético” (1996; segunda edición ampliada en 2008); “Marechal: el camino de la belleza” (1999; Premio Fondo Nacional de las Artes); “La opción por América. Ensayos sobre la identidad cultural de América Latina” (2009); “Cortázar: razón y revelación” (2014); “La poesía. Un pensamiento auroral” (2014). Publicó los poemarios “Un viento hecho de pájaros” (1960; Premio “Laurel” 1958); “El rostro” (1961; segunda edición en 2007; Premio Municipal Mendoza 1960); “El mar que en mí resuena” (1965; segunda edición en 2003; Premio de la Sociedad Argentina de Escritores); “Habita entre nosotros” (1968; Premio Bienal de Literatura 1965-1966); “Canto de Eurídice” (1982; Mención de Honor de la Organización de los Estados Americanos 1967); “El mar se llama ahora con tu nombre” (1993); “Canto de Orfeo y Eurídice” (1996; Premio “Leoncio Gianello” de la Asociación Santafesina de Escritores 1997); “Memoria del trasmundo” (1996; segunda edición en 2000); “Cantata del Agua – Habita entre nosotros” (2001). Además, en 2008, con prólogo de Enrique Corti, el Fondo Nacional de las Artes editó su “Antología poética”, y en Venezuela, con prólogo de Enrique Arenas Capiello, en 2009 se editó su “Bosque de alondras. Obra poética, 1958-2008”.

 

1 – Tras nacer en Santa Fe, residiste en la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la provincia de Entre Ríos, y a los dieciocho años en la provincia de Mendoza. Cuatro zonas. ¿Evocarías para nosotros a la que fuiste hasta entonces?

 

GM –No sé a quien puede interesar mi vida personal, pero te digo que pasé mi infancia, hasta los 13 años, en Buenos Aires (ciudad que es donde más he vivido, porque a los 40 de mi edad volví a vivir en ella, hasta el presente). Pese a mi nacimiento en Santa Fe, fue la muerte de mi madre el motivo de ese cambio de escenario para los años de la infancia. Mi padre siguió en Santa Fe, como profesor de la Facultad de Ingeniería Química, pero mi hermana y yo nos criamos en Buenos Aires, primero en Parque Chas, después en el barrio de Versalles, del que recuerdo los bellos jardines y el aroma de los tilos. Yo era una niña precoz, entré a la escuela con cinco años, y después me hicieron saltear el tercero, porque estaba adelantada. Inicié el secundario en el Liceo 2, junto al parque Lezica; tuve excelentes profesores, algunos me llevaron hacia las Letras. Terminé el secundario en Santa Fe, donde pasé la adolescencia compartida con el Instituto del Profesorado de Paraná, en el que cursé dos años. A los 16 conocí al  entrerriano Alfonso Sola González, que me llevaba 11 años y ya vivía por entonces en Buenos Aires. Cuando cumplí los 18 nos casamos y nos fuimos a Mendoza.  Si con mi padre descubrí la ciencia, la música y la política, con Alfonso descubrí la poesía.

 

2 – Con Sola González (1917-1975), entonces, la poesía. Y porque la he leído, fragmentariamente, en medios electrónicos, sé que tenés una hija que, además de arquitecta, es también poeta (y novelista): María del Rosario Sola. ¿Nos proporcionarías una impresión sobre las poéticas de cada uno de ellos? ¿Tenés, Graciela, otros hijos escritores o vinculados con algún quehacer artístico?

 

GM –En la Universidad de Cuyo hice mi carrera de Letras. Mi marido dictaba las cátedras de Literatura Argentina. Conocí a Leopoldo Marechal, que era su amigo y maestro. Lo invitábamos muy seguido a Mendoza, y lo visitábamos al venir a Buenos Aires, como también a Ricardo Molinari, Carlos Mastronardi, Oliverio Girondo, Olga Orozco. Sola González era un poeta “del 40” y su poética era clásica y elegíaca, al menos en sus cinco primeros libros. Ahora la Biblioteca Nacional ha publicado su “Obra poética”, con el agregado de poemas inéditos, y se ve aflorar en ellos nuevas modalidades, más coloquiales, incluso satíricas y humorísticas. Sin embargo su poética sigue, de fondo, ligada al humanismo místico que caracterizó a aquella generación.

Entre mis hijos, que son seis (ya que lo has preguntado), ha habido al menos tres que han escrito poesía. María Fernanda, que escribía poemas en su adolescencia; Cristóbal Sola, que tomó la vía de una narrativa poética (“En la otra orilla”, Ediciones Último Reino, 2004, y “En las viñas”, Ediciones Culturales de Mendoza, en prensa) y Rosario Sola, que ha publicado un libro de poesía (“El humo de los músicos”, Ediciones Ríos al Mar, Paraná, Entre Ríos, 2000), una plaqueta de poesía (“Música de invierno”, 1982) y una novela (“La luz de la siesta”, Ediciones El Robledal, Salta, 1999).

Creo que Rosario recibió la  influencia de su padre, pero su poesía tiene su sello propio. La caracteriza la sed metafísica, y una gran riqueza imaginaria. Ella ha formado parte del Grupo Último Reino, conducido a partir de 1979 por Víctor Redondo. Mario Morales fue el maestro del grupo, que se proclamó neo-romántico.

 

3 – Es apenas de refilón que supe que alentabas la creación de cátedras de Poética. ¿Cómo las propondrías, cómo deberían plantearse y desarrollarse?

 

GM –A partir de 1968 inicié una nueva etapa de mi vida en Buenos Aires. Al poco tiempo me incorporé a la Universidad de Buenos Aires, a la Universidad del Salvador y más tarde a la Universidad Católica Argentina, y fundé un Centro de Estudios Latinoamericanos, que conduje durante casi veinte años con Eduardo Azcuy. Desde todos esos lugares he estado muchos años elaborando una teoría poética que necesariamente me exigió revisar y discutir varios tramos de la teorización y la crítica literaria. Advertí que la mía era una tarea muy pesada como para elaborarla individualmente, y llamé a otros poetas y profesores, a filósofos, antropólogos, etc., para  conformar una corriente adversa al positivismo y al nominalismo. Nos hemos apoyado en vertientes de la Filosofía moderna como lo son la Fenomenología y la Hermenéutica.

 

Había que empezar por el cuestionamiento de nociones que se impusieron en los estudios literarios —y que lamentablemente siguen instaladas—, como por ejemplo la teoría del signo lingüístico, la teoría de los signos o semiología, que de ella deriva, etc.  Pienso que un poeta no puede aceptar la definición de la palabra como aproximación arbitraria y convencional de un significado y un significante. En fin, sería pesado insertar aquí esa discusión, solo te digo que la corriente humanista que encabecé, pretendió no solamente modificar los estudios literarios sino el campo de las ciencias del hombre y de la cultura. Algo fuimos avanzando a lo largo del tiempo; al viajar por varios países de Europa y América pude advertir que fuera de la Argentina hallábamos un mayor interés y respeto por estas cuestiones.

 

Ligado a esto se encuentra —y aquí voy  a tu pregunta— que haya propuesto por mi parte cierto desplazamiento desde la Estética a la Poética. La Estética es una disciplina tardía en Occidente; ha sido elaborada, a mi ver, desde la mirada del espectador de la obra de arte. La Poética es anterior, y aunque algunos la consideren como una “ciencia del poema”, tiene su punto de arranque en el acto mismo de la creación. Antes de hablar del poema hay que hablar del poetizar, del sujeto poético, de su horizonte de pensamiento. Porque la Poesía es un modo de pensamiento antes de ser palabra. Un pensamiento que abarca la afectividad, la intuición, el sueño, la imaginación, las experiencias no ordinarias de ciertos niveles de conciencia.

 

Promover cátedras de Poética en las universidades es llevar la poesía a sus fuentes espirituales y en consecuencia promover un cambio profundo de perspectiva. Por mi parte he llevado esa propuesta a universidades argentinas, colombianas, venezolanas, uruguayas. En la Universidad de Congreso, una universidad privada de Mendoza, con el consenso del Rector pude instalar en el 2013 la Cátedra Marechal, que si bien está destinada al estudio de la obra marechaleana, hace lugar en general a la Poética desde la perspectiva aludida. También en la Universidad de La Plata, dentro de la Cátedra de Cultura Andaluza que dirige el poeta Guillermo Pilía, hemos creado el Aula María Zambrano, a través de la cual planteamos el tema de la Razón Poética, impulsado por la pensadora española. 

Podría hablar mucho más sobre el tema pero sería abusivo. También puedo remitir a varios de mis libros (personales y grupales). En otra oportunidad, si te interesa, lo seguiremos profundizando.

 

4 – En una ocasión, acaso en 1985, en el taller de escritura de Enrique Medina, tuve ocasión de compartir una reunión con el autor de esa maravillosa novela que es “Zama”: Antonio Di Benedetto (1922-1986). Además de haber estudiado su obra, lo has tratado antes y después de su exilio.

 

GM –Fui gran amiga de Antonio Di Benedetto; lo conocí a poco de llegar a Mendoza, alrededor del año ‘50, cuando iniciaba su carrera periodística y literaria. Desde sus comienzos se revelaba como un autor exigente, dueño de una mirada y un lenguaje propios. Alfonso (Sola González) lo invitó a la Universidad de Cuyo, y desde entonces fue un amigo de mi casa. En el ‘76 los militares lo pusieron preso; fue víctima de absurdas acusaciones, y en los lugares de detención donde estuvo nunca pude comunicarme con él. Tenía algunas noticias por medio de Juan Jacobo Bajarlía. Cuando logró ser excarcelado le aconsejaron irse del país; se despidió por teléfono, y no quiso que fuera a verlo antes de partir. En sus últimos años produjo obras muy singulares que echan luz sobre su cautiverio.

          Volvió en el ‘84, y estaba muy descontento del trato recibido por parte de algunos funcionarios. Nos vimos varias veces; alcancé a invitarlo a mi cátedra de Teoría Literaria  en la UBA, y les habló a mis alumnos, pero su voz debilitada no alcanzó a ser grabada. Antes de su regreso me había elegido como prologuista de un volumen de “textos seleccionados por su autor”, de Editorial Celtia. Yo le alcancé mi  prólogo, que lo alegró. Murió en el Hospital Italiano, después de un tiempo en estado de coma, poco antes de aparecer el libro en el cual debí consignar su muerte. Antonio Di Benedetto es uno de los grandes escritores argentinos, su obra está a la altura de Juan Rulfo, de los mejores cuentistas y novelistas latinoamericanos.

 

5 – Has dirigido la revista de poesía y poética “Azor” (Mendoza, 1960-1965) y “Megafón” (San Antonio de Padua, provincia de Buenos Aires, 1975-1989), órgano del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Argentina. Más allá de lo que se trasluce de los enunciados, Graciela, ¿qué propuestas conllevaba cada publicación periódica, qué se logró, quiénes fueron difundidos?

 

GM –Siempre estuve ligada a la poesía, fundando grupos, colecciones, revistas. En Mendoza, alrededor del año 58, fundé el grupo “Amigos de la Poesía” en el que intentábamos, con Elena Jancarik y Fanny Polimeni, vincular a los poetas mayores de Mendoza, como José Enrique Ramponi, Ricardo Tudela, Nacarato, y otros venidos de afuera: Sola González, Abelardo Vázquez, César Mermet, con las nuevas generaciones.  De ese grupo nació la revista “Azor”, que tuvo 5 números, vinculada a otros grupos de Buenos Aires y las provincias. Promovimos cierto movimiento alrededor de la poesía, y creamos la Colección Azor, donde se publicaron algunos libros. Marechal nos entregó para ella, sus “Claves de Adán Buenosayres”, que publicamos a comienzos de 1966, juntamente con los trabajos de Julio Cortázar, a quien por entonces estudiaba, de Adolfo Prieto y el mío sobre esa novela.

La otra revista que dirigí es “Megafón”, que fue el órgano de difusión del Centro de Estudios Latinoamericanos. El Centro tuvo su inicio en 1970, y publicó un volumen  grupal dentro de la “Revista de Filosofía Latinoamericana”, en 1975, antes de presentar su propia revista “Megafón”, impulsada por un franciscano que realizó una gran obra, Fray Juan Alberto Cortés. Desde su nombre esa revista estuvo ligada al espíritu marechaliano. No era ya una revista de poesía, aunque la tuvo siempre como uno de sus ejes; pretendía canalizar estudios filosóficos, poéticos y antropológicos dentro de una dirección humanista y americanista. También participábamos en la conducción de la Editorial Castañeda, donde publicamos cuatro obras de Marechal, tres de ellas inéditas.  La revista y las ediciones tuvieron mayor difusión en otros países que en la Argentina, que atravesaba los años del Proceso Militar. Ahora  han comenzado algunos estudios sobre esas actividades, que si bien concluyeron de modo institucional, prosiguen siempre en otras formas, bajo otros rótulos. No pudiendo con el genio, hace unos años volví a crear un nuevo centro de estudios con otro grupo de poetas: el Centro de Estudios Poéticos Alétheia, que ofrece cursos y conferencias en distintos lugares.

 

6 – Saber que estás preparando una edición anotada, crítica de “Rayuela” para la Academia Mexicana de la Lengua, me impulsó a buscar en mi biblioteca, el espectacular volumen homenaje titulado “Cortázar” (Fundación Internacional Argentina, Buenos Aires, 2004), el cual incluye tu ensayo “Julio Cortázar: la creación como goce y aventura”. Has sido amiga de él. ¿Qué es posible que compartas con nosotros hoy, ahora, para nuestros lectores en la Red, de aquel vínculo?

 

         GM -A Cortázar empecé a leerlo muy joven, a mi llegada a la Universidad Nacional de Cuyo, donde estudié. Habían pasado casi dos años desde su retiro de esas aulas, por razones políticas; yo venía a descubrir los apuntes y la fama del joven profesor de Literatura Francesa, melómano, integrante de un grupo de aficionados al jazz, amigo del helenista Ireneo F. Cruz, con quien hablaban de “mancuspias” y otros delirios. Todo se enlazaba en una trama: Cruz había sido profesor de Griego, en las aulas de Paraná, de Sola González, Diego Pro, Ricardo Pantano y otros discípulos que lo acompañaron después en su gestión como Rector de la UNCU, designado por el presidente Perón. Este es el nudo del apartamiento de Cortázar, y a la vez, de nuestra llegada a Mendoza. Por mi parte, joven alumna de Letras, me puse a leer al disidente Cortázar, que ya publicaba cuentos y había escrito su escolio sobre la “Oda a una urna griega” de John Keats, un trabajo ejemplar de comentario poético que luego expuse en la Universidad de Buenos Aires. Esto habla de mi temprana independencia política, que he tratado de mantener a lo largo de toda mi vida. No se confunda esto con una falta de compromiso político, sino con la convicción de que la creación y la vida intelectual deben ser libres, y no estar al servicio de ningún poder.

 

Cortázar es entre nosotros el máximo ejemplo de la Razón poética que perseguí y  elaboré en distintas instancias, compartiendo sus mismas fuentes. Mi primer trabajo crítico fue tema de una tesis doctoral no defendida en su  momento (me doctoré con otra tesis), pero sí publicada por ECA en 1967: “Proyección del surrealismo en la literatura argentina”. (Ahora se reedita, ampliada, con el título “El surrealismo en la poesía argentina”). Nadie se ocupaba por entonces —los años 59, 60— de este tema. Quiero decir que estaba preparada, por mi conocimiento de Cortázar y del Surrealismo, para comprender  una obra como “Rayuela”, novela surrealista, súper-realista, que venía a demoler la novela literaria, y la literatura misma. A partir de ese libro decidí iniciar una  investigación sobre toda la obra de Cortázar. Sola González, que no lo trató personalmente, había compartido con él ámbitos de reunión, amigos y revistas, en los años de Buenos Aires; él me dio a conocer la revista “Huella”, dirigida por Castiñeira de Dios, donde se había publicado en 1941 el artículo “Rimbaud”, firmado por Julio Denis.  Solo me quedaba escribirle al Consulado argentino en París: así se inició nuestro diálogo, después proseguido en forma personal, del cual quedan sus 36 cartas,  publicadas en los tomos de su correspondencia y en mi último libro sobre el autor, “Cortázar: razón y revelación” (2014). Allí las he incluido, superando largos años en que hacerlo me parecía un gesto ególatra.

 

          Para mí “Rayuela” sigue teniendo plena vigencia. Discrepo de la opinión difundida de que Cortázar  “cultiva el mito burgués del artista”, frase que suena despectiva e incomprensiva de su mundo. A no ser que admitamos positivamente como “mito” la  larga consideración del artista (consideración que fue órfica, trovadoresca, renacentista, romántica, simbolista, surrealista) como iluminado y maestro. 

 

Vicente Huidobro ha repetido una frase de Emerson: “El artista es el sabio verdadero”, y por mi parte la suscribo sin caer en excesos. “Rayuela”, por vías oblicuas y   humorísticas, apunta a esa zona, que sigue guardando su reserva para oídos poéticos; espero que mi edición sirva al menos para señalar ese rumbo de lectura.

 

7 - Del poema “Junio 1968” de Jorge Luis Borges, seleccioné estos tres versos: “(Ordenar bibliotecas es ejercer,/ de un modo silencioso y modesto,/ el arte de la crítica.)” Primero: ¿qué te suscita la afirmación? Segundo: ¿cómo ordenás tu biblioteca y qué estarías, a tu modo, ejerciendo?

 

GM- Ordenar una biblioteca es algo hermoso;  aunque el desorden puede tener su belleza, siempre existe algún grado de orden para que ella exista. No creo que sea solo el arte de la crítica el que propone un cierto orden a una biblioteca: es también el amor, la proximidad con ciertos autores, el reconocimiento de familias espirituales, como puede ser la que forman Emanuel Swedenborg, Poe, Baudelaire, Rimbaud…

Cuando uno trabaja la biblioteca se desarma, se desordena, solo están ordenadas pulcramente las bibliotecas públicas. Fui durante tres años directora de la Biblioteca de Maestros, del Ministerio de Educación. Leopoldo Lugones, hasta su muerte, la había dotado de libros muy valiosos relativos a la época colonial; quise hacer un catálogo comentado, pero no hubo tiempo, cuando me otorgaron el subsidio ya estaba dejando la biblioteca.

 

8 - ¿Cómo te parece que han operado en vos las influencias de determinados autores —¿cuáles?— en tu propia poética? ¿Hay que darles paso?

 

GM -  Por supuesto, hay que darles paso. Más que de influencias yo hablaría de afinidades, como la de Cortázar con Keats, por ejemplo. Yo nunca hablo de un “deber ser” de la poesía, cada autor vive la experiencia poética a su manera, hay quienes tienen como punto de partida la experiencia personal, y otros parten de experiencias de lectura.

Yo me cuento más bien entre los primeros, pero he tenido grandes maestros a los que he releído contantemente. Mi “poética”, si no suena presuntuoso hablar de ella, es bastante clásica, sobre todo en una primera época. Puedo admitir ecos de Garcilaso, Gabriel Bocángel, Luis de León, como también de Enrique Banchs, Mastronardi, los poetas del Cuarenta, Sola González, Olga Orozco. En los últimos años escribí poemas más coloquiales, pero siempre he seguido fiel al ritmo, a cierta musicalidad del verso.

 

A los poetas hay que leerlos en su idioma; he leído a los románticos franceses, a los simbolistas, los surrealistas. El surrealismo me interesa más como una propuesta filosófica que como modelo de poesía.

 

9 - ¿Creés que la teología y la metafísica, como pensaba la escuela de Frankfurt, también son literatura fantástica? ¿La mística ha influido en la literatura fantástica?

 

GM – Estoy muy lejos de lo que piensa la escuela de Frankfurt. Puedo escucharlos cuando hablan de economía o de política, pero a mi ver no han tenido gran afinamiento para apreciar la poesía, y tampoco la mística. Por eso esas disparatadas afirmaciones de que la teología y la mística son literatura fantástica. Solo puede hacer esas afirmaciones un racionalista extremo, o un positivista, para quien la verdad surge de la ciencia empírica (y aun en este caso, se trataría de la ciencia del siglo XIX, porque la ciencia del siglo XX ha superado la contraposición materia/energía y mostrado la legitimidad de un pensamiento de opuestos).

 

La literatura fantástica moderna nació en tiempos del positivismo. No era exactamente una reproducción del cuento folklórico, que siempre presentó casos maravillosos, milagrosos o simbólicos; obedecía a la mentalidad del escritor moderno, dubitativo entre la demitificación científica y su propia intuición de la realidad. El autor fantástico abogaba secretamente, en el siglo del positivismo, por otra realidad física, psíquica y antropológica, pero su labor queda como un devaneo estético, que produce la fruición del lector sin que se piense en una relación de la obra fantástica con la realidad.

 

El siglo XX trajo transformaciones muy profundas en el campo de las ciencias y de la filosofía. En el campo de la filosofía, se produjo una revolución significativa con la fenomenología de Edmund Husserl, su descendencia en la Fenomenología Existencial (Heidegger, Sartre) y otras secuelas importantes que han influido en las vanguardias y el surrealismo. Para decirlo de alguna manera simple, se valoriza en la filosofía un saber de experiencia, apartado de las ideologías, y sobreviene desde el campo filosófico una valoración del pensamiento poético, al que María Zambrano llama Razón Poética.

 

Estas son las regiones entre las cuales me muevo desde hace muchos años, y he producido varios libros teóricos en esta línea: “La mirada del poeta”, Corregidor, 1996, y 2ª edición ampliada,1997, por Amargord, Madrid; “Los trabajos de Orfeo”, 2008, Universidad de Cuyo, Mendoza;“La poesía. Un pensamiento auroral”, Alción, 2014, Córdoba.

En cuanto a la mística, habría mucho que hablar; tendríamos que dedicarle otra entrevista. Por ahora te digo que el conocimiento místico está en la base de todas las religiones, pero también del arte y de los descubrimientos científicos.

 

10 - Te voy a formular, Graciela, adaptándola, una pregunta que oportunamente Antonio Jiménez Paz le extendiera al poeta David Eloy Rodríguez: ¿Cada libro tuyo de poesía publicado es una aventura independiente o por sus contenidos y estructura formal los considerás relacionados unos con otros, como un todo, una progresión manifiesta de la poeta Graciela Maturo?

 

GM –Considero más apropiada a mi poesía la segunda opción. Paralelamente con la vida se desarrolla la poesía, al menos en mi caso. Nunca me he preguntado, para el caso de la poesía, sobre qué voy a escribir, porque la poesía no tiene “temas”.  Desenvuelve un no-saber, expresa las inquietudes y preocupaciones del alma en el mundo. Y tampoco cabe preguntarse sobre la estructura formal, porque ella surge espontáneamente, de acuerdo con lo anterior. Por supuesto, no hay que tomar esto al pie de la letra. Comprendo que en  algunos casos se pueda elegir el modo de la escritura: componer una elegía, una balada, un haikú, un soneto, demanda un conocimiento de formas dadas, una cultura del verso que no todo poeta tiene. Por mi parte no he escrito sonetos, pero los estimo muchísimo.

 

11 - Te constará, probablemente, que hay, digamos, “endebles” poetas o versificadores, que tienen, sin embargo, desde hace décadas, buenas lecturas, que son admiradores de poetas “sólidos”. ¿Qué creés que les sucede?

 

GM –Ya te dije, respondiendo a otra pregunta, que para mí la poesía no nace —o no nace solamente— de la lectura. No basta con leer a buenos poetas cuando no existe en alguien una movilización espiritual e intelectual. Por eso digo siempre que la poesía no empieza en la página. Es el vivir del poeta, desde la intensidad de sus percepciones, emociones e ideas, el que genera un cierto “pensamiento” singular, ligado a imágenes, a ritmos, que reclaman ser proferidos o comunicados. Por eso, más que hablar del poema o de sus rasgos  propios, prefiero hablar del poetizar, del vivir poético.

 

12 - En la contratapa de su libro “Fractal”, Luis Benítez reflexiona: “El cuidado de la unidad de estilo ha sido entendido como aspiración, como logro del autor, como madurez de su obra. Pero sin embargo, cuando llega a su apogeo sólo tiene como futuro el decaer. Ello, porque ya no puede ofrecer el espectáculo de un dinámico desenvolverse, mutarse, metamorfosearse y, en consecuencia, lo que hace es detenerse.” ¿Qué te suscitan estas líneas? ¿Es algo que te has planteado?

 

GM–No, nunca me lo he planteado, porque creo profundamente en el estilo como la forma propia y adecuada de ese pensamiento poético del que he hablado. Y lo llamo pensamiento sin confundirlo con el pensamiento racional.

Para mí la causa de la pobreza poética advertible en los últimos tiempos —aunque sean muchos más los que escriben y publican—  proviene de que escriben desde una posición muy racionalista, que no permite aperturas o revelaciones. Jorge Enrique Ramponi, de quien fui amiga, hablaba siempre de un “estado de canto”, una cierta alteración de la conciencia habitual que no siempre se daba, pero cuando ella existía promovía la palabra rítmica, la proliferación de las imágenes, la riqueza de la visión poética y en consecuencia del estilo. Preguntarse por el estilo desde la pura racionalidad es quedar fuera de lo poético.

 

Por supuesto, más allá de la propia voluntad, se dan en cada uno de nosotros ciertos cambios de expresión, acordes con los cambios interiores. Y también, a cierta altura de la vida, podemos reconocer la persistencia de muchos rasgos. Un habla, un “idiolecto” como dicen los filólogos, una cierta manera de mirar, una fidelidad a recuerdos o predilecciones infantiles, etc. En ese reconocimiento nos vamos afianzando, y hallando parentesco con otros escritores, a los que citamos y amamos.

 

13 - ¿Algo que pudieras denominar “presentimiento”, te parece que pudo inducirte a concebir una obra?

 

GM –Sí, desde luego que sí. Ya habrás visto, desde el comienzo del diálogo, que no me caracterizo por la defensa conceptual de la actividad creadora, sino todo lo contrario. De modo que presentimiento, sueño, visión, experiencias insólitas, todo ello forma para mí un bagaje  personal que se relaciona con mi poesía. Más aún, he cultivado un pensamiento teórico —en cátedras, en espacios académicos o de investigación— que reconoce un ida y vuelta desde lo poético a lo filosófico. Esto quiere decir que he aceptado las posibilidades de una Razón Poética expandida en la vida universitaria, desde la poesía. Es la gran discusión pendiente en las aulas, en las Academias. La Poesía, la Filosofía, la Ciencia, ¿deben seguir siendo compartimentos estancos, sin comunicación entre sí, o existen posibilidades de establecer puentes entre ellos, para un conocimiento del siglo XXI, sin pérdida de la especificidad y rigor de cada uno de ellos?

 

 

Graciela Maturo selecciona poemas de “El mar que en mí resuena” para acompañar esta entrevista.

 

II

 

 

Ardo despacio y puedo

contemplar mi llama.

Mis manos de rara estirpe que entrelazan las flores

y dibujan las cifras.

Mi exacta piel, mis ojos

que recogen la luz para inventar las formas.

Ardo despacio

lumbre de amor de sangre de misterio.

Este es mi valle nocturno.

La jaula de hechizos desde donde creo

que alguien sueña por mí.

 

 

IV

 

Los signos me acompañan

mis extraños amigos

fieles a una desconocida arquitectura

a la que estoy uncida desde el hueso.

Me miran rostros, pájaros, ramajes,

altas constelaciones.

Una piedra sellada por la música

es un signo de amor indescifrable.

Siento el pavor de un reino que no me pertenece

pero busco sus huellas.

Señales, talismanes,

estamos anudados por un pacto secreto.

 

 

X

 

El ritmo me consuela, me atormenta.

Siento el hondo vaivén de los telares

la gran respiración de los animales del espacio.

Caigo hacia dentro y muero en cada instante.

Me divido y reúno,

vuelvo a erigirme en alguien que responda a mi rostro

a buscarme en palabras

perdida, recobrada,

descendida hasta el centro de vértigo y espanto que

me cava los huesos

crecida hasta los cielos en mi dulce marea.

Uncida a otros silencios, a otras voces,

alzando,

destruyendo.

Sintiendo el fiel latido de la tierra que vive,

del engañoso día que abre y cierra sus puertas.

Cuándo cesa este ritmo que es mi hermoso castigo.

Mis manos trazan signos que borrará la lluvia.

 

 

XI

 

Un sol extraño sube

desde el fondo del sueño

Una espuma de sal mezcla sus turbias flores

al polvo de mi frente. Débil, sola,

centella la verde

raíz

naciendo y ya mirada por los ojos

sin pausa de la muerte.

Paso junto a la luz

fantasmal de unos árboles.

Una abeja me zumba en el alma,

hoja vellosa y suave

lengua ardiente.

Soy la ola que rueda desde un nudo brillante

y la semilla, condenada a ser.

Arde la nuez de fuego

espléndida y atroz en su violencia

rodando hacia la arena del mar enamorado.

 

 

XII

 

Aguardo en las tinieblas

la voz que ha de llamarme por mi nombre,

la llama que trascienda mis huesos y me arrase.

Entretanto vivir, esta costumbre.

Alzar en cada día las cenizas ardientes

donde se purifican la sangre y el orgullo.

Vienen los verdes brotes y confunden

las aguas inmutables.

Giran las hojas, las constelaciones.

Caída entre las palmas giro también, a ciegas.

Del lado de la luz arden hermosamente

los niños con su cruel inocencia, los objetos

que guardan en su brillo algo de nuestras manos.

Mirada, flores, alas,

talismanes que ruedan

en tanto un dios me habita y permanece

y entreteje mi sombra con su sombra.

 

 

XIII

 

Qué amor voraz acecha nuestras barcas

las dulces aguas de la tierra

sus metales pacientes

Las flores cantan su mortal delirio,

arde la hierba suave

y una espiral secreta en mi oído recuerda...

Bajo el hondo rumor de la fábula terrestre

gran ataúd de leños y de flores

quebrado, a la deriva

cantando hacia su muerte.

 

 

*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Graciela Maturo y Rolando Revagliatti, julio 2015.

http://www.revagliatti.com.ar/010822.html

Foto: Daniel Grad.

Con Mario V. Llosa

Con Ernesto Sábato

Con Gabriel García Márquez

Con Fermín Chávez

Con Juan C. Licastro y Ezequiel Koremblit

Con Antonio di Benedetto, Mendoza, 1975

Con Inés Santa Cruz, NY, 1994

Con Leopoldo Marechal

LEYENDO CON EL AUTOR (1er. bloque)- 2010.

Gentileza José Luis di Lorenzo

María Rosa Maldonado: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

María Rosa Maldonado nació el 4 de febrero de 1944 en Barcelona, España, y reside desde 1949 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Argentina. Nacionalidad: argentina-española. Es Profesora de Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación. Desde 1989 coordina talleres de poesía y narrativa. Algunos de los seminarios y conferencias que ha dictado desde 1996 han sido “El Mito de Prometeo”, “El Origen del Teatro Griego”, “Filosofía Oriental: Hinduismo, Budismo, Taoísmo y Budismo Zen”, “Carlos Castaneda, El Chamanismo Americano”, “Kafka y la Filosofía de Zenón de Elea”, “La Filosofía de Baruch Spinoza”. Entre otras distinciones obtuvo el Primer Premio del Concurso de Poesía “La Nación” de 1988, por su poemario “Hasta que despertar es imposible” y el Segundo Premio Género Poesía, bienio 2002-2003, otorgado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sus críticas bibliográficas y otras colaboraciones se difundieron, por ejemplo, en los diarios “La Prensa” y “La Nación” (de la ciudad donde reside), en “La Gaceta” de la capital de la provincia de Tucumán, en el bonaerense “El Tiempo”, de Azul, y en las revistas “Letras de Buenos Aires”, “La Guillotina”, “Napenay”, “Tamaño Oficio”, “Generación Abierta a la Cultura”, “Tsé-Tsé”, “Mandorla”, “Aldebarán”, “Kokoro”. En 1996 fue invitada y participó en el “IV Festival Latinoamericano de Poesía” en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Publicó “Poemas” (1977), “Hasta que despertar es imposible” (1989), “El esplendor ajeno de las cosas” (1992), “el zumbido de Dios” (2002), “atzavara” (Kriller71 Ediciones, Barcelona, España, 2012), en el género poesía, y permanecen inéditas dos novelas: “El viaje a Mataró” y “La novela de Marito”.

 

1 —Resulta, María Rosa, que justo en mayo de este año he estado por primera vez en tu ciudad natal. Varias veces has ido para allá. Sería interesante que nos trasmitas de qué modo ha ido cambiando Barcelona, desde tus recuerdos de niñita hasta tu último viaje.

 

MRM —Rolando, creo que, habiendo estado en mayo de este año en Barcelona, vos estás en mejores condiciones que yo para hablar de ella como ciudad. Nada puede mejorar la primera mirada. En su libro “Las ciudades invisibles”, describiendo una de ellas, Fílides, Ítalo Calvino destaca esa condición que tienen de ir desapareciendo a medida que se prolonga nuestra permanencia. De ir convirtiéndose en una página en blanco con puntos concretos de referencia en los que cumplir con las rutinas cotidianas. Sin más cúpulas ni preciosas callejuelas ni fuentes ni glorietas.

 

Es cierto que ese no es mi caso, ya que no vivo en Barcelona y mis visitas no son en realidad tantas ni de gran duración.Pero, por otra parte, en el mencionado libro, Calvino afirma por boca de Marco Polo: “Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe confundir nunca la ciudad con el discurso que la describe.”

Sin embargo, creo que tu pregunta se desplaza hacia la subjetividad de mi memoria y entonces toca esa confusa y ambigua relación que durante muchos años he sostenido con mi ciudad de nacimiento. Y desde ahí sí creo que puedo intentar decir algo. No de los cambios de Barcelona, sino de la perspectiva interna desde donde fui mirándola, sintiéndola.

 

Barcelona es, primero, y sin nombre, el cuerpo de mi madre, la lengua materna —castellano—, la galería donde jugaba con mi hermano a bañar y aceitar a nuestra tortuga, las plantas carnosas del balcón de mi iaia de las que salía un jugo verde cuando les clavaba mis uñas de tres, cuatro años, la balsa donde me bañaba sostenida por las manos de mi padre y rodeada por todos los insectos del verano —en el agua y fuera del agua—, el olor a cemento húmedo, a ajos, cebollas y patatas, del cuartito de las herramientas en el terreno de fin de semana de Esplugas de Llobregat. Esas primeras sensaciones guardadas y, seguramente, alteradas por la memoria de la memoria. Barcelona comienza a ser una generalización abstracta, con elalejamiento. La desterritorialización, en mi conciencia de niña, territorializó el lugar del que partimos. Concibió una comarca, la comarca abandonada, con un nombre: Barcelona. Generó una primera noción de lugar, pre-geográfico. Muchos inmigrantes lloran el resto de su vida por la añoranza de su tierra, otros no desean ni siquiera volver a oírla nombrar. En mi caso, mis padres construyeron el mito y Barcelona adquirió la categoría de paraíso perdido al que pronto íbamos a volver. El jamón de acá era carne cruda, las sardinas no las quería ni el gato, y qué decir de las rústicas panaderías de Lanús!  Las de allá parecían joyerías de lo bien que presentaban sus escaparates. Nada soportaba la comparación. Ni las cosas ni la gente.

Y sin embargo, y sin embargo, las grandes zanjas de los fondos de Remedios de Escalada, cerca del club Talleres, abiertas en campo abierto, donde, con latas de tomate agujereadas, mi hermano y yo pescábamos mojarritas, tienen tanta sustancia metafísica como la balsa de agua de Esplugas de Llobregat. Una manera de decir.

 

Y bien, ya estamos acá, en Argentina, y Barcelona es una abstracción a la que me religa el discurso de los padres, las cartas que van y vienen al ritmo de los grandes trasatlánticos y el recuerdo afectuoso de los tíos, los primos, los amiguitos y la iaia.

Durante muchos años España y Barcelona fueron sinónimos. Buenos Aires y Argentina también. Se trataba de acá y allá. Océano en el medio.

 

Así pasó mi infancia, la escuela primaria y la secundaria, y el aprendizaje delimitó áreas, intelectualizó contenidos, fundamentó diferencias. Y profundizó el conflicto. La evidencia de que no había regreso no produjo el arraigo. O, mejor dicho, la conciencia del arraigo. Éramos extranjeros, y diferentes.

A los dieciséis años, terminado el bachillerato, mis padres me enviaron a Barcelona.  Por primera vez andaba por mi ciudad de nacimiento mirando y admirando. Compartiendo con mis primos paseos y bailes. Pero yo era “la prima de América”. Y, por la calle, me consideraban una turista. Por mi acento. Por mi lenguaje. Porque me sentían diferente. No era como ellos. ¿Y cómo era? ¿Cómo se construye un yo sino con los materiales humanos con los que se va encontrando e interactuando la conciencia, su modo único de procesarlos?

Hace tiempo me contaron la historia de un hombre que salió de su pueblo en los primeros años de su juventud y al que regresó siendo mayor, digamos bastante mayor. Cuando llegó al pueblo no lo reconoció. Este no es mi pueblo, dicen que dijo. Un habitante de allí le preguntó cómo era posible que no lo reconociera si ni siquiera una piedra había sido cambiada de lugar en los últimos cien años: el mismo almacén en la esquina de la plaza, la misma iglesia, etcétera. A lo que nuestro hombre respondió que sí, que era posible que estuvieran las mismas casas y las mismas calles, pero que no estaban las mismas personas. Las que le daban alma al lugar. Aquellas que él había conocido y con las que había compartido su niñez y adolescencia. Ni don Ramón, ni don Nicanor, ni Marta ni Juancito…

 

Un lugar está significado por los vínculos humanos que generamos en él.

 

Y como a la vida le gusta tender hilos de un sitio a otro, y tejer y destejer tramas, ahora tengo una razón poderosa para volver a mi ciudad de nacimiento, sin necesidad de seguir preguntándome cuál es nuestra relación. Ahora, mis vínculos afectivos están equitativamente divididos entre Buenos Aires y Barcelona. Si tuviera el don de la bilocuidad, viviría en ambas ciudades. Pero ya no me pregunto a cuál de ellas pertenezco.  La pertenencia es tranquilizadora, pero demarca.  Uno no pertenece. Uno es su historia. Cuando una pregunta no puede responderse, tal vez la dificultad no esté en la respuesta sino en la incorrección de la pregunta misma.

Pienso en ésas increíblemente ingenuas —por no usar otro calificativo— que se suele —o solía— hacer a los niños: a quién querés más, a tu mamá o a tu papá? de quién sos, de tu mamá o de tu papá? Respóndalas el posible lector.

 

Barcelona ha crecido, se ha enseñoreado en su propia belleza, en su geografía privilegiada, en el legado de creadores como Antonin Gaudí, en la pluralidad de voces que la pueblan. Me encanta pasear por las Ramblas, ir al Mercado de la Boquería, contemplar una y mil veces la Sagrada Familia, caminar hasta el puerto saludando de paso a Colón, bañarme en el Mare Nostrum. Pero lo que me lleva a Barcelona y no a París, Roma o San Petersburgo, es el amor. Clara, sencillamente.

 

En cuanto a las ciudades, creo que hay diferentes formas de relacionarse con ellas. Puede uno buscar diversión (lo diverso, le divertissement de Pascal)  y visitarlas como turista. O puede uno viajar para buscar en ellas, en su arquitectura, en su música y, sobre todo, en sus gentes, la pluralidad de formas en las que se manifiesta el espíritu humano, ahora y a lo largo de toda la historia. Y, tal vez así, abrir un poco las propias perspectivas.

 

2 — Has sido miembro fundador del Grupo “Informal”, dedicado a la divulgación de las artes, y de la Asociación de Poetas Argentinos —la que pronto cumplirá 25 años—, ocupando el cargo de Vicepresidenta en su período inicial. La condición de co-fundadora invita naturalmente a sugerirte que nos transfieras todo lo que recuerdes de aquellos tiempos, de aquellas iniciativas; y quiénes fueron, en cada caso, los otros impulsores.

 

MRM — “Informal”surge de una iniciativa de Osvaldo Moro. “Informal” fue Osvaldo Moro. La idea central, según sus propias palabras, era la de ayudar a la gente que no tenía cabida en los medios oficiales de difusión a divulgar su obra. Nace en 1981, en la calle, en una peña folklórica. Siempre con la característica de poder mostrar creadores poco conocidos, junto a gente de experiencia. Unos meses más tarde se iniciaron las reuniones de los sábados en el bar “El Conventillo” de Varela 60, en el barrio de Flores. Allí se realizaban lecturas de poemas y cuentos. Lecturas concertadas y lecturas espontáneas. Y siempre había una muestra de pintura y una presentación musical.

          Pasaron por “El Conventillo” reconocidas figuras de la literatura y la plástica como Abelardo Castillo, Alberto Girri, Juan José Hernández, Olga Orozco, Antonio Di Benedetto, Horacio Castillo, Dalmiro Sáenz, Celia Gourinski, Alfredo Hlito, Pérez Celis, Gyula Kosice y tantos otros.

El Grupo Informal, que acompañaba y colaboraba con Osvaldo Moro, estaba integrado por Eduardo Bocco, José Pensa, Bárbara Wulman, Julio Cesar Invierno, Marga Schujman, Gregorio Ganopol y quien esto escribe. Un poco después comenzaron a funcionar los talleres literarios, en el subsuelo de la librería "El Zapallo", en Varela 22. Allí comencé a dictar mis seminarios de filosofía y, más tarde, el taller de poesía y narrativa que, en un principio, estuvo a cargo de Julio Cesar Invierno. Algunos talleres y seminarios eran gratuitos y en los arancelados la recaudación se destinaba a solventar los gastos de “Informal”. También se presentaba anualmente el Salón del poema ilustrado donde un plástico y un poeta trabajaban juntos. Fue la época de oro de “Informal”. Cada sábado, “El Conventillo” a tope.

Por razones nunca bien definidas, “Informal” partió de “El Conventillo” y fue a cobijarse en una antigua casona de Candelaria 65, barrio de Floresta.  Y, dos o tres años después, a un departamento, en Candelaria 13. Continuaron las actividades pero, poco a poco, se fueron reduciendo a talleres y cursos, convirtiéndose en un Centro Cultural bajo el nombre de “Yukio Mishsima”, hasta la muerte de Osvaldo Moro.

En cuanto a la Asociación de Poetas Argentinos, la idea de su creación le corresponde a Cayetano Zemborain, su presidente, quien, en aquel momento, me invitó a ocupar la vicepresidencia. Nos acompañaba Julio Bepré como secretario. Recuerdo a Carlos Federico Weisse, Adalberto Polti, Silvia Noemí Pastrana (la actual presidenta), Susana Fernández Sachaos, Beatriz Allocati…Buenos recuerdos. Como bien decís, pronto se cumplirán 25 años de su fundación y me alegra ver que el impulso y la diversificación de tareas a favor de la poesía y la cultura en general, siguen creciendo día a día. Por mi parte, me alejé de la Asociación no por diferencias ideológicas ni desacuerdos personales, sino porque mis actividades propias no me permiten disponer del tiempo que debe dedicarse a una institución. Y porque mi disposición vocacional no se adapta a las características generales de los desarrollos institucionales. Siempre, desde luego, estuve y estoy dispuesta a colaborar en cualquier actividad puntual para la que se me requiera. Cosa que sucedió en varias oportunidades después de mi despedida como miembro activo de la entidad.

 

3 — Fuiste jefa de redacción de “El Cadáver Exquisito”, la revista del Grupo “Informal”. La conocí, y hasta tuvieron la gentileza de publicarme. Y también lo fueron Luis Benítez, Néstor Colón, Luis Quadri Castillo, Agustín Tavitian, Luis Raúl Calvo, Daniel Berenstein, Luis Colombini, Santiago Espel... Sé que el primer número asomó en 1985 y que no asentaban la fecha de aparición. ¿Por qué esa decisión? ¿Quiénes y cómo decidían el armado de cada edición? ¿Qué motivó su cese?

 

MRM —“El cadáver exquisito” fue una revista surrealista no por sus contenidos, que no estuvieron limitados a movimientos ni ideologías, sino por su realización concreta. Sin fechas, como bien señalás, sin tiempos determinados de aparición, libre, algo onírica y plasmada más por el azar que por una razón conductora.

Tengo acá el número uno: Director: Osvaldo Moro. Subdirector: Eduardo Bocco. Jefa de Redacción: María Rosa Maldonado. Así fue hasta la muerte de Eduardo. En los  números siguientes, se agrega un Comité de Redacción: Marga Schujman, Gregorio Ganopol y María Rosa Maldonado. En los últimos números, Osvaldo me pasa la dirección y él queda como Fundador.

 

Esto en cuanto a los responsables. La idea de Osvaldo aparece en la tapa del número uno donde lo señala como “periódico”, tal vez por su tamaño. Dice allí bajo el título de El cadáver exquisito probará el vino nuevo: “INFORMAL es un grupo abierto, pluralista y democrático. Su propósito es difundir sin levantar ninguna bandera, pero ante la necesidad de ponerle un título a nuestro periódico, decidimos rendirle homenaje a uno de los  movimientos más importantes de nuestra era.” El contenido, como bien sabés, estaba constituido por poemas y cuentos de autores consagrados junto a otros poco conocidos y hasta inéditos, y, en casi todos los números, la representación gráfica realizada por un plástico de la idea del cadáver exquisito. Colaboraron con sus obras artistas como Osvaldo Svanascini, Cristina Ramos Siri, Silvia Ocampo, Elvira Luciano, Hermenegildo Sábat…

Te decía antes que hubo una época de oro de “Informal”, debo añadir que se debió a una hazaña heroica del grupo. Esto algunas veces ocurre. Hubo un líder que supo hacernos visualizar su sueño, y lo compartimos. Con placer, claro.Pero, ocuparse de la casa, los niños, el trabajo, ir desde Congreso hasta Mataderos a comprar kilos de chorizos, preparar un choriparty, juntar la plata para pagar la edición, pedir las colaboraciones, organizar los contenidos, hacer la pegatina, llevarlo a la imprenta…Como dice Cesare Pavese, “lavorare stanca”.Y, además, todo tiene un tiempo de vida. Un día se fue posponiendo la tarea hasta que quedó postergada para siempre. Sin premeditación. Sin llanto. Como nos vamos despidiendo de cada día vivido. Y sin embargo, todo permanece en ese “lugar” sin espacio ni tiempo que constituye nuestra mayor parte y que apenas atisbamos.

 

4  — Durante unos meses de 2000 coordinaste en A. P. A. C. (Asociación de Plásticos Argentinos Ciegos), en su sede de la Universidad de Belgrano, un taller de escritura para no videntes, lo cual también realizaste entre 2000 y 2002 en el Museo “Eduardo Sívori”, con el auspicio de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Me pregunto cómo encaraste la tarea al principio y de qué modo habrás proseguido, a medida que te ibas asentando en tu rol en dichas instituciones.

 

MRM — La tarea la encaré con entusiasmo (un regalo de los dioses, según los griegos), que es mi condiciónprimordial en relación con la docencia. Y con mi vida.

Y aprendí mucho. En principio, aprendí braille. A escribirlo y a leerlo. No con los dedos sino con los ojos, claro. Louis Braille, que vivió en carne propia la falta de visión, creó ese sistema de lecto-escritura táctil basado en el que un militar llamado Charles Barbier de la Serre, a comienzos del siglo XIX, y bajo el nombre de “escritura nocturna”, usaba  para transmitir órdenes a puestos de avanzada. Braille lo simplificó convirtiéndolo en el sistema universalmente conocido de los seis puntos. Es interesante destacar que se trata de un sistema de numeración binario que precedió a la aparición de la informática.

Tal vez lo más importante que recibí de esa experiencia, fue la corroboración, una vez más, de que las generalizaciones —tan necesarias para la ciencia— son una de las fuentes más peligrosas de error y discriminación: no existen “los ciegos” como categoría humana. Existe la falta de visión en personas particulares, cada una de ellas diferente de las otras, única. Como cada ente particular en la formidable abundancia de los entes. Por otra parte, y también una vez más, constaté cómo las brutas diferencias económicas inciden en el desarrollo de las personas. El sistema braille ha sido incorporado a anotadores parlantes y otros elementos de nueva tecnología que pueden portarse fácilmente e, incluso, adaptarse a las computadoras tradicionales. En la actualidad se dispone de gran cantidad de elementos que facilitan la lectura, el aprendizaje, la comunicación e, incluso, la vida doméstica, para personas con discapacidad visual, ya sean ciegos o amblíopes, pero son muy caros. Desde el elemental bastón blanco, la braille speek, los comunes grabadores de voz, el reloj parlante o un sencillo detector de líquidos para poder llenar una taza sin que se desborde. Todo depende del poder adquisitivo. Sin hablar de las dificultades en el acceso a puestos de trabajo… Aun así, también hay que mencionar que existen instituciones como la Biblioteca Argentina Para Ciegos (entidad no gubernamental sin fines de lucro) y varias otras, cuyo objetivo principal es contribuir a la plena integración de las personas con discapacidad visual a la sociedad.

 

En cuanto a la motivación y metodología en general, no se me presentó ningún problema. Trabajamos con lecturas, música, objetos diversos que iban tomando de una bolsa y que reconocían por el tacto…y después escribían, cada uno con los elementos que tenía a disposición. Incluso manuscrito. Para facilitarles esa escritura, se me ocurrió doblar la hoja por cada renglón como se hace en el juego del cadáver exquisito: a medida que van escribiendo la van desdoblando y queda bien determinado el sitio de la escritura. Como te decía al principio, fue una experiencia enriquecedora y muy gratificante, como lo han sido, y lo son, mis otros talleres y seminarios. Creo que la conjunción de vocación y trabajo es un privilegio que nos libera del absurdo. Pero este es otro tema.

 

5 —“el zumbido de dios” cuenta con prólogo (“Un insecto llamado imago”) del poeta Reynaldo Jiménez, y “atzavara” con un posfacio (“Raíz abisal”) también de Jiménez y de una extensión inusual: veinte páginas. Los que conocemos algo de su obra sabemos cuánto y cómo discierne y profundiza en sus ensayos. ¿Qué nos podrías trasmitir sobre sus análisis a propósito de tu poética?

 

MRM —Primero hablemos un poco de Reynaldo. Sólo un poco, porque sobre él es mucho lo que hay para decir. Multifacético,  talentoso  y “…con esa gracia/ que no tuvo nadie…”, como dice Gonzalo Rojas. Reynaldo Jiménez está considerado como un poeta neobarroco debido a que fue incluido en “Medusario”, la antología de Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefami, que agrupó por primera vez a una serie de autores, originariamente no conectados, que presentaban en sus obras una común tendencia hacia el neobarroquismo. Pero hay que decir que esta calificación no agota ni determina las particularidades de su escritura. El propio Reynaldo, en una  entrevista emitida por el programa “Definición de Savia”, en Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes, Madrid, dice: “En realidad lo mío tiene más que ver con la poesía lírica, en general… con una especie de trabajo con el oído y con la resonancia, más que con la enunciación directa…hacer algo que pueda ser trasladado hacia la voz, emitido en voz alta…Y también con una especie de intrusión de otras lenguas, mezcladas, mixturadas, palabras dentro de palabras…”Gabriel Bernal Granados, en su libro “Musgo”, dice de la poesía de Reynaldo Jiménez: es “un laberinto de mil puertas, se puede entrar a destajo y salir perplejo. Siempre perplejo pero no impune. Lo de Reynaldo es también una búsqueda de conocimiento, de mejora espiritual.”

 

Dentro de sus múltiples actividades culturales está la de haber sido director de la revista-libro “tsetsé” y de la editorial del mismo nombre. Poeta, traductor, creador de eventos poético-musicales, performer, ensayista y un amigo excepcional a quien pedirle algo tan delicado como: podrías escribir unas palabras sobre “el zumbido de dios”? La respuesta fue “Un insecto llamado imago”. Diez años después, repetí la pregunta acerca de “atzavara”, y el resultado consistió en un posfacio titulado “raíz abisal”. Ambos textos con un valor poético intrínseco y, sobre todo el segundo, por su extensión y profundización en el tema, concernientes a la categoría de ensayos. Un placer y un hallazgo su lectura.

 

En cuanto a la relación de esos textos con mi propia creación poética, fueron una magnífica posibilidad de comprobar que se había producido esa extraña conjunción de sentido entre el escritor y su lector y, a la vez, me revelaron aspectos que no había percibido en ellos. El poeta, el escritor, es, en verdad, un escribiente. Como dice Heidegger, en el lenguaje no es el ser humano el que habla sino el lenguaje mismo. Para Umberto Eco: "Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los lectores le sugieren”. Y agrega: “El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, sino, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones? "Esto es válido también para la escritura poética. Una lectura no desautoriza otra diferente. Cuantas más, mejor. Es la expansión del signo más allá del sentido estricto que tiene para cada subjetividad. Alberto Girri, no recuerdo si en “Cuestiones y razones” o “En la letra, ambigua selva”, afirma que la ciencia trata de resolver las ambigüedades, la poesía de crearlas.  Esa ambigüedad abre las visiones que cada lector puede ir extrayendo de su lectura. Y le permite al escritor ir descubriendo aquello que no sabía que iba a escribir.

 

6 — Del francés has traducido textos de Charles Baudelaire, Albert Camus, Jean-Paul Sartre…, y del portugués, poemas de los brasileños Sebastiao Uchoa Leite, Claudio Daniel… ¿Considerás la tarea de la traducción poética como un acto de creación poética en sí mismo?

 

MRM —No he tomado nunca la traducción como un trabajo proyectado y ejercido por si mismo sino que, casi siempre, ha estado en referencia a mi propio placer de traer al castellano textos o poemas que me interesan—o sea, en los que deseo introducirme para apoderarme mejor de su condición indagatoria o estética. En este sentido, ese juego sutil y aventurado que es llevar una construcción lingüística de uno a otro idioma, tiene, como bien sugerís con tu pregunta, ciertas características del acto creativo. Por eso Alberto Girri, que, con gran generosidad y maestría, casi siempre acompañaba sus propias obras con la traducción de algunos poemas de autores consagrados e, indudablemente, admirados por él, en su libro “Lo propio, lo de todos”, le da el nombre de versiones. Allí tenemos Sweeney entre los ruiseñores de T. S.Eliot, Retrato de una muchacha de Conrad Aiken, Trasplante deTheodore Roethke y Dios de nuestros padres de Robert Lowell. Y, en Monodias, nos regala cinco poemas de Robert Graves, sus preciosas versiones.

Sin embargo, una versión no es un poema propio. La indeterminación (libertad?) inicial no es total. Tenemos allí una creación que nos antecede y nos condiciona. Yo (y uso el pronombre personal para deslindar y enfatizar convicciones) no considero que sea un acto estricto de creación poética. Es, sí, algo cercano en donde entra en juego la práctica de un “yo estético” que acompaña al creador en su faena con el lenguaje. También creo que este “yo estético”, por su propia naturaleza fluyente, en constante construcción y transformación, es modificado por el contacto con los nuevos materiales. En esta dialéctica que es el ir y venir con las palabras y los sentidos de una lengua a otra, la ganancia —para el traductor, y tal vez también para el lector— está en relación con el riesgo y la honestidad con que se ejerce el acarreo de materiales. La construcción del nuevo poema, o texto. Incluso la lectura de un mismo poema, en cualquier lengua, por diferentes personas, o por la misma persona en diferentes momentos, también produce versiones.

 

7 — Hay testimonios de escritores que han meditado durante extensos lapsos antes de abocarse de lleno a la concepción de algunas de sus obras: Pío Baroja, Rilke, Malcolm Lowry, Marguerite Yourcenar, Flaubert, Gabriel García Márquez, Azorín, Agatha Christie, Miguel de Unamuno, Jean Genet, Ramón del Valle-Inclán… ¿Te ha sucedido con alguno de tus poemarios, con tus ensayos? Y en tanto sos narradora inédita, extendemos la inquietud a las dos novelas.¿De qué tratan?

 

MRM —La palabra meditar oculta una interesante y radical contradicción: de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, meditar es “Aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo”. Es decir, meditar es pensar. Aplicar nuestras funciones cognitivas conscientes de un modo concentrado e intenso.

Pero, por otra parte, para muchas filosofías, sobre todo de cuño oriental, el objetivo principal de la meditación es concentrarte para, poco a poco, detener la mente hasta liberarse de la conciencia, de su vago e incesante fluir. Es decir, meditar es no pensar. Es llegar a un estado de desprendimiento del yo donde el conocimiento ha dejado de ser una actividad racional, una diferenciación sujeto-objeto, para convertirse en esa experiencia directa que nos revela la unión con todas las cosas. (La física cuántica parece corroborar esta intuición tan antigua.)

 

Entonces, cómo medita su obra cada creador? Pensando, durante un tiempo más o menos prolongado, cómo llevarla a cabo? Discurriendo el modo de enfocar el tema? Decidiendo formas y contenidos? Desarrollando mentalmente la trama hasta el final? O dejando que su inconsciente madure aquello que él no sabe, pero intuye, que debe hacer? Cómo, digamos, armoniza su pensar con su no-pensar?

 

El procedimiento de cada subjetividad es único y sólo podemos guiarnos por sus propias declaraciones. Creer en su palabra e indagar en sus silencios, ya que lo no-dicho tiene tanta presencia como lo nombrado.

Por mi parte, nunca tuve método ni horario en relación a la escritura. Uno de mis roles, y no el menos practicado, ha sido —y sigue siendo— el de ama de casa. Las tareas domésticas no me incomodan ni perturban, al contrario, las realizo con agrado y son una viable actividad física, muchas veces silenciosa, que me permite abstraerme y conectarme con ese pensar no-pensar de donde nacen los poemas. Cuando nacen. Porque el estado de poesía, para mí, abarca mucho más que la estricta escritura del texto poético.

Habrás notado, Rolando, lo exigua que es mi lista de libros publicados. Y la lejanía temporal entre ellos. No estoy tratando de ser poeta ni escritora, ni nada. Las cosas van aconteciendo y yo siento la disposición y el placer de que eso ocurra.

En cuanto a las novelas, el deseo de expresarme a través de ese género, viene de mucho tiempo atrás, pero sólo hace aproximadamente cinco años que comencé a desarrollarlo. La primera novela se concretó en tres meses. Temas personales. La guerra civil española. Mis padres. Las calamidades que supone todo enfrentamiento bélico. Fue placentero y doloroso escribirla. Está bien, ya está hecho. Era mi iniciación en el género y tuvo su público: mi familia. 

Después escribí muchos textos, comienzos de otras novelas, hasta que llegó el tema con el que sentí que despegaba de la catarsis y la memoria y comenzaba un proceso de creación abierto. En esa novela estuve trabajando más de dos años, y sigo corrigiendo. Y otro tema se inició que me genera mucha expectativa ya que no sé qué va a pasar allí, en la escritura. Ese lugar maravilloso donde todo es posible.

 

8 — ¿Las poéticas de quiénes, muy diferentes a la tuya, te atraen mucho? ¿Y las de quienes, con las que te identifiques, más admirás? Y en los dos casos, ¿por qué?

 

MRM — Me resulta muy difícil evaluar las poéticas en relación a mi propia escritura, ya que ésta es la menos perceptible para mí misma. No he adherido a escuelas —al menos no conscientemente— ni seguido a maestros. Al contrario, creo que toda la poesía leída y admirada ha dejado su rescoldo activo en mi propia creación, me sienta más o menos cercana a lo que llamamos usualmente estilo.

Tal vez podría intentar separar las poéticas que me han extasiado (producido placer estético) y siguen haciéndolo, desde otra perspectiva: las admiradas en sí mismas y por sí mismas, y las que, además, me han provocado un íntimo sentimiento de empatía en referencia a sus autores que va más allá de lo estético. Aunque esto no cuente en la apreciación de la obra.

Entendida así la diferenciación, veamos algunos nombres. Me atengo a una memoria espontanea y me limitaré a no más de diez poetas ya que la lista completa seria un desatino.

Primer grupo: Ted Hugues, Wislawa Szymborska, Antonio Cisneros, Alberto Girri, Leopoldo María Panero,  Paul Celan, Sylvia Plath, Ferreira Gullar, José Lezama Lima…

Segundo grupo: Tomas Tranströmer, Héctor Viel Temperley, Gonzalo Rojas, Juan L. Ortiz, Jacobo Fijman, Antonio Gamoneda, Cesare Pavese, Georg Trakl, Robert Bringhurst…

Pero, Rolando, más allá de esta clasificación ad hoc con la que intento dar una respuesta a tu pregunta, cada poeta nombrado es un caso único y singular. Al igual que su obra.Y, cada una de ella, junto con las numerosas no mencionadas, significa un universo de sentidos, emociones y asombros que me brindan su compañía en el camino. Quiénes seríamos nosotros si no hubieran estado ahí —si no estuvieran— ellos, los poetas?

 

9 — Transcribo del volumen “De un día a otro” de Ricardo H. Herrera (Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1997): “Degradada socialmente, convertida en solitaria vergüenza individual, la palabra poética ha caído en estado de desgracia; vive como si no tuviera futuro. Condenada a negarse a sí misma, a aborrecerse incluso, a experimentar el dolor de habitar un tiempo sin sentido, sin contenido; así subsiste. Desarraigada del paisaje y del destino, perdida su ascendencia mítica, desplomándose en la mudez; de este modo comparte los infortunios de la pobreza.” ¿Adherís a esta visión? ¿Añadirías, retrucarías…?

 

MRM — No he leído “De un día a otro”, y, así, descontextualizado, es difícil comprender la totalidad de sentido del párrafo. De todos modos, como vos decís, parece tratarse de una visión. O sea, una apreciación personal, ideológica. En todo caso, no una afirmación justificada por la aplicación de un método consensuado. Simplifico: no es ciencia sino opinión. Y, tratándose de una opinión, nada hay para retrucar aunque no se comparta lo expresado. Se trata de la percepción personal que Ricardo H. Herrera tiene (o tuvo en 1997) de la palabra poética y su estado (de desgracia) en un tiempo sin sentido.

 

A qué se refiere? A un momento histórico particular? Al siglo pasado? A una crisis planetaria? Sólo puedo suponer, y eso significa entrar en un  juego de razonamientos falaces.

La percepción de lo que denominamos realidad, y de cada una de sus parcialidades, depende de las significaciones y preconceptos que todos tenemos sobre ella. Caso contrario, enmarañados en la inagotable multiplicidad en la que estamos insertos y de la que formamos parte, no podríamos percibir nada.Así, lo que esperamos encontrar allí será, de alguna manera, lo que encontremos. Y, por lo tanto, lo que entendamos por palabra poética determinará nuestra percepción acerca de su presencia y abundancia.

 

Por mi parte creo, como dice Gabriel Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”. Y de presente. Corroboro su presencia cada día en la numerosa edición de libros de poemas, en su mayoría publicados a cargo de sus autores; en la profusión de talleres, concursos y cafés literarios; en el surgimiento de nuevas editoriales independientes que se animan a luchar contra el sistema; en las revistas de poesía que se encuentran en librerías y quioscos; en la ingente cantidad de páginas, blogs, revistas virtuales, materiales subidos a facebook, linkedin, twiter, y, en fin, a toda la web en general. No alcanza el día para leer tantos poemas. Para conocer a tantos poetas. En muchos casos, singulares y admirables. Y todos, poetas y divulgadores, trabajando “por amor al arte”. Como es tu propio caso.

 

Tampoco creo en el mito urbano del “poeta oculto” o “la vergüenza de ser poeta”. Cuando se llena una planilla en la que se debe asentar el oficio, por supuesto que va a figurar abogado, peluquero, médico, profesor, etc. La razón no es que se avergüence de ser poeta, sino que nadie —o casi nadie— vive de la poesía. Me consta que somos muchos los que intentamos serlo, y lo manifestamos sin titubeos por el simple hecho de mostrar nuestras obras.

 

Y, en cuanto al tiempo sin sentido —pesimismo, escepticismo o nihilismo—, son modos de la sensibilidad humana que se han manifestado desde siempre, al igual que sus opuestos, en la historia de la humanidad. Baste mencionar, en tiempos cercanos, a dos pensadores tan importantes como Arthur Schopenhauer o Émile Michel Cioran. Y a sus contrarios: Henri Bergson y Max Scheler, por ejemplo.

Sin duda, no estamos en el Paraíso. El hombre no habita el mejor de los mundos. No voy a enumerar, todos conocemos las calamidades, las vemos y oímos, e incluso las vivimos, todos los días. Camus, nos habla del absurdo. Nos explica que entre los deseos de absoluto que subyacen en el hombre —vida, amor y verdad—  y la realidad, hay una escisión insuperable. Y que esa injusticia es la madre de todas las injusticias. La vida es la condena de Sísifo, o sea, el trabajo absurdo. Y, sin embargo, Camus encuentra la salvación en los sentimientos de compasión y solidaridad. Sísifo no está solo subiendo la empinada cuesta, está con-los-otros, los que como él, llevan adelante la dura tarea. Y la perspectiva segura de la muerte. Pero en ese ascenso en comunidad, son iluminados por el sol de mediodía. Los valores que dan sentido a nuestras vidas no son abstractos universales flotando en el mundo de las ideas. Cada ser humano colabora en la tarea de encarnarlos con sus propios actos y decisiones como, por ejemplo, quedarse en la ciudad apestada, luchando para mejorar las cosas, compartiendo el destino común. Adhiriendo a la resistencia. Eso creo. Además, somos tan jóvenes!

 

En lo que Carl Sagan llama “Calendario cósmico”, que es una escala en la que el período de existencia del universo, desde el big bang hasta ahora, se extrapola a un calendario anual, los humanos aparecimos el 31 de diciembre a las 22.30 horas y hemos llegado tan sólo a las 24 horas. Tan limitada es nuestra perspectiva. Pensar en esto tal vez nos haga, como Sagan dice, un poco más humildes.

 

 

María Rosa Maldonado selecciona poemas de su “atzavara” para esta entrevista:

 

 

noche de las diatomeas: una meditación                                    

I

 

sílice

en la charca   

                      diminutas   mitades    cerradas   espinescentes

 

por el azul perfecto del espacio   avanza

el humo de los papiros

 

has estado ahí

 

migración    tras migración

entre los suaves pliegues de lila   devorando

esa oscura materia:

tu propio cuerpo cedido a la mutación  y el tránsito

 

vipassana bhavana

vipassana bhavana

 

 

lo que ves    ahora    es la primera noche de los cielos

sus enjambres protistas      

                                        noctilucas

 

girando en torbellino

 

el  hidrógeno de la gran explosión

la nada

                abandonada a su luminiscencia

 

 

 

II

 

hialina  oscuridad                                                                                      

en los astrocitos   fulgores  de berilo

 

es esto el atman?     lo real intangible? 

agua para el culto?

 

(plancton debajo de la lengua)

 

la postura 

—saber sin oscilaciones—

aparece con el desprendimiento

 

fosa ilíaca derecha:

                                 la resurrección

izquierda:

                        crecimiento de las diatomeas  

cenozoicas cajitas de cristal 

 

su multiplicidad sin límite

 

                                               manando

en la abisal  caída

 

para el desplazamiento:

                                       nitrógeno de nautilo

—tantos millones de años en el gozo del mundo—

 

así

      hundirse  uno    buenamente       en el océano de eso

 

 

 

III

 

sumersión    dulce     —o salada—

el agua es una tisana

 

donde te meces en suave maceración

un alcohol aromático

                                  desciende por la costa del útero  

 

hipoxia   hipoxia   anoxia

agua lustral     funeral   

del amnios  a la grieta del deshecho

 

aquí es donde todo se detiene

 

en la lejana superficie una pradera de luz 

                                              infiltrada de   florescencias

 

manchas de klimt:

 

cinias     amapolas     gencianas 

malvas    lirios      

                            acacias   tulipanes

 

o   asterionellas  eucampias    cymbellas   fragilarias

vivos silicios  microscópicos vistiendo de lujosa pedrería

 

tu advenimiento

                                 al reino

 

qué reino?

a través de la cortina

el sol dibuja flores en el aire del cuarto:

 

cinias   gencianas  amapolas  

 

 

*

 

 

ontario hace pie en el sueño

 

 

II  el desfiladero de la adivinación

 

 

sobre la clara  oquedad del mundo arktos finge soñar

su interminable invierno

 

desde ese borde nos observa la nada

 

          morosa     morosa     se desliza

como un armiño (rata armenia)  por  la cripta del lago

 

          hunde   sus dedos    infalibles

 en la  garganta     del río     de los muertos

 

dice:

 

           para la gran migración

 

no está  previsto  ni barquero ni barca

 

tan sólo   un ojo   vivo    en la  boca del lobo

 

una  nube de espuma en el alma del córtex

 

el frío

               clausurando  una a una las puertas

 

 

y  la grieta de la resurrección

                                          con su celda nupcial  y

 

sus reales crisálidas de fuego

 

 

 

 

III

 

(figura en  blanco)  la marcha de los lobos

 

 

hacemos el camino en enorme silencio     bajo

la lisa cúpula

                           del aire

 

sobre el indiferente suelo de esta tierra

 

asediamos  nuestros propios perfiles   buscando:  

el gran deslumbramiento      la opacidad    y

 

finalmente    la caída     —bajamar de los mundos—

pero  el deseo no muere   (cuando clava el aguijón)   como la abeja

sino que se acrecienta     posee

 

la codicia imperiosa del  abismo

 

incoloro e inerte

 

nos rodea el argón 

como   una  joya    azul  

 

como un traje de fiesta en la noche del polo

 

con sus núcleos de hielo y aguas subterráneas

por donde  fluye   la luz       del      caribú

 

fantasma

 

                 del alimento consagrado

 

que nunca alcanzaremos

 

 

 

*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, María Rosa Maldonado y Rolando Revagliatti,2014.

 

http://www.revagliatti.com.ar/011010.html

http://www.revagliatti.com.ar/030331.html

Museo Eduardo Sívori

lectura María Rosa Maldonado, Lola Nieto y Carolina Jobbágy. Librería Pròleg. Parte II - 2014

Sonia Rabinovich: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Sonia Rabinovich nació el 5 de marzo de 1955 en Córdoba, donde reside —Barrio Villa Belgrano—, capital de la provincia homónima, la Argentina. Es Profesora y Licenciada en Letras Modernas (1975) por la Universidad Nacional de Córdoba. Desde 1984 coordina talleres de creación literaria. Dictó seminarios sobre Julio Cortázar, Clarice Lispector, Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges. Participó en Congresos, Festivales, Simposios efectuados en su país, así como en España y Estados Unidos. En diarios y revistas nacionales —“La Voz del Interior”, “Alguien Llama”…— y extranjeros —“Movimiento Actual” de México, “El Alambique” de España, “Orizont Literar Contemporan” de Rumania—, y en antologías y volúmenes compartidos, fueron difundidos sus poemas y ensayos. Fue traducida parcialmente al rumano. Ha sido jurado en concursos de cuento y poesía. Entre 1989 y 2013 aparecieron sus poemarios “Palabra de mujer”, “Poemas para conjurar el miedo”, “Late Jerusalem” (con pinturas de Carlos Alonso), “Versión libre del paraíso” (2º Premio “Fundación Argentina para la Poesía” 1999), “Los nombres de la herida” (2º Premio Concurso Nacional “Luis de Tejeda” 2002), “Escrito en la espalda”, “La barca de las especias” y “Mujeres rotas” (Mención Concurso Nacional “Luis de Tejeda” 2011).

 

1 — Varias veces viajé a tu provincia y en dos ocasiones estuve en tu ciudad, hace bastante tiempo. Apuntando a nuestros lectores más remotos, Sonia, ¿nos la describirías (y te describirías en ella), nos ilustrarías sobre aquella capital de los sesentas y de los setentas, y así siguiendo hasta la actualidad? Además de residencial, ¿cómo es Villa Belgrano?

 

          SR —Córdoba es mi lugar en el mundo, más allá de haber nacido acá; experimenté al volver de algunos viajes que no me gustaría vivir en otro lado; lo digo puntualmente en un poema que fue escrito en una de esas ocasiones: “Camino mapas y vuelvo desalmada/ a buscar entre tus brazos/ calicanto y neón para el amparo // envuelvo mi nostalgia en el infierno de árbol/ que es Saldán a esta hora de las ganas/ cuando las arrugas del agua/ trepan el muslo templado de la piedra/ y seducen su mítico cansancio// Me dejo llevar impresionista hasta Van Gogh/ pintando la hojarasca en jarrones de sueños/ por las siestas junto a Villa Belgrano/…Cómo saber por qué todo me llama/ si es una plaza un cielo una cañada/ con un hilo de voz como la mía/…”

Dentro de la misma capital de la provincia me mudé de casa varias veces, sin embargo me siento perteneciente a Villa Cabrera, barrio donde transcurrió mi infancia y adolescencia, y al que llegué cuando era casi campo y donde ni siquiera el ómnibus del jardín de infantes entraba. De aquella primera vida, dentro de todas las que viví, recuerdo el río cerca y las incursiones por las siestas con mis amigos, botella en mano buscando mojarritas, mientras los adultos dormían. La felicidad de sentarme en el asiento secreto que se abría en la parte del baúl de la voituré de mi abuelo.

          De los setentas te puedo contar de la Córdoba universitaria y rebelde, sobre todo en Filosofía y Humanidades, donde cursé desde el ‘71 al ‘75, universidad por la que ganó el nombre de “la docta”, con profesores de alto valor académico.

En Villa Belgrano estoy viviendo hace poco; es residencial, pero a su vez está cerca de centros comerciales y una avenida muy concurrida; un poco más alejada está la zona que nombro en el poema de los arboles otoñales.

 

2 —En una oportunidad, participando en el Encuentro Regional de Literatura organizado en 1983 por la Secretaría de Cultura de tu provincia, presentaste una ponencia: “Miguel Iriarte, el teatro cordobés en el contexto nacional”.

 

          SR —En ese entonces era asidua concurrente al teatro que se realizaba en la ciudad, y fui a ver todas las obras de Miguel Iriarte porque me parecían por demás representativas de lo regional. Una de ellas se llamaba “San Vicente Superstar”, aludiendo a un barrio típico y popular de la capital, al que se lo denomina también la “república” de San Vicente, y a la hora de decidir una ponencia —era la primera vez que me presentaba en un Congreso— se me ocurrió entrevistarlo a Miguel Iriarte y hablar de nuestro teatro.

 

3 — Sobre la poética de Roberto Juarroz (1925-1995) te has ocupado, acaso, principalmente. En el Tomo I de “El hispanismo al final del milenio”, aparecido en 1999, se incluye un trabajo tuyo sobre él.

 

          SR — A Juarroz tuve el privilegio de escucharlo por primera vez en un Congreso en Buenos Aires, me lo había presentado el poeta Héctor Yánover [1929-2003]; después de su lectura quedé atrapada, su poesía tiene que ver con la filosofía, y sobre todo con la filosofía oriental de la que abrevé durante muchos años y puse en práctica cuando cursé el profesorado de yoga y tuve contactos con maestros de diversos lugares. Desde allí había tomado conocimiento de la existencia de la cábala o kabalá, y me enamoré (al igual que Borges) de pensar el valor que se le daba a la palabra, la potencia de sus signos. Tomé contacto con la poeta y ensayista Laura Cerrato —su mujer—, confirmó mi apreciación hablándome de las lecturas que ambos habían realizado, me envió un material inédito sobre Juarroz y un cassette que él grabó —el poeta Antonio Requeni también me había aportado un material riquísimo—. Fue una experiencia maravillosa dictar un seminario en su honor y presentarlo como ponencia en dos Congresos, aquí y en España.

 

4 — Tendrías treinta y un años cuando integraste la comisión coordinadora de la primera Feria del Libro del Autor Cordobés. ¿La evocarías? ¿En qué aspectos considerás que ha ido evolucionando la Feria?

 

          SR —Cuando me convocaron para integrar esa primera comisión, lo hicieron desde un lugar de representación de los talleres literarios, como coordinadora de uno de los pocos que en ese entonces funcionaban. Fue una iniciativa de la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba. Nos reunimos desde distintas áreas de la cultura. Invitamos a las editoriales cordobesas. Fue totalmente a pulmón; nos habían cedido un espacio céntrico y nosotros mismos armamos las estanterías para ubicar los libros y algunos de los carteles alusivos.

 

Si debo compararla con la Feria del Libro actual, ya después de tantos años se amplió no sólo en espacios alternativos, en temáticas diversas, sino que se transformó en una Feria de librerías que contempla todo tipo de volúmenes, y de actividades que incluyen autores del país y del exterior, en algunos casos abarcando todos los géneros literarios, además de espectáculos poético-musicales, narrativa oral, teatro para niños...

Es una alegría haber participado en lo que fue el primer intento de un proyecto que pudo proseguir y ampliarse en las sucesivas ediciones.

 

5 — Has incursionado en radio. “La Palabra Secreta” se llamaba el programa que produjiste y condujiste en 1994 en LV2. ¿Cómo lo armabas, Sonia? ¿A qué autores entrevistaste?

 

          SR —“La Palabra Secreta “ significó para mí mucho más que un programa radial. Sucedió que con motivo de la presentación de un libro me llamaron para entrevistarme en un programa de la entonces LV2, y en el transcurso de la charla se acercó el director de la emisora, se quedó hasta que concluyó y me ofreció realizar un programa semanal con autores de Córdoba. El armado del programa me demandaba toda la semana, porque leía la obra de cada autor (tanto poetas como narradores) y los invitaba el domingo a la tarde a conversar sobre la misma. La música que seleccionaba tenía que ver con el o los temas que se iban a tocar. Recorría las editoriales requiriendo ejemplares para regalar, al final de cada programa, a quienes llamaban por teléfono con preguntas para el autor. Hasta que la radio cerró, cambió de espacio físico y yo comencé a dedicarme más a la coordinación de talleres y el dictado de seminarios. Por allí pasaron poetas como Susana Cabuchi, Aldo Parfeniuk, ensayistas y narradores, María Paulinelli, Juan Coletti, Andrea Guiu, escritores de literatura infantil como María Rosa Finchelman; también recuerdo haber dedicado programas enteros para hacer homenajes a escritores como Julio Cortázar, con textos leídos por el propio autor, música de jazz y escritos de otros autores acerca él. Lo mismo sucedió con Borges, con Olga Orozco, con Alejandra Pizarnik...

 

6 — “AMIA in memorian” se tituló la muestra de plástica y poesía en la que participaste en 1995.

 

          SR —En ese año, dos artistas plásticos reconocidos en nuestro medio, Edith Strahman y Gonzalo Vivián, habían pintado cuadros de gran formato con motivo del atentado terrorista en la Asociación Mutual Israelita Argentina. Convocaron a varios poetas para la muestra: Arnaldo Bordón y Susana Romano Sued, entre otros. Los poemas fueron impresos en un tamaño considerable al lado de cada obra. Luego se abocaron, a través del poeta Julio Castellanos y su Editorial Argos, a la publicación de un volumen testimonial.

 

7 — ¿Seguís coordinando junto a Leonor Mauvecín un ciclo de lectura de poesía y narrativa llamado “De Puño y Letra”?

 

          SR —Ya no. Esos encuentros fueron consecuencia de un ofrecimiento de una ex–integrante de mi taller que tenía la concesión del bar de un hotel céntrico. Fue un ciclo que combinaba, además de lecturas de poesía o cuentos breves: música y café. Estuvo fantástico, y con gran afluencia de público.

 

8 — A través del Grupo Editor Shalom, en 1997 aparece tu poemario “Late Jerusalem” con pinturas del gran Carlos Alonso (1929). ¿No hay edición electrónica?

 

          SR —A poco de volver de un viaje a Israel, comencé a garabatear aquello que distaba de ser la experiencia mística que yo había tenido, como nos sucede cuando la palabra no alcanza (casi siempre) a decir lo que queremos trasmitir. En una conversación telefónica le comenté esto a un poeta amigo que me contó que Carlos Alonso recién volvía de un viaje a Israel y que estaba pintando .

Al tiempo lo llamé a Alonso para decirle que necesitaba ver cómo había pintado aquello que yo había experimentado y escrito. Con una generosidad extraordinaria me invitó a su atelier y me mostró cuadro por cuadro, enormes paisajes de arena que desbordaban la tela, caminos y pasadizos de intenso colorido que provocaron a la poesía apenas regresé a casa, de modo que ya tenía no sólo los poemas escritos a Jerusalem, sino también los concernientes a Carlos Alonso y sus cuadros. A partir de su lectura de mis textos surgió la idea del libro conjunto. En el interín presenté en Córdoba un libro de la escritora Manuela Fingueret. Ella leyó mis poemas y me puso en contacto con la Editorial Shalom en Capital Federal. Y fue allí donde Alonso se ocupó personalmente de la diagramación de la tapa junto a la editora. Lamentablemente no hay edición electrónica del libro y sólo quedan algunos ejemplares dando vuelta.

 

9 — Puesto que, según advierto, has sido incluida en, al menos, una antología de cuentos —“Bajo llave” (1994)—, incursionaste en la narrativa. ¿Tenés algún volumen inédito de cuentos o relatos? ¿Y poemarios a la espera de edición?

 

          SR —“Bajo llave” se tituló así porque incluía cuentos de un grupo de poetas, el grupo Aiquén, compuesto por Esther Ramondelli, Susana Lobo, Arnaldo Bordón y Angélica Garay, cuentos  que  nunca  habíamos publicado y los teníamos guardados. Además de los allí incorporados, hay otros, inéditos, de distintas épocas. Ahora justamente estoy con un proyecto en narrativa, sin tiempo ni obligación de escritura, una idea que ya veremos cómo se plasma.

En este momento está en edición un volumen con mi obra reunida, proyecto que surgió de la Sub-Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba. Fue algo inesperado para mí, un honor inmenso, porque ediciones anteriores, a modo de reconocimiento a la trayectoria, les fueron otorgados a Alejandro Nicotra, Rodolfo Godino y Julio Castellanos. En mi caso se incluirán los poemarios editados entre 1989 y 2014 y dos libros inéditos. Cada uno de los diez que contiene la obra reunida lleva un prólogo, los que fueron solicitados por el grupo de cultura de la provincia a Silvia Barei, Raquel Garzón, Fernando Toledo, Alfredo Lemon, Leonor Mauvecín, Leandro Calle, César Vargas, Marcela Rosales, Hugo Rivella y Antonio Requeni, de altísima calidad literaria y profundidad crítica todos ellos.

 

10 — ¿Damos a conocer ese grupo literario, “Heptagonal”, al que pertenecés? ¿Quiénes lo integran o integraron, qué han ido produciendo y socializando?

 

SR — “Heptagonal”, siete agónicos poetas (como nos caracterizó al presentarnos una vez la Dra. Lila Perrén de Velasco) que nos juntamos desde una admiración hacia la poesía del otro, Leonor Mauvecín, Julio Castellanos, Alfredo Lemon, César Vargas, Liliana Levín, Leandro Calle y yo (en su momento perteneció al grupo Rafael Velasco, que ahora vive en Buenos Aires). De mucho café, lectura, vino y asado, surgió un libro que incluye un CD con poemas leídos por cada uno de nosotros (el libro lleva como título el mismo nombre que el grupo), y una carpeta de poesía, “Tema Libre”, ilustrado bellamente en tapa con un árbol de la vida, de la plástica cordobesa Hilda Zagaglia. El grupo participó en numerosas mesas de lectura en la Feria del Libro de Córdoba.

 

11 —De una introducción de Jorge Dubatti a la obra del dramaturgo Mauricio Kartun, transcribo: “Primero hay que fluir —sostuvo Kartun—, bajo la hipótesis narcisista y omnipotente de lo bien que lo hago. Después, hay que corregir en estado de humillación. Trabajo siempre en ese estado dialéctico entre el pavo real y la cucaracha.” ¿Algo que añadir a esta contundente manifestación?

 

SR —Tal vez escriba y corrija en ambos estados a la vez en la mayoría de los casos. En realidad, prefiero pensar como cucaracha, por la posibilidad de que algún verso o párrafo sobreviva a los cataclismos, y no como pavo real porque entiendo que si miro mi vida tomando distancia y llego a vislumbrar la ondulatoria geometría que me traslada de la vida a la muerte, sé que lo que hago solo me ayuda a mí a fluir desde una fina grieta desde mi interior, en éxtasis, y en éntasis cuando encuentro lugares internos, desconocidos hasta entonces, y los puedo iluminar desde la palabra como autoconocimiento y reflexión de nuestro ser en el mundo. La omnipotencia no me permitiría hacer mía, como lo hago, una idea de Octavio Paz: “Para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. Lo contrario sería la soberbia, propia de la inseguridad, que mira a los demás desde arriba para sentir una importancia ficticia.

 

12 —¿De qué universo surge “Mujeres rotas” y cuáles fueron las imágenes generadoras?

 

SR —Surge desde mi propio universo femenino, captando el dolor, la vida dolorosa de algunas artistas (el libro comienza con un poema dedicado a Frida Khalo, Edith Piaf y Clarice Lispector), para luego extenderse en forma más íntima a mujeres dentro de mi universo personal, incursionando también en el árbol genealógico.

 

13 —¿A dónde te llevan “retractación”, “estipendio”, “ínfulas”, “inanición”, “aunados”, “desidia”?

 

SR —Solamente “aunados” no necesitaremos utilizar ninguna de las otras palabras. (Lo que no estaría demás sería un estipendio adecuado para aquellos que ejercemos la docencia o participamos en la cultura, algunos de los cuales, a futuro, podrían llegar hasta la inanición, física por supuesto, ya que la espiritual se encuentra, en la mayoría de los casos, por demás nutrida.)

 

14 — En un artículo que hace ya unos años escribió el poeta peruano Julio Ortega, declara: “Amo la luz de Garcilaso, la vehemencia de John Donne, el fuego apagado de Baudelaire, el silabeo de Emily Dickinson”, y dos párrafos después menciona “la visión de Wallace Stevens, el arabesco de Zanzotto, el fulgor de Celan, el ardor de René Char, el paladeo de Lezama”. ¿Cómo caracterizarías las poéticas de otros autores?

 

          SR —La magia oracular de Olga Orozco, la inanición transgresora de Pizarnik, la sumergida oriental de Roberto Juarroz, la búsqueda mítica de Horacio Castillo, la honda soledad intelectual de Borges, la dolorosa rebeldía de Glauce Baldovín, el humano estallido de Whitman, la alucinada mordacidad de Allan Ginsberg, la poesía y el poema en la savia del árbol de la vida de Octavio Paz, la desoladora heteronomía de Pessoa, entre otros maestros del camino.

                             

15 —¿Por qué no preguntarle a alguien que hasta donde yo sé no ha incursionado en la poesía experimental (visual, electrónica, fonética), primero si efectivamente no lo ha intentado, y segundo, qué opina, qué rescata?...

 

          SR — No incursioné en ella. Leí algo, como las iniciativas del llamado “Slam” en Estados Unidos o bien algo de poesía minimalista, por no hablar de la vanguardia, que en su momento fue experimental y de la que solo sobrevivieron como elementos creativos los famosos manifiestos (puedo quedarme también con un poema de André Bretón para ser justa conmigo misma).

En realidad, pienso que la poesía de por sí es experimental (nunca acabamos de decir lo que queremos decir y buscamos la forma más original de hacerlo para que diga más, y a su vez es plurisignificativa en la mayoría de los casos, porque cada quién la lee desde su propia captación del mundo).

 

16 - ¿Qué te indigna? ¿Qué, además de indignarte, te enfurece?

 

          SR –Me indigna todo lo que es indigno del ser, la violencia en todas sus formas, la desigualdad, la injusticia; la estupidez también me indigna, igual o más que todo lo anterior. Cosas terribles suceden en este mundo por la estupidez, cosas irreparables por la falta de conciencia y de crecimiento espiritual. Todo esto me enfurece muchas veces, pero mayormente me produce impotencia.“Y qué hago yo aquí, soñando como Lennon sin bala …”, me pregunto en el poema “Pero esto no era”:

 

 

Pero esto no era

                                                          “afuera está lloviendo en otro idioma”

                                                                           Jorge Boccanera

 

Este poema fue soñado.

Un jazmín extendía sus pétalos

y absorbía el olor a piel chamuscada.

Era Londres. Era Madrid. Era Irak.

Era Tel Aviv. Era Buenos Aires.

El humo cubría las órbitas vendadas.

Por las avenidas, falanges sueltas

tocaban las vidrieras de Tiffany y Cartier.

El planeta azul con su conciencia gris, ennegrecida.

 

No hay sonidos.

Celulares pegados a caras

con bocas que se mueven.

¿Quién puede mirar tu ojo

que tiene una sola lágrima

donde se refleja el horror?

¿Cuándo fue mejor?

Había otros trenes

que desembocaban en alambres y chimeneas,

aviones que terminaban en lago al fondo.

Perdón Mallarmé, ¿Volver a las palabras de qué tribu?

Huí, dobro, todo adjetivo mata.

 

La idea es el invisible

donde ajustar al hombre, su cama de Procusto,

y los hombres son azules o verdes o violetas,

tienen ramas y raíces

y pájaros que les nacen

cuando quieren ver más lejos y volver.

Y qué hago yo aquí

soñando como Lennon sin bala

desde este margen, con un poder

que no le sirve a nadie,

desde esta palabra que nunca será esclava,

en este mundo que desde hace cincuenta años

me perfora el cerebro.

 

¿Seremos lamidos por las fieras

en el bosque de la ambición?

 

La Gran Sacerdotisa

no atina a leer el oráculo.

No se disipan los fuegos.

Las cenizas entraron en los ojos de los vivos.

El jazmín del sueño crece al margen

y sabe que nunca llegará al lugar del deicidio.

 

Pero esto no era.

 

Si digo, Gianuzzi, solo lo que veo,

muy cerca, en un plasma a color,

una lata roja de dos pisos

con el techo abierto al cielo de la muerte

y micrófonos que buscan

seres humanos inexistentes.

Lejos, imagino y no veo.

Dicen cincuenta y cinco, dicen heridos.

Digo Primavera Otoño Invierno

otra vez primamuerte.

Una sola digo y es suficiente.

Veo, veo, Gianuzzi

pero eso no es el poema.

 

Soluciones individuales:

Gauguin en la playa con las morenas

y su edén personal.

Picasso transformando amores

en vaginas dentadas.

Una caja con una oreja en un prostíbulo

y un girasol en la tela.

Rimbaud en África con melena de león.

Pessoa plurificcional, heteroinfeliz,

multisolitario, uninónimo y final.

Neruda abrazándose a los mascarones de proa del living

cuando Matilde se escondía detrás de la pared.

 

Los cuerpos se mueven adentro de cánticos de alabanza.

Otros cuerpos se mueven en canchas

donde un nuevo hoyo es una nueva frontera.

 

Pero esto no era.

 

Era otra cosa, siempre es otra cosa.

Siempre es lo que no se ve

y es todo tan flor de cactus y arañita

que desde este margen

te aprieto la mano

sabiendo que Bradbury, Wells y Orwell

lo veían sin pantalla

en el margen de su imaginación.

 

Este poema nunca fue soñado

porque no es este.

El dolor te llama en cada idioma,

te llama por nombres que otros les pusieron.

Silencio, silencio

este margen llama a silencio.

 

 

 

17 —¿Qué corrientes poéticas del siglo XX te han parecido más interesantes? ¿En cuál de ellas consideras que se inscribe tu tendencia?

 

          SR —No creo en las corrientes poéticas, no me interesan los “ismos”, solo me interesan los poetas y propuestas poéticas que me movieron y me mueven el piso, las que me con-mocionan, me emocionan con los temas, las palabras, el estilo, las imágenes que sustentan esos poemas, en las ideas que les dan cuerpo y nos hacen tambalear los esquemas, nos hacen temblar y desistir muchas veces de la propia escritura.Por lo tanto me encantaría inscribirme en esas tendencias .

 

18 — ¿Cómo te parece que afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, estar lejos de lo que para vos constituya el ideal?

 

SR — No tengo metas o ideales a nivel profesional; estoy por demás agradecida por el solo hecho de haberme sido permitida la palabra como un modo de recorrer el camino, como una forma de religión posible, una mirada personal hacia el mundo al que llegué causalmente y en el que fui golpeada por el dolor y reconfortada por el goce. Eros y Tánatos de los que está compuesta la vida y traté de traducir en la escritura.

 

19 — ¿Tu mundo onírico alimenta a veces de manera directa tu forma de escribir?

 

SR — Creo, siento, que mi poesía surge de experiencias concretas con el entorno, con otros seres. Si, tal vez imaginando qué pueden haber sentido o experimentado otros personajes, otras personas, en esos casos más que a la emoción apelo a la creatividad. No, definitivamente no considero que lo onírico haya influido en mi escritura.

 

 

Sonia Rabinovich selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

 

 

Quién tocó tus labios entre los hilvanes de la niebla

y los untó con aceite de ciervo apuñalado en medio de la noche.

Quién dice no importa más que esta palabra

que te mece de frío a trópico de pasión a muerte.

Quién dijo asomarse a la orilla del mundo, descubrir

quién dijo descubrir la piel caída de costado

la piel y carne viva al margen de todas las fronteras.

Quién dijo eso es el hombre, solo eso es el hombre.

Quién te tocó la boca y los dientes

para que aprietes la palabra y la rompas sobre la hoja.

Quién te sopló en el pecho y en los ojos

para que con eso te sea suficiente.

                                                                                                                       (De “Los nombres de la herida”, 2002)

 

 

 

IV

 

Ella no mira su cara,

sabe que él escribe un mundo

porque un haz luminoso se deslíe

sobre la piel del hombro,la nuca

y descorre lo inoportuno de un cabello.

Ella está quieta,

respira lento

teme disipar el mantra

que él repite, vértebra por vértebra

hasta llegar a la cintura.

 

Nadie sabe leer.

Analfabetos en el paraíso.

                                                                                        (De “Escrito en la espalda”, 2005)

 

 

*

No puede moverse,

teme que las letras caigan,

que las palabras se destiñan

con la humedad,

que resbalen y formen otro texto.

No quiere moverse,

pero escucha el reloj

y escucha el viento

y Heráclito y los mismos y no somos

y no quiere moverse.

                                                                                            (De “Escrito en la espalda”, 2005)

 

 

 

*

Comíamos ciruelas y damascos,

comíamos semillas de zapallo tostadas,

de girasol. Al sol, comíamos.

Eso era todo y tanto,

el gusto, el tacto y el olfato.

Sacralidad olvidada.

Paraíso en los labios.

                                                                                            (De “La barca de las especias”, 2011)

 

 

 

*

La taza contenía el líquido

oscuro y espeso

que prometía un mundo.

Apenas café turco, molido fino

con una cucharada de azúcar negro

y semillas de cardamomo en el hervor.

Apenas un aroma que se esparce,

los labios que se bañan en lo oscuro

y nadie que sepa leer la borra.

La borra, lo que se borra, nadie.

                                                                                                    (De “La barca de las especias”, 2011)

 

 

*

Frida y Frida

 

Frida te llamabas también

y no era el patio de la casa azul

y no pintabas tu retrato,

pero Frida en el quiebre,

en la silla de ruedas,

en lo judío del padre.

No te arrasó un tranvía

sino un tren de seres hacinados.

No era México,

era el gueto excluyente de Varsovia.

Encorsetadas Fridas

una con hijos

deshilándose en el vientre,

otra enterrando nombres en el humo.

 

Frida te llamabas.

No hablaste más polaco,

no alumbraste en shabat,

no fuiste libre en pesaj

ni perdonaste en kipur.

 

No perdonaste.

 

Te atravesó una vara

de víscera a víscera como a ella,

la otra Frida.

Te fuiste con tu nombre

al humo de otros nombres.

Te fuiste de tu nombre.

 

Y yo Kahlo en tus huesos

la parte de mi sangre.

                                                                                 (De “Mujeres rotas”, 2013)

 

 

 

*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: ciudades de Córdoba y de Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Sonia Rabinovich y Rolando Revagliatti, agosto 2015.

www.revagliatti.com.ar

 

 

Liliana Ponce: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

Liliana Ponce nació en 1950 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Egresada de la carrera de Letras por la Universidad de Buenos Aires, efectuó estudios de posgrado de lingüística y semiología, así como de la escritura, la literatura y las religiones de Japón, en especial el budismo. En ese marco, colaboró como investigadora adscripta en la Sección de Estudios Interdisciplinarios de Asia y África (UBA, 1993-1997) y fue editora y partícipe del volumen “El teatro noh de Japón” (tsé-tsé, Buenos Aires, 2002); tradujo “Mishima-Kawabata. Correspondencia” (Planeta, Buenos Aires, 2003), y poesía clásica japonesa. Publicó numerosos artículos sobre teatro y literatura de Japón en revistas literarias y de arte, como “Estudios de Asia y África” (Nº 3, UBA, Buenos Aires), “Cuadernos de AUN” (Asociación Nikkei de Argentina, Buenos Aires), Revista de Arte “Canecalón” (Buenos Aires, 2005), Revista “Siamesa” (Buenos Aires, 2008), “La Ratonera. Revista Asturiana de Teatro” (España, 2011). Ha dictado conferencias y seminarios: citamos “Introducción a la poesía clásica de Japón” (Fundación Nancy Bacelo, Montevideo, Uruguay, 2012), “Japón: escritura, poesía y poética” (Centro Cultural Enjambre, Buenos Aires, 2013). Participó en congresos nacionales e internacionales (México, Chile, Brasil, Costa Rica). Es miembro activo de ALADAA (Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África) y miembro adherente de la Fundación Instituto de Estudios Budistas (FIEB), donde ha expuesto trabajos sobre budismo. Está incluida como investigadora del área en el “Directorio de Estudios sobre Japón en Hispanoamérica” (Japan Foundation, 2005). Publicó los poemarios “Trama continua” (Primer Premio Fondo Nacional de las Artes, Corregidor, Buenos Aires, 1976), “Composición” (Último Reino, Buenos Aires, 1984), “Teoría de la voz y el sueño” (tsé-tsé, Buenos Aires, 2001) y “Fudekara” (tsé-tsé, Buenos Aires, 2008). Integra las antologías “Antología de la poesía argentina” (Casa de las Américas, Cuba, 1999), “Poesía erótica argentina” (Manantial, Buenos Aires, 2002), “Mandorla 8. New writing fron the Americas” (Illinois State University, 2005), “Antología de poetas argentinas. 1940-1950" (Ediciones del Dock, 2006), “Poesía manuscrita” (volumen 2, Buenos Aires, 2009) y “200 años de poesía argentina” (Alfaguara, Buenos Aires, 2010); traducida al francés, participó de “Voix d’Argentine” (París, Francia, 2006).

 

1 —¿Considerás que hubo algo determinante en tu infancia respecto de tu visión del mundo y de la poesía?

 

          LP —Supongo que sí, las vivencias de la infancia son fundamentales en los seres humanos. En mi caso fue muy determinante el interés de mi padre por la literatura, diría clásica; mi madre, a su vez, tenía un sentido estético que aplicaba a lo cotidiano, las rutinas más simples. La atención a la naturaleza seguramente fue influencia de mi abuela, a través del jardín que cuidaba respetando las estaciones y la armonía, y de mi abuelo, que tenía una pequeña huerta doméstica.

 

2 — Tus últimas dos frases de un reportaje que te hiciera Alicia Smolovich en 2002, han sido: “Yo aspiro que el poema sea algo en sí mismo, no sea la expresión de una emoción. No escribir sobre algo, escribir eso.” Trece años después,¿podrías añadir…?

 

          LP — Sí, reitero esa concepción. Siempre sentido y forma son una unidad a trazar, a plasmar, algo difícil de explicar. Porque para mí es siempre escribir “desde”, no “sobre”: cómo hacer de cierta experiencia, una experiencia de escritura.

 

3 — ¿Algo sobre tus preferencias musicales…?

 

          LP — Fascinación por algunos temas de Nirvana —“Smell like teen spirit”, “Lithium” —, porque escucho sobre todo música contemporánea, en especial rock cantado en inglés y en sus diversas vertientes: U2, REM, The Cure; más atrás, Nico, Bob Dylan, Patti Smith, Leonard Cohen; más cerca, Amy Whinehouse, Jack White, Jake Bugg… La lista puede ser tediosa.

 

4 — Un poema tuyo se titula “A Jorge García Sabal”. Haber leído y releído varios libros suyos me inclina a pedirte que lo evoques (si es que has tratado a este poeta argentino nacido en 1948 y fallecido en 1996) y a que te refieras a su poética.

 

          LP — Ese poema está basado en un sueño, sutil y emotivo, que tuve con Jorge. Teníamos gran empatía, en muchos sentidos. Lo traté en la época de lecturas en que participábamos activamente los poetas relacionados con Ultimo Reino, y al terminar, algunos nos reuníamos a cenar, a veces en su departamento de la calle Virrey Liniers. En cuanto a su poesía, la encuentro expresión de una profunda mirada sobre el transcurrir humano, el devenir del tiempo, pero en imágenes que siempre se leen en música y su silencio —don que me parece un verdadero misterio.

 

5 —¿Cuáles son tus escrituras “insufribles”?

 

          LP — Mi respuesta puede resultar “literariamente incorrecta”, pero no me interesa, no le encuentro el punto de contacto poético a la poesía de tipo épico, o a la que sigue un plan “macro”, como “La divina comedia”, de la que puedo leer con placer algunos versos pero que nunca disfruté o logré sumergirme íntimamente. En las antípodas, tampoco me interesa la poesía contemporánea que se centra en el lenguaje coloquial o vulgar, que hace de cada gesto banal un poema —lo considero falta de compromiso artístico, carencia de sensibilidad; aunque estas observaciones, por supuesto, no se refieren a la poesía experimental o las innovaciones respecto de los sonidos, los espacios de la página, etc.

 

6 — ¿Es posible que nos ilustres respecto del lugar de la poesía en el desarrollo artístico del período medieval en la historia de la literatura japonesa? ¿Lo ligarías con quienes cultivaron la forma de versos encadenados o poemas de 31 sílabas, etc.?

 

          LP —El acercamiento a la poesía japonesa es de por sí complejo. Aunque estudio el sistema de escritura y aspectos teóricos del género, creo que la inmersión en la cultura nipona me dará siempre resultados limitados. Respecto a la pregunta, comento brevemente que Japón, desde tiempos bien lejanos, reunió en sucesivas antologías poéticas (generalmente con apoyo y participación imperial), textos de autores reconocidos. La primera fue el Manyoshû (siglo VIII), a la que siguieron Kokinshû (siglo X) y Shinkokinshû (siglo XIII). Y en este proceso fue fundamental el camino que iría tomando la escritura: de hacerlo directamente en chino, se pasó a escribir en chino con valor fonético hasta combinar los logogramas chinos (kanji) con el sistema silábico hiragana. Pero el uso de versos alternados de 5 y 7 sílabas (también impronta de la poesía china) fue común a todas las producciones. Entre el waka (primero denominación para la poesía escrita en japonés y luego sinónimo de tanka—poema corto de 31sílabas—), el rengao poemas encadenados y el haiku (término más moderno), derivado o desprendido del haikai, hay un hilo conductor. Porque en la poesía japonesa la clave es la medida y no la rima. La literatura antigua y la que podríamos llamar “medieval” (etapa de gobiernos militares, los shogunatos), era elitista, solo los integrantes de la nobleza o los cortesanos tenían acceso al conocimiento de la lectura y la escritura; los poetas del haiku (a partir del siglo XVII), fueron en general artistas más populares y testimoniaron la práctica religiosa (el budismo, especialmente) como vivencia y no tanto como tema del canon. Pero tópicos como la impermanencia, la fugacidad de la vida, y el ciclo de las estaciones, establecen realmente una línea de continuidad.

 

7 —Cuatro fueron los volúmenes editados de “Poesía manuscrita”. ¿Quiénes promovieron la realización, qué opinás sobre la iniciativa?

 

          LP —Las antologías las organizaron Laura Mazzini y Germán Weissi; yo fui invitada por Germán, a quien conocía de diversos ámbitos y con quien había compartido una residencia poética en el Viejo Hotel Ostende, junto a Jimena Repetto y Valeria Iglesias, convocados por Pablo Correa. Me pareció interesante que los autores expusieran poemas con su letra manuscrita, ya que nada se compara con el trazo así escrito; pero para mí fue continuidad con mi forma de escribir originales: siempre, siempre, escribo a mano —la computadora viene después.

 

8 — Tu primer poemario aparece en 1976, ocho años después el segundo, unos diecisiete años después el tercero, y siete años después el último. ¿Qué te fue “sucediendo” entre uno y otro?

 

          LP —Mi necesidad y mi práctica siempre es la escritura, la publicación nunca me resultó urgente y cuando se dio, siempre fue por impulso de algo externo: “Trama continua” fue consecuencia del Premio Fondo Nacional de las Artes; “Composición” por el estímulo de Víctor Redondo, poeta y editor de Ultimo Reino; y “Teoría…” y “Fudekara”, por la insistencia y el aliento de Reynaldo Jiménez, poeta y editor de tsé-tsé. Se corresponden con distintas etapas de mi vida pero no conforman lo único que escribí en esos períodos. Comentarios o explicaciones de cada libro los dejo a los lectores. De lo publicado, el único que respondió a una intencionalidad fue “Fudekara”, que participa del género “diario” poético y la secuencia se dio en tiempo real. Escribo desde la adolescencia diarios de diferente índole y como registro de determinadas experiencias, aunque espero tener la suficiente frialdad para destruir muchos de ellos, que me parecen anodinos, quejosos, sin valor literario.

 

9 — Es a alguien que está interiorizada del Teatro Noh a quien le pregunto, ¿qué dramaturgos —de todos los tiempos— de Japón y del resto del mundo preferís y porqué, como lectora y como espectadora?

 

          LP —He investigado el teatro noh, algo de kabuki y de bunraku (teatro de marionetas), géneros desarrollados en el período clásico. Pero no me considero una experta en teatro japonés, de hecho no conozco a dramaturgos de otros períodos o contemporáneos. Pero podría señalar que las obras de Zeami Motokiyo, autor emblemático denoh, y las de Chikamatsu Monzaemon, en bunraku y kabuki, son una puerta al misterio de temas, recursos e intertextualidad que pueden abrir un horizonte nuevo para muchos lectores; de todos modos, numerosos teatristas occidentales del siglo XX ya han reconocido sus valores y abrevaron en esta dramaturgia. Respecto a la segunda parte de tu pregunta, considero a Shakespeare —más allá de su discutida existencia y autoría— como el punto más alto de los autores teatrales, en obras como “Macbeth” y “Hamlet” hay una tensión dramática y poética que me conmueve en cada relectura.

 

10 —¿Qué libro te convirtió en lectora? ¿Qué escritores te convirtieron en escritora?

 

          LP —Leer y escribir siempre se me presentaron como procesos paralelos. Diría que cuando terminé de leer por primera vez “Alicia en el país de las maravillas” (tendría ocho o nueve años) ya empecé a “emular” el texto escribiendo un relato, aunque luego encontré mi camino en la poesía. Si tengo que nombrar a autores que me marcaron profundamente, elijo entre una lista extensa a Rimbaud (mucho más que Baudelaire), Proust, Kafka, Shakespeare, Thoreau, y en nuestra lengua, a Leopoldo María Panero, J. L. Ortiz y Macedonio Fernández.

 

11 —¿Cómo sopesás la relación entre lo literario y lo audiovisual?

 

          LP —En esta pregunta encuentro dos niveles de respuesta. Por un lado, cualquier poema impreso se manifiesta como audiovisual: leerlo atañe al oído y afecta a la vista a través de líneas y espacios en la página, con todas las observaciones que podamos hacer en cada caso. Pero por otro, está el uso explícito de esos medios en la conformación de un poema, como se da en el video-poema u otras formas contemporáneas. Me parecen válidos aunque considero que son formatos más exigentes para dar el salto necesario, lograr una unidad, y no caer en la ilustración o la simple relación imagen-texto. Podría ser un proyecto a futuro incursionar en este campo.

 

12 —¿Te ha sucedido que algún poeta te envíe textos de él solicitándote que le des tu “más honesta y cruda opinión” y que cuando la recibe, no preponderando la alabanza, se defienda alegando esto o aquello, o escuetamente saludándote con un “gracias por su franqueza”?

 

          LP —Pocos poetas me han dado a leer sus originales, y si hice observaciones, fueron algo menor, algún detalle, ya que creo que es el autor quien debe revisar, corregir, abandonar. Y por eso mismo nunca di talleres literarios. Pero, claro, es un punto de vista personal.

 

13 —Imagen, música, danza: fanopeico, melopeico, logopeico: Ezra Pound y sus tres categorías. ¿Pareceres sobre ellas? ¿Cómo las aplicarías respecto de tu poética?

 

          LP —La clasificación de Pound me parece interesante, sobre todo cuando uno quiere analizar o comentar un poema. Pero creo que si un poema alcanza cierto grado de logros, los tres niveles estarán integrados. Me inclino a encuadrarme con foco en la categoría de logopeico, aunque no sé si será así para mis eventuales lectores.

 

14— ¿Suelen mezclarse tus recuerdos? ¿Sos memoriosa?

 

          LP —Repito siempre que no tengo memoria narrativa, lo que es un problema para dar clases —olvido fácilmente argumentos de novelas o películas, así como la secuencia de situaciones vividas. Mi memoria es básicamente emocional: si alguna escena o situación me impacta, entonces queda como huella, muchas veces desencajada de su marco. Pienso en que habrá una balanza: el que recuerda la hilación abandona el detalle o la fuerza de la imagen. Pero ser memorioso puede ayudar a reconstruir experiencias, partes de la historia. En el transcurso de los años tuve oportunidad de conocer a mucha gente: escritores, poetas, artistas plásticos, y sin embargo, no podría armar un relato auténtico de esas vivencias, lo que lamento realmente.

 

15 —¿Pensás que una traducción es también una obra de creación? Entre trabajar literalmente y tomarse la libertad de alejarse del texto, de interpretarlo, ¿cuál te parece que debería ser la actitud del traductor de poesía?

 

          LP —Me inclino siempre, y valoro más, la traducción literal. Pero, obviamente, aparecerá ante el juicio del traductor un espectro más o menos amplio de opciones: sinónimos, la organización sintáctica…, y allí entran a jugar aspectos fónicos, ritmos, usos del habla. Es necesario atender esos aspectos, que si son válidos para cualquier texto, en poesía se hacen imprescindibles. Las ediciones bilingües dan un aliento de confianza, aunque sea por la sola presencia del texto original. El traductor es un creador, pero en un nivel distinto a como lo es el autor, y se apodera de la fe del lector cuando no conoce esa otra lengua.

 

16 —Percy Bysshe Shelley es quien, probablemente —mi fuente no es precisa—, dejó asentado: “La ética ordena los elementos que la poesía ha creado. La poesía actúa en otra forma divina. Despierta y expande la mente para hacerla un receptáculo de las miles de combinaciones que puede tener el pensamiento.” ¿Tu reflexión?

 

          LP —No incluiría a la ética ni a lo divino en definiciones sobre arte o poesía. ¿La lengua nombra a un objeto existente, expresa el sentido de un pensamiento o, inversamente, se crea una realidad al ser nombrada? La posibilidad de distinguir significado y significante es uno de los planteos más interesantes de la lingüística del siglo XX, que roza filosofía y hasta ciertas líneas del psicoanálisis. Me quedo con los interrogantes. Y ahora que recuerdo, hace unos años escribí para una publicación de Costa Rica, a pedido del poeta y teatrista Álvaro Mata Guillé, un trabajo sobre Ética y Literatura (aunque nunca supe si el texto vio la luz).

 

17—Imagino que tendrás uno o más poemarios inéditos. ¿Nos hablarías de ellos? Y, además, ¿prevés publicar algún volumen que reúna tus ensayos?

 

          LP —Tengo mucho material inédito pero no organizado en libros o poemarios, aunque sí hay grupos de poemas que corresponden a un ciclo o a determinada experiencia. También tengo material que fue publicado solamente en revistas o antologías, que quizás podría formar parte de algún libro. Respecto de los ensayos, me han sugerido que los publique; pero son de distinto tono y contenido porque fueron escritos para diferentes circunstancias: exposiciones en congresos académicos y literarios, o presentaciones de libros, por ejemplo. Por eso, creo que habría que revisarlos.

 

Liliana Ponce selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

 

Poema

En recuerdo de un viaje a la ciudad de México, desde Acapulco, a través del desierto, un día de noviembre.

 

1

 

A un paso del precipicio los pies no sienten

la velocidad del vehículo que corre

bajo el aire de noviembre.

Las curvas de la carretera se abren de par en par

envueltas en el juego de las piedras,

en anillos de piedras y cactus.

 

Que ahora entre en la ciudad

como si la noche hablara llamando al fantasma

y la evidencia de cada geografía inexistente

pudiera hacerse tan real

como el espacio de un mantel—

la cinta atada al cansancio,

al completo abandono, la persistencia.

Pero éste es el lugar

y sé que algo quedará

en este borroso punto de despojos,

mientras espero la ciudad,

bajo la sombra de Tenochtitlán,

hueso y concha

en el límite donde podría morir.

 

2

 

¿Cuánto hace que partí?

Tomaba té y después los árboles

empezaron a desaparecer

al lado de mi ventanilla.

¿Cuánto hace que partí?

 

La noche también viajaba

de un continente a otro,

de un país a otro.

—Acude a lo dócil, inclínate,

mi tiempo crea la pasión.

El hechizo es un muro flotante,

separará siempre el viento, el ojo mágico,

separará tu voz, la constelación de los rostros.

 

¿Cuánto hace que partí

de la tierra desnuda y sin memoria,

de lo húmedo en lo alto del mar,

de la noche túnel cavada?

 

3

 

Hace un día casi, en auto recorría otro paisaje.

Foránea en planicies de arenisca,

a lo largo de rutas infinitas.

Color de almendra el polvo,

se abre a las serpientes miméticas, sutiles,

que no pueden verse sin prestar atención a lo obvio.

(Es mi anhelo entrar en el corazón de México

—ya bebí sangre de chili,

y gota a gota el agave

entra en mi lengua, se sella en el aliento.)

En el nudo, mi entrada en el secreto:

cómo el cielo comerá al desierto,

lo disolverá en una sola sustancia

sin la convulsión de lo húmedo, lo árido.

 

La estación de la víbora espera en esta arena,

mi sol despojado, sol rayo

para un espacio esculpido a fuego.

La luz en anillos cae dorada en sus fauces

y me absorbe.

 

4

 

La distancia se moldea con los objetos,

retrocede y avanza—

fuego fatuo de la Reina de senos desnudos,

en mi mano deja ahora un cristal

tallado cuidadosamente a la hora sexta,

mientras el viento recorre curvas irreales.

—Sin sol no podré despertar,

sin sol, Reina, no podré besarte.

 

5

 

El terror del desierto me aísla.

Quieta, yerta en el umbral de las montañas,

un hilo de sed se refleja en el cielo de vidrio

convertido en lana, en soplo cálido y seco

—el silencio no hubiera elegido entrar en el polvo

pero ahora es la serpiente quien está en los párpados,

y florece en el cuello en gruesos pétalos,

carnívoro reflejo de las vísceras,

del fruto viscoso, bulbo,

espíritu animal envuelto en el color,

y un poco más en luz enmarcando la meseta.

El terror me aísla. Estoy en un espejo

y mi cuerpo puede transformarse

antes de que la navaja corte el rayo,

antes de que mi ojo se desnude.

 

6

 

La ciudad se acerca.

Voy por la carretera como si durmiera

en un relámpago.

¿Cuánto hace que partí?

El ardor roe la sed, el hambre, el dolor.

Un suave polvo impregna tu vestido y el cabello

se ha vuelto gris —gris de liquen,

de piedra húmeda

(¿o es que acaso debo pensar en lo húmedo

para esconder la aridez, o desplazarla?)

 

Duermo en un relámpago

y sé que olvido la muerte

como si olvidara un sueño rápido,

el instante en el vértice de los signos.

Al final del viaje

habrá que tejer en el viento—

y sobre este desierto

todo lo dicho alguna vez se expande,

móvil, continuo.

                                                                                                    (En Revista “tsé-tsé”, Nº3, Buenos Aires, 1996-1997)

 

 

 

Abre la puerta…

 

Abre la puerta la bestia y tiembla

—cuando vuelva

me rodearé de helechos

y haré del aire sangre y linfa.

La pesada piel se habrá disuelto

al abrir la puerta la bestia.

 

Me alzo en el sueño y lo repito, sin voluntad,

como era en la inmovilidad de la piedra.

 

La ola sale del ojo, de la tierra abierta

—arrojo lascivos susurros.

 

La voz es la sombra, es el cuerpo.

Razón, punto de luz,

cae derrumbado el árbol de equilibrio.

                                                                                                             (De “Teoría de lavoz y el sueño”, Ed. tsé-tsé, Buenos Aires, 2001)

 

 

Boomerang Naturae

 

Ahora que el desierto avanza,

la sequía avanza,

empezaste a recordar el lugar

en que el hilo ovillado

tiene la punta

—la sed impetuosa confía en su fin.

 

En los escombros de los terrones desgranados

lo exuberante es un sueño de afrenta:

talada está la selva para que crezca

necesidad de opulencia

y los otros sean otros

siempre tenaces para atravesar

el destino con sus dientes.

                                                                                       (En “Poesía manuscrita II”, Buenos Aires, 2009)

 

 

Entrevista realizada a través del correo electrónico: Barrio de Flores, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Liliana Ponce y Rolando Revagliatti, 2015.

 

http://www.revagliatti.com.ar/010815.html

 

fotografía: Daniel Grad

Valeria Iglesias: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Valeria Iglesias nació el 2 de abril de 1970 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Es Licenciada en Lengua Inglesa por la Universidad del Salvador. Publicó los poemarios “Papel reciclado” (2002) y “Restos de jukebox” (2009), así como la novela “Correo sentimental” (2012). Fundó blogs, editoriales y fanzines. Además de ejercer la docencia como profesora de inglés, dictó talleres de escritura creativa en centros culturales y otras instituciones.

 

1 — Hasta antes de tu acercamiento a la poesía, ¿qué podríamos ir sabiendo de vos y tu familia en esos primeros años de la convulsionada década del setenta?

 

          VI — Mi mamá tenía diecinueve años, había dejado su Paraná natal después de casarse con mi padre, porteño, de casi veinticuatro años cuando yo nací. Vivíamos en la Capital Federal, en “la casa de Aráoz” según siempre se refirieron cuando hablaban de esa época. Luego nos trasladamos a un montón de lugares que no recuerdo, uno de los cuales denominaban “la convivencia”, en una casa grande en la localidad de San Martín, provincia de Buenos Aires, que mis padres y yo compartíamos con otras familias de militancia peronista.

          La primera vivienda que sí recuerdo, a mis dos años de edad, era un departamento que mis padres alquilaban en la suburbana Villa Ballester, “la casa de Almirante Brown”: la entrada del edificio, la disposición de los ambientes, mi madre embarazada de mi hermana, mi hermana de bebé. Y unas vecinas mellizas, mayores que yo, hijas de la dueña de todo el edificio —tipo PH, con pocos departamentos—, que a veces me invitaban a jugar y tenían una cocinita de miniatura que a mí me encantaba.

          De ahí nos mudamos, dentro de la misma localidad, a la casa de la avenida Las Heras. Mis padres la pudieron adquirir gracias a los préstamos otorgados en el último gobierno de Perón. Yo tendría cinco años y asistía al jardín de infantes del INTI Instituto Nacional de Tecnología Industrial, donde mi mamá trabajaba. De ese jardín evoco el traslado en el auto nuestro o de mi tía, quien también trabajaba allí. Viajaba con mi hermana, mi tía y mi primo todas las mañanas. ¿Qué más?: tuve mi primer perro, el Cuchi, un bóxer que regalaban unos chicos que pasaron por la puerta de mi casa y que no sé cómo me dejaron tener. Duró poco. Mi madre no tuvo paciencia con lo que él rompía, así que lo regalaron. Por ese entonces falleció Perón: en mi memoria las imágenes del velatorio en la TV blanco y negro y mi madre llorando. Poco después, la despidieron de su trabajo.

          La primaria la cursé en una escuela parroquial, donde mis compañeros iban a misa menos yo, ya que mis padres eran agnósticos, tirando a ateos, así que no me permitieron concurrir. Fue un sufrimiento: con miedo a los castigos de Dios, rezaba todas las noches para que mi familia se volviera creyente.

También hice danzas españolas. Yo hubiese preferido concurrir a danzas clásicas, pero no recuerdo por qué me quedé con las españolas. Fue un antecedente para que, ya en el secundario, en primer año me pusieran en el grupo de gimnasia deportiva. Sin embargo (hoy todavía me arrepiento), como no me agradaba estar separada de mis amigas, pedí que me incluyeran en el grupo de gimnasia común. Así fue como me alejé de mi conexión más consciente con mi cuerpo, de los movimientos, de sus posibilidades más allá del cotidiano. Algo que recuperé de grande con el yoga.

 

2 — Y ahora sí: tu primer acercamiento a la poesía.

 

          VI — Fue en quinto grado. Allí estudiamos la métrica y la rima del poema “Ay, señora, mi vecina” del cubano Nicolás Guillén. La maestra nos indujo a plasmar nuestro propio poema. Sentí que se abría una puerta a algo mágico, misterioso y selecto. Lograrlo fue como si me dijeran que podría incorporarme a la NASA y conducir un cohete. Algo que yo creía imposible e inalcanzable (quién sabe porqué) resultaba que era viable, que sólo se trataba de intentar. Ese año le escribí uno a mi papá para el Día del Padre y algunos otros. No los recuerdo ni tengo copias.

          En el secundario empecé a pergeñar canciones. A la letra le inventaba una melodía que al día siguiente olvidaba porque no sabía anotar música, así que muy pocas “canciones” perduraban en mi cabeza, completas con su música, por más de una semana. Las letras eran de amor, o de desamor. Y hasta busqué palabras difíciles en el diccionario para agregarlas a esas letras y “darles mayor vuelo”. A los diecisiete años, cuando mi hermana comenzó un taller de teatro, a mi madre se le ocurrió ofrecerme concurrir a un taller literario. Inicié uno dependiente de la Municipalidad de San Martín, coordinado por Mabel Garabelli. Fui a mi primer encuentro con mis “canciones” de (des)amor, llenas de lugares comunes. Cuando oí lo que los demás participantes (que ya venían asistiendo de años anteriores) leyeron, supe que debía cambiar radicalmente mi escritura. Me volví surrealista al instante. Me fui alejando de los lugares comunes, yéndome al extremo de rebuscar imágenes abstrusas, inentendibles. Pero así empecé a experimentar con el lenguaje.

 

3 — Cuando estarías concluyendo el secundario.

 

          VI — Y pensé en estudiar psicología, como mi mamá. Incluso (ella era la que definía los detalles de lo que yo quería estudiar) me iban a anotar en la Universidad del Salvador, donde ella había cursado durante la dictadura. Pero en una ocasión acompañé a una amiga a anotarse en el CBC [Ciclo Básico Común], hicimos la fila, y cuando llegó nuestro turno pedí un formulario para inscribirme y me anoté en la Universidad de Buenos Aires para la carrera de Letras. Hice el CBC, mitad en una sede (Drago) y mitad en otra (Ciudad Universitaria). Aprobé cinco de las seis materias imprescindibles para ingresar a la carrera. Con cinco materias se podía comenzar, podías cursar durante el primer cuatrimestre la materia del CBC que te faltara. Pero no fue fácil. Yo todavía vivía en el Conurbano Bonaerense y el viaje era largo y complicado (no tenía medios de locomoción directos, debía tomar tres). Cada vez que llegaba para anotarme, había paro no docente, se había cortado la electricidad, etc. Así que, decepcionada, volví al ofrecimiento de mi madre de estudiar en la Universidad del Salvador, pero la carrera de Letras. Me aburrí un montón. Cuando terminé el primer año, del que no rendí ninguna materia, me puse a estudiar para dar libre la materia del CBC que me faltaba aprobar, y al año siguiente comencé la carrera de Letras, cuando ya tenía veinte. Cursé durante dos años, aprobé con final seis materias (a otras jamás me presenté a dar final) y a los veintidós me fui a Londres a estudiar inglés, en un viaje que me regaló mi padre. Regresé enamorada de Londres y fantaseando con enseñar idiomas. No sólo inglés, sino también español para extranjeros. Quería irme a enseñar nuestro español a Europa, y necesitaba una carrera más rápida (Letras en la UBA es muy larga) y más práctica (precisaba mejorar mi inglés para residir en el extranjero), así que me anoté en la Universidad del Salvador, pero para la carrera de Lengua Inglesa. Era parecida a una carrera de Letras, pero se cursaba toda en inglés. Al año siguiente me conseguí un trabajo, junté plata y volví a viajar, esta vez de turista, a Londres. Es el día de hoy que tengo saudad ede esa capital (si es que este término en portugués aplica). Incluso, tengo sueños recurrentes en los que estoy ahí, en los que viajar hasta allí es muy fácil. Lo logro con un colectivo o un taxi desde mi casa. Y siempre, siempre que sueño con Londres me despierto feliz.

Pero, a los veintitrés me puse de novia con el papá de mi hijo y a los veinticuatro nos casamos (mientras continuaba estudiando, y a unos meses después de que falleciera mi padre) y a los veintiséis tuve un hijo (mientras seguía estudiando), y cuando concluí mi carrera tomé conciencia de que había estudiado para irme a enseñar idiomas por el mundo pero me había casado y tenía un hijo, por lo cual el proyecto originario quedó anulado o reemplazado por otro.

 

4 — Y habrás arribado a tus treinta años.

 

          VI — En crisis. Me separé, seguí enseñando inglés a desgano. A comienzos de 2002, mientras la Argentina se derrumbaba, en el instituto de inglés en el que era docente me ofrecieron trabajar más horas por menos dinero. Renuncié. Decidí dedicarme a la literatura a tiempo completo y criar a mi hijo. A fin de cuentas, ganando poco era lo mismo que ganar mucho pero dejar la mayor parte de mis ingresos en una niñera para que lo cuidara. Efectué algunos trabajos aislados de corrección, de asesoramiento a estudiantes que estaban redactando sus tesis. Intenté armar talleres literarios. Sólo tuve alumnos individuales. En 2005 el sistema “vivir de la literatura” se hizo insostenible y empecé a desempeñarme en una escuela como maestra de inglés. Si bien me sentí muy a gusto con el equipo de trabajo (de hecho, he vuelto a ejercer la docencia en la misma institución), no me satisfacía enseñar inglés y tenía escasa paciencia con los niños. Durante esos veranos inventé una modalidad de taller intensivo: taller de escritura creativa de cinco días corridos. Cinco días explorando las posibilidades de la escritura. Funcionó. Quedaron algunos alumnos para seguir durante el año con un taller más tradicional. Empecé a dar talleres y renuncié a la escuela. Fue por entonces, y con esa decisión, que compilé los poemas que conservaba desde los diecisiete años (pocos quedaron de esa edad) y escribí algunos nuevos incorporados a “Papel reciclado”, en una edición de autor. Organicé presentaciones, una suerte de gira por diferentes bares y centros culturales, con la finalidad de vender mi primer poemario. Una amiga me aconsejó que iniciara un curso de clown para perfeccionar mi manejo con el público. En 2003 estudié con Cristina Martí en el Centro Cultural Rojas. Luego con varios clowns: Pablo Argañaráz (2004), Lila Monti (2005), Marina Barbera (2007), Silvia Aguado (2011). Participe de numerosas muestras. Trabajé dando talleres durante ocho años. De escritura, de creatividad y de proyectos. Di seminarios de creatividad en talleres extracurriculares de UADE Universidad Argentina de la Empresa y también como parte de programas de capacitación para gerentes de empresas.

          En 2006 participé de un taller de poesía en la Casa de la Lectura, coordinado por Andi Nachón. Aunque en un principio me desilusionó ver que era un taller de obra (se leía y analizaban los poemas que se habían enviado para quedar seleccionados en el grupo) y no de producción, con el pasar de los encuentros fui concibiendo todo un poemario que terminé publicando en 2009, con más textos que proseguí escribiendo después del taller, y que se llamó “Restos de jukebox”. Este poemario, a diferencia del anterior, fue el primer proyecto de libro organizado como un todo y no como una selección de poemas que ya tenía y junté para un volumen. Cada poema fue pensado, escrito y trabajado para pertenecer a un todo. El título surgió de uno de los poemas. Jukebox significa rockola, y el hecho de que el libro llevara un nombre mitad en inglés y mitad en castellano anticipaba lo que pasaría en el poemario; el inglés, indefectiblemente, se cuela en muchos de los textos con palabras sueltas y con un poema bilingüe, autotraducido, o, mejor dicho, escrito y versionado en ambos idiomas.

          En 2007 comencé un ciclo de lecturas llamado “Outsider”. El propósito era integrar la poesía y la narrativa (había ciclos de poesía o de narrativa por separado), así como también invitar a leer a quienes nunca habían participado de esas tertulias (el outsider). Pasaron por el ciclo Juan Faerman, Ingrid Proietto, Julieta Prandi, Fernanda García Lao, Patricia Suárez, Patricia Kolesnikov, Gabriela Cabezón Cámara, Juan Guinot, Paola Ferrari, Jimena Repetto, entre muchas otras personas (se pueden ver todos los que participaron en el blog del ciclo que todavía está online: www.eloutsider.wordpress.com). Lo coordiné durante dos años, hasta que en 2010, junto con Enzo Maqueira (uno de los lectores que había pasado por el ciclo) fundamos Ediciones Outsider. Aparecieron cinco títulos: “Antología outsider”, “Antología outsider II”, “Cuentos raros”, “Escribir después” (antologías de cuentos) y el volumen doble de Federico Jeanmaire y Juan Martín Guastavino: “Los zumitas/El silencio del río”. Luego todo quedó en stand by por lo costoso que resulta imprimir y lo complicado que implica la distribución. En 2014 reactivé la propuesta con nuevos socios: Francisco Cascallares y Jorge Churio, como editorial digital de cuentos: www.eloutsider.org.

          Dos años antes me había integrado a la Escuela del Estudio de la Intuición: es una ONG que enseña valores para que el ser humano vuelva a vivir como especie y no como individuo separado. A partir de lo que fui incorporando en la escuela, decidí volver —en 2013— a ejercer la docencia en la misma institución en la que había trabajado en 2005 y 2006.

 

5 — Has tenido tu paso por un taller de escritura coordinado por el escritor y periodista Luis Gruss.

 

          VI — En la misma época en que me dediqué de lleno a la literatura, cuando reunía en papelitos y carpetas los poemas que llevaba escritos para elegir los que publicaría, mi mamá me prestó un ejemplar de la revista “Latidos”. Ahí reparé en que se anunciaba un taller de "nuevo periodismo". Estaba orientado a escribir crónicas desde una perspectiva más literaria que periodística, y quedaba muy cerca de casa. Ahí conocí a la actriz y escritora chilena Vanessa Miller, con quien entablé una profunda amistad que comenzó con mi colaboración en algunos guiones de un programa de Georgina Barbarrosa en los que Vanessa actuaba.

Al año siguiente, Luis armó un nuevo taller, ya orientado a la escritura más general, no necesariamente crónica. Fue muy productivo y nutritivo mi paso por esos talleres.

 

6 — Recuerdo aquel blog que fundaste: Absurda y Efímera. Y hubo otros.

 

          VI — Sí, cuando ya hacía varios años que trabajaba con Absurda y Efímera (que comenzó como un sitio web antes de ser un blog, pero con la misma dinámica que luego tuvieron los blogs) un amigo me invitó a participar de uno llamado Perdida y desdichada; la propuesta era turnarnos para subir posts fingiendo que no era ficción, sino que era verdaderamente una chica la que usaba la plataforma para contar sus desventuras amorosas, sus problemas existenciales con el amor. Algo como lo que hizo Hernán Casciari con el blog que terminó siendo la exitosa obra teatral “Más respeto que soy tu madre”, protagonizada por Antonio Gasalla.

Con esa idea en mente, creé un blog llamado Busco novio: un título llamativo para poder generar muchos lectores lo más rápidamente posible. Y así, fingiendo que era una chica que contaba una historia que le había ocurrido en un pasado cercano, empecé a escribir una novela que terminé en 2014. Eso sí, el blog lo tuve por poco tiempo "al aire". Era divertido percatarse de cómo algunos lectores opinaban como si eso que leían ahí fuese ficción literaria, mientras que otros creían que era verdad y me aconsejaban consultar a un médico (la protagonista tiene una mancha rara en la piel que la perturba porque podría llegar a ser algo maligno).

 

7 — En 2009, cuando comenzabas a cursar el posgrado “Diplomatura en Ciencias del Lenguaje” en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, te definís expresamente feminista.

 

          VI — Después de coquetear con la fantasía de cursar ese postgrado, justo se me ocurre decidirme el año en que mudan el “Joaquín V. González” al Centro (antes quedaba a tres cuadras de mi casa). Es un postgrado que aún estoy cursando, porque no lo hago tanto por el título como por aprender o profundizar temas que me interesan. Entonces, si en un cuatrimestre no hay una materia que me atraiga dentro del horario en que me es cómodo, no concurro, como es el caso de este segundo cuatrimestre. Pero ya cursé más de la mitad de la diplomatura.

Mi incursión en el feminismo también supone algo de coqueteo. Allá por el 2001 conocí a Andrea Álvarez, baterista y cantante, conocida por sus trabajos con otros músicos y bandas como Soda Stereo y Divididos, pero que en esa época se lanzaba como solista. Su hijo iba al mismo colegio que el mío y nos hicimos muy amigas. Ella es una feminista confesa. Yo, sin embargo, aunque estaba de acuerdo en lo que ella sostenía, pensaba que no valía la pena exponerse con opiniones que no todos podían entender. Se lo dije varias veces, cuando la acompañaba a las entrevistas que le realizaban para medios gráficos o radiales.

 

Pero siempre hay algo que alguna vez te hace ver las cosas de otra manera. Cuando algo es de por sí justo, tarde o temprano sale a la luz. Hoy se consideran derechos humanos a algunas instancias que antes eran invisibles. Por ejemplo, antes se asumía como normal que existieran esclavos, o que la mujer estuviese desconsiderada por ley para votar. Aunque todavía existen quienes tienen sus peros con el matrimonio igualitario, o que opinan que una mujer que se expone como mercancía en un programa de TV como el de Marcelo Tinelli es porque elije ser (hacer) eso. Además, una vez leí una de esas frases que suenan lindas y políticamente correctas pero que si las sopesás, te impulsan a posicionarte. Decía algo como "ser indiferente ante una injusticia es lo mismo que ser injusto". La estoy citando por su concepto, pero estoy segura de que estas no eran las palabras exactas.

 

8 —¿Cuántos fanzines editaste? ¿A qué apuntaban, con qué características gráficas?

 

          VI — Con esta pregunta me quedo pensando en las vueltas de la vida. Empecé con Absurda y Efímera, primero como revista digital, luego como blog. Para pasar por los fanzines y volver a lo digital, que es mi proyecto actual con Ediciones Outsider. Hice dos fanzines. El primero era una hojita de Absurda y efímera con la selección de algunos poemas de los autores que colaboraban con la revista digital. Era una hoja A4 diseñada en Corell, cada número con una forma de plegar diferente. Las dejaba en los negocios, librerías, tanguerías y centros culturales. Era una manera de llegar a la gente que estaba por fuera de internet. (Hace poco, buscando en Mercado Libre fui a dar con un posteo en el que venden un ejemplar de ese fanzine (http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-570985240-absurda-y-efimera-nro-5-directora-valeria-iglesias-_JM).

El segundo, que edité junto a mi hermana, bailarina de tango, se llamó Una herida absurda y era una publicación de Tango. Tenía también poemas, entrevistas, textos y una agenda de las milongas y shows de tango. El propósito de tener fanzines, lo mismo que revistas, blogs, o la editorial, surge de la necesidad de crear canales de expresión alternativos. Se trata de no quedarse quejándose por la falta de oportunidades para expresar lo que uno tiene para expresar.

 

9 — Te asomás públicamente a la narrativa a través de una novela.

 

          VI — La escribí sin darme cuenta que la estaba escribiendo. Antes estuve con la otra novela que ya mencioné y no tiene nombre, la que arranqué escribiendo en un blog. “Correo sentimental” empezó con un mail que redacté para alguien y que luego no envié. Entonces, se me ocurrió que sería un buen experimento escribir algo que se basara en eso, en mails nunca enviados. Me lo planteé como un proyecto a seguir, redacté dos o tres más y dejé, porque no podía no ser autobiográfica, y esa no era la intención.

Seguí con mi otro proyecto de novela hasta que, unos meses más adelante, supe de un concurso de novela corta. La que estaba generando ya iba por la mitad y no tenía atisbos de ser breve, ni de ser concluida en un lapso acotado. Entonces retomé lo de los mails. Aquella experiencia emocional que me había impulsado a redactar el primer mail ya estaba, no sé si sanada, pero sí en paz. Entonces me mandé a escribir esos mails usando mi biografía a veces, sí, pero no ya con respecto a una sola persona, sino a varias, y a sucesos que me habían referido amigos y amigas, y así, a los apurones, logré algo que envié al concurso y que no gané. Estaba desprolija, la historia que subyacía a esos mails no se entendía. Un año después la pulí, la amplié y se la pasé al editor de Pánico el Pánico, Luciano Lutereau, que la aceptó encantado, le cambió un par de cosas, entre ellas el título, que originariamente era “Los mails que no te envío”.Es, como sus nombres (el original y el definitivo) lo indican, una novela de género epistolar. Me entusiasmó que no sólo apareciera el narrador como personaje, sino también el narratario. Conté una historia, reflexioné sobre el lenguaje, las redes sociales, las relaciones humanas, las obsesiones, y hasta me di el lujo de incluir unos poemas, los que en su gestación estaban en el medio de la novela, pero el editor los dejó como un apéndice cuyo título es “Los mails que no te envío”.

 

10 — Tu perfil quedaría incompleto si no diéramos cuenta de que sos instructora de yoga y que impartís un taller de obra (narrativa) a distancia y en grupo.

 

          VI — Hace diez años que practico yoga. Durante los primeros cinco fue algo inestable. Concurría todo un año, dejaba seis meses (generalmente durante el verano y el otoño). Desde que comencé sentí que esa era mi actividad física (había probado con otras y siempre fallaban mis ganas); no obstante, me faltaba entrenar mi voluntad de sostenerlo ininterrumpidamente. Un poco por eso, y otro poco porque necesitaba un cable a tierra, una actividad laboral que no implicara trabajo intelectual (con mi escritura, la editorial y los talleres que impartía), un día se me ocurrió hacer el instructorado de yoga. Sin embargo, el primer cambio no fue laboral, sino que obró en mi actitud con respecto a cuán en serio me lo tomaba. Hace cinco años que practico yoga sin interrupción y hace tres que doy clases. Me estimula esta contracara de la labor intelectual, que es el trabajo del cuerpo, con el cuerpo y para con el cuerpo de los demás. En 2015, además, dejé de coordinar talleres de escritura presenciales y me quedé con uno, que ya tiene también cinco años, en forma virtual a partir de un blog privado. Participan personas de Mar del Plata, Pilar, y ahora dos de Capital que no tienen tiempo de asistir a un taller presencial, pero que precisan un espacio y un grupo para elaborar sus textos. Es un taller de obra, no es a partir de consignas. Actualmente hay cuatro participantes: tres están trabajando en novela, y uno enun volumen de cuentos.

 

11 — ¿Te detectás identificada con personajes de algún narrador? ¿En el mundo de qué novelista podrías tener cabida?...

 

          VI — En general, resueno con aquellos narradores personajes (historias narradas en primera persona) que exponen su vulnerabilidad y que se construyen como un personaje fuerte a partir de asumir sus debilidades. Incluso, en ocasiones, se regodean con esa debilidad que es, la más de las veces, la imposibilidad de encajar en el mundo de los "normales". Tal es el caso de la narradora de "El ancho mar de los Sargazos", una novela de Jean Rhys que se trata, nada menos, que de la precuela a la novela “Jane Eyre” de Charlotte Brontë. También podría ser el del narrador de Paul Auster en las dos partes de "La invención de la soledad". En este otro caso, la resonancia fue más por lo autobiográfico: es un hijo que procura reconstruir a su padre muerto, y siente cómo se le escurren las certezas de quién era ese padre suyo. A mí, de alguna manera, me resultó aliviador. Otras personas que lo encontraron angustiante me preguntaban, cómo podía resultarme agradable su lectura. Y es que a mí me alivia cuando otro pone en palabras sentimientos parecidos a los míos que andaban ahí, innombrados en mi interior.

 

12 — Para Jean Anouilh, “La vida es muy bella cuando a uno se la cuentan o cuando la lee en los libros; pero tiene un inconveniente: hay que vivirla.” Para Virginia Woolf, “La vida es sueño; el despertar es lo que nos mata.” Para Gabriel García Márquez, “La vida es un juego de probabilidades terribles; si fuera una apuesta no intervendrías en ella.” Para Joseph Conrad –en realidad, para el personaje narrador de “El corazón de las tinieblas”-:  “La vida es una bufonada. Disposición misteriosa de implacable lógica para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un cierto conocimiento de uno mismo —que llega tarde— y una cosecha de remordimientos inconmensurables.” Y para vos, ¿qué es la vida?...

 

          VI —La vida es un regalo y es un misterio y puede ser vivida de todas las formas que dicen esas citas, pero también de muchas otras (¡por suerte!). Hace poco reparé en un chiste en las redes sociales que cuestionaba el consejo ese que reza "que no se te vaya el último tren" o algo parecido. El chiste decía "no conozco ningún tren que pase una sola vez, así que dejen de decir pavadas". Creo que a cada instante la vida te envía un tren para ir a lo bello que indica Anouilh; el inconveniente es que no siempre lo tomamos. No tomamos el de este instante, ni el del que sigue y así y así. Pero cada tanto tomamos uno, y qué lindo que fluye todo. Es más, uno se dice ¿por qué no hago esto más seguido?, sin saber qué es "esto" exactamente. Y luego volvemos al estatismo, a dejar pasar los trenes. La vida es movimiento, así que habría que animarse a tomar el tren de cada instante.

 

13 — ¿Ensalada o puchero?... ¿Más lo salado que lo dulce? ¿Y agridulce?...

 

          VI —¡Puchero, de una! Pero también ensaladas bien power (nada de lechuga y tomate, ¿se entiende?). Me provoca lo dulce, pero si tengo hambre de algo salado, lo dulce no me interesa ni me satisface. El postre es algo que siempre surge como imperativo después de cenar. Lo agridulce también me encanta. Un placer de adulta. Sobre todo con frutas frescas: melón con jamón, triples de miga con ananá, carnes con puré de manzanas.

 

14 — ¿Qué te estás debiendo al punto de mortificarte por ello? ¿Perdurarán las deudas?

 

          VI —Mortificarme, hace rato que no me pasa eso. Pero me fascinaría volver a Londres. O tener la posibilidad de viajar seguido a esa capital. Tener un trabajo u ocupación que suponga viajar a Londres con frecuencia. Me debo aún corregir la última novela que escribí, sí. Y eso me perturba un poco, a veces. Pero no siempre. Espero que ninguna de las dos deudas perdure.

 

15 — ¿A qué poeta con veta humorística destacarías?

 

          VI —Oliverio Girondo, sin duda: muchos de sus poemas.

 

16 — ¿De qué está hecho el poema? ¿El poeta tiene punto de llegada? ¿Cuál es tu relación con la grafía?

 

          VI —Mi poema está hecho muchas veces de una voz que aparece y repite una frase. Una frase que al principio no tiene mayor sentido para mí y escribir el poema es darle el sentido. Pero hace tanto que no escribo poesía. Así que esto que estoy contestando puede ser un invento que me hago, esos recuerdos que uno se construye y no sabe si le pasó o si lo urdió tan sólidamente como a una certeza. Otros poemas los fui a buscar yo. El punto de llegada es raro. Hay poemas que llegan a un punto en el que ya no les harías nada (estamos en casa, hemos llegado). Y otros que parece que están bien, pero podrían ser otra cosa.

Si con grafía te referís a manuscritura, escribo todo a mano, luego trabajo con la compu. Todo lo redacto primero con papel y lápiz, incluso los escritos administrativos. Si estamos hablando de la forma que adquiere el poema en el papel, también son detalles que observo, mucho. Me parece que la distribución del texto en el papel, incluso en la narrativa, puede ser una puerta que se abre al lector, o un paredón que eyecta las ganas de leer.

 

17 — ¿Qué consideraciones te merece la poesía argentina a la que has ido accediendo como lectora y cuya irrupción se haya producido en este siglo?

 

          VI —Sinceramente, no me percibo con autoridad para opinar sobre poesía argentina. No soy lectora de poetas, soy lectora de poemas. Hay poemas que me han conmovido hasta pensar que ahí se encontraba el secreto de todo. Incluso me ha pasado de encontrar poemas ocultos en la narrativa. En general, resueno, como contesté en mis identificaciones con los personajes de novelas, con los momentos en que el lenguaje deja ver lo que no se puede decir con lenguaje. Me ha pasado eso con poemas de la uruguaya Idea Vilariño, de Ungaretti, de Alejandra Pizarnik, de la recientemente fallecida Juana Bignozzi, de Héctor Viel Temperley. Pero te estoy nombrando extranjeros y argentinos del siglo pasado en su mayoría. De mis contemporáneas locales me conmueven muchos poemas de Noelia Rivero, Valentina Nicanoff, Carolina Mikalef y Andi Nachón.

 

Valeria Iglesias selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

 

 

Árbol genealógico

 

La pera podrida

que nunca se cae

es mi origen.

Fui su semilla,

no su simiente.

 

Las uvas maduras

son granos que adolecen.

 

Más cerca, acá abajo,

los cítricos:

la ácida y rugosa piel

del limonero

del patio

de mi casa.

                                                             (de “Papel reciclado”)

 

 

 

doble de riesgo

 

hay

el pensamiento que sobrevuela

registrando el todo visible

las partes del cuerpo incluso

su propia espalda

 

y hay

los efectos especiales

dinamita acmé reventándole adentro

derramándola

 

va a perder la cabeza

 

va a dejarla en el camarín o en el tráiler

para que le maquillen el gesto de espanto

o para que la use el acróbata

que en esas tomas hace de ella

gira por el aire

sin mirar a cámara y fuera de foco

                                                                                                   (Inédito en fanzine-plaqueta“Estrella de cine catástrofe”, Ediciones Bailanta, 2013)

 

 

 

morera

 

miedo esquina de cañas

una selva no es valor

es volar

suspende el diafragma

serpiente rodea tronco

llegar a donde no llora

lugar donde recuerda

no llora

 

trepa las rodillas

arden bajo los vaqueros

árbol de moras

la altura certifica

el suelo lejos no hay dudas

con gusto a vuelo la fruta

por entre las hojas sol

magia es creer de dios

más cerca se reza

 

los rayos atraviesan pelusas

partículas de polvo

como una redención

es ella niña santa

inmaculada mora

explota el paladar dulce

en los pies colgando miel

niña alada

 

y está sola

sin testigos se abandona

lo hace sola

se deja a sí misma

una tarde sin rescate

                                                                        (de “Restos de jukebox”, Tocadesata, 2009)

 

 

 

Los mails que no te envío

5.

 

primero lo besé

antes su voz oblicua

el comentario inseguro de cuerpos rotos

lo besé furiosa increíble

pero no estuve ahí

no estuve

y cuando me permití estar

quedé blanda de amor y perdida.

 

6.

 

pero no se pierde

el que está:

parece un cuerpo enlazado

sin clasificar

el peligro se bebe lento

y se escupe

ante la duda

cuando ya es tarde.

                                                                   (de “Correo sentimental”, Ediciones Pánico el Pánico, 2012)

 

 

*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Valeria Iglesias y Rolando Revagliatti, agosto 2015.

http://www.revagliatti.com.ar/030616.html

Foto: Augusto Álvarez

Fotografía: Augusto Álvarez

Con cantante Andrea Álvarez

retrato de Vane Miller

Carlos Barbarito: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Carlos Barbarito nació el 6 de febrero de 1955 en la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en Muñiz, otra localidad bonaerense. Por su obra poética obtuvo primeros premios y otras distinciones, y ha sido incluido en antologías, en su país y en el extranjero. Fue traducido al holandés, italiano, inglés, catalán, francés, griego y portugués. Entre 1984 y 2014 ha publicado, entre otros, los siguientes poemarios (en la Argentina y otros países de América y Europa): “Poesía quebrada”, “Teatro de lirios”, “Éxodos y trenes”, “Páginas del poeta flaco”, “Parte de entrañas”, “Bestiario de amor”, “Viga bajo el agua”, “La luz y alguna cosa”, “Desnuda materia”, “Puntos de fuga”, “La orilla desierta”, “Piedra encerrada en piedra”, “Figuras de ojo y sombras”, “Música humana y de paramecio”, “Un fuego bajo un cielo que huye”, “Cenizas del mediodía”, “Feu sous un ciel en fuite” (traducción de Patrick Cintas), “Paracelso”. En el campo de las artes plásticas publicó dos volúmenes: “Acerca de las vanguardias. Arte argentino siglo XX” (Comisión de Homenaje a Jorge Feinsilber, Buenos Aires, 1990) y “Roberto Aizenberg. Diálogos con Carlos Barbarito” (Fundación Federico Jorge Klemm Editora, Buenos Aires, 2001).

 

1 — Pergamino ha sido una de las zonas inundadas hace pocas semanas. Te habrá retrotraído a las lluvias en tu infancia, a las aguas aquellas.

 

          CB — El agua, asunto que se repite en mis poemas. En todas sus manifestaciones, siempre presente en cuanto escribo. Desde chico, desde que recuerdo, la lluvia, las tormentas con sus relámpagos y truenos, me fascinaron e inquietaron. Tal vez, la primera historia que me atrajo fue la del Diluvio, con el arca moviéndose sobre las aguas. Pero no sólo se trató de lecturas, también, y sobre todo, de experiencias personales: vivía yo con mis padres y hermana en una casa muy frágil, que mi cabeza de niño vinculó de inmediato con el arca, una casa que parecía venirse abajo con cada tormenta, sobre todo en aquellas largas noches en las que, inevitablemente, se cortaba la electricidad y debíamos encender velas. Casi ninguna tormenta posterior tuvo la intensidad de las que viví en mi niñez, no sólo por que yo era un niño si no, también, porque aquellas tormentas eran intensas y porque la casa parecía no poder resistirlas. Pero hay más: los relatos de mis abuelos y mis padres, de mi madre más que nadie, de las periódicas inundaciones, de los desbordes de los dos arroyos que atraviesan Pergamino. En efecto, la ciudad donde nací y viví treinta años, padeció una nueva inundación, una más que se suma al más de un centenar de acontecimientos semejantes desde fines del siglo XIX. Pocos días después de la peor de las inundaciones que sufrió Pergamino, en 1995, recorrí la ciudad. No sólo se trata de daños en las casas —de por si terribles—, se trata de lo que produce en las personas, heridas que tardan mucho en cicatrizar. Aun hoy, luego de veinte años y algunos meses, en las conversaciones con amigos pergaminenses, aparece ese recuerdo.

 

2 — En entrevistas que te fueron realizando tuviste ocasión de referirte al “Teatro de los Actorcitos de Madera” cuando eras un niño; y a que aspirabas a destacarte, ya más de pibe, como músico o como futbolista. Espacios públicos: escenarios y campos deportivos; plateas y tribunas.

 

          CB —Recuerdo a mi padre —en la cocina de la casa de mis abuelos— hablarme de los “títeres de Podrecca” y, de inmediato, decirme que me preparara porque en un rato actuaban “en el Monumental”. No recuerdo nada del trayecto hasta la sala pero, sí, me viene a la memoria un momento, apenas un momento: el escenario iluminado y en él, las marionetas. Yo tendría tres años. Es uno de mis primeros recuerdos. En el fútbol, soy simpatizante de Independiente, un jugador discreto, que jamás salió del potrero para ingresar en algún equipo local. Mi abuelo me llevaba, cada domingo, a la cancha del club Compañía—pasábamos bajo el puente cercano a la casa de mis bisabuelos—. El nombre del club, como tantos otros, tiene relación con el del ferrocarril —Compañía General Buenos Aires, actual Belgrano—. De la cancha evoco los tablones de madera, las torres de iluminación y los vestuarios con su olor a “aceite verde”. Un amigo de mi abuelo, siempre presente en aquella tribuna, era capaz de repetir la formación de cualquier equipo local y de Buenos Aires, de cualquier año. Yo, fascinado. En cuanto a músico, ni hablemos: lo intenté sin ningún éxito.

 

3 — ¿Y recuerdos bien del pasado que nunca hayas divulgado?

 

          CB — Por alguna razón, oculta, misteriosa, creo que nunca conté un hecho en mi niñez que registra una fotografía que debe estar en casa de mi hermana —tal vez. Mi abuelo, Francisco, era amigo de un pintor rosarino, Mario Guaragna. Guaragna era el encargado, cada año, de pintar un mural en cada baile de carnaval en el Club Compañía. Esos bailes de carnaval eran famosos: allí estuvieron Oscar Alemán, Pugliese, Alberto Morán, Estela Raval antes de Los Cinco Latinos —creo que con Jazz Santa Marta, o algo así—, Alberto Castillo, etc. Mi padre, bandoneonista, era músico en la orquesta de Tito Comitte, allí tocaron muchas veces. Guaragna, supongo que en 1956, se decidió por pintar un puerto con barcos. Por sugerencia de mi abuelo, uno de los barcos se llamó "Carlos Osvaldo", mis dos nombres. En la foto se ve a mi abuelo sosteniéndome en sus brazos, detrás el mural. 

Otro recuerdo son las visitas que le hice a mi padre en su trabajo. Él era telegrafista y la sala de transmisión, enorme, llena de aparatos, era una caja de ruidos. Subiendo la escalera, en una antesala un busto de Samuel Morse. El correo entonces funcionaba en un edificio señorial, que todavía existe, bellísimo, que pertenece a la Sociedad Española. En el edificio había consultorios, uno médico y otro odontológico. Me llevaron varias veces. Yo amaba ir al dentista (una rareza) porque el doctor Armas López, me hablaba de muchas cosas, desde pintura hasta platillos voladores. Cosa que se repetía en la peluquería del barrio, con el Sr. Doublas —nunca supe bien cómo se escribía su apellido—. ¿Por qué no los nombro al hablar de mis primeras influencias? No lo sé.

 

4 — Algo para contar habrá, supongo, de tu paso por la conducción de programas radiales, durante tu adolescencia y juventud.

 

          CB —¡Y de mi fugaz paso por la actuación!  La única como actor de teatro fue en Pergamino, allá por los ‘70. Yo integraba un grupo... que lanzaba cohetes modelo, incluso con una rata de laboratorio en una cápsula —regresó sana y salva... con el corazón algo acelerado—. No recuerdo qué obra, pero fue en una salita de teatro de la Iglesia Metodista local, donde tenía algunos amigos. Yo interpretaba el papel de un anciano, con el cabello y la cara empolvados, que hablaba con una vela en la mano. Estaba tan nervioso que me temblaba la voz. Claro, de modo no buscado, con ese temblor en la voz, y la cara pálida, logré una buena performance.

Tuve programas de radio en una emisora de circuito cerrado que se llamaba MAS, por el dueño, Masagué. Y colaboré en algunos de la otra radio, ahora AM, MON, por su dueño, Montardit. Recuerdo un reportaje que le hicimos Ricardo Wolter y yo a Roque Narvaja, en un bar frente a radio MON. Organizábamos recitales en... la sala de las Hermanas Adoratrices. Allí estuvieron Juan Carlos Baglietto y su sexteto Irreal, desde Rosario. En el grupo organizador, el viejo amigo, Sergio Bonzón. Sí, Rolando, ¡hay tanto para contar!

Una curiosidad: fui locutor en un pesebre en el Barrio Acevedo, en Pergamino. Como el guión era —digamos— escaso, yo repetí una y otra vez, para llenar los espacios, hasta que me cansé y dije cosas de mi propia cosecha. ¿Qué habré dicho? Los vecinos, al parecer, felices.

 

5 — ¿Cuándo comenzaste a desempeñarte como bibliotecario?

 

          CB —A mediados de los ochenta. Eso fue ya en Muñiz. En mi ciudad natal, entre 1972 y 1986, entre los muchos trabajos que realicé antes de ingresar como empleado en mesa de entradas en el Juzgado en lo Civil y Comercial, trabajé en una escribanía, en un negocio de ramos generales, cobrando entradas en los corsos locales. Intenté estudiar letras, abandoné. Intenté estudiar artes visuales, abandoné.

 

6 — Es en el “Expreso Imaginario” donde fueron difundidos tus primeros poemas, después de los que se dieran a conocer en medios gráficos de Pergamino y alrededores.

 

          CB —Sandra Russo, a sus quince años, fue la primera persona que eligió uno de mis primeros poemas para “Expreso Imaginario”. Y en un número posterior me publicaron otro. Imposible recordar todas las revistas, sobre todo subterráneas, en las que colaboré. Son decenas.

 

7 — Prensa alternativa subterránea a partir de los ’70. Y allí vos fundando “Resonancias”. ¿Hubo otras revistas que hayas dirigido?

 

          CB —“Resonancias”, por el tema de Pink Floyd, la hice con Ricardo Wolter. Luego, “Futuro”, con Rafael Restaino. No mucho después, “Papeles y razones”, una modestísima publicación que no sobrepasó el número inaugural. No me olvido de “Siesta”, con Sergio y Viviana Bonzón. Difundíamos sobre todo poesía, algún ensayito sobre ecología, música… En alguna parte digo al respecto: “A partir de 1974 o 1975 nos reunimos un grupo de amigos, en Pergamino, en la oficina de mi padre, tesorero del sindicato de los trabajadores de correo. Era en la planta alta de una galería ya desaparecida. Llevábamos los esténciles con poemas, relatos, pensamientos, críticas de música, apuntes y aportes de las más diversas extracciones. Con grandes dificultades los reuníamos y editábamos para, luego, distribuirlos de mano en mano o por correo. Por alguna razón, nos convertimos en parte importante de un entramado que, en su clímax, abarcó gran parte del país. Pero esos papeles no eran un fin sino un medio. ¿Qué quiero decir con esto? Que ellos fueron un punto de partida. Porque nos permitieron la relación, el encuentro, la comunicación y el intercambio. En días en que los medios masivos, con su habitual carga de toxicidad —mezcla de distorsión, conformismo y vileza— se presentan como estación final, como único destino, hasta hacernos creer que no hay más realidad o mundo que el que muestran, recuerdo aquellas páginas abrochadas, con llamativos títulos, que procuraban ser mediadoras, herramientas, llaves. Es decir, nada de acercar algo digerido sino un nutriente a ser digerido, nada de algo acabado sino algunos elementos para ser discutidos, puestos en tela de juicio, nada de repeticiones sino un intento por ver las cosas de otro modo, situando la mira en otros lugares, en fisuras, sótanos y orillas. Sabíamos lo que pensaban los hombres y mujeres promedio de nosotros, los bienpensantes de aquellos que leíamos a Artaud, escuchábamos a King Crimson y escribíamos poemas. Éramos jóvenes, los jóvenes desde siempre son sospechosos, y, encima, traíamos un equipaje poco y nada habitual y a ese equipaje, como querían los surrealistas en sus momentos más vitales, pretendíamos que fuese una concepción del mundo. Una —léase— y no la única. Nunca logramos, por falta de medios y tiempo, conocernos todos —todavía hoy encuentro a personas que hicieron algo semejante en aquellas jornadas y de las que, en su momento, no tuvimos ni noticias—. Fuimos más de lo que sospechábamos los movidos por el espíritu de una época, tumultuosa, veloz, compleja.”

8 — Sos uno de los escritores argentinos más difundidos en la Red. En PDF, por ejemplo, es hallable tu poemario “Oscura verdad bajo el cieno”.

 

          CB —Siempre trabajé, con gran fervor. Lo que aparece en ese formato, el pdf, es simplemente un esbozo. Yo considero que lo definitivo (no me gusta esta palabra) es cuando se reproduce en papel. Vivo todavía en la Era de Gutenberg, aunque utilizo en gran medida Internet. Sí, colaboro con revistas electrónicas, sobre todo del exterior. En cuanto al alcance de lo que uno publica en la red de redes, para alguien como yo, nacido y criado entre vinilos y cintas magnéticas, resulta algo maravilloso.

 

9 — Selecciono un tramo de lo que el escritor cubano Carlos M. Luis (1932-2013) opinó sobre la direccionalidad que impone al lector tu poética: “…a otras regiones donde los días son de vinagre, las aguas se quedan sin substancia, el paraíso es algo frágil que se disipa, o que alguien mañana se quedará ciego. La apertura del lenguaje de este poeta hacia los sentimientos y la imaginación, pone en evidencia la liberación de lo reprimido en el lugar de las apariciones.” ¿Advertís que algo haya quedado fuera en lo aquí descrito?... Y además, ¿cuál ha sido el comentario sobre tu obra que más te sorprendiera y te dejara pensando?

 

        CB —Siempre queda algo afuera, afortunadamente, para futuras conversaciones. En cuanto a algún comentario sobre mi obra que me haya sorprendido, uno del gran pintor Marcelo Bordese. En pocas líneas logró sintetizar mi poesía, es más: logró revelar y revelarme lo que apenas sospechaba: “Durante mucho tiempo me pregunté qué me atraía de tu poesía. Las otras noches (qué extraño suena en plural) creí vislumbrarlo: tengo la sensación que nombrás el mundo como si no lo conocieras, cantás el mundo como si no lo entendieras del todo, o mejor aún, como si lo desconocieras. Las circunstancias, sus móviles, los secretos engranajes de la existencia (que los reduccionistas con envidiable tranquilidad llaman azar-destino) te resultan inextricables, y te mueven —por fortuna— a un perenne estupor. El universo es de naturaleza tantálica, lo sabés, tal vez por eso la poesía es un milagro aparentemente próximo, pero siempre inasible, aunque en ocasiones alcanzable. Carlos Barbarito, tal vez el mundo haya sido hecho para no ser reconocido (Lc. 8, 10), producto de una divinidad sabia o sádica; tal vez no toda ignorancia sea oscura; tal vez —y ya con resplandeciente resignación— sólo sea posible cantar la duda.”

 

10 — Concluiste de responder la primera pregunta de un cuestionario definiéndote como “un sapo de otro pozo”. Ahora para nuestros lectores: ¿por qué? (Y en el mismo cuestionario aparecen los vocablos “polizón” y “naufragio”.)

 

         CB —Porque, tal vez, aquel barco pintado en una pared con mis dos nombres me marcó para siempre.

 

11 — Has dialogado largamente con uno de los pintores y escultores más importantes de nuestro país, lo cual se socializó en un libro. Me interesaría que nos contaras sobre las condiciones en las que se efectuaron esos encuentros, sobre la propuesta editorial que los sustentó, sobre las repercusiones.

 

          CB — Fue producto de conversaciones con Roberto Aizenberg [1928-1996], cada domingo de 1990, en su casa. Fue publicado recién en 2001, gracias a Federico Klemm, a Laura Feinsilber y Charlie Espartaco, pero Aizenberg no logró verlo impreso. Las repercusiones, muchas, aquí y en exterior, y no se han agotado. Es mi libro más difundido, fuente para trabajos que se hicieron después.

 

12 — ¿Cómo te fuiste formando en relación a escribir sobre las artes plásticas?

 

          CB —Fruto del trabajo. Pero soy esencialmente (¿qué significa esencialmente? —se preguntó alguna vez Borges) un poeta. O alguien que escribe poemas.

 

13 — ¿Qué discurrirías a propósito de algún largometraje que hayas visto recientemente?

 

          CB — Ayer vi “Wittgenstein”, de Derek Jarman. El vienés y Kierkegaard son, entre otras pocas, mis mayores influencias, digamos librescas. No, no sólo librescas. Son, entre otros pocos, mis compañeros de viaje aunque, a menudo, no logre entender cabalmente sus escritos, sus ideas. Sobre todo, Wittgenstein. Pero ayer vi esa película y, entre otras cuestiones, los numerosos intentos por huir de la filosofía (estudios de ingeniería aeronáutica, maestro en provincia, jardinero, aislamiento en Irlanda, trámites para ser peón en la Unión Soviética...), todos rotundos fracasos. En la entrevista para un futuro libro colectivo, digo: “Ahora, ¿soy yo un poeta surrealista? No me atrevo a responder a la pregunta. Lo que sí puedo decir es que en ocasiones me acerco al surrealismo —en el sentido de no tener ideas previas, de eludir en lo posible todo control racional— para, en otras, alejarme —recurriendo a lo preconcebido y a la razón— para, luego, en el camino, volver a encontrarme con él. Encuentro y desencuentro que me llevan a un reencuentro, mecanismo complejo, contradictorio, del que apenas puedo dar cuenta. De lo único que estoy seguro es de la inseguridad humana ante el cosmos. Los Evangelios, desde el fondo de los tiempos, lo dicen mejor que yo: vemos en espejo.”Ahora pienso que esa huida y posterior, fatal, reencuentro, podría extenderse a la poesía. ¿Por qué poesía y no prosa? ¿Por qué escribo poemas? ¿Por qué hago lo que a menudo me trae dolor? Digo también, a modo de explicación: “Borges dijo alguna vez que desde siempre supo que tendría un destino literario. Yo no. Debió pasar mucho tiempo para que yo adquiriera conciencia de que iba a ser escritor. Me pregunto si lo soy, si realmente soy un escritor. Intenté ser músico, pintor, profesor de literatura. Fracasé. Intenté aprender algún idioma. Fracasé. Apenas si logro balbucear alguna cosa en inglés. Incluso, alguna vez pensé en que moriría joven sin haber podido encontrar un modo de expresión.”

 

14 — ¿Qué tipo de comportamientos sociales te resultan más difíciles de tolerar?

 

          CB —La envidia y la hipocresía.

 

15 — Antenoche terminé de releer la novela “Adolphe”, del suizo Benjamin Constant (1767-1830). Y en el mismo ejemplar, en un texto autobiográfico “se me incrustó” lo siguiente: “…no me creo más valiente que otro cualquiera, pero una de las características con que me ha dotado la naturaleza es un gran desprecio por la vida, e incluso unas ganas ocultas de dejarla para evitar toda clase de fastidios que puedan acaecerme.” Me identifiqué con su última afirmación. “Arrojadas” sobre vos estas líneas, ¿a dónde te llevan?...

 

          CB — No siento desprecio por la vida. Ni tampoco por la muerte —que, dice Wittgenstein, “le da sentido a la vida”—. La afirmación de Constant, nítidamente, habla del suicidio. No me agrada la idea del suicidio porque si me matara ya no podría ver escribir a mi mujer y regar las plantas, ver estudiar a mi hija, ver a los gatos treparse a los árboles, ni oír música, la voz del duendecito que, cuando menos lo espero, me dicta el primer verso y huye, dejándome con la tarea de completar el poema.

 

16 — ¿Hay pintores que te hayan dejado perplejo?

 

          CB —Mejor, hablaré de los que fueron capaces de maravillarme. Y, claro, esa maravilla trae perplejidad, una bella perplejidad. Las imágenes reproducidas en un diccionario enciclopédico que me compró mi padre, sobre todo dos, una de Rubens y otra de Picasso; los dibujos de un artista plástico de mi ciudad, Rubén Albarracín, a quien pedí que me ilustrara la portada de una modesta edición con mis primeros poemas, en los setenta; los “humeantes” de Roberto Aizenberg, hallados de pronto y sin aviso en una revista de las tantas que leí en el quiosco contiguo a mi casa de la calle Zeballos… Hablo de aquellos lejanos días del “artista cachorro”.

 

17 — ¿Intentamos un juego tendencioso? Van las pautas: “Aquellos que, como nosotros, lindamos con el cretinismo o con la idiocia, discrepamos…”, “Los recalcitrantes objetamos…”, “Los obtusos desconfiamos de los beneficios…”, “Aquellos malheridos por la desesperanza y las consecuencias ruinosas de una extendida… cuestionamos…” ¿Completarías?

 

          CB —Parecen pasajes de un discurso político de los años treinta o cuarenta. No es mi manera de hablar —soy simple, jamás recurro al diccionario salvo para verificar cierta ortografía o alguna que otra definición—. Es tan remoto a mi mundo que jamás podría intervenir en ello.

 

18 — ¿Hay poéticas que rechaces o no valores?

 

          CB —No rechazo, amigo Rolando. Ni valoro por encima o por debajo de esto o aquello. Sí, soy afín a cierta poética, pero con el paso de los años —creo— elaboré un estilo, un modo de decir, una arquitectura que me resulta propia. Claro, las influencias son muchas y variadas, desde el Génesis hasta Wallace Stevens. Incluso, lecturas y experiencias que están en lo profundo de mí mismo y no alcanzo a definir. Algunas de las cuales ni sospecho.

 

19 — ¿Cuál es la opinión que hoy te provocan tus primeros cuatro o cinco poemarios?

 

          CB —Son, digamos, una preparación a lo que, años después, conseguí. Y lo que conseguí es preparación a un Libro Futuro, que —convengamos—, perfecto de toda perfección, jamás escribiré. Pero, claro, insisto. De otro modo, ¿qué sería de mí?

 

20 — Si fueras traductor, ¿de qué poetas crearías tus propias versiones?

 

          CB —Sin duda, Wallace Stevens. Y, también, Dylan Thomas.

 

 

Carlos Barbarito selecciona poemas inéditos de su autoría para acompañar esta entrevista:

 

 

¿Dónde se sitúa, entonces, la muerte?...

 

¿Dónde se sitúa, entonces, la muerte?

¿En recodo, pliegue? Lejos,

donde no alcanzo, el viento desvaría

y el curso del agua se tuerce

en dirección al salitre. Y el lenguaje,

éste, reduce su dignidad a una tos,

súbita y profunda. Enferma

de una enfermedad antigua,

ante la que el más poderoso remedio

es apenas un placebo.

¿Dónde? ¿En andén,

lágrima, coda, mineral, nudo?

 

 

 

Y de mí qué se embarca, qué ruta emprende…

 

…It looked as if a night of dark intent
Was coming, and not only a night, an age…

Robert Frost,Once by the Pacific

 

Y de mí qué se embarca, qué ruta emprende;

de mi mano, torpe música ciega

y una herida en el aire que exhalo.

Ignoro el pasado y el porvenir de la estrella,

qué se oculta bajo la tierra que piso,

por qué lo que se busca queda siempre del otro lado.

Estoy solo. Estás sola.

El perro acude y nos lame las manos.

¿Acude o se trata de un sueño?

Dejo una marca en la madera.

Ésta, con la punta del cuchillo.

¿Dejo una marca o lo sueño?

Sí, hablábamos de remotas constelaciones,

de súbitos prodigios, de lluvias extrañas;

pero sobrevino el silencio y fue espeso,

se hizo la tiniebla en pleno día

y ya no hubo razón para rarezas y milagros.

Y no pudimos vestirnos.

Y no pudimos desnudarnos.

 

 

Mi vida fue un error –dijo…

  

Mi vida fue un error–dijo. Y se arrojó al vacío.

Ese acto postrero, definitivo, ¿rompió el cerrojo?

¿Pasó una esponja húmeda por cada una de las siete heridas?

¿Delineó, con arte angélico, una vía de salida?

¿Dio paso al goce, el fruto rojo bajo una luz blanca?

¿Trajo una espuma duradera, un padre renovado?

¿Detuvo al arpón en pleno vuelo hacia el pez?

¿Repuso la médula, la espalda, la espina?

¿Rehízo el devastado reino del escarabajo y la hormiga?

¿Desafiló el hacha, dio vista al ciego, recuperó salario y jardín?

¿Qué del eterno instante del parto, del unísono coral en viaje?

¿Qué del tributo seminal, del lento masaje en las encías?

¿Qué del vino bebido a pequeños sorbos, junto al fuego?

¿Y el sonido que, desde siempre, engendra?

¿Y el silencio que, desde siempre, acerca el agua a las orillas?

 

 

A donde va a consistir el invierno…

 

A donde va a consistir el invierno:

caridad que no salva ni a una flor

y la hora que no señala el mediodía.

Se dice avecomo se dice adverbio,

con la misma, unánime laxitud;

en los vidrios, el propio reflejo

que la mente supone ajeno.

Desde alguna parte, una voz, sin oyentes a la vista:

a recoger lo que quedó del místico desposorio,

del antiguo y perdido arcano

que sabía fusionar el milagro y el deuterio.

Mas, en blanco el pentagrama.

No hay casa para la tenaz devoción,

la esporádica bandada,

el último coro, su incierta altura, su menguante iridiscencia.

 

 

 

¿Hay, abajo o arriba, una voluntad…?

 

¿Hay, abajo o arriba, una voluntad

capaz de reunir, en un mismo punto,

denso de toda densidad, cuerno y cifra?

En el preciso instante de la hoja seca,

¿dormita el puño atravesado por la espina

y se nutre el pecho ciego de azafrán y cábala?

No dura el pez en la tierra.

No dura el terrón bajo la lluvia.

No dura la mirada ante la luz que explota.

No duran. Sólo la noche es alta

y el día se disipa en su propia y constante radiación.

En lo oscuro, regurgita, ofrece

de su boca un bolo casi místico,

allí se congregan vestidos y desnudos,

presas de la fiebre, dando gritos.

 

 

Música ciega, en el dominio…

 

Música ciega, en el dominio más helado.

En el invierno, ni la imaginación concibe el verano.

Ni la flor, ni el fruto,

ni la agilidad del animal entre charco y charco;

digo Abisiniay, de pronto, cruje la madera

y se derrumba, envuelta en ocre, la inocencia;

digo yoy, de inmediato, sal en la herida

y el destino como filo, gorgojo, ausencia.

A los pies de cada cama, con su enfermo,

una mujer de blanco, inmóvil.

Hablaría, el enfermo, en lenguas, si se lo propusiese.

Profetizaría pestes y lluvias de sapos,

la mujer de blanco, si se lo propusiese.

Pero es Abisinia y ambos callan,

afuera cae la hora por su propio peso

y un daguerrotipo fija vulva y colmillo,

y aquello, secreto y antiguo, que los lubrifica.

Pero digo yo, y la silaba pierde su eje,

se disipa entre repetidas, monótonas conversaciones

que dan cabida al vano consuelo

y arrojan, como agua servida, el nudo, la estrella.

 

 

*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: Ciudades de Muñiz y Buenos Aires, distantes entre sí unos 33 kilómetros, Carlos Barbarito y Rolando Revagliatti, septiembre 2015.

www.about.me/rrevagliatti

Con Enrique Butti y Olga Orozco

Con Víctor Chab. Foto: Alejandro Chab

Con Miguel Grinberg

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