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Raúl González Tuñón

Buenos Aires, Argentina - 1905 -1974

Epitafio para la tumba del poeta desconocido

 

Fue un poeta de su vida y de la vida.

Porque además del diálogo del hombre con su tiempo

la poesía es un estado de ánimo,

fue siempre el suyo un vago amar

y sentir y esperar no se sabe qué cosas:

y no pudo escribir ni un solo verso.

La muerte, la inquirida "Tía de las muchachas",

Se lo llevó una tarde de azul desprevenido.

Murió de inanición, como Meg Merrillies,

la que en vez de cenar contemplaba

fijamente la luna sobre el bosque.

 

Tanta es su soledad que el olvido se toca

dedicatorias

Juan Manuel Roca

Medellín, Colombia -  1946

La caída del reino

                                 Para Gustavo Pereira

 

El poema ocurre así:
Uno llega el templo con sus dioses,
Lo puebla de objetos
Sacros para el rito
Pero puede poblarse
Con el brillo de los mercaderes.
El poema sigue así:
Uno regresa a él,
Latiga las palabras que le sobran,
Desaloja a los mercaderes y su brillo,
Desperdiga por el suelo
Los objetos del rito,
Advierte que sus dioses
Son ídolos de arcilla
Y sólo encuentra
El peso de un silencio malogrado.
El poema termina
Como un barco de papel
En los deltas del vacío.

Luis Benítez

Buenos Aires, Argentina

Nezahualcoyotl

 

Este hombre que fuma en un octavo piso

permite que a su alma la disgregue un río;

no es el cálculo del día de mañana

lo que inunda su noche preocupada,

ni esperas ni codicias ni mansalvas,

ni el lago de oro que a sus pies quiebra y arma,

arma y quiebra una ciudad a orillas de otra.

Calles, rincones y caminos, en su corazón

no los habita airado un ser terrible

al que aplaca la sangre de cautivos,

sino el horrible fantasma del hastío

que gota a gota bebe las horas, los sueños y el destino.

Ser, ¿para qué? y en sus vestidos el viento frío le responde.

El Año del Conejo con lo ido se ha ido

y la guerra fue útil. Mañana él será el vencido.

Ve su brazo y no ve la manera de tensar el arco de combate

ni la fuerza que empuña su espada de obsidiana,

sino el sarmiento seco que la vejez desatará en lo vivo.

Como Kahyame conoce que el cero existe y que es la cifra

de lo inútil porque detrás de algo multiplica el algo hasta la nada.

No conoce la rueda. Conoce las estrellas.

Sabe que hombres pálidos que vendrán del rojo Oriente

con barbas y caballos cambiarán el reflejo de su lago

cuando él sea ceniza, su fama y un nombre incomprensible

en el disco que liga la tarde a la mañana.

Por la muerte, no compone los cantos de la guerra;

por la muerte, no declama los himnos de los dioses.

Por la muerte, muerte, muerte, no suscribe a los placeres

ni a otro engaño que caminar solo y perdido  por los barrios

de espejismo de la ciudad que está en el lago:

en un presente que repite el pasado

comprende que le aflige más su noche que esa noche

y que es un miserable y un hombre

y que es poeta, el primer poeta americano.

                                                                                            De Fractal, 1992

Enrique Hernández D'Jesús

Mérida, Venezuela -1947

La cantata final dentro de la urna

                                                        a Carlos Contramaeste

 

Se fumaba un tabaco

un largo tabaco

en la mesa ponía su botella de brandy

y debajo de la cama guardaba un viejo revólver

que le habían regalado el día que se casó

y me dijo estas son las historias de nunca acabar

mi padre se monta en los bombillos eléctricos

lo veo patinando en las hojas de los árboles

comiéndose un níspero a la sombra de los pájaros

de la sombra de los pájaros se ha dicho mucho

no de la mano de la sombra de los pájaros

el recurrente movimiento del tiempo

sirviendo de imagen

María Mercedes Carranza
Colombia - 1945 -2003

Una rosa para Dylan Thomas

 

"Murió tan extraña y trágicamente
como había vivido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
genialmente....
D.T.

 

Se dice: "no quiero salvarme"
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar

Paulina Vinderman

Buenos Aires, Argentina - 1944

 

Llovió todo el verano

y la vigilia olía a huerto en plena multitud.

Ella sólo se miraba en las viejas películas,

enterraba palabras como huesos de perro

en lugar de escribir (en lugar de vivir.)

No había señales en las cosas,

las ficciones eran eso: ficciones revueltas

en el polvo del mundo.

Un viaje sonámbulo hacia una cita de Barthes.

 

Por todas partes colgaban trapos húmedos

y el café se aguaba como el cielo.

"¿Quién estará viviendo en la casa de al lado?

Un perro ladra, tiene la cabeza vendada

igual que Apollinaire,

ese rock suena como el mismo infierno

o como un paraíso que no expulsa la furia para existir."

Todo el verano ella se refugiaba en su propia ausencia

como si fuera la casa de campo del lugar

                              (como si fuera el lugar)

La contracción confusa de una épica borrada

                                                      por la lluvia.

 

Un erotismo callado definía la vida en la conspiración de

                                                                         la oscuridad,

como otra oscuridad

                                 (muy cercana).

                                                                                                                                                                                a María del Carmen Colombo

                                                                                                                       De: Bulgaria

Pablo Armando Fernández

Cuba - 1930

En lo secreto del trueno

                                                                                        para Cintio Vitier

 

Si uno pudiera, como quien juega o sueña

las secuencias del tiempo reordenar,

y pudiera acogerse a aquellos ciclos

que sólo nos inducen a aprender,

sabiamente sabríamos eludir

las ignominias de la sinrazón.

Si uno pudiera a los juegos y sueños

atribuirles todo cuanto idearan

ingratitud, torpeza y mezquindad,

cardo y ortiga, zarza triste de la vida

que roce y trato tornan defensivos.

También el corazón tiene sus mañas.

Como un reclamo de atención, a veces

uno puede faltarle a quienes ama:

una palabra, un gesto, cualquier impertinencia,

casi siempre de efecto ponzoñoso.

Suele confiarse a veces en que el daño

acerque el ofendido al ofensor.

No hay bien ni mal. Esto también se espera.

Ahora creo haber aprendido a conocer

ciertas turbias razones que a veces urde el corazón.

 

Hugo de Sanctis

San Juan, Argentina - 1939 – 2011

Miguel Hernández

                                                                             “Adiós hermanos, camaradas, amigos,

                                                                               despedidme del sol y de los trigos…”

                                                                                 Miguel Hernández, último poema.

 

Por causa del dolor y la incongruencia

de este mundo en tu ruta abandonado,

fuiste Miguel Hernández conformado

a ser la integridad de la existencia.

 

Pues por mucho que busque en tu inocencia

al pastor terrenal o al toro alado,

tu sueño elemental nunca ha cambiado,

y me mueve a fundirme en tu conciencia.

 

Tu muerte en la prisión es la experiencia,

dolorosa de un Todo inexplicado

que en mi soneto traigo a tu presencia.

 

“El rayo que no cesa” es la evidencia,

del antiguo trigal que no ha cesado

en su canto de amor para tu ausencia.

Arturo Corcuera

Trujillo, Perú - 1935

El poeta

                  in memorian de Javier Heraud

    

Leía a Marx,

a Pablo. Y a Vallejo

lo llevaba en el pecho

como un llanto.

Deteníase a oír en el silencio

algo que no cabía en su tamaño.

 

   Se advertía en sus ojos

que soñaba    

en ardiente vigilia, como nadie.

 

   Me sé sus sueños

de memoria, su alma.

 

   Lo mataron en medio de la

tarde

porque un alba traía

para todos;

porque otro sol,

otro aire, reclamaba.

 

   En las hojas

que caen del otoño

 

me parece que escucho sus

pisadas.

Julio Miranda
Venezuela - 1945 -1998

Homenaje a Mallarmé

                                                                                    1

 

Comienzo el año matando cucarachas
El aire huele pólvora
El cielo se ilumina, se oscurece, se ilumina
Persigo cucarachas de diversos colores
¿Son tiros o petardos?
¿Ambulancias, bomberos o patrullas?
No hay tregua
“Todo, en el mundo, existe
para acabar en libro”
¿Cucarachas, disparos, cohetes, ambulancias?
En duda lo escribo
El papel se oscurece, se ilumina, se oscurece

                                                                                    2

Mallarmé
Mal armé
Mal aimé
l’arme
larme

                                                                                     3

Comienzo el año matando malarmado
cucarachas malamado
Suenan tiros, sirenas
petardos ¿y poemas?
La lágrima no es arma
La poesía tampoco
La lágrima desarma
¿Y la poesía qué
Mallarmé?

Rodrigo Petronio

São Paulo, Brasil

O rosto inacabado

                                 À memória de Donizete Galvão

 

Em meio a um um mundo partido

Você tomou o partido das coisas

Le parti pris des choses

Você repetia Ponge

 

Em meio às coisas as coisas triviais:

Os ferrolhos, o capim, a bosta da vaca,

Os rumores das pedras as pedras distantes,

Ao longe e sem mais.

Amante das frestas, do inútil, das sobras.

 

Entre as cinzas da fala e as formas da agonia,

Você cantou as coisas simples:

O halo da maçã, o dia redondo,

O azul de um céu-navalha.

A voz do poema a fala emaranhada

Em suas infinitas vozes

Nomeava um mundo mudo - sua obra.

 

Você captou o prumo e o gesto.

A faca indecisa entre o horizonte e o nada.

Na água na terra imprecisa

Entre a nuvem e o minério

Entre as bordas do mundo e Borba da Mata.

Sob as coisas as coisas,

Matéria de sofrimento ainda não revelado.

 

E assim

Em uma câmara aberta de ecos

Mesmo com a morte a vida o poema

A superfície das pedras em água e mistério

Continua a tramar o seu rosto inacabado.

                                                                                                              poesia.net- www.algumapoesia.com.br- Carlos Machado, 2014

José Emilio Pacheco

México - 1939 -2014

El ave fénix

                                                      A la memoria de Eliseo Diego

 

Arde en la hoguera de su propio vuelo.

 

Bajo el cuerpo de lumbre ella es sol.

Su resplandor la atrae y la convierte en ceniza.

 

Viaja a su íntima noche, se asimila

al leve polvo errante de los muertos.

 

Pero entre lo deshecho se rehace.

Toma fuerzas del caos, se teje en luz

 

y amanece en la llama indestructible.

Víctor Redondo

Buenos Aires, Argentina - 1953

Ópera prima

                               A Diana Bellessi y Mirtha Defilpo

 

Dos mujeres bajo la luz conversan

cinturón de plata ciñendo

nadie habrá entre plata y piel

dos mujeres conversan bajo el abanico dorado del aire

palabras similares para cinturón y piel

‘nadie como el oscuro¨

bajo la luz conversan

 

y de lo cierto incierta palabra dará testimonio

 

dará una hermana muerta

envuelta en el collar de sus ojos

 

cuando acuerden será sobre algo que no existe

 

las dos mujeres que conversan

abren en el aire del dorado abanico

a ese nadie que plata y piel transita

buscando no repetir lo irrepetible

 

simulaban siempre otra existencia

la que era otra y otras en las que eran

El sentido de las canciones

¿pero dicen visión ?

Dicen lo que dicen.

 

Dos mujeres.

O dos.

                                                                                          En: 70 poemas

Carlos Fajardo Fajardo

Santiago de Cali, Colombia

Duro oficio de vivir

 

La soledad es nuestra marca

Cesare Pavese.

Triste destino

para los que vivimos calcinados

ante el malecón de la muerte.

 

Manías de soledad dirías,

manías de un hambriento frente a provocativos bocados,

espíritu que duele como un huracán.

 

Trabajar cansa, lo sabemos.

Tú decidiste descansar en medio de la fragua

y nos has dejado soportando

este duro oficio de vivir,

reclamando a gritos

un amoroso navío.

 

Basta de palabras, un gesto.

No escribirás más

                                                                                                                                                                                                   En: Duro oficio de vivir

Teresa Calderón

La serena, Chile - 1955

El baile de los ahus

 

                   A mi gran amigo poeta y cantautor Mauricio Redolés

 

Hay una hora en que los ahus se ponen a bailar
-me dijo Mauricio Redolés-
cuando yo estaba a punto de despertar
de un sueño caliente de verano.
-Ah, no los conoces
nunca los has visto, siguió diciendo.
 

Como yo demoraba en responder
porque no recordaba ahus,
la palabra ahus,
Redolés me dijo:
-Tu memoria no recuerda en lo absoluto
pero ellos sí, porque te vieron bailar una noche
bajo la lluvia y la luna con tu vestido azul
en la playa de Anakena
y antes te habían visto, Teresa,
pero solo de pasada
en otro altar de otros dioses tutelares
en un tiempo ya olvidado
cuando no nacías a este mundo todavía.
Y ahora te están llamando.
 

Ya despierta repetí con la voz de Redolés:
Hay una hora en que los ahus se ponen a bailar.
No sucede a menudo pero sucede,
giran en su lugar de origen
y se alternan desordenando el orden
en un ritual de encuentro entre ellos mismos.
 

Desde sus ojos de piedra lanzan aullidos
en homenaje a las tribus muertas,
tanto ancestro en el eslabón perdido
 

Se miran de frente sin verse
pero pueden adivinarse,
al fin y al cabo sus intenciones son las mismas:
proteger a su pueblo sin descanso
hasta que el fin del misterio los devele.
 

Y eso ahora sí que los veo con mis ojos de piedra
sin poder moverme
porque aún no ha comenzado la hora en que los ahus
nos ponemos a bailar.

Rolando Revagliatti

Buenos Aires, Argentina - 1945

A Ernest Hemingway

 

Langostas, grillos, truchas, salamandras como

      [carnada

insectos, larvas y escarabajos para tu anzuelo

muchacho Nick Adams, inventor de arroyos

para quien era Michigan una fiesta del verano

 

Las armas

del viejo Hemingway y el mar.

Pedro Arturo Estrada

Girardota, Antioquia, Colombia -1956

Se llama poesía
                                                                         A Aldo Pellegrini

 

Se llama poesía
todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles, sí.
Todo aquello que abre, en cambio,
la visión y el secreto del mundo a los inocentes,
a aquellos que lo apuestan todo a nada,
los que no guardan, no se cuidan, no acechan,
no calculan y sin embargo están siempre a punto de encontrar
como por casualidad incluso el amor, la muerte,
la vida misma.
 

Se llama poesía todo aquello que tira los pies
tras lo imposible. Lo que revela el otro lado de las cosas,
lo que canta al final del desastre sin motivo alguno.
Lo que te avienta inclemente fuera de tu ser
o invade en silencio —marea extraña 
el interior hasta ahogarte los ojos.
 

Se llama poesía todo aquello
que estalla de golpe en la palabra
sin aviso y sin lógica. Lo que no puede explicarse
propiamente a los listos, a los que siempre tienen la razón.
 

Se llama poesía todo aquello que vuelve luego del exilio,
la derrota, los miedos. La luz que un día retorna
a los cuartos cerrados de la vieja memoria,
la antigua, recuperada simplicidad de los días.
El viento que reaviva una llama en la noche.
Lo que nos sobrevive,
lo que siempre nos queda más acá de la herida,
la pérdida más honda,
como una última, callada,
—oculta fortaleza.
                                                                           en: Oscura edad (2006)

Carlo Bordini

Roma, Italia

                                                                     a Myra Jara

 

He besado a una muchacha delante del océano Pacífico

decía que el mar era un gran amante

un dios inmenso que ama a las mujeres

decía que soy un ángel malo

que no debo ser celoso del mar.

Las ventanas del hotel vertían una luz extraña

era una muchacha frágil

como solo es posible en un país católico

tenía una mente febril

caminamos por los parques

en una ciudad con tantos prados.

 

                                                                                                                                        Versión del italiano, Gabriel Impaglione

Osvaldo Sauma

Costa Rica - 1949

Tríptico de la buhardilla

                                                         a Francisco Amighetti

                                                         In memoriam

 

I

 

derramo

los primeros tragos del aguardiente

para que los ángeles

beban conmigo en soledad

con amigos así

es fácil perder la cordura

nada mejor que beber

amparado a su pulcritud

 

extraña costumbre esta

a la que a diario me acostumbro

para exorcizar los fantasmas de la tierra

para despertar la embriaguez seráfica

y alzar vuelo en medio de la nada

 

II

 

 salud

           hermano

                          salud

 

de más está decir

que cada uno lee en el otro

el cúmulo de sus miserias

de más está decir

que envejecemos

y que de nada nos sirven

las estatuas de sal

que dejamos perdidas en el camino

(el viento a nuestras espaldas

sopla una tramontana inútil)

 

salud

           hermano

                          salud

por esta soledad que compartimos

frente a frente / espejo contra espejo

 

III

 

hoy no llamaré a nadie

hoy quiero emborracharme

a solas con mis ángeles

 

aquí adentro

no hace falta el mundo

tenemos amigos

que desde las sombras

celebran con nosotros

en silencio

hermanos que releemos

a la manera

en que se lame un animal herido

 

aquí

        ni siquiera

hace falta la música

                              nos bastan

la palabra y el aguardiente

el humo sagrado

y otras comunes pertenencias

 

aquí no hace falta nada

aquí hacen nido los pájaros nocturnos

y Homero y Ulises vuelven a quemar las naves

José Agustín Goytisolo

España – 1928 -1999

                                                                A Gabriel Celaya

¿Qué hará con la memoria

de esta noche tan clara

cuando todo termine?

¿Qué hacer si cae la sed

sabiendo que está lejos

la fuente en que bebía?

 

¿Qué hará de este deseo

de terminar mil veces

por volver a encontrarle?

 

¿Qué hacer cuando un mal aire

de tristeza la envuelva

igual que un maleficio?

 

¿Qué hará bajo el otoño

si el aire huele a humo

y a pólvora y a besos?

 

¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas

a un azar que ya tiene

las suertes repartidas.

Hugo Alberto Patuto

Conesa, Buenos Aires, Argentina -1961

Conozco la salida, Georgie

 

Hay que desarmar la biblioteca del siglo

y pensar dos minutos en Babilonia.

Enseguida borrar los pasos de Chiclana,

de Nicanor Paredes, de Servando Cardoso

y poner luz en la garganta de Quiroga.

Con la memoria de Funes recuperar los caballos

que denotan al atardecer una fuga perpetua.

Celebrar en Ulises el amor prodigioso,

como si la máscara del amor nos condenara.

Sentir el hambre de la llanura en Acevedo

y los labios de Emma Zunz, vengativos.

Imaginar a Caín lejos de Abel, sin golpes.

Que Dios retorne como pájaro de sombra,

lloviendo secretamente varias lunas

en el gastado camino de los muertos.

Música, fuego y leones para inventar el vino

cerca de Heráclito, de Spinoza, de Whitman,

de Stevenson, de Poe, de Kipling.

A través del aleph espiar al unicornio herido.

Todavía jugar en Islandia con el mar de ceniza.

Conozco la salida, Georgie:

Mañana volaré a Ginebra.                                       de “Como podría decirse del viento”

Eleazar León

Caracas, Venezuela - 1946 - 2009

Ya no sé nunca de vivir

                                                            al Chino Valera Mora

 

A veces alguien se me muere sin yo saber, sin

conocerlo, y ando buscándome su historia para

quedarme un rato, para irme y volver y luego estarme

con su ausencia, con su memoria, con su regreso.

 

Vienen así a rodearme muchedumbres perdidas, y

yo les digo por lo bajo, como también sin mundo: ya

no sé nunca de vivir, no tengo manos en la caricia,

váyanse y vuelvan comenzando el camino, digan de

nuevo el amanecer, desanuden los años, tal vez el

mar, la duermevela, el día, de seguro las cumbres, la

claridad.

 

Pero siguen mirándome y yo jamás, yo nunca, y de

sus voces me queda el tiempo, la distancia solícita

que viene a ver las despedidas, y ese susurro de larga

niebla de los cuerpos de sombra, la fiesta rota de la

vida, los cautiverios.

 

Créanme mucho que yo sigo sin nadie cuando

alguien sueña para siempre, se queda solo para

siempre, y así me doy con los sollozos de la viudez

del mundo porque un mortal ha muerto.

                                                                                                                                                                                                                                   En: Reverencial

Eduardo Langagne
México - 1952

Coplas para Rafael Alberti
                                                  (a la manera de Juan Panadero)

 

Alberti, cuánto has tardado:
Te demoraste una vida
En regresar a lo amado.

 

Eres marinero en tierra,
Que viajaste con el viento
Empujado por la guerra.

 

Con el corazón exploras, 
Porque aún en el exilio 
Está abierto a todas horas.

 

También canta el ángel mudo:
Buenos o desengañados,
¿Los ángeles son escudo?

 

La juventud pasa pronto
Y lo que el poeta ha visto
¿Lo hace convertirse en tonto?

 

El viento trae un aroma
De la arboleda perdida:
¿Se equivocó la paloma?

 

¿Tantos exilios había
Para volver a tu cuna?
Ya estás en Santa María.

 

Beberé un vaso de vino
Con todos los exiliados
Que caminan su destino.

 

Y, celebrando a Picasso,
Los colores de la guerra
No van a ensuciar mi vaso.

 

Alberti, te invito un vino:
Bebámoslo con los ángeles
Que te indican el camino.

 

Junto con Juan Panadero,
Déjame cantar contigo:
Hoy quiero ser tu escudero.

Miguel Angel Chinchilla

El Salvador - 1956

A Roque

 

Por andar de levemente odioso

Stalin que no comía de tus hongos

mandó a cerrarte ventanas y tabernas;

pobrecito poeta-mito

lógico personaje de nuestra última literatura;

las nuevas generaciones

a menudo, con el puño izquierdo

nos sacudimos la conciencia

(grisásea en algunos)

cuando es cosa de traerte y llevarte

como ángel del farolito.

Olga Orozco

La Pampa, Argentina – 1920 -1999

La realidad y el deseo

                                                              A Luis Cernuda

 

La realidad, sí, la realidad,

ese relámpago de lo invisible

que revela en nosotros la soledad de Dios.

 

Es este cielo que huye.

Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.

Es esta larga mesa a la deriva

donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.

 

A cada cual su copa

para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.

A cada cual su plato

para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.

Y cada dos la división del pan:

el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.

Y en medio del amor,

entre uno y otro cuerpo la caída,

algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde

[la eternidad,

al pulso del adiós debajo de la tierra.

 

La realidad, sí, la realidad:

un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

                                                                                                                                                                                                                  De Mutaciones de la realidad, 1979

 

Oscar Acosta

Honduras - 1933

Ernesto Mejía Sánchez

 

En mis conversaciones con Ernesto

-en Madrid, Caracas, San José-

siempre surgía el nombre de Rafael Heliodoro

como una rama que despaciosamente

se introdujera por la ventana

o como un hilo de agua

que inadvertido

entrara debajo de la puerta

y mojara las patas de las mesas,

las alfombras,

los libros dormidos en el suelo.

 

En los constantes diálogos

aparecía la persona del hondureño,

el de las tierras de pan llevar,

el cronista del nuevo mundo,

el poeta de Tegucigalpa

 

Ernesto recordaba los innumerables datos

que recogía para Rafael Heliodoro

en los archivos municipales,

en las empobrecidas hemerotecas,

en la memoria de los viejos

 

y que luego servían para hablar,

por ejemplo, de Darío,

el abuelo de todos nosotros.

Ahora Ernesto reposa,

como el maestro Valle,

en la tierra de México.

Pablo Neruda

Chile – 1904 – 1973

Las palomas visitaron a Pushkin

 

Las palomas visitaron a Pushkin

y picotearon su melancolía:

la estatua de bronce gris habla con las palomas

con paciencia de bronce:

los pájaros modernos

no le entienden,

es otro ahora el idioma

de los pájaros

y con briznas de Pushkin

vuelan a Mayakovski.

Parece de plomo su estatua,

parece que estuviera

hecha de balas:

no hicieron su ternura

sino su bella arrogancia:

si es un demoledor

de cosas tiernas,

cómo pudo vivir

entre violetas,

a la luz de la luna,

en el amor?

 

Algo les falta siempre a estas estatuas

fijas en la dirección del tiempo

o ensartan puntualmente

el aire con cuchillo militar

o lo dejan sentado (como a Gogol)

transformado en turista de jardín,

y otros hombres, cansados del caballo,

ya no pudieron bajar a comer.

En verdad son amargas las estatuas

porque el tiempo se queda

depositado en ellas, oxidado,

y aunque las flores llegan a cubrir

sus fríos pies, las flores no son besos,

llegan allí también para morir.

 

Palomas blancas, diurnas,

y poetas nocturnos

giran alrededor de los zapatos

de Mayakovski férreo,

de su espantoso chaquetón de bronce

y de su férrea boca sin sonrisa.

 

Yo alguna vez ya tarde, ya dormido,

en ciudad, desde el río a las colinas,

oí subir los versos, la salmodia

de los recitativos recitantes.

Vladimir escuchaba?

Escuchan las estatuas?

Parecía furioso,

su gesto no admitía verso alguno:

tal vez la estatua es concha, caracola

de mármol, bronce o piedra

de un animal herido que se fue

y dejó este vestigio congelado,

un ademán, un movimiento inmóvil,

el despojo del alma.

Jaime García Terrés

México - 1924 - 1996

Versos a un poeta griego
 

Amigo Seféris:
 

                               Hablar es difícil
cuando restallan las palabras lejos
del taller avezado; nos caemos
a cada paso de cabeza
por querer escaldar la lengua franca.
 

Y es particularmente difícil
hablar de Grecia hoy,
desposeídos como nos sabemos,
cetrinos como vamos
en la tosca llanura del oprobio.
Ya no duerme Proteo debajo de las rocas
ni glosa la sirena consabida
la clara fatiga del caminante.
 

¡Qué lento, qué difícil todo,
                                                        amigo Seféris!
Y este dolor de Grecia
¡qué tozudo! Diríase
una proclama secular de duelo
por nuestra desmesura cotidiana.
Es fácil en cambio
dejarnos aturdir sin miramientos,
encoger los hombros
y guardarnos el ímpetu dentro de los bolsillos.
Nada tan inocente.
                                       ¿O nada tan culpable?
Porque bien sopesadas estas cosas
andamos en apuros los unos y los otros;
caiga quien caiga de cualquier manera
nadie puede lavarse
las manos en el mar Egeo.
 

He pensado mucho 
                                      durante los últimos meses 
en el sol trasvenado de Beocia,
en los asfódelos del Laurio
salpicados de plata por la brisa
y en los trabajos y los días
más frutales cuanto más amorosos
a lo largo y lo ancho de la Hélade,
 

pero también recuerdo la cerrazón vacía
que llegó profanando moradas y vendimias,
la turbia marcha sobre los almácigos.
 

¡Oh dioses idos! ¿Cómo silenciarla?
        Dormíamos; los gritos a granel
nos despertaron confundiéndose
con un ripio de sueños azarosos
y luego regresaron a la calle.
 

Amigo Seféris: 
                              ya nunca sabré
dónde terminó la pesadilla, dónde
comenzó lo demás; aun ahora
descabezan mi noche mortecinos clamores,
historias turbulentas de reinados efímeros
y el asalto difuso de los bárbaros
prontos a sofocar
la madrugada con sus propios puños,
con el propio sudor de sus afrentas.
 

He pensado mucho
en los ritos más pálidos del hombre:
ese llamar a puertas evasivas
buscando soluciones al infierno,
ese nombrar la vida
con el mismo tonillo deslustrado,
ese dejar al prójimo que cargue media cruz
prometiéndole sólo completarla,
pero también hago recuento
de viejas esperanzas, treguas, naves
encaminadas a mejores días.
Tras el duelo vendrá
 

la hora de la luz;
                                   entonces
habrá pupilas para ver un mundo
sin ídolos de viento, sin tapujos
de sangre reseca, glorificado
por súbitos milenios de gracia general:
                                         Será la luz helena
que cosechamos una primavera
entre cantos homéricos
y meditaciones contemporáneas
al pie de los olivos;
                                        una luz
cuyo reflejo danza filtrando las memorias,
ganando manantiales al tumulto
mientras el orbe sigue su patética vía.
         Chispearán los afectos
   y vencerá la voz humana:
entonces nos diremos lo debido.

Virgilio Piñera

Cárdenas, Cuba -1912- 1979

El Hechizado

 

                                                                           A Lezama, en su muerte

 

Por un plazo que no pude señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.

 

Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.

 

Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que el otro respire eternamente.

 

Lo hiciste con el arma Paradiso.
—Golpe maestro, jaque mate al hado—.
Ahora respira en paz. Viva tu hechizo.

Juan Carlos Montero

Argentina

A Miguel Hernández

 

Las grutas amusgadas de sueños

y la curva de luz que se comba

en el inmenso mar que late desde siempre

nos separan.

El viento de la vida desmenuza la esperanza.

Hay lágrimas de angustia en la pupila triste de la tarde.

Tu carne ardida en el alma

y el alma en carne viva

y ese agrio pensar en la cebolla tras las rejas.

Tu amor y tu impotencia

pensando el nido

el trueno

el relámpago y el viento.

Duele en el mundo tu historia

tu sangre de poeta.

Nos llamas con tu voz a gritos

nos sacudes

con el rudo empellón de tus cien manos

porque tu lengua habla

porque tu voz resuena

y grita el sueño, la pasión y el canto.

Traspasas mi carne y por mis venas circulas.

Las espigas fueron cruces en el corazón del alba

¡Ahuyentaré tu noche!

Hoy tus vencidos miembros resucitan

desde lo más profundo del asombro.

Rosina Valcarcel

Lima, Perú

Illapa

                                                  a Efraín Huerta

 

Ocurre
Que me fatigo de ser una deidad agazapada
Ocurre que me extenúo
De fustigar al hombre

De cruzar las cuevas

Ver a la mujer cocinar las presas

Ocurre que aquí y allá
Todo sucede
bajo la lluvia azafrán

Amor sobre el río turquesa
Fuego

Fuego

Fuego

Laura Yasán 
Argentina - 1960

Principio de incertidumbre

                                                                     a Américo Ferrari

 

el poema es un espantapájaros
irrumpiendo en la línea de horizonte

 

la luz de las estrellas
tarda miles de años en llegar
a perforar la noche de belleza

 

¿cuánto tiempo nos toma mostrar el corazón?

 

el poema es un ancla que ha perdido su barco

 

una ballena sola en medio del océano
puede oírse llamar por su pareja a treinta kilómetros a la redonda

 

¿qué tan lejos llega una palabra?

 

el poema es un iceberg en medio del desierto

 

un centímetro cuadrado de piel contiene seis millones de células

 

¿cuántas cartas de amor guardamos en el fondo de una caja?

 

si besamos los ojos de alguien que acaba de morir
¿en qué parte del trazo desviamos el círculo?

 

qué secuencia alteramos en la fórmula del tiempo y la distancia
cuando el poema es una muesca en la culata del vacío

                                                                                                               

                                                                                    De Cotillón para desesperados

Nancy Morejón

La Habana, Cuba – 1944

Aimé Césaire

 

Una piedra en el centro del mar:
es el diamante, el célebre diamante de Fort-de-France
donde un poeta, cuaderno bajo el brazo,
frente a la lava de los volcanes,
frente al arco dorado y su perenne sombra,
pudo anclar para siempre
la flecha de los colibríes
entre los acantilados de una comuna escondida
por los vientos.
Aimé Césaire, traficante secreto de las sales marinas:
Aimé Césaire.
Con tu cabeza y con tu voz,
con tu mano y tu nombre
has logrado inscribir nuestro ser fragmentado
en el imán de los ancestros,
sobre la rosa zombi y el murciélago de Wifredo Lam
allá en su infancia de Sagua La Grande,
sobre la flecha de los colibríes
que nos devuelven las aguas del océano
durante la travesía más larga de los siglos.
Somos precisamente los que sabemos,
desde el fondo del archipiélago,
el verde acqua de nuestro reino y su follaje
y los planetas que nos han convertido
en catauros de palabras fraternas
porque somos una humanidad de luna y sol,
de tierra y hambre,
de rinoceronte endemoniado o zunzún inocente.
Eterno rey de Harlem y las favelas y las chabolas,
aquí estamos tus hijos buscando aún el horizonte,
y un mundo hecho a nuestra justa medida,
sin calma apenas, lanzados sobre
tu flecha de los colibríes,
traída desde Gorée hasta los jardines de Balatá
mientras, en el piso ancestral de una pirámide sin nombre,
entonamos el canto negro de tu estirpe,
tu canto negro, el nuestro, sin odio de razas,
atentos al aire que mecen las cañas
paradas en los tablones de las comunas
y de nuestra historia,
y, más allá de los hirvientes arrecifes,
rugen al fin las tempestades, siempre
diversas en su socorro mutuo, como nuestras almas,
y más allá del perenne horizonte
permanecer clavados en las aguas.

Thelma Nava

México - 1932

Ramón López Velarde

 

Una mañana irrepetible me sorprende en tu casa de Jerez.

Me asomo al viejo pozo en que mirabas crecer

con devoción tu infancia.

La foto del niño Ramón que fuiste

me reta a cortar una naranja

en el patio interior de tu morada.

Lo hago a hurtadillas. Huelo su aroma y la guardo

                                                                              en silencio.

Ahora se ha empequeñecido.

En ella caben tus recuerdos más íntimos

las contradicciones de tu vida

y los demonios que nunca te vencieron

y arrojaron tus 33 años

a rodar por esas calles empedradas a las que siempre

                                                                              vuelves.

 

Tu rostro adulto en los salones de la casa

desde los baúles que ya no están

nos mira siempre llegar como en un ritual sagrado.

Este pequeño fruto de tu huerto acompaña ahora

                                                                              mi vigilia

y resguarda tu nombre

mientras afuera el mundo cae.

 

Poemas para “Cuadernos de Caridemo”

Para volver al mar

Alvaro Mutis

Bogotá, Colombia - 1923 - 2013

Como espadas en desorden

                                      Mínimo Homenaje a Stéphane Mallarmé

 

Como espadas en desorden

la luz recorre los campos.

Islas de sombra se desvanecen

e intentan, en vano, sobrevivir más lejos.

Allí, de nuevo, las alcanza el fulgor

del mediodía que ordena sus huestes

y establece sus dominios.

El hombre nada sabe de estos callados combates.

Su vocación de penumbra, su costumbre de olvido,

sus hábitos, en fin, y sus lacerías,

le niegan el goce de esa fiesta imprevista

que sucede por caprichoso designio

de quienes, en lo alto, lanzan los mudos dados

cuya cifra jamás conoceremos.

Los sabios, entretanto, predican la conformidad.

Sólo los dioses saben que esta virtud incierta

es otro vano intento de abolir el azar.

                                                                                                         

de Poemas dispersos

William Osuna

Caracas, Venezuela - 1948

Sobre salvajes

 

                                         A usted maestro

 

 Los malandros de la gran Santa Rosalía
llaman a los desprevenidos
                                  venacátúpárateypégatecontralapared
que significa hilillo de sangre; a las lágrimas
cachazo en la frente que quiere decir cabeza vendada
y si te vi diles que fue con un pizarrón de escuela;
y al corazón bobo igual que al reloj. Los malandros
de la gran Santa Rosalía también dicen Mejokojí
(acentuado en la í) verbo pretérito
sin escritura posible en la lírica venezolana
(estopa) para nombrar el alma. 
Para decir amigo dicen convive: sol y noche 
Gustavo o algo así.
Y para decir olvidar másnunca
que quiere decir depende

 

Los muy rufianes saben lo que dicen
para decir tierra dicen cancha
para decir madre dicen torre o me dieron en la
para decir ternura dicen navaja

Mario Quintana

Brasil – 1906 -1994

Baudelaire

 

Baudelaire, fervoroso adepto e puxa-saco de Satã,

Meu Deus! Era demais até...

Mas Deus esperou pacientemente que ele morresse

E, para vingar-se dele de uma vez por todas,

O mandou para o Reino dos Céus!

de rinoceronte endemoniado o zunzún inocente.
Eterno rey de Harlem y las favelas y las chabolas,
aquí estamos tus hijos buscando aún el horizonte,
y un mundo hecho a nuestra justa medida,
sin calma apenas, lanzados sobre
tu flecha de los colibríes,
traída desde Gorée hasta los jardines de Balatá
mientras, en el piso ancestral de una pirámide sin nombre,
entonamos el canto negro de tu estirpe,
tu canto negro, el nuestro, sin odio de razas,
atentos al aire que mecen las cañas
paradas en los tablones de las comunas
y de nuestra historia,
y, más allá de los hirvientes arrecifes,
rugen al fin las tempestades, siempre
diversas en su socorro mutuo, como nuestras almas,
y más allá del perenne horizonte
permanecer clavados en las aguas.

Adriano de San Martín

Costa Rica

20.                                              A Mainor González

 

Como si estuviese de moda, la mayoría de mis amigos hablan y escriben sobre la mujer ajena. Sospecho que lo hacen porque no la tienen, o desconocen la legítima. Puesto que, como  los poetas no poseen vida propia, lo ajeno les es permitido; pero únicamente en el ensueño y la voluptuosidad de la lengua.

Alfredo Ocampo Zamorano

Cali, Valle del Cauca, Colombia -1929

Réquiem por un poeta

 

Pero yo soy el viento que sopla sobre el mar…

El que arranca al moribundo su más bella palabra…

                                                           Gonzalo Rojas

 

La muerte pelirroja te esperaba

Rojas

en la casa sin llave del poema

y entre las cuerdas del laúd

cantaba

tu llegada

sobre el caballo blanco

de tu infancia

 

Ya habías dejado atrás

la envoltura voluptuosa

que traías

a orillas de las líneas

cada día

mientras las pupilas

se te acostumbraban

al túnel de la vida

que se deja

 

Y en los insondables laberintos

sobre el césped perfumado

de tu mariposeario

los murmullos del ayer

fueron quedando

con el movimiento insondable

de tus alas

por las imágenes

de tu único universo

 

Y al aire del amor

fuiste quedando

como en

aquél lejano amanecer

a las cuatro en punto

de una mañana

cuando decidiste

dejarle en testamento

tus ritmos

a Huidobro

 

Rotaciones de tu propia tierra

donde estaba Borges

esperando que escribieras

aquél verso final

que has anunciado

desde siempre

antes de irte

sobre las rocas

absolutas del ataúd

que abarca toda ausencia

 

Viejos relámpagos

entre la niebla

de los Andes

frente a la doncella

de rojizos vellos

que se te acerca

a esta hora

en su espléndida carroza

adornada

con los mil viñedos

de tu fértil tierra

 

Y le preguntas

a la doncella

de tu muerte

por qué se te parece tanto

a Teresa la escandinava

en su país

donde la noche

no se oculta

entre el sosiego

del infinito piano

de Caludio Arrau

mientras ibas falleciendo

sobre las tres rosas amarillas

de su encantamiento

 

Y con tus pies caminando

entre las galaxias

de la Cruz del Sur

se dibuja

esta séptima figura

del agua

de tus recuerdos

mirándolos

abriéndolos

oliéndolos

gustándolos

probándolos

desde las ráfagas

del viento de los arcángeles

de tu propio paraíso

 

en tanto

que vas llamando

con el celular de tu verbo

los sonidos

de las pompas fúnebres

que acompañan tu féretro

mientras Catulo

te espera llegar

junto a la transparente

inspiradora

que canta el Dante

 

Para escucharte

todo lo que tú escribes

entre la luz

de los espirales

del ser

en que

lentamente

te conviertes

Abdul Hadi Sadoun

Bagdad, Irak - 1968

En tren con Antonio Machado

 

En el mismo tren de cercanías

o de tercera

que te llevó hace ya un siglo

estoy

pero con el equipaje repleto de recuerdos

dejando Madrid atrás

y más aún Bagdad

 

Yo no contemplo nada

pero los asientos

como sabes

te eligen al azar

 

A mi lado tres doncellas

dicen ser de Jadraque

un pueblecito perdido

hojean con interés

revistas del corazón

una mujer mayor con su hijo

conserva el brillo

y esa dulzura lejana

que un buen día

a todos

nos abandona

 

Ruinas veo desde mi ventana

campos de olivo veo

letreros y señales

verde, amarillo, rojo

y un color hermetizado

de las charlas ajenas

sin parar

 

Intento cerrar los oídos intento

sin éxito

olvidar los dedos que me reacuerdan

a no olvidar

 

El sol es el mismo

aunque decía el poeta mesopotámico

que allí

donde lo dejé

es más bello

 

Y conformo

con no abrir

los cajones del alma

 

El tren marcha siempre

yo me quedo pegado al calor de la ventana

o al calor de los versos melancólicos

 

Todo necesita principio

menos nosotros

la vida

nos premia a seguir

y no nos recompensa

excepto por el espectáculo

 

No es esto Don Antonio

que contemplamos

y lo sabemos los dos

lo que pienso en mi viaje

como lo pensaste en aquel viaje

 

Lo que nos preocupa

es ver pasar la vida

- fugazmente -

ante nuestros ojos

como estos árboles

que saltan consecutivamente

a través de las ventanas

y no hay manera de alcanzarlos.

Maruja Vieira

Manizales, Colombia – 1922

Palabras para Matilde Espinosa

 

Es otro atardecer

de tu ausencia

y yo sigo buscándote,

en esta hora exacta

de las seis de la tarde.

 

En tu voz

yo encontraba la música

de los ríos que amabas.

Tus palabras eran la fuerza

que ahora me falta.

 

Es la hora en que pienso en ti,

Matilde,

cuando el azul y el verde

se disuelven en la montaña

y están quietos los árboles.

 

Yo buscaba tu voz

y encontraba tu luz;

ya no la encuentro.

 

Ahora nada se interpone

entre mi corazón y el miedo.

Donizete Galvão

Borda da Mata, Brasil -1955 - 2014

Lembrança de Severo Sarduy

 

Ao ferir

com a tesoura

a haste

da manga,

escorre

o líquido,

visco

oloroso

prenunciando

nas ventas

o doce gozo.

Antecipação

do paraíso

na tarde calorenta

do gelado

suco de manga

deslizando

na garganta.

 

Cyro de Mattos

Itabuna,  Brasil - 1939

Gitano Garcia Lorca
 

A pata na pétala
de hesitante tremor.
O ódio e a morte
a ferver das funduras
nas bodas da fera.
O amor diante da mira,
nos braços para o ar.
Toda a imagem pura
da manhã desfaz-se.
De esperança tua música,
matar-te não conseguiram.
Tu és o que ressurge
nos galos da aurora,
na ternura dos lírios.
Garcia Lorca tua guitarra
feita de flor no coração
a me prender na lágrima,
a me desprender nos ermos...

que ele morresse

E, para vingar-se dele de uma vez por todas,

O mandou para o Reino dos Céus!

de rinoceronte endemoniado o zunzún inocente.
Eterno rey de Harlem y las favelas y las chabolas,
aquí estamos tus hijos buscando aún el horizonte,
y un mundo hecho a nuestra justa medida,
sin calma apenas, lanzados sobre
tu flecha de los colibríes,
traída desde Gorée hasta los jardines de Balatá
mientras, en el piso ancestral de una pirámide sin nombre,
entonamos el canto negro de tu estirpe,
tu canto negro, el nuestro, sin odio de razas,
atentos al aire que mecen las cañas
paradas en los tablones de las comunas
y de nuestra historia,
y, más allá de los hirvientes arrecifes,
rugen al fin las tempestades, siempre
diversas en su socorro mutuo, como nuestras almas,
y más allá del perenne horizonte
permanecer clavados en las aguas.

Emilio Coco

San Marco in Lamis, Italia - 1940

No más poesía, gracias

 ​

A Luis Alberto de Cuenca

​Retículas de tinta en que aprisionas
versos que hasta ayer te parecían
un ejemplo perfecto de un distinto
modo  de hacer poesía con que lograras
armonizar lo nuevo con lo antiguo,
te han parecido inútiles e insulsos
y en vano los parcheas y sostienes
si es la entera estructura que vacila
no esperes más mejor que te liberes
de todo poema escrito o bien en ciernes
quema destruye todo lo que pueda
servir de apoyo a la escritura y para
no volver a caer en tentación
desinfecta el ambiente esteriliza
moja esponjas en ácido muriático
frota los intersticios nada escape
a aspiradoras trapos y cepillo
y clava una inscripción sobre la puerta
que prohiba toda entrada a la palabra
bajo pena de muerte por la horca.

                                                                            En La memoria del vuelo

y encontraba tu luz;

ya no la encuentro.

 

Ahora nada se interpone

entre mi corazón y el miedo.

Marta Zabaleta

Argentina - 1937

Crepúsculo

                                               dedicado a Nela Rio

 

Pesadilla de desgarros con gritos.

Hombres que se decapitaron

en la aventura del vivir.

Mujeres en pedazos que orillaron

la demencia sexual de los esbirros.

 

Los brazos rotos, la mejilla

dejando mirar los sesos, corredores

de vacío sin tiempo, de sueños asaltados,

bañados de mugre, sangre de los rotos

baldes de estiércol.

 

Ondas del viento que vienen

cuerpos del mar que se van. Terror

de las noches vestida. Sirenas

de madrugada, ciudad violada

esbirros en búsqueda. Terror.

Agua chorreando sangre.

en el cuerpo de sal. Estrellas

sin cielo. Soplonaje, ser contra ser,

y la invisible tortura del traslado.

Terror

 

Exilio: puerta, patada, empujón

al abismo. Con la vida, ¿vida?

a salvo. Y muda.

Saboreando la culpa de otra sobrevivencia.

Todo a pesar de todo, Juan Gelman.

                                                                                       

- Desde donde ya no se vuelve ( Exilio de Chile y Argentina), 2014

Armando Romero
Colombia - 1944

Encuentro con Maqroll en Rodas

                                                                     A Álvaro Mutis,  a quien este poema pertenece.

 

Nunca estuvo aquí. Así dicen casi todas las crónicas. Empecinado pregunté por él a los Caballeros de la Orden de San Juan en la Posada de España, primera en la Odós Ippóton. Buena razón me dieron aunque todavía se pre­guntaban en sus diversas lenguas los por qués de su nombre. Fui pues hasta el Hospital y abrí una puerta que daba al largo corredor de enfermos del segundo piso. Allí, los cuartos giraban alrededor del patio a la manera de un caravansary. No lo reconocí entre los soldados y caballeros que se retorcían o languidecían preñados por las heridas de la guerra o las pestes. Al fondo, en un bello patio protegido por almendros, y reservado, según me habían dicho, para los peregrinos alucinados por el sol, lo vi sentado en un escaño de madera. Reía salvaje y atrona­doramente mirando con furia en dirección a los infieles. Pronto sintió mi presencia y volteó para mirarme. En sus ojos había un mar extraño y distante. Se incorporó y dijo: “No era aquí”, y desapareció, devorado por los elemen­tos.

Jorge Boccanera
Argentina - 1952

Silvia Plath lava una taza, seca una taza, rompe una taza

 

Qué cabeza la mía,
dejé una frase suelta y una rosa en el horno.
Cotidianos trajines, calores, taquicardia,
y un almohadón de plumas
con un lápiz labial justo en el centro.

 

Qué cabeza la mía.
Yo buscaba algún parque y encontré en un mal sueño
una torta partida por un rayo.
La sala está revuelta.
El miedo de un venado no cabe en este horno,
por eso huele así toda la casa.

 

Pero a quién se le ocurre
dibujar una piedra y tropezar dos veces,
llenar un cenicero con los puntos y comas
de alguna carta antigua.
¿Hubo un Adán violento? ¿Hubo un amor-halcón
“de una vez para siempre”?

 

Qué cabeza la mía,
guardar los zapatones en un charco
y aceptar ese baile sabiendo que me espera
una puerta cerrada tras la puerta.

Eduardo Llanos Melussa
Chile - 1956

Enrique Lihn entra y sale de la pieza oscura

 

Ahí va, sentado junto a la ventanilla de un tren inexistente
que cruza en cámara lenta los andenes del recuerdo.
Ahí va, rumbo a la estación definitiva
donde lo esperan los poetas de otros tiempos, como
a un hermano menor que se internó en el bosque del lenguaje
y terminó convertido en guardabosque,
ebrio de oxígeno, ese otro modo de asfixiarse.

 

No levitó sobre la geografía de América
ni descubrió algún nuevo elemento químico o alquímico,
mientras practicaba ese equilibrio inestable de la tinta y la sangre, 
golpeándose la frente contra un muro de incomprensión,
como un adolescente que enciende su primer cigarrillo en medio del temporal
con la vaga esperanza de iniciar un incendio,
pero que termina inventando un nuevo código de señales de humo.

 

No aduló ni anuló a sus interlocutores;
polemizó de frente, sobre todo con él mismo,
y resultaba contuso, pero rara vez confuso, menos todavía
cuando había que jugársela por la liberación creadora
sin por ello convertirse en faro o en faraón de este desierto.
Más bien fue farero o alfarero de esta isla de arcilla,
sin otra obsesión que dar forma a una sombra que huye en las tinieblas,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.

 

Al fin andará liviano por los aires,
integrando el jurado del Premio Nobel Póstumo
o haciendo una novela-comic con los dioses del Olimpo como protagonistas
o deambulando alucinado por los museos cinerámicos del Paraíso
o pidiendo consejos a Freud y a Fourier
para evadir la condena de ser un Sísifo
que eternamente
resbala
y resbala
por el monte
de Venus,
igual que una semilla que reinicia el ciclo entre el cielo y el suelo
o como esos charcos de agua pantanosa, 
agua, agua, Enrique, agua que mañana será lluvia,
tembladerales donde serán una sola cosa tus lágrimas de cocodrilo 
y los reflejos de las estrellas más inextinguibles.

                                                                                                                                                            De Antología presunta, 2003

Jessica Isla

Honduras - 1974

                                  A la poeta y activista, Suyapa, quien inspiró este poema

 

 

Soy este cuerpo dibujado a golpes

Que camina día tras día bajo el sol,

bajo este cielo incierto de máquinas aladas,

en medio de ráfagas de humo y

el sonido de fusiles

Soy infinidad de rostros:

el de un chico asesinado,

el de la abuela que camina

el de la gente lenca armada de una paciencia infinita

El de la pintora de mantas,

El de la chica de las muletas

Que se enfrentan de a pedazos o en conjunto

A las murallas verde olivo cargadas de violencia.

 

Puedo decir que de mi cuerpo salen muchos olores

El de la montuca fresca

El de la tortilla y los frijoles

El de manos sudadas y cuerpos cansados,

pero también

el olor de sangre derramada

el de gas y pólvora

el olor a muerte y a miedo.

 

Mi garganta

está poblada de voces:

Estoy en las discusiones acaloradas de las asambleas

en el grito de la maestra

En el relato de la joven violada,

En la protesta de los golpeados, de las torturadas

En la voz que canta en las calles

 

Soy miles de sombreros y

cientos de palabras,

soy abrazos, lágrimas,

ternura, carcajadas.

Estoy llena de

sonrisas que iluminan el día

colores que vienen de todas partes

tengo alegría, ganas de bailar,

tengo esperanza.

 

Porque sin mí las calles

Se quedarían solas,

Porque sin mí las paredes no dirían nada

Porque soy tus manos, tus pies cansados,

Tu voz.

 

Yo soy la resistencia.

Roberto Fernández Retamar

La Habana, Cuba -1930

Lezama persona

 

Un momento entre óleos de Mariano y manchas de humedad,
Junto a un grueso jarrón de bronce cuneiforme,
Y el soplo ladeado de la voz de doña Rosa, anunciando
Que Joseíto viene para acá: anoche
No ha dormido bien usté sabe Retamar cómo es el asma,
Era lo necesario para que llegara bamboleándose,
Y su palma húmeda pasara de encender el tabaco posiblemente eterno
A dar ceremoniosamente la mano que alzaba aquella gruta a palacio,
Aquel palacio a flor de loto conversada, a resistencia
De guerrero o de biombo de Casal.
Recogíamos el último número de Orígenes, olorosa aún la página,
Con algo de Alfonso Reyes o unos versos de un poeta de veinte años,
Y no hacíamos demorar más el ritual del Cantón.
Adelaida había guardado para entonces su silencio,
Rajado a momentos por su mejor risa valona.
La noche se abría, por supuesto, con mariposas.
Aparecían platos suspensivos, bambú y frijoles trasatlánticos
Junto al aguacate y la modestísima habichuela.
Ya habían saltado del cartucho previas empanadas,
Y por encima de alguna sopa y del marisco misterioso,
La espuma de la cerveza humeaba hasta adquirir la forma
De una Etruria filológica, calle Obispo arriba,
Posiblemente con Víctor Manuel, una pesada mañana de agosto.

 

Tú serás el animal, oigo decir todavía.

 

Los ojitos desaparecen por un instante
(Después de haber brillado como ascuas húmedas),
Tragados por la risa baritonal primero, luego aflautada
En el Bombín de Barreto.
O, grave
(Esto es más bien en sillones, frente a un obsesivo dibujo de Diago,
Un cuerpo que se curva o quizá se derrite),
La evocación sobre los tejados de La Habana,
La forifai en la mano de D'Artagnan, cruzada con la otra en el cuadro de Arche
(Pudo haber sido Arístides Fernández), 
Y atrás un parque que siempre me ha hecho pensar
En la plazoleta de nuestra Universidad,
De donde baja con risa la manifestación hacia la muerte.

 

Todavía nos esperan extrañas aves
Posadas en los adverbios, arpas para ser reídas hasta la última cuerda,
Cimitarras entreabiertas, abandonadas por el invisible camarero
Que sirve el té frío con limón, porque aquí el café es muy malo.
Aunque, a la verdad, no puede pedirse más por un peso.

 

Infelices los que sólo sabrán de usted
Lo que proponen (lo que fatalmente mienten) los sofocados chillidos de la tinta;
Los que no habrán conocido el festival marino,
Aéreo, floral, excesivo, necesario,
De una noche del restorán Cantón —de una noche del mundo
Girando estrellado en torno a La Habana que nos esperaba afuera
Con billetes de lotería, algarabías descascaradas, y el viento arrastrando
Papeles de periódicos infames, y un mendigo más desesperanzado que su sombra.

 

7 de septiembre de 1965.

                                                     De Antología presunta, 2003

Rafael Alberti

España – 1902 - 1999

A Luis Cernuda, aire del sur buscado en Inglaterra

 

Si el aire se dijera un día:

                                                  —Estoy cansado,

rendido de mi nombre... Ya no quiero

ni mi inicial para firmar el bucle

del clavel, el rizado de la rosa,

el pliegecillo fino del arroyo,

el gracioso volante de la mar y el hoyuelo

que ríe en la mejilla de la vela...

 

Desorientado, subo de las blandas,

dormidas superficies

que dan casa a mi sueño.

Fluyo de las paradas enredaderas, calo

los ciegos ajimeces de las torres;

tuerzo, ya pura delgadez, las calles

de afiladas esquinas, penetrando,

roto y herido de los quicios, hondos

zaguanes que se van a verdes patios

donde el agua elevada me recuerda,

dulce y desesperada, mi deseo...

 

Busco y busco llamarme

¿con qué nueva palabra, de qué modo?

¿No hay soplo, no hay aliento,

respiración capaz de poner alas

a esa desconocida voz que me denomine?

 

Desalentado, busco y busco un signo,

un algo o alguien que me sustituya

que sea como yo y en la memoria

fresca de todo aquello, susceptible

de tenue cuna y cálido susurro,

perdure con el mismo

temblor, el mismo hálito

que tuve la primera

mañana en que al nacer, la luz me dijo:

—Vuela. Tú eres el aire.

 

Si el aire se dijera un día eso...

Jesús Munárriz

San Sebastián, España - 1940

Fiamma

 

–Dos fuegos en mi nombre

se encienden e iluminan.

Soy llama y soy antorcha

–me dijo. Y no mentía.

Fiamma, Brandão, llevaba

la luz a flor de labio,

relucía.

                   Su lumbre,

rescoldo ahora y ceniza,

memorable en sus versos

arde, viva

                                                         (a Fiamma Hasse de Pais Brandão)

Miguel Crispín Sotomayor

La Habana, Cuba

A Mario Benedetti

En su 93 cumpleaños.

 

Encendida la llama

solo puedo decirte: “gracias por el fuego”

Incendiario de almas y corazones.

Fabricante de estrategias y de  tácticas.

Creador de plegaria a un dios rebelde.

Mensaje combatiente para desposeídos.

 

Tú tendiste tu mano y aún la tiendes

al amigo, al que pasa, al compañero.

Tú, la luz que no intentó brillar

pero alumbró

con la misma claridad de una mujer desnuda.

 

No es este un Cumpleaños en Manhattan.

Este es tu verdadero cumpleaños,

en el que canta un cóndor

y un gallo canta,

desde las más altas montañas de los Andes.

 

¿Quién dice que no vives, que no estás?

Verónica Zondek

Santiago, Chile - 1953

Homenaje a Neruda

 

“Llegó el hombre.  Tal vez llenaron

su miseria de pálido extraviado

del desierto,…”* tal vez con intención pequeña

como nos pasa ahora amigo

vamos de la caricia del árbol a la mano en el bolsillo

del animal al estómago fino

en un todo ‘instant’

en un para uno las sopas

la mano afuera y el dedo

adentro el motor y el para qué

ahorro del tiempo

y eficiencia para enarbolar triunfos

aquí

en este redil

en este nuestro nido a mucha honra

y tan parecido a otros en el saqueo

en la nacional  pobreza que viste ropa americana

y en el galardón de la poeta y el poeta

cuando el discurso es emprendedor y revienta feliz

y la prima materia es precio de exportación

y más nacional es nuestro arte cuando más lejos rompe la frontera

y seguro es el anonimato en cara deslavada y triste.

 

¡Ay, la muletilla y el enlatado producto duradero!

Todo es venta. También las carreteras, el oxígeno que sobrevive,

los bebés sin nombre y el río y las rocas preñadas.

Para eso las vitrinas, las vistosas vitrinas

y entonces vengan, escuchen, miren 

pasen los turistas y ciudadanos y niños de Chile

la casa número cuatro del poeta abre sus puertas

el dolor de los desaparecidos se erige en monumento

ARBEIT MACHT FREI dice el campo concentrado y te acoge

respire 

súbase

súbase al potro le digo que no hace nada

somos  bellos y comandamos el mundo

no quiero feos, maltrechos, babosos e indigentes

no los quiero de mal pensar

sean cultos y traguen el envasado artefacto parlante

digan

te ví en la tele

genial

no olvidemos la página social

el homenaje y el discurso.

Te suplico huachito

no soñemos por escrito

por favorcito

te lo pido

papito.

 

El mundo era tan citado cuando entonces

y ahora

todo es nuevo siempre

y sólo se compara al césped del vecino

tan en vista y sin atrás

que aquí están tus versos

 

y nadie tiene ojos.

 

                                                   *  del canto XX “Las aves maltratadas” del canto XIV “Gran Océano” del Canto General

Luis Ángel Marín Ibáñez

Zaragoza, España - 1952

Loa

                                    A Leopoldo María Panero

 

La demencia no tiene mudez

sólo el astrolabio de unas columnas inflamadas.

 

Su semblante da sentido a la Eternidad

al refugio del muro

donde los astros deshojan la señal de la cruz.

 

Descargar la lucidez

es batir la luz del más blanco predominio.

 

Y aunque las máscaras embisten

con sudarios desconocidos

el Silencio triplica los ajuares.

 

No toquemos su mar

en cada ola habita un Universo.

 

Recordando ese toque a vísperas

que busca el Paraíso

en el exilio desbocado de los signos.

Luis Cardoza y Aragón
Guatemala- 1901- 1992
Siempre
                                                                                     A  Miguel Ángel Asturias


He vivido casi toda mi vida lejos de mis cielos.
Pero mis pies están marcados en los códices,
en la voz profunda de mi pueblo.
Camino sobre el mar y las nubes que me traje:
son mi tierra firme.
¿Quién me la puede quitar?
Cuando digo que estoy solo es porque no estoy en la plaza pública
sino en cada uno de vosotros,
como en los granos la granada.
Podríais enterrarme en la voz de cualquier niño
si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.
Mis ojos siempre se abren sobre la luz primera,
y al cerrarlos, sobre mí cae siempre la sombra de mi infancia.
¿Y todo lo que he vivido,
me pregunto, toda el agua escurrida entre mis dedos,
todo lo bailado, no es un sueño?
No he tenido tiempo para soñar, amigos.
Apenas si he tenido para no morirme.
No puedo descifrar el símbolo
porque el símbolo no es un lenguaje.
Estoy tan cerca que no me veis
en las cenizas de los muertos
y en las manos de los niños futuros.
Tercamente guatemalteco,
no necesito recordar, me basta con palparme.
El sueño no tiene vocales,
pero tiene llamaradas y tambores mudos,
y las mismas fogatas
arden en las mismas cumbres.
...Si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.

Susana Zazetti

Argentina

vos

                                             a miguel hernández

 

un hombre vive

al filo de la espada.

se le cae el cuerpo.

     sueña

  con salir del barro.

encontrarse con la ternura 

     de la rosa

      y respira

    como si los suyos

no fueran los pulmones heridos

    de    miguel.                                                           

Vicente Rodríguez Nietzsche

Santurce, Puerto Rico - 1942

Definición

                                                A Carlos Bousoño

 

Sueño

Fuera del sueño.

Sobre la realidad,

Mis armas.

 

Ha escapado

El sentimiento

Por el ojo,

La uña, el alma.

 

Lo he hablado

En mi decir:

No soy campana.

                                             

Miguel Ángel Olivera

Argentina

Ha muerto Juan Gelman…

                                                  

“…y pasó veinte años limpiando su fusil

con el trapito de la memoria…”

   Juan Gelman

 

Justo hoy

-Juan-

me disponía

a limpiar mis estantes

desempolvar las cananas vacías

pasarles un trapito

darles una mano de cera líquida

untarlas luego con pomada de zapatos

sacarles lustre y volver a colocarlas ordenadas

junto a sus cinturones y correajes…

 

(aquí la  Máuser con tapa y su vaina de cargador de recambio

allá la clásica de pistola Colt 45 con su historia y su hollywood

y al lado de la Webley inglesa de portar a la izquierda

pegada a la del Frontier con cordón para atar a la pierna

seguida por la rústica de la Tokarev y la práctica de la Makarov

junto a la pequeña acharolada de la Beretta

a la derecha de la Walter seguida de la Parabellum

después de la Ballester Molina y la Star y la Astra

la sobaquera de la Browning y la de tela sintética de la reciente Glock…)

 

pero qué mierda

-Juan-

están vacías

-qué mano de pomada ni qué nada-

están vacías

-Juan-

la única mano que vale es la que empuña

la que señala el rumbo / la que truena

y a cagar las cananas

sólo cuenta

la libertad que portan su tambor su magazine su cargador su carga

su cuotaparte de liberación medida en grains

su plomo encamisado / su calibre

su alza / su deriva

su justa diana en el medio del blanco

ese tiro certero / la buena puntería

el tirar y pegar / el dar combate

y no contar las bajas

hasta el final final de la batalla…

 

y qué jodido

-Juan-

están vacías/ tristes y vacías

como este día de enero

que me llega con la noticia de tu muerte…

 

…vuelvo al trapito

-Juan-

nuestro trapito

a bruñir tu memoria

 la memoria…

                                                                                                                                                                 15 de enero de 2014

Tomás Harris
Chile - 1956

Que William Blake no se levante de su tumba

 

He orado para que William Blake no se levante de su tumba.
He oído noticias, de boca en boca, de trueno en trueno,
Las noches de este crudo invierno, acá en Ciudad Gótica.
Todos dicen que William Blake se levantará de su tumba.
Qué haría William Blake fuera de la tumba. 
Dicen que los años de muerte borran las huellas del lenguaje.
Cómo no, si los gusanos han corroído el cerebro
Que alojaba las palabras y sus visiones.
Las de Blake, digo.
No todo hombre es capaz de aguzar sus visiones hasta producirlas
En un estado que podríamos llamar iluminaciones negras.
No, que William Blake no se levante de su tumba,
Como se anda corriendo la voz.
¿Qué sería de nuestra ciudad con esa sombra atroz arrastrándose
por los muros?
Yo tengo mujer, o una loba, no importa, que cuidar,
Por eso no quiero que un tipo capaz de matar a un inocente
Con tal de no apagar el fuego de sus deseos se levante de su tumba.
Poseo una hermosa gruta ornada de estalagmitas
Y estalactitas fluorescentes,
Un jardín donde relumbran los fuegos fatuos.
¿Cómo permitir entonces que ocurra este rumor,
este demasiado rumor, que William Blake se levantará
de la tumba al séptimo día del séptimo mes del séptimo siglo?
Anatema sea.
Anatema sea.
The cut worm forgives the pow.

Carlos Aldazábal

Salta, Argentina - 1974

Amelia Biagioni me habla por teléfono
 

Hoy no hay alfombras para Amelia.
Pero su voz me visitó de pronto 
aletargando el sueño.
 

Ese viento feliz me permitió su imagen:
su lento deambular de diana cazadora
detrás de la sonrisa y el poema. 
 

¿Cómo salgo de aquí para encontrarla, Amelia y su jazmín
en su alfombra encantada, en su hilito de voz,
temerosa y lunar, hilanderita, preocupada en llamar, en acordarse,
aunque tema salir a la vereda por los lobos del mundo
y prefiera quedarse visitando de lejos?
 

Que no me corte.
 

Que la muerte se olvide de nosotros. 
 

Que el tiempo se congele para siempre.

David Cortéz Cabán

Arecibo, Puerto Rico - 1952

Juan Sánchez Peláez

 

Caminamos

bajo el tibio sol de Mérida

y usted sentía la

honda premonición

de los que saben

lo que habrá de ocurrir

su voz otra vez

muy queda y muy lejana

me hizo comprender el misterio

El tiempo ceñudo y frío y no otro.

El tiempo en carroza fúnebre y sin ver mis girasoles(1).

                                                                                                                       (1): de Filiación oscura (1966), Poema VI.

Manuel Mosquera

Perú

Baudelaire

                                                                                                                  Bello pájaro del aire /César Moro
 

Bajo el puente de azufre corren aguas embriagadas
Atadas van palabras a la ciega noche apuñalada
Urden historias que cuentan ácidos centauros
Dan a las estrellas apagadas lluvias de pétalos renacientes y tú
Escatológico rescatas el amor crucificado en perverso madero
Las sombras iracundas persiguen tus amapolas
Alzan sobre los ojos de la piedra donde vuela un pez
Imprecaciones a los dioses sabios y lujuriosos
Artesanos celestes que siguen las huellas de tu hereje corazón
Reciben alborozados la furia de los hombres

Estamos contigo/ Compañón dinamitero de estériles árboles que marchitan la vida

 

Juan Carlos Galeano
Colombia - 1958

Cometas

                                    a Iván Oñate

 

Por falta de papel para hacer las cometas, echábamos a volar nuestras ventanas.

 

Las ventanas con sus delantales blancos nos decían lo que miraban.

 

Pero los indios que veían volar nuestras ventanas
no tenían ni casa ni ventanas para echar a volar siquiera una cometa.

 

Era natural que los indios quisieran hacer volar alguna cosa.

 

A cambio de pescado podrido, los gallinazos que volaban en círculos 
se dejaban amarrar un hilo al cuello y les servían de cometas a los indios.

Rodolfo Häsler
Cuba – 1958 – reside en España-

Visión del cálamo

                                                       para Blanca Andreu


Me hallo en un esmerado jardín
con dos cipreses lanceolados, un melocotonero
en flor y una fuente. En su perfección lo tomo
por un huerto persa. Mientras contemplo 
ensimismado la eclosión de una rosa
una voz me devuelve a la belleza del vergel,
una extraña voz, voz hermafrodita: toma el cálamo
y escribe, toma el cálamo y escribe cuanto sabes.

Damaris Calderón
Cuba - 1967

A Marina Tsvietaieva

 

El frío
de un terrón de azúcar
en la lengua de una taza de té
de un pan que salta
en rebanadas sangrientas.
El oficio de lavaplatos,
las genuflexiones
y las manos que todavía
se sumergen
con cierta cordura.
Los rojos
los blancos
los cabezas rapadas
y los cosacos
podrán echar mi puerta a patadas
o aparezca una cuerda
con que atar un baúl y colgarme
sin que me estremezca un centímetro.

 

Joaquín Giannuzzi

Salta, Argentina – 1924 - 2004

Llamando a Rimbaud

 

Pero qué ocurre
con tu esqueleto sin intervenir:
aquí está occidente cocinándose
en su agonía sucia, pero indemne todavía
a la espina iluminada
que le clavaste en su costado.
Qué tal entonces una instantánea resurrección
regresado a tus ojos azules
y a tu pierna perdida
y venirte a bailar un rock con los muchachos.
Sería bueno que trajeras algo
del sol desesperado que devoraste en África
y la cólera de tu chispa de oro
para alumbrar la danza de la nueva vida.
Venite a darles respiración sublevada
contra el viejo desierto,
ayúdalos a robar el fuego, a reventar el Super Shopping
y expulsar del planeta a sus altos funcionarios
con exactas escupidas
en la plena mentira de sus ojos.

Rodolfo Alonso

Buenos Aires, Argentina -1934

No hay día de la muerte 

 

  a la memoria de José Augusto Seabra

 

Inmóvil, incesante,

la muerte, árida, impura.

 

Infiel, infame, injusta,

la dura muerte dura.

 

Impaciente, infecunda,

la inútil muerte, muda.

 

Indudable, no duda

la muerte ávida y pura.

Nicolás del Hierro

Piedrabuena, España- 1934

Carta al más allá

 

            A Juan Alcaide, poeta de La Mancha,

            leído en un homenaje en Valdepeñas.

 

Juan, Juan Alcaide, poeta, maestro,

póstumo maestro:

                             Creo

que mi deber primero es disculparme

por esta libertad que me he tomado

perturbando tu paz. La carta

de un desconocido es siempre extraña,

y yo, cuando te fuiste,

apenas si rimaba algún suspiro

persiguiendo amapolas, pretendiendo

muchachas con olor a trigo nuevo

y a racimo apenas madurado;

yo era entonces esquema

de una densa caricia prometida

para quien, como tú, sembraba sueños

abriendo la palabra.

                                Desconozco

cómo será la vida de la muerte,

y dudo, incluso, si habrá espacio,

y tiempo, y luz, o si tendrás

algún ángel cartero que te lleve

los latidos del hombre mientras pisa

el asfalto y se asoma

al corazón del miedo cada tarde;

desconozco si existen teletipos

en la región etérea del sueño

que integráis los eternos poetas en la gloria;

dudo si habrá otra Facultad

con técnicos arcángeles que informen

de la vida de todas las galaxias;

desconozco si toda esta verdad

de tenernos en pie te es olvidada

y sólo crece el sueño en tu memoria,

porque aquí no cruzamos la esperanza

ni abrimos autopistas hacia el cielo.

 

 Ya ves, Juan, Juan Alcaide,

hoy nos une el calor de un homenaje

aprovechando el día de tu nieve;

hemos venido a ti, en tu recuerdo,

asidos a la muerte de tu carne

y a la vida del verso que nos diste,

aunque todos sabemos, que si el viento

te tuviera presente entre nosotros,

opondrías, humilde, tu grandeza:

dirías que es mejor beber un vino

en íntimas bodegas y ofrecernos

un poco nuestra pena y nuestra lucha

en un común latido de palabras;

dirías NO a la pompa, y abrirías

la extensión de tu pecho a la llanura.

 Porque tu ser cuajaba en el abrazo

y en la verdad silente del amigo.

 

 Pero tu verso, Juan, llama a la puerta

del alma, si es que el alma se conmueve

cuando pulsa el espíritu la fuerza

de la palabra pura, esa palabra

que crece en el lagar de tu poema

y, como un vino añejo y reposado,

nos baña el paladar y la conciencia.

Nos apedrea el posos de la sangre

y se nos hace imán, tierra crecida;

es vástago y llanura, es trigo y piedra,

se nos hace gañán y segador,

mostillo y candeal, maquila y pienso,

se hace reja, y arado, y antojera,

reata y caminante, arreo y baticola,

trascacho, mosto, vino: es la bodega

donde libar el néctar quien soñamos

dominar el amor de la palabra...

.....................................................

 

 Juan, poeta, maestro, póstumo maestro:

me vas a perdonar si, osadamente,

pulso los teletipos de la gloria

y encargo a los arcángeles la dicha

de pregonar el triunfo de tu verso

a lo largo de todas las galaxias.

Agustina Roca

Argentina – reside en España

Artaud en la tribu

 

¿De qué me hablas, Artaud? ¿Por qué trepas a una montaña y gritas, enfurecido, 
la escritura en voz alta?. Y vuelves a gritar, hasta que el espacio devuelve tu eco. 
Quizá tu rostro pudiese explicar mejor que nada el significado. Tu rostro, piel 
apretada contra los huesos, tus ojos, chispas emergiendo del abismo.

 

                                       Y no tengo voz para gritar

 

Tu cuerpo fibroso, deshecho, tu cuerpo atravesando la frontera. Tu cuerpo
hechicero balbuceando. Tu cuerpo hechicero expresando, expresando con 
gestos, con sonidos, la palabra que no sale de la garganta. El cuerpo como
palabra. El cuerpo hablando. El cuerpo animal. El cuerpo hechicero. El cuerpo
doblándose, sacudiendo, explotando, escindiéndose, regresando, partiendo. El
cuerpo en el espacio.

 

                                     Mi pensamiento se busca en el éter

 

El cuerpo entre tambores expresando la carnalidad del ser humano, Artaud,
harto, hechicero, Artó. El cuerpo salvaje emitiendo ecos en el corazón de las
tinieblas, en la selva, en sus entrañas ensortijadas. Ritual de vocablos sin venas.
Los tambores invaden, redoblan

 

                                               ésto se estrecha
                                               ésto se estrangula
                                               en la gula del estrecho

 

Los tambores invaden, redoblan. Artaud, a los brincos, buscando verdades entre
Los tarahumaras. Los indios sentados alrededor del fuego, Artaud hechicero
danzando y emitiendo sonidos que devora la noche. Artaud con piel de león, cola
de gato, risa de iguana, patas de yegua, astucia de pantera, ojos de águila,
garras de leona amamantando, visión de lechuza, lengua de serpiente, rabo de
vaca, grito de gata en celo, gata en celo toca el cello hacia el cielo.

                         Tutuguri
                                      Ciguri
                                                 tutu guri
                                                                guría
                                                                          gurisa

 

La cámara de Dogma se acerca, capta el hocico de Artaud, la respiración, sus
jadeos, gemidos, aullidos, manos de quien se ahoga cubriendo el rostro, brazos
retorciéndose al son de los atabaques. Quemazón ácida en los miembros,
músculos al rojo vivo, piel entre el vidrio, llamaradas, el pico graznando.
Redoblan los tambores, redobla Artaud, redobla la cámara, redoblan lo
tambores, redoblan los tambores, redoblan los tambores, Artaud se hinca, se
dobla, solloza, clava sus rodillas en la tierra, y hunde sus puños en la corteza del
trono, sangre cae por sus antebrazos, gesticula, y escupe saliva, esperma, 
espuma.

                               La
                                    es
                                         cri
                                              tu
                                                  ra
                                              se
                                        des 
                                  mo 
                             ro
                        na  

 

                                                                                                              Citas de Antonin Artaud

Concepción Bertone

Rosario, Argentina - 1947

Campana y Yo

 

 

"Por amor del poeta, puerta
abierta de la muerte" la noche,
tu cerrada voz. La entrada
a tu alma, morada mía
a esa hora sin sueño ni sueños.
¿Quién apaga el amor
así en nosotros? ¿Quién
es quién? Preguntabas
a la Madonnina del puente, o a la gente
muda, mudándose en la desnuda luz
de semblante. ¡Abajo los espías!
¡Que mueran los rufianes! Gritabas.
En vano como una aldaba llamo
a una puerta que da a ninguna parte
y como un arte secreto, sobrevivo
a otra noche. Filo de hacha
o hilo de seda...
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! La pelea
hasta quemar la sangre, frita
la gota errante por las venas
"Que desgarrante sube: el río se pierde
En la arena dorada (…)
Y ya las cosas no son más".
¿Qué son las cosas ahora que
las cosas lo son todo
para los que nada son sin las cosas?
¿Dónde la "encorvada sombra
del humano trabajo"? ¿Quién
apagó el amor así en nosotros?
Y la luz del puente
de la Madonnina doliente
también. Y gritas todavía
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! Pobre,
casi desnudo, Divino Dino,
junto a la arcada de via Strozzi,
antes y después de la cárcel, los muros
de la locura, de la mente mudándose
hacia las fuentes que saben
que no hay dulzura semejante
a la de la muerte. Mas no para mí. Otra.
suerte por azar o destino quiero, y sentir
que me muero si me muero. Que me vivo
como un arte secreto. Y con mi estilo
sobrevivo a otra noche.

Li Bai (también Li Po)

China -701 - 762

 

No logra embriagarme

el vino de Lu. En vano

quieren hechizarme

las canciones de Ch' i.

Te evoco, amigo,

y desde el sur,

por el río Den,

a ti va mi pensamiento.

                                                 (Dedicada al poeta Tu Fu)

Tu Fu

China – 710 -770

 

Li Po, he soñado contigo.

Te hallabas ante mi puerta,

pasando la mano por tu pelo blanco.

¿La pena te amarga el corazón?

Después de diez mil,

de cien mil otoños,

sólo tendrás el premio vano

de la inmortalidad.

                                                  (Dedicado a Li Po)

Lenilde Freitas

Campina Grande (PB), Brasil
A Carlos Pena Filho

 

Porque sei de cor as cores dos cajus
e as tessituras da vida que passa,
sinto que não só se afastam as manhãs
ou as tardes mornas que o Recife faz.

 

Como um ritual de águas e barcaças,
vão-se os azuis e não retornam mais. 

Juan Rejano 

Puente Genil, España - 1903- México- 1976.

Soleares al maestro Alfonso Reyes

 

Me pongo a decir tu nombre

y en el corazón me suena

la voz antigua del hombre.

 

La voz que apaga los mares

y si dice Alfonso Reyes

lo dice por soleares.

 

¡Mira si es cosa de sueño!

El son en Andalucía,

en la Nueva España el verbo.

 

Te doy de mi tierra mora,

maestro, lo que ya es alma:

nostalgia, silencio, aroma.

 

Que Andalucía no canta:

al cante jondo le sobran

la música y la palabra.

 

II

 

Te doy lo que quiere el viento.

Me pongo a decir tu nombre

y se ilumina mi acento.

 

¡Copla tuya y copla mía!

Quien no la encuentra en la copla

no busca, no, la poesía.

 

Saber, que es gracia y esencia.

¡Y ese aire fino del Valle

que en ti cobra transparencia!

 

Apellido de gitano,

con lo español en azteca

y en griego lo mexicano.

 

¡Alfonso Reyes!... (Buscad,

bajo el laurel venerable,

a este nombre su lugar.)

Fayad Jamis

México - 1930-1988 - Cuba

El ahorcado del café Bonaparte

                                                                    a Pablo Armando Fernández

 

Para no conocer los abismos del humo

para no tragarse los periódicos de la tarde

para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña

El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos

tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos

sino el ruido de la pobre llovizna

El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos

lejos de los leones morados de todas las guerras

hizo un cordón con una hoja de papel

en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente

y otros dos mil Nombres Ilustres

y a la vista de todos los presentes

se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza

El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía

Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido

como una gata furiosa en un tejado

Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador

y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora

con su voz lejana

comenzó a pronunciar un hermoso discurso:

"Maintenant je suis pendu dans le Bona

La lluvia es el cuarzo de mi miseria

Los políticos roen mi bastón

Si no me hubiera ahorcado moriría

de esa extraña enfermedad

que sufren los que no comen

En mis bolsillos traigo cartas estrujadas

que me escribí yo mismo

para engañar mi soledad

Mi garganta estaba llena de silencio

ahora está llena de muerte"

 

"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche

Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido

Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos

Sabrá que me llamaba Louis Krizek

ciudadano del corazón de los hombres libres

heredero de la ceniza del amanecer

He vivido como un fantasma

entre fantasmas que viven como hombre

He vivido sin odio y sin mentira

en un mundo de jueces y de sombras

La tierra en que nací no era mía

y tampoco el aire en que reposo

Tan sólo he poseído la libertad

es decir el derecho a sufrir a errar

a ser este cuerpo frío

colgado como un fruto

entre los que cantan y ríen

entre una playa de cerveza

y un templo edificado para adorar el miedo

La mujer que guarda las llaves de la noche

sabrá que me llamaba Krizek

y que cojeaba un poco y que la amaba

Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo

va a desaparecer un viejo mundo

definitivamente borrado por el alba

Así como la niebla a veces aplasta

las flores del cerezo

la muerte ha aplastado mi voz"

 

Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre

el ahorcado del café Bonaparte

ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro

bajo el sombrerero

sobre una taza con restos de café

Carlos Carbone

Argentina

Escribe

                                    (a Eugenio Mandrini)

 

Escribe sólo lo que duele
Lo que alegre
Lo que muere
Lo que vive
Lo que explote en las manos
Lo que enferme
Lo que sane
Lo que ahuyente a las brujas
Lo que caliente al cielo
Lo que enfríe el infierno

Escribe sólo de los hijos
Y de los jóvenes
Y de los amigos nobles
Y de los trenes que van
Y de los sueños que dudan

Escribe sólo si llueve
Y si hay sol
Y si un tsunami
Y si sopla el Zonda
Y si sus ojos se cerraron
Y si sus pies nos guían
Y si mañana chocan los planetas
Y si la humedad hace sudar

Escribe si ella llama
O si ella quiere
O si ella puede
O si ella aúlla en tu cama sin colchón

Escribe sólo si todos toman la sopa
Si todos ríen
Si todos festejan
Si todos abren las puertas para ir a jugar

Escribe a la fuerza del caballo
A la potencia de la hormiga
A la paciencia de la vaca
A la grandeza del oso
O a la ternura del elefante

Escribe sólo al hombre nuevo
Y al hombre viejo
Y al hombre feroz
Y al hombre que orina la mesa cuando come

Escribe mientras caminas
Mientras duermes
Mientras haces el amor
Y mientras todos se hacen los distraídos

Escribe en tu confortable estudio
O en la mesa de un bar
O arriba del bus
O mientras te dispersan con gases por pedir justicia

Escribe con tu mejor lapicera
Con un lápiz nuevo
Con tu flamante laptop
Con un pedazo de carbón
O con tu misma sangre

Escribe para que todos
O para que ninguno

Escribe arriba de un barco
O bajo el agua

Escribe para vencer
Como si fuera la última
Como si mañana fuese una utopía

Escribe como un loco
Como un cuerdo
Como un insano
Como un liberado
Como un niño que recién aprendió la letra “a”

Escribe para que todo cambie
Aunque no se muevan ni las agujas del reloj
Escribe y no seas correcto
No seas impúdico
No seas cómplice
No seas perfecto

Escribe aunque la hoja siga en blanco

Escribe para que la muerte no.

 

Gabriel Impaglione

Villa Sarmiento, Morón, Argentina - 1958

Jack contra la máquina
                                                                                               A Jack Hirschman


Nueva York huele a pólvora y orín,
nube de carbones que parece noche
la ocupa como un regimiento
aerotransportado
desciende - oh dioses violentos- sobre los techos
y asfixia el aliento de las rosas
que sueñan en el piso cientoveinte.
 

Washington huele a fosa común y fósforo
- luto de lejanías que los muertos que matan
cargan en sus borceguíes de regreso a casa-
 

es el vapor de la máquina del lucro,
engranajes macizos 
estridentes feroces trabajan a destajo
      liberan vapor de sangre calcinada
que se condensa y cae -- polvillo sin pausa--
      empantana la música pegotea la voz
hasta cambiarle el sentido a las palabras.
 

Tu país, Jack, se ha llenado de dolores ajenos.
 

No hay pequeño pueblo sin llanto importado,
no hay mirada sobre el parque
que no reviva la extraña flor pisoteada bajo balacera.
 

¿Porqué no escuchan la voz de los poetas?
 

Otros senderos de lágrimas se abren en la tierra
empujados por la avidez y los fusiles.
 

¿Porqué no escuchan la voz de los poetas, Jack?
 

¿Qué heroismo la repugnancia?
¿Cómo se dice basta en tu país?
 

Jack... pisa punza aplasta la máquina
sangra te tajea te desangra de miedo y luto cada vez.
 

¿Vale un hombre unos gramos de bronce?
¿Quién gana una guerra?
 

¿Porqué ha de ser el niño
que juega en un parque de San Francisco
el próximo muerto que mate y muera?
 

Y en Washington ese vapor...
 

constante corrosivo lleno de dientes
huele a fósforo, es polvillo
que mata las hojas de la hierba
    le cambia el sentido a las palabras.
 

¿Porqué no escuchan las voz de los poetas, Jack?

José Portogalo (José Ananía)

Italia – 1904 – Buenos Aires, Argentina- 1973

Poema a Carl Sandburg

                                                                                    

."..Y las sargas anónimas de los hombres oscuros/  que pelean a brazo partido con la vida / 

y en profundas calles de extramuros / sufren su humillación como una herida" - César Tiempo
 

Cómo me alegraría, mi querido Sandburg, que estuvieras aquí,
a nuestro lado, junto a esta verja que da a una calle opaca
y sin chicos que la embarullen como a la calle de los pobres,
hoy que el frío nos agarrota los dedos,
nos humedece la punta de la nariz como a la de los borrachos.

 

Cantaríamos juntos, mi querido Sandburg, la canción del trotacalles.
 

Ya los lecheros han dejado sus botellas en los jardines silenciosos
-frágiles y sin arrugas como jardines de calcomanía-.
Por eso me acuerdo de ti cuando oigo sus carros percudir el silencio
que se tiende feliz sobre la calle opaca.

 

El sol insiste en no tirarnos su bufanda de lumbre para calentarnos
y el aire es tan frío y delgado que nos penetra y duele como un grito.

 

Atrás de los párpados de las ventanas duermen los millonarios y sueñan.
¿Qué soñarán los millonarios en las mañanas de invierno?
Dime, Sandburg, ¿qué soñarán los millonarios de todo el mundo?
Y sus hijos, ¿qué soñarán en sus cajitas de sorpresa?

 

Cómo me gustaría haberme hallado en tus años
junto a tus manos pesadas, ásperas, violentas,
porque con ellas has hecho todos los oficios -como yo- y has escrito poemas;
has volteado los vasos en las tabernas
riendo con una risa fuerte de bebedor de whisky y de guapo;
has peleado con los patrones, los porteros, los choferes
y has acariciado los muslos de una muchacha querida para soñar.
¿Qué soñarías en las mañanas de invierno?
Dime, Sandburg, ¿qué soñarías sobre tu carro de repartidor de leche?

 

-Ah, pero yo soy pintor y nada remedio con estas interrogaciones
mientras mis compañeros lijan los barrotes de la verja
que van como lenguas al cielo para evadirse de la soledad.

 

Me subiría a tu carro de lechero, de trotamundos, de abremalezas;
arrancaríamos el poema de la urbe
- caliente como raíz o el seno de una madre-
para agriarnos la voz
y blasfemar como los italianos frente a los mercados,
viendo cómo les roban la plata a los pobres turcos y a los pobres judíos
y cómo "levantan" los bultos de los carros y de las veredas
los truhanes que ya han comprado los ojos del vigilante y los del cuidador.

 

Y con Masters, el masticador de tabaco y amigo de los obreros,
y con Anderson, que antes que millonario prefirió ser poeta,
nos iríamos a mi suburbio, allí donde creció mi infancia
y gané los primeros coscorrones y los primeros centavos
y paladié el sabor de las primeras palabras sucias que no mancharon mi alma;
donde conocí a la única mujer que me quiso
y donde estoy ahora apelotonado como un trasto viejo
vendiendo cara mi vida y mis sueños por la porquería de un jornal.

 

Nos iríamos Sandburg, a mi suburbio
para acechar la llegada de los vendedores de diarios
-esos ángeles pringosos que me parten el corazón con sus gritos-
cuando el canto de los gorriones hace boquetes en el aire
y el vozarrón de los gallos se riza como una viruta
en ese minuto en que las prostitutas cierran los ojos y sueñan.
¿Qué soñarán las prostitutas en las mañanas de invierno?
Dime, Sandburg, ¿qué soñarán esas mujeres
de palabras duras como sus vidas y frías como sus labios
que no queremos pero en cuyas orillas
hincamos nuestra soledad para habitarla de imágenes?
-Ah, pero yo soy pintor y nada remedio con estas interrogaciones
mientras mis compañeros lijan los barrotes de la verja,
y pienso que no tengo muchacha para acariciarle los muslos
porque el jornal no me sobra y la pobreza me asedia
como el frío de esta mañana de invierno
en que el sol insiste en no tirarnos su bufanda de lumbre para calentarnos.

Blas de Otero

Bilbao, España – 1916 - 1979

Cartas y poemas a Nâzim Hikmet
 

Puesto que tú me has conmovido,
en este tiempo en que es tan difícil la ternura,
y tu palabra se abre como la puerta de tu celda
frente al Mármara,
rasgo el papel y, de hermano a hermano, hablo contigo
(acaban de sonar)
las nueve de la noche)
de cosas que no existen: Dios
está escuchando detrás de la puerta
de tu celda,
cedida por amor al hombre: Nâzim Hikmet,
quédate con nosotros.

 

Que tu palabra entre entre las rejas de esta vieja cárcel
alzada sobre el Cantábrico,
que golpee en España
como una espada en el campo de Dumlupinar,
que los ríos la rueden hacia Levante y por Andalucía se
extienda
como un mantel de tela pobre y cálida,
sobre la mesa de la miseria madre.

 

Te ruego te quedes con nosotros,
es todo lo que podemos ofrecerte: diecinueve años
perdidos,
peor que perdidos, gastados,
más que gastados, rotos
dentro del alma:
ten
misericordia de mi espuria España.

 

Nunca oíste mi nombre ni lo has de oír, acaso,
estamos separados por mares, por montañas, por mi
maldito encierro,
voluntario a fuerza de amor,
soy sólo poeta, pero en serio,
sufrí como cualquiera, menos
que muchos que no escriben porque no saben, otros
que no hablan porque no pueden, muertos
de miedo o de hambre
(aquí decimos A falta de pan, buenas son tortas, se cumplió)

 

pero habla, escribe tú, Nâzim Hikmet,
cuenta por ahí lo que te he dicho, háblanos
del viento del Este y la verdad del día,
aquí entre sombras te suplico, escúchanos.

Rubén Darío

Nicaragua – 1867 - 1916

Walt Whitman
 

En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.
 

Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.
 

Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,
 

y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!

José Emilio Pacheco

Ciudad de México, México – 1939 - 2014

Tarde o temprano

                               Homenaje a Nezahualcoyotl *

 

 

I

No tenemos raíces en la tierra.

No estaremos en ella para siempre:

       sólo un instante breve.

 

También se quiebra el jade

       y rompe el oro

y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.

 

No tendremos la vida para siempre:

       sólo un instante breve.

 

II

En el libro del mundo Dios escribe

con flores a los hombres

       y con cantos

les da luz y tinieblas.

 

Después los va borrando:

       guerreros, príncipes,

con tinta negra los revierte a la sombra

 

       No somos reyes:

somos figuras en un libro de estampas.

 

III

Dios no fincó su hogar en parte alguna.

Solo, en el fondo de su cielo hueco,

está Dios inventando la palabra.

 

¿Alguien lo vio en la tierra?

 

       Aquí se hastía,

no es amigo de nadie.

 

Todos llegamos al lugar del misterio.

 

IV

De cuatro en cuatro nos iremos muriendo

       aquí sobre la tierra.

 

Somos como pinturas que se borran,

       flores secas, plumajes apagados.

 

Ahora entiendo este misterio, este enigma:

el poder y la gloria no son nada:

con el jade y el oro bajaremos

       al lugar de los muertos.

 

De lo que ven mis ojos desde el trono

no quedará ni el polvo en esta tierra.

 

 

* A partir de las traducciones de Angel María Garibay

   y Miguel León  Portilla.

André Breton 
Normandía, Francia – 1896 - 1966

Primero la vida

                                 A Philippe Soupault

 

Primero la vida a esos prismas sin espesor así los colores sean más puros
Primero a esta hora siempre gris a esos terribles automóviles de frías llamas
A estas piedras reblandecidas
Primero este corazón trabado
A esta ciénaga de murmullos
Y a este blanco tejido cantando a la vez en el aire y en la tierra
A esta bendición nupcial que une mi frente a la de la vanidad total
Primero la vida

 

Primero la vida con sus sábanas conjuratorias
Sus cicatrices de evasión
Primero la vida primero esta roseta sobre mi tumba
La vida de la presencia nada más que la presencia
Donde una voz dice ¿Estás ahí? y otra responde ¿Estás ahí?
Ay casi no estoy
Y aun cuando favoreciéramos a aquéllos que damos muerte
Primero la vida

 

Primero la vida primero la vida Infancia venerable
La cinta que sale de un faquir
Se parece a la barrera del mundo
Pese a que el sol sea un deshecho
Por muy poco que el cuerpo de una mujer se le parezca
Sueñas contemplando detenidamente la trayectoria
O sólo cerrando los ojos sobre la tormenta adorable llamada tu mano
Primero la vida

 

Primero la vida con sus salas de espera
Cuando uno sabe que nunca será admitido
Primero la vida a estas fuentes termales
Donde el servicio está hecho por collares
Primero la vida desfavorable y larga
Cuando aquí los libros se volvieran a cerrar sobre anaqueles menos suaves
Y cuando allí se estuviera más a gusto que nunca se estuviera libre
Primero la vida

 

Primero la vida como fondo de desdén
A este rostro suficientemente bello
Como el antídoto de esta perfección que ella pide y teme
La vida ese embuste de Dios
La vida tal un pasaporte virgen
Una pequeña ciudad tal Pont-á-Mousson
Y como todo ya se dijo
Primero la vida

                                                                                        versión al castellano, Armando Rojas

Eduardo Galeano

Uruguay

15 de enero de 1970

Managua -Rugama

 

El altivo poeta, el chaparrito de sotana que comulgaba de pie, dispara hasta el último tiro y cae peleando contra todo un batallón de la dictadura de Somoza.

Leonel Rugama tenía 20 años.

De los amigos, prefería a los jugadores de ajedrez.

De los jugadores de ajedrez, a los que pierden por culpa de la muchacha que pasa.

De las que pasan, a la que se queda.

De las que se quedan, a la que todavía no llegó.

De los héroes, prefería a los que no dicen que mueren por la patria.

De las patrias, a la nacida de su muerte.

Diego Mendes Sousa

Brasil

Passagem
                          Para Eunice Arruda


Dúbio é o farol
indicativo  do tempo
a inconquista repartida
em canto de amor divino
ora pesadelo ora medo

Mirta Aguirre

La Habana, Cuba – 1912 -1980

Martí

 

Él nació en el mes de enero

Él murió en el mes de mayo.

Lo desplomó del caballo

El disparo de un riflero.

Tomó la pluma en la mano

Y contó cuentos en flor;

No quiso ser escritor,

Quiso ser, antes, cubano.

Tuvo de pétalo el alma,

y el querer como un acero.

Fue grande: un hombre sincero

De donde crece la palma.

Martín Micharvegas
Argentina, 1935 – desde 1977 reside en España

Gotán

 

Lentamente con pena
dejo de lado a Juan
a su gotán

vuelvo a entrar
en materia infecciosa

estudio psitacosis
una enfermedad de pájaros
que se transmite al hombre

trae una fiebre
dolores y delirios
pequeñas destemplanzas
debemos tener mucho cuidado
con las aves
 

Hermano
lentamente con pena
esta mañana no ha ocurrido ningún milagro
y yo no los espero

y nadie que conozca de todos los que amo
pero cualquier mañana de estas
puedo caer podemos
súbitamente caer terriblemente heridos
por haber dado de comer a un pájaro nomás
un grano de alpiste en nuestra boca
ofreciéndoselo directamente de ella

y he debido interrumpir la vida

mi vida y la vida de los otros
conmovido como la gran puta
ante la muerte
 

Hermano
algunos lo verán

y espero – sólo esto -
recuerden amantes como yo
el comienzo insidioso o sea tu canto
la lucidez tus versos
la paz la guerra sus oleajes
el enamorado fantasma universal
                                                                                         Buenos Aires / 1962

Luis Alberto Crespo

Venezuela

                                               a Miguel Márquez

 

 ¿Cuántos desaparecidos

dejan Miguel las hojas sueltas?

 

¿Por qué se despoja la apariencia

de su ilusión y su distancia?

 

¿Quién es Venezuela

con esa puerta batiente

y el siseo de algo?

 

¿Y dónde quedó mi lugar

entre la privación y tu ofrenda?

Alfonso Gumucio Dagron

La Paz, Bolivia - 1950

Autopsia

 

A Neruda le abrieron
el vientre a bayoneta
y encontraron:
un grito de la selva
un corazón rojo
que era hígado y cerebro
un poema azul
una cordillera entera
y un Chile
armado del vientre hasta los dientes.

Roque Dalton

El Salvador – 1935 - 1975

Carta

                   (a Nazim Hikmet, poeta turco)

 

Camarada Nazim: le escribo
desde la vecindad del sobresalto
desde la Penitenciaría Central
de El Salvador.
No había podido hacerlo antes
porque estaba libre
y con la juguetona y burbujeante libertad uno
no puede elevar las palabras
a lo alto de los presos
de los antiguos presos
que como Ud.
señalaron la ruta.

Raúl González Tuñón

Buenos Aires, Argentina -  1905 -1974

Baudelaire

 

Fue un profeta y vislumbraba el siglo

en que la acción fuera hermana del sueño

y reinventó la poesía, una manera

de recordar que el poeta es un hombre

al que a veces agobian la incomprensión, el barro,

el alquiler, la luna.

Pero él fue poeta, inmenso como un río.

Un río puro impuro

que arrastró légamo y estrellas.

Vicente Aleixandre

España - 1898-1984

A don Luis de Góngora

 

¿Qué firme arquitectura se levanta

del paisaje, si urgente de belleza,

ordenada, y penetra en la certeza

del aire, sin furor y la suplanta?

 

Las líneas graves van. Mas de su planta

brota la curva, comba su justeza

en la cima, y respeta la corteza

intacta, cárcel para pompa tanta.

 

El alto cielo luces meditadas

reparte en ritmos de ponientes cultos,

que sumos logran su mandato recto.

 

Sus matices sin iris las moradas

del aire rinden al vibrar, ocultos,

y el acorde total clama perfecto.

Anna Ajmátova

Rusia – 1889 - 1966

Llegué a visitar al poeta

                       A Alexander Blok

 

Llegué a visitar al poeta

Exactamente al mediodía, un domingo.

En el cuarto espacioso reinaba el silencio

Afuera, en la calle, hacía frío.

 

Un sol agradable se paseaba

Sobre el tupido humo grisazul...

El poeta me miraba fijamente,

En silencio, como un gran anfitrión.

 

Es mejor ser cuidadosa

Y no mirar nunca a sus ojos;

Son ojos tan extraños

Que jamás se pueden olvidar.

 

No olvidaré ese encuentro

Aquel brumoso mediodía de domingo

A las orillas del Neva

En una casa grande y gris.

Efraín Huerta

México – 1914 -1982

Jaime Sabines

 

Jaime ya no puede con la Muerte:

La de su padre el Mayor,

La de Doña Luz

("Me ha dejado triste,

tirado todo el día sobre mis sueños")

Y ahora los veintidós años muertos

De Jaimito

 

Jaime ya no puede con la Muerte

 

Ahora Jaime-Tigre-Poeta

Debe poder hasta la muerte con la Vida

Rubén Sacchi

Lanús, Argentina – 1955

Axioma

  a Enrique Cadícamo

 

Mariposa de la muerte

danza sobre mi cabeza,

cual presagio fatal.

Chorreante elixir,

ceremonioso y exacto

me evade del luto.

 

Creía estar de más, pero

el profesor dice,

el filósofo supone,

el humanista impone que,

entre dos puntos,

siempre existe

la probabilidad

de que quepa otro.

 

                Como las estrellas.

Antonio Arroyo Silva

Islas Canarias - 1957

José María Millares

 

¿No ves que las palabras te atropellan?

¿No ves la dentellada del sol

que penetra en la roca a horadar a horadar?

 

Despojado he de verte de los ecos antiguos.

Despojado del labio que no dice tu nombre

cuando las olas van a rozar tus zapatos.

 

¿No ves ese tablón del horizonte

que se inclina hacia ti para sangrar el pájaro

de tu mejilla ingenua?

 

Allá no veías las barcas ni el oro de los muelles

esperando la vid.  Las velas derramadas,

los peces en tu asfixia…

Allá no veías pasar el incendio,

ni la miel que  diluye cuando las rocas piensan

 

y nos traen  arrullo de las gaviotas idas

a sangrar la blancura por tu rostro que vuelve.

 

¿No ves por qué un caballo se transforma en luciérnaga

a pesar de los páramos y los ríos perennes?

No verás las palabras, sólo un pámpano azul

en la esquina del labio que despierta este vino

y cruje en el silencio de la ortiga y la sierpe.

 

Todo aquello que trepa o punce

carece de sentido, si te vacías tú,

si acaso te desnudas de su rigor de herida

y buscas tu dolor en el dolor del bosque.

Jorge Riechmann

España - 1962

18

La posguerra por ejemplo en Grecia

es una guerra que se prolonga

por ejemplo dentro de un campo de concentración.

 

Yannis Ritsos

garrapatea papeles desgarrados

en los retretes o bajo la manta.

Después esconde los poemas

en botellas vacías que entierra

por si la guerra finalizase algún día.

 

Los dibujos sobre las piedras

mantienen a raya a la locura.

 

La posguerra, esa guerra inacabable.

José María Pallaoro

La Plata, Argentina -  1959

Cantar a tientas
                              para Horacio Castillo

 

Hace una cantidad de años
se solía dejar ciegos a los canarios
para lograr en su canto
mayor belleza
–actitud típicamente humana
como cortar lenguas
cercenar gargantas–
 

Hoy
las cosas no han mejorado
y los pájaros que aún sobreviven
cantan
a tientas
todo el tiempo
 

con señas desesperadas

Alfredo Pérez Alencart

Perú- España - 1962

António Salvado

 

Por este Poeta

alejo la bola de cristal

 

y muestro

cómo lluvia ternuras

su agotado corazón,

 

cómo girasolean

los sigilosos diamantes

que verbaliza.

 

Y otra fe me nace

cuando su saudade queda

a mi altura

 

y aumenta el calibre

de la emoción más limpia

junto al maná

de sus ofrendas.

 

Por este Poeta abro

las puertas de lo

 

por venir.

Teuco Castilla

Salta, Argentina - 1947

Mimetismo

                                         A Francisco Madariaga

 

Un pájaro ocupado por una rama

una hoja por un pez

un león por un prado

¿quién ha entrado en quién?

 

La imagen nos salva

entre la cara y el semblante

se defrauda un ídolo

lo sabe

el ojo del hipopótamo

que ya ha visto a Dios

demasiadas veces.

No hay semejanza

lo sabe

el gato de la astucia

el alacrán de la cólera

la rata de tu fuga

 

eres

una polifonía lacrada

por una sola bestia.

 

Te arrancaste tu don

 

no escucharás tu nombre

pronunciado por ellos.

Damaris Calderón
Cuba - 1967

Emily Dickinson

 

Lo que no alcanzan
las avaras sílabas
la borracha de sol
cuenta a sus puertas.

 

El gusano roído por el fruto.

 

Lo que no alcanzan 
las avaras sílabas,
el pájaro de Amherst
el tordo de Nueva Inglaterra.

 

La mano
pródiga
-como una herida-
se abre.

Jorge Luis Borges

Argentina – 1899 -1986

A Luis de Camoens

 

Sin lástima y sin ira el tiempo mella

las heroicas espadas. Pobre y triste

a tu patria nostálgica volviste,

oh capitán, para morir en ella

 

y con ella. En el mágico desierto

la flor de Portugal se había perdido

y el áspero español, antes vencido,

amenazaba su costado abierto.

 

Quiero saber si aquende la ribera

última comprendiste humildemente

que todo lo perdido, el Occidente

 

y el Oriente, el acero y la bandera,

perduraría (ajeno a toda humana

mutación) en tu Eneida lusitana.

Ernesto Cardenal

Nicaragua - 1925

Epitafio para Joaquín Pasos

 

Aquí pasaba a pie

por estas calles,

sin empleo ni puesto

 

Y sin un peso

 

Sólo poetas, putas

Pero

 

recordadle cuando

tengais puentes de concreto,

 

Grandes turbinas,

tractores, plateados graneros,

 

buenos gobiernos.

 

La guardia nacional

anda buscando

a un hombre

 

un hombre espera

esta noche llegar

a la frontera

 

el nombre

de ese hombre

no se sabe

 

hay muchos

hombres más

enterrados en

una zanja

 

El número y

el nombre de esos

hombres no se sabe.

 

Ni se sabe el lugar

ni el número de zanjas.

 

La guardia nacional

anda buscando a un hombre

 

Un hombre espera

esta noche salir

de Nicaragua

Miguel Márquez

Caracas, Venezuela – 1955

El esplendor y la ruina

                                          A Buson

                                         En ocasiones me seduce


el orden quieto de los muertos
estos cajones atascados en lo eterno
como una burla al miedo y al desorden.
No trastabillea la casa, no pasa el tiempo.
Los primeros gestos se mantienen inmutables,
y el rumor antiguo que nos tranquilizó una noche
resurge aquí como una vela al ángel de la guarda
(“todo está bien, duérmete rápido”).
La intranquilidad es parte de las sábanas.
–Al movimiento, ¿cuándo lo detendrá un soneto?–

Es grande el deseo
de quedarse dormido entre claveles.
Y sin embargo,
la inestabilidad de las olas,
los imprevisibles giros de la tierra
y el azar
en el esplendor y la ruina de este mundo,
nos permiten vacilar
ante los crisantemos blancos
(temblorosos)
un instante.

 

Adriano de San Martín

Costa Rica

Julia de Burgos

 

  “… hijo mío y de la muerte, me llamará poeta”

             Poema para mi muerte

 

Una muchacha se mira en la corriente

del gran río Loíza o en el obscuro Hudson.

Su rostro es un espejo de aguas

sobre el asfalto de Carolina, La Habana o Harlem.

Una muchacha puertorriqueña

como decir americana, nuestra.

 

Una mujer que sangra, ama y canta,

se abre el pecho a medianoche en pijamas.

 

Una mujer río navega hacia el intenso mar

de las multitudes que intentan en vano

colocar el cascabel azul al cuervo

con una brújula extraviada en los camposantos.

 

Una mujer golpea y escupe sus palabras

desde las cornisas de los rascacielos;

se tiende sobre las nubes de Welfare Island

y se aleja con los vítores de nuestros pañuelos.

 

Una muchacha/mujer recién horneada

me nombra en la anochecida circular

con su estirpe, su amor, su jungla, la jauría.

Jesús Hilario Tundidor

España - 1935

Epístola a Rafael Alberti desde la tierra de Carbajales

 

Desde una tierra donde

España yace como

en siglos arropada injustamente y dormida.

Bajo mi juventud

de potro y hombre

triste, Alberti, amigo, compañero en la orilla

de la esperanza, oh, bajo

mi corazón te nombro

este silencio y esta durísima ceniza

de la patria:

¿Quién puso

la palabra comercio, o sangre, o muerte, unida

a la niñez? ¿ Quién hizo

el miedo por las calles,

quién despojo la limpia

ternura de los niños? Porque recuerdo ahora

de qué color la vida

se ponía en la tarde,

cómo calzaba a nuestros sueños, cómo

los crecimientos iban

sin luz. Era terrible.

De repente y sin más, igual que un agua fría

nos cayó la tristeza,

para siempre, varones

acosados sin lágrimas, perdida

la fe, perdida

nuestra generación de larga espera.

 

Acuso hoy como un hombre que tiene

el pecho en alto y un viento verde atiza

sus espaldas. ¿Qué rasa

atardecida

nos abrirá los puentes del silencio, querrá darnos

la voz, la juventud, el aire

claro y la alegría

humilde? Alberti, Alberti,

si vieras las espigas

de la patria, su cielo

azul, el alcotán, el alma

mísera de Castilla, aún tan hermosa,

pero tan apagada y tan vencida...

 

Tomando la amistad por tu hombro izquierdo

si estuvieses aquí, te llevaría

una mañana al campo

para que vieras las palomas blancas

y grises y zuritas.

Y te hablaría como a un viejo padre

de las cosas sencillas,

a ver si con hablarte y con oírte

lleno de amor, de sueño y metal puro

en el alfar de España amanecía.

Antonio Machado

España – 1875 -1939

A don Miguel de Unamuno

 

Por su libro Vida de Don Quijote y Sancho.

 

Este donquijotesco

don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,

lleva el arnés grotesco

y el irrisorio casco

del buen manchego. Don Miguel camina,

jinete de quimérica montura,

metiendo espuela de oro a su locura,

sin miedo de la lengua que malsina.

 

A un pueblo de arrieros,

lechuzos y tahúres y logreros

dicta lecciones de Caballería.

Y el alma desalmada de su raza,

que bajo el golpe de su férrea maza

aún durme, puede que despierte un día.

 

Quiere enseñar el ceño de la duda,

antes de que cabalgue, el caballero;

cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda

cerca del corazón la hoja de acero.

 

Tiene el aliento de una estirpe fuerte

que soñó más allá de sus hogares,

y que el oro buscó tras de los mares.

Él señala la gloria tras la muerte.

Quiere ser fundador, y dice: Creo;

Dios y adelante el ánima española...

Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:

sabe a Jesús y escupe al fariseo.

Augusto Roa Bastos

Paraguay - 1942  – 1947

Límite

                  a Josefina Plá

 

Cuando tocamos en la noche

el rostro vivo del recuerdo

su sangre moja nuestro nombre

y arden las manos hasta el hueso.

 

Canción de olvido en la tiniebla,

muerte acostada sobre el tiempo,

la mosca grávida y eterna

pone su huevo sobre el sexo.

 

De labio a labio se propaga,

germen axial del universo.

Donde se acaba la esperanza

se borra el límite del tiempo.

 

Cuando yo sople en mis cenizas

otro estará ya en mi momento,

las muchedumbres que me habitan

en mi costado las contemplo.

 

Ojo del hacha sin la lágrima,

música sin el instrumento,

siglos volando en una ráfaga

sobre los vivos y los muertos.

 

Esto es el hombre, la medida

de su congoja y pensamiento,

gusano de una fruta henchida,

cava en la tierra y en el cielo.

 

El alma enciende su semblante

con un destello polvoriento.

Más alto siempre que tu imagen

no tiene límite el deseo.

Suda el silencio sangre humana

y el ojo ya quemado y yerto

mira sin párpados la llama

en la memoria de un sol negro.

Horacio Castillo

Argentina – 1934 - 2010

Epigrama
 

Yo, Eustacio, poeta de una ciudad de provincia,
nací, viví y morí como todos los hombres,
según ha sido escrito en este monumento
junto al cual te has detenido a orinar.
Si sabes leer, lee, pero no esperes nada extraordinario,
pues rehusé el destino de los grandes, no tanto
por falta de valor o espíritu de aventura
sino por una innata inclinación a la molicie
y ese malsano escepticismo propio del docto.
Porque fui docto, y si algo aprendí –más
de la vida que de los libros– fue a temer
lo inesperado y evitar, hasta donde es posible,
el mal que acecha al ambicioso.
Soporté todo lo que se puede soportar,
jactancias de la boca y la fuerza de los hechos,
la eterna rotación de causas y efectos
nefasta para un carácter hasta cierto punto pusilánime.
Simple entre los simples, cínico entre los cínicos,
respeté la precaria naturaleza humana,
sabiendo que sólo puede considerarse dichoso
el que logra apartar día a día la desgracia.
Sólo me precio de haber escrito algunos versos,
por los cuales mis conciudadanos me consagraron
este lugar apartado, cerca de una gruta
donde los muchachos vienen subrepticiamente a amar
y arrancan de tanto en tanto una letra de mi nombre.
Soy Eustacio, poeta de una ciudad de provincia:
nací y viví y morí como todos los hombres.

Hermann Hesse
Alemania -  1877 –1962
Oda A Hölderin

 

Amigo de mi juventud, a ti regreso agradecido 
ciertos atardeceres, cuando entre los saúcos 
en el jardín que duerme suena sólo 
la fuente susurrante. 
Hoy nadie te conoce, amigo mío; en estos tiempo nuevos 
muchos se han apartado del encanto tranquilo de la Hélade, 
sin oraciones y sin dioses 
prosaicamente el pueblo camina sobre el polvo. 

Pero para una secreta multitud de absortos entrañables 
a los que el dios llenó el alma de anhelos 
aún suenan las canciones 
de tu arpa divina. 

Cansados del trabajo regresamos ansiosos 
a la ambrosiaca noche de tu canto, 
cuyas flotantes alas nos protegen 
con un sueño dorado. 

Y cuando nos encanta tu canción más ardiente se enciende, 
más dolorosamente arde hacia el país dichoso del pasado 
hacia los templos de los griegos 
esta nostalgia que jamás termina. 
                                                                                        Versión de Jesús Ruiz 
 

José Coronel Urtecho

Granada, Nicaragua --1906 -1994

Oda a Rubén Darío

 

"¿Ella? No la anuncian. No llega aún."

Rubén Darío. Heraldos

 

            I

(Acompañamiento de papel de lija)

 

Burlé tu león de cemento al cabo.

Tú sabes que mi llanto fue de lágrimas,

i no de perlas. Te amo.

Soy el asesino de tus retratos.

Por vez primera comimos naranjas.

Il n’y a pas de chocolat —dijo tu ángel de la guarda.

 

Ahora podías perfectamente

mostrarme tu vida por la ventana

como unos cuadros que nadie ha pintado.

Tu vestido de emperador, que cuelga

de la pared, bordado de palabras,

cuánto más pequeño que ese pajama

con que duermes ahora,

que eres tan sólo un alma.

 

Yo te besé las manos.

"Stella —tú hablabas contigo mismo—

llegó por fin después de la parada",

i no recuerdo qué dijiste luego.

Sé que reímos de ello.

 

    (Por fin te dije: "Maestro, quisiera

ver el fauno".

                        Mas tú: "Vete a un convento").

 

Hablamos de Zorrilla. Tu dijiste:

"Mi padre" i hablamos de los amigos.

"Et le reste est literature" de nuevo

tu ángel impertinente.

Tú te exaltaste mucho.

"Literatura todo —el resto es esto".

Entonces comprendimos la tragedia.

Es como el agua cuando

inunda un campo, un pueblo

sin alboroto i se entra

por las puertas i llena los salones

de los palacios —en busca de un cauce,

del mar, nadie sabe.

 

Tú que dijiste tantas veces "Ecce

Homo" frente al espejo

i no sabías cuál de los dos era

el verdadero, si acaso era alguno.

(¿Te entraban deseos de hacer pedazos

el cristal?) Nada de esto

(mármol bajo el azul) en tus jardínes

—donde antes de morir rezaste al cabo—

donde yo me paseo con mi novia

i soy irrespetuoso con los cisnes.

 

 

            II

                  (Acompañamiento de tambores)

 

He tenido una reyerta

con el Ladrón de tus Corbatas

(yo mismo cuando iba a la escuela),

el cual me ha roto tus ritmos

a puñetazos en las orejas...

 

Libertador, te llamaría,

si esto no fuera una insolencia

contra tus manos provenzales

(i el Cancionero de Baena)

en el "Clavicordio de la Abuela"

—tus manos, que beso de nuevo,

Maestro.

 

En nuestra casa nos reuníamos

para verte partir en globo

i tú partías en una galera

—después descubrimos que la luna

era una bicicleta—

y regresabas a la gran fiesta

de la apertura de tu maleta.

La Abuela se enfurecía

de tus sinfonías parisienses,

i los chicuelos nos comíamos

tus peras de cera.

 

(Oh tus sabrosas frutas de cera)

 

Tú comprendes.

Tú que estuviste en el Louvre,

entre los mármoles de Grecia,

y ejecutaste una marcha

a la Victoria de Samotracia,

tú comprendes por qué te hablo

como una máquina fotográfica

en la plaza de la Independencia

de las Cosmópolis de América,

donde enseñaste a criar Centauros

a los ganaderos de las Pampas.

 

Porque, buscándome en vano

entre tus cortinajes de ensueño,

he terminado por llamarte

"Maestro, maestro",

donde tu música suntuosa

es la armonía de tu silencio...

(¿Por qué has huído, maestro?)

(Hay unas gotas de sangre

en tus tapices).

 

                            Comprendo.

Perdón. Nada ha sido.

Vuelvo a la cuerda de mi contento.

¿Rubén? Sí. Rubén fue un mármol

griego. (¿No es esto?)

 

"All’s right with the world", nos dijo

con su prosaísmo soberbio

nuestro querido sir Roberto

Browning. Y es cierto.

 

 

 

            FINAL

 

                  (Con pito)

 

En fin, Rubén,

paisano inevitable, te saludo

con mi bombín,

que se comieron los ratones en

mil novecientos veinte i cin-

co. Amén.

Jaime Sabines

México – 1926 -1999

Recado a Rosario Castellanos

 

Sólo una tonta podía dedicar su vida a la

soledad y al amor.

 

Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,

si lámpara encendida,

desperdiciada lámpara de día eras tú.

 

Retonta por desvalida, por inerme,

por estar ofreciendo tu canasta de frutas a

los árboles,

tu agua al manantial,

tu calor al desierto,

tus alas a los pájaros.

 

Retonta, rechayito, remadre de tu hijo y de

ti misma.

 

Huérfana y sola como en las novelas,

presumiendo de tigre, ratoncito,

no dejándote ver por tu sonrisa,

poniéndote corazas transparentes,

colchas de terciopelo y de palabras

sobre tu desnudez estremecida.

 

¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele

pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—

(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible

rasparla de la lámpara, recogerla del piso

con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?)

 

¡Cómo duele, te digo, que te traigan,

te pongan, te coloquen, te manejen,

te lleven de honra en honra funerarias!

 

(¡No me vayan a hacer a mí esa cosa

de los Hombres Ilustres, con una

chingada!)

 

¡Cómo duele, Chayito! ¿Y esto es todo?

 

¡Claro que es todo, es todo!

 

Lo bueno es que hablan bien en el Excélsior

y estoy seguro de que algunos lloran,

te van a dedicar tus suplementos,

poemas mejores que éste, estudios,

glosas,

¡qué gran publicidad tienes ahora!

 

La próxima vez que platiquemos

te diré todo el resto.

Ya no estoy enojado.

 

Hace mucho calor en Sinaloa.

Voy a irme a la alberca a echarme un trago.

Manuel del Cabral

República Dominicana -1907 -1999

Tono cuarto

                                                   (de Carta a Rubén)

 

Yo recuerdo, Darío, que allá en mi adolescencia,

yo decía estas cosas llenas de transparencia.

Estas mismas que ahora tienen otra fragancia,

a pesar de aquel vaho de tus bueyes de infancia.

Mas por entre la niebla de mis barbas de loma

me salen los recuerdos, frescos como palomas.

Así, Rubén, lo mismo que una mano da trigo,

el pasado se cae de mis labios, y digo:

Era el tiempo en que tenía

piececitos-aviones

ante el fantasma de la policía.

Y madrugaba nuestra fantasía

para robar centavos,

antes que la mañana

tras la fragancia tibia de la panadería,

fuese de puerta en puerta

por la calle aldeana.

Blanca de mundo y de cuidados vanos

te me fugabas cuanto más crecía,

igual que el globo que se me rompía

si mucho le aventaba entre mis manos.

Y tú, como aquel globo, te pusiste a crecer.

Hoy ya no puedo, infancia, correr como corría.

Me pesa tanto el hombre que no puedo correr.

Ya ves Rubén, aquello, fue siempre manso, bueno:

corría con la lluvia, temblaba con el trueno.

¿Tú también lo recuerdas?

La barriga desnuda se chorreaba de miel,

mientras los astilleros dedotes del abuelo

a ratos fabricaban barquitos de papel.

Era un juguete el tiempo. Pero, luego a la cosa,

como tú ya lo sabes, le pusieron

más espina que rosa.

Yo no te estoy diciendo que hoy existe un Atila,

pero tiene parientes... Los que ven mis pupilas.

¿No sientes un caballo, y la gran negra capa

de un jinete que corre pisoteando este mapa?

Esto pone a la infancia a crecer de repente,

lo mismo que de súbito crece un agua de fuente.

¿Y qué pueden los Sócrates? ¿Qué pueden los Darío,

cuando como temblores subterráneos

pasan patas equinas que hacen brotar un río

de venas de llantos sobre campos de cráneos?

Mientras en las esquinas, de una ciudad remota,

la novela de un brazo que alza una mano rota,

dando cuerdas a un débil monótono organillo,

le regala a la infancia su sonoro castillo,

algo que ya no tienen los hombres de la tierra,

hoy que haciendo las paces, es que hacemos la guerra

Mañana pelearemos sin ir a la batalla,

pues es la que nos mata, la guerra que se calla,

y sólo encontraremos —si algo encontramos hecho—,

a la muerte perfecta como un odio en el lecho.

Pero ahora no quiero seguir estos detalles,

déjame que te hable de nuevo de mis cosas,

tal como si de pronto te hallaras por la calle

unos zapatos rotos...

donde un canario tiene su más cómodo nido

de poeta remoto...

Así, Rubén, ayer, y quizá con razón,

le dije cosas raras a mi Compadre Mon.

Por ejemplo:

Óyeme, Mon, un día, me enseñó a ser poeta

el retazo de cielo de un viejo callejón,

que siendo tan pequeño, me ensanchó el corazón.

Limpio como los vientos del molino aldeano

he salido desnudo en carne de conciencia,

y parece que tengo la mañana en la mano.

Hoy puede verme el hombre por mi abierta ventana.

Me hallará transparente como el agua con cielo.

¡Me enseñó a hacer mi casa la mañana!

Ya ves, Rubén, ya ves. Estas cosas las pudo

sólo escribir la mano de una vida que tiene

aún todo desnudo.

¿Cómo me haré contigo, infancia, que de nuevo,

como un traje ya viejo, pero querido, uso?

Nunca dejé de usarte. Todavía te llevo.

 

Lloras un agua tan clara,

que no parece dolor.

Hoy está triste tu cara.

Pero no tu corazón.

 

Mira un niño que corre por la playa, parece

que el otro niño, el mar, habla con él, y crece.

Allí llena de cosmos su voz la caracola,

donde nos habla en seco sólo Dios, de la ola.

Allí, también, oh mar, tú solos, ¡sin nacer!

Porque al nacer tan grandes

no te vimos crecer.

Oh tú que no te pudres, primavera del gnomo:

suma sólo del cuándo, secreto fiel del cómo.

Así, Rubén, tú rondas, tan transparente y fuerte

que de pie ya te vemos, tú velando a la Muerte.

Claribel Alegría

Nicaragua - 1924

Querencias

                                                               A Juan Gelman

Porque aprendí a quererme
puedo sangrar
con tus heridas.

Sandro Penna

Italia - 1906 - 1977

a Eugenio Montale

 

La fiesta hacia el atardecer. Yo voy

en dirección opuesta a la caterva

que alegre y ágil sale del estadio.

A ninguno yo miro y miro a todos.

De vez en cuando apaño una sonrisa.

Mas raramente una sonrisa alegre.

Mi mente no recuerda ya quién soy.

Entonces el morir no desearía.

Que muera me parece harto injusto.

Aunque ya no recuerde más quién soy.

Antonio Aliberti

Barcellona Pozzo di Gotto, Italia -1938-Argentina - 2000

Saludo al amigo

                                                               A Roberto Santoro

 

No es que a veces me olvide,

sólo que hoy te recuerdo más,

y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;

decirte por ejemplo que aquí estoy,

con mis castillos de arena intactos

(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);

con dos hijos que crecen como el abrazo

que guardo en el pecho desde aquel día;

que nadie ha borrado tu nombre

y sigue habiendo una silla

con las formas de tu cuerpo y tu calor.

(Si alguien dijera que no estás, ¿qué probaría?

Puede más tu voz, como una herida que no tiene cura).

Para cuando vuelvas

-en un cuarto del mundo-

se encenderá otra vez la mesa

para reanudar la charla que dejamos inconclusa:

ambos nos miraremos desde ventanas abiertas.

No falta mucho: al irte, no dijiste adios.

 

(de Mareas del tiempo, 1981)

N/A: Roberto Santoro fue desaparecido por la dictadura militar.

Javier Heraud

Perú – 1942 – 1963

Poema a Rafael Alberti

 

(Compuesto en su presencia, el 5 de mayo de 1960, en el Instituto José Carlos Mariátegui).

 

 

 

Rafael,

Alberti,

déjame llamar a tu voz

desde mi voz,

a tu canto desde mi canto

naufragado,

déjame aprender en tus ojos

la palabra ardiente,

la poesía viva y despejada.

Rafael,

Marinero en tierra y cielo,

marinero y ángel

marinero y tierra,

tierra y cielo,

Alberti y rafael.

Alberti,

a tu cielo, a tu voz,

a tu rostro

emocionado,

ahora, he de cantar

en la voz de las palomas.

Hueso en el árbol, pedro,

federico, rafael,

venidos de tan lejos y

tan cerca.

Alberti,

que tus aguas vengan puras

a tu cielo, que tu

lluvia caiga suave

hoy en mi

pecho,

que tu cielo llueva fértil

en España,

que tu voz riegue en América,

y en la tierra dé sus

frutos, de flor en los océanos,

siembre árboles en los

hombres. Llene de flores

este mundo.

Nada podrá la muerte

contra tí.

Rafael,

la muerte ya no existe

en tus praderas,

ya no reina en tus campos

azules,

el olvido ya no te olvidará

en sus aguas tormentosas.

Alberti,

rafael,

en la palabra, en el rostro

de tu poesía,

pusiste tu voz y tu garganta,

dejaste tu alma y tu sangre

abierta,

Rafael en tu voz

te quedaste tú.

Eternamente.

Luis Benítez

Buenos Aires, Argentina

La tarde del elefante

                                              A mi amigo, el poeta Nicholas Stix,

                                                                 en donde quiera que esté.

 

 

 

¿recuerdas, nick, la tarde del elefante?

tú estabas abrumado por el enésimo rechazo

que esa mujer casada madre ya de cuatro hijos

te había propinado por teléfono

lo único que te daba desde hacía

entonces once años

al menos

cuando era soltera te lo decía en la cara

y estabas irritado de veras enojado

porque llegué una hora tarde

y te dejé solo en la enorme nueva york

por otra hora más entregado a ti mismo

ni mi taxi ni mis disculpas calmaron

tu rabia anglosajona

decías sólo se está solo en las grandes ciudades

¿te acuerdas, nickie, de la tarde del elefante?

muchas lluvias y nieves y pisadas

de zapatos italianos y de zapatos deportivos

pasaron por esa esquina del village

pero ella no ha olvidado todavía la tarde del elefante

tú me sermoneabas en tu álgido inglés

sin darte cuenta de que yo también estaba derrumbado

 

y entonces esa enorme sombra

 

hablabas del tedio de las ciudades

del aburrimiento amarillo que se pone

al oeste del puente de tu brooklin

y de las mujeres jóvenes que cruzan solas

y en ómnibus los laberintos sedosos de central park

rumbo a esos cuartos donde la calefacción les falla

 

y entonces esas pisadas majestuosas

 

hablabas de que no te habían incluido en esa antología

y decías que el marido de ella era calvo

ceceoso y que dibujaba historietas

el tonto de los cómics repetías

el tonto de los tebeos repetías

mientras la gente

siempre está alerta la gente

dejaba corriendo la acera

tumbaba las sillas

y olvidaba a los niños en su loca carrera

decías que la rutina es una vieja ciega

que mendiga monedas por bond street y por harlem

y que cada persona la recibe en su casa

 

entonces ese gordo la mole

se quedó parado cerca de nuestra mesa

en la esquina desierta mientras el cajero

temblando llamaba a la policía

 

cinco mil kilogramos de pacífica selva

aplastando el asfalto una inmensa epifanía gris

de cuatro metros de alto y esa trompa curiosa

con un dedo en la punta

que probaba las frutas de las mesas caídas

y revoleaba jugando los manteles manchados

 

aplastó en su huida de algún circo o del zoo

a esa vieja mendiga que a la gente oprimida

acongoja en su casa

nos miraba sin miedo como todas las cosas

que sonriendo repiten soy amigo del hombre

 

Carlos Fajardo Fajardo

Santiago de Cali, Colombia - 1957

Poema a Nazim Hikmet

 

Hoy que llueve sobre Bogotá

leo tus poemas Nazim Hikmet, tus cartas desde las cuatro cárceles,

el recuerdo de los patios sonoros en Istambul

el lento pero seguro avance de tu angina de pecho.

 

No me desilusiono ni lloro.

Tampoco soy un simple desesperanzado.

Sin embargo, Nazim, mi país es una cárcel mayor,

mayor que la de tu Ankara, más fría que la de Cankiri

más insoportable que la de Bursa.

Todas tus cuatro cárceles reunidas son apenas recintos con jardín.

 

Como tú, turco naciente,

en el nombre de esta tierra tomo la palabra

y malas noticias me llegan con lluvia matutina

malas noticias sobre un país cerrado donde nadie nos deja cantar.

 

Prisionero, exiliado eterno,

con quince heridas, según decías,

escribo en torno a estas paredes deseando ver una luz.

Escucha Hikmet este poema compuesto por varias manos

con despedazadas uñas de tanto escarbar.

 

También estamos incomunicados como lo estuviste en Ankara

donde te prohibían ver el cielo azul y un árbol silvestre

plantado en algún sitio.

También hablamos con nosotros mismos

en siniestras ciudades

y nos dan ganas de llorar sobre algún seno

llorar o insultar temblando en la lluvia.

 

Destrozados, solos con el vaivén de lentas horas,

vigilados desde los cuatro costados

se abre nuestra ira como una gran verdad

y en las torres del aire

lanzamos gritos por oscuras ventanas.

 

Nazim Hikmet, llueve sobre Bogotá.

Yo releo tu poema a Taranta-babu

pero no puedo hacer un himno para beberme el sol

no puedo estrechar mi pecho y darme alegría.

 

¿Cuándo cesará esta llama que a todos calcina?

Bai Juyi

China- 772 – 846

Leyendo los poemas de Yuan Zhen en una barca

 

Tomo tus poemas en mis manos

y los leo a la luz de una vela,

que está moribunda,

cuando termino la lectura.

Aún no nace el alba.

Siento los ojos cansados.

Apago la luz,

y, sentado a oscuras,

escucho las olas

que, a impulsos del viento,

golpean la barca.                                                    

 

traducción: Goujian Chen

César Cantoni

La Plata, Argentina

Horacio Preler (1929 - 2015)

 

Ayer, entre los muchos libros

que lo encallecieron, murió Horacio Preler.

Había nacido hace 85 años,

en un barrio con calles de adoquín.

Fue abogado por elección,

poeta por naturaleza.

 

Hace más de tres décadas,

nos conocimos en una librería,

pero entonces no hablamos:

señal de una amistad que habría de ser callada.

 

Una vez escribió: Un poeta muere

como cualquier hombre.

Se desploma de pronto

o padece una larga enfermedad.

Ayer, Horacio murió como cualquier poeta

y lo guiaron hasta el cementerio.    

 

Escribió también: Uno se lleva todo.

Y todo se llevó consigo: Sus historias,

la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,

la indiferencia, el odio,

los almanaques viejos...

 

Dejó como legado, sin embargo,

algunos textos imprescindibles

–“Símbolos”, “Casa vacía”, “El señor Gianni”...–,

que quieren ser abrigo

para la extranjería del hombre.

 

Fue un viajero extrañado

en una ciudad desconocida

–un empleado del tiempo–,

buscando las llaves esquivas

de la sabiduría absoluta.

 

Si algún conocimiento halló, sólo él lo sabe.

Ahora duerme sin prisa, desasido,

entre los muros del cementerio de La Plata,

donde siempre es dable escuchar

el canto de los pájaros.

                                                                                            La Plata, 7 de agosto de 2015

Flavio Crescenzi

Córdoba, Argentina – 1973

Oda a Enrique Molina

 

y justo al decir amor hermano mío

el mediodía se nos cagó de risa en pleno rostro

abrió sus venas como exclusas o calandrias

porque sabía que un barco se llevó nuestros nombres en su huida

y porque no hay incesto mayor que el del viento y el oleaje

 

la memoria danza todavía sobre sus pájaros largos

como en una serie tropical de goce indefinida

y es tan vegetal el cuello amado su piel su cabellera

tan beduina su ansia cuando se nos escapa el mundo

que es imposible no fundirse esperanzado a los caprichos del verbo

 

yo comparto tu sed tu mar tu laberinto

me inmolo en los papeles tardíos de mi hartazgo

surco las normas con un espanto dulcísimo

hasta que podamos pintarle en los párpados al planeta sus temblores

ni bien un volcán se haga riesgo o beso en mis heridas

 

tu nombre guarda en sus tres sílabas una amistad y un guante

es menos una mano que un racimo de dedos señalando

señala puertos cuando son tímidos adioses o pañuelos

la materia vuelta espejo o agua o sueño esquivo

el breve salto a lo profundo del que hablaban las sirenas

                                                                                                                                     En:La ciudad con Laura

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