
Revista en Poesía Isla Negra

Raúl González Tuñón
Buenos Aires, Argentina - 1905 -1974
Epitafio para la tumba del poeta desconocido
Fue un poeta de su vida y de la vida.
Porque además del diálogo del hombre con su tiempo
la poesía es un estado de ánimo,
fue siempre el suyo un vago amar
y sentir y esperar no se sabe qué cosas:
y no pudo escribir ni un solo verso.
La muerte, la inquirida "Tía de las muchachas",
Se lo llevó una tarde de azul desprevenido.
Murió de inanición, como Meg Merrillies,
la que en vez de cenar contemplaba
fijamente la luna sobre el bosque.
Tanta es su soledad que el olvido se toca
dedicatorias
Juan Manuel Roca
Medellín, Colombia - 1946
La caída del reino
Para Gustavo Pereira
El poema ocurre así:
Uno llega el templo con sus dioses,
Lo puebla de objetos
Sacros para el rito
Pero puede poblarse
Con el brillo de los mercaderes.
El poema sigue así:
Uno regresa a él,
Latiga las palabras que le sobran,
Desaloja a los mercaderes y su brillo,
Desperdiga por el suelo
Los objetos del rito,
Advierte que sus dioses
Son ídolos de arcilla
Y sólo encuentra
El peso de un silencio malogrado.
El poema termina
Como un barco de papel
En los deltas del vacío.
Luis Benítez
Buenos Aires, Argentina
Nezahualcoyotl
Este hombre que fuma en un octavo piso
permite que a su alma la disgregue un río;
no es el cálculo del día de mañana
lo que inunda su noche preocupada,
ni esperas ni codicias ni mansalvas,
ni el lago de oro que a sus pies quiebra y arma,
arma y quiebra una ciudad a orillas de otra.
Calles, rincones y caminos, en su corazón
no los habita airado un ser terrible
al que aplaca la sangre de cautivos,
sino el horrible fantasma del hastío
que gota a gota bebe las horas, los sueños y el destino.
Ser, ¿para qué? y en sus vestidos el viento frío le responde.
El Año del Conejo con lo ido se ha ido
y la guerra fue útil. Mañana él será el vencido.
Ve su brazo y no ve la manera de tensar el arco de combate
ni la fuerza que empuña su espada de obsidiana,
sino el sarmiento seco que la vejez desatará en lo vivo.
Como Kahyame conoce que el cero existe y que es la cifra
de lo inútil porque detrás de algo multiplica el algo hasta la nada.
No conoce la rueda. Conoce las estrellas.
Sabe que hombres pálidos que vendrán del rojo Oriente
con barbas y caballos cambiarán el reflejo de su lago
cuando él sea ceniza, su fama y un nombre incomprensible
en el disco que liga la tarde a la mañana.
Por la muerte, no compone los cantos de la guerra;
por la muerte, no declama los himnos de los dioses.
Por la muerte, muerte, muerte, no suscribe a los placeres
ni a otro engaño que caminar solo y perdido por los barrios
de espejismo de la ciudad que está en el lago:
en un presente que repite el pasado
comprende que le aflige más su noche que esa noche
y que es un miserable y un hombre
y que es poeta, el primer poeta americano.
De Fractal, 1992
Enrique Hernández D'Jesús
Mérida, Venezuela -1947
La cantata final dentro de la urna
a Carlos Contramaeste
Se fumaba un tabaco
un largo tabaco
en la mesa ponía su botella de brandy
y debajo de la cama guardaba un viejo revólver
que le habían regalado el día que se casó
y me dijo estas son las historias de nunca acabar
mi padre se monta en los bombillos eléctricos
lo veo patinando en las hojas de los árboles
comiéndose un níspero a la sombra de los pájaros
de la sombra de los pájaros se ha dicho mucho
no de la mano de la sombra de los pájaros
el recurrente movimiento del tiempo
sirviendo de imagen
María Mercedes Carranza
Colombia - 1945 -2003
Una rosa para Dylan Thomas
"Murió tan extraña y trágicamente
como había vivido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
genialmente....
D.T.
Se dice: "no quiero salvarme"
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar
Paulina Vinderman
Buenos Aires, Argentina - 1944
Llovió todo el verano
y la vigilia olía a huerto en plena multitud.
Ella sólo se miraba en las viejas películas,
enterraba palabras como huesos de perro
en lugar de escribir (en lugar de vivir.)
No había señales en las cosas,
las ficciones eran eso: ficciones revueltas
en el polvo del mundo.
Un viaje sonámbulo hacia una cita de Barthes.
Por todas partes colgaban trapos húmedos
y el café se aguaba como el cielo.
"¿Quién estará viviendo en la casa de al lado?
Un perro ladra, tiene la cabeza vendada
igual que Apollinaire,
ese rock suena como el mismo infierno
o como un paraíso que no expulsa la furia para existir."
Todo el verano ella se refugiaba en su propia ausencia
como si fuera la casa de campo del lugar
(como si fuera el lugar)
La contracción confusa de una épica borrada
por la lluvia.
Un erotismo callado definía la vida en la conspiración de
la oscuridad,
como otra oscuridad
(muy cercana).
a María del Carmen Colombo
De: Bulgaria
Pablo Armando Fernández
Cuba - 1930
En lo secreto del trueno
para Cintio Vitier
Si uno pudiera, como quien juega o sueña
las secuencias del tiempo reordenar,
y pudiera acogerse a aquellos ciclos
que sólo nos inducen a aprender,
sabiamente sabríamos eludir
las ignominias de la sinrazón.
Si uno pudiera a los juegos y sueños
atribuirles todo cuanto idearan
ingratitud, torpeza y mezquindad,
cardo y ortiga, zarza triste de la vida
que roce y trato tornan defensivos.
También el corazón tiene sus mañas.
Como un reclamo de atención, a veces
uno puede faltarle a quienes ama:
una palabra, un gesto, cualquier impertinencia,
casi siempre de efecto ponzoñoso.
Suele confiarse a veces en que el daño
acerque el ofendido al ofensor.
No hay bien ni mal. Esto también se espera.
Ahora creo haber aprendido a conocer
ciertas turbias razones que a veces urde el corazón.
Hugo de Sanctis
San Juan, Argentina - 1939 – 2011
Miguel Hernández
“Adiós hermanos, camaradas, amigos,
despedidme del sol y de los trigos…”
Miguel Hernández, último poema.
Por causa del dolor y la incongruencia
de este mundo en tu ruta abandonado,
fuiste Miguel Hernández conformado
a ser la integridad de la existencia.
Pues por mucho que busque en tu inocencia
al pastor terrenal o al toro alado,
tu sueño elemental nunca ha cambiado,
y me mueve a fundirme en tu conciencia.
Tu muerte en la prisión es la experiencia,
dolorosa de un Todo inexplicado
que en mi soneto traigo a tu presencia.
“El rayo que no cesa” es la evidencia,
del antiguo trigal que no ha cesado
en su canto de amor para tu ausencia.
Arturo Corcuera
Trujillo, Perú - 1935
El poeta
in memorian de Javier Heraud
Leía a Marx,
a Pablo. Y a Vallejo
lo llevaba en el pecho
como un llanto.
Deteníase a oír en el silencio
algo que no cabía en su tamaño.
Se advertía en sus ojos
que soñaba
en ardiente vigilia, como nadie.
Me sé sus sueños
de memoria, su alma.
Lo mataron en medio de la
tarde
porque un alba traía
para todos;
porque otro sol,
otro aire, reclamaba.
En las hojas
que caen del otoño
me parece que escucho sus
pisadas.
Julio Miranda
Venezuela - 1945 -1998
Homenaje a Mallarmé
1
Comienzo el año matando cucarachas
El aire huele pólvora
El cielo se ilumina, se oscurece, se ilumina
Persigo cucarachas de diversos colores
¿Son tiros o petardos?
¿Ambulancias, bomberos o patrullas?
No hay tregua
“Todo, en el mundo, existe
para acabar en libro”
¿Cucarachas, disparos, cohetes, ambulancias?
En duda lo escribo
El papel se oscurece, se ilumina, se oscurece
2
Mallarmé
Mal armé
Mal aimé
l’arme
larme
3
Comienzo el año matando malarmado
cucarachas malamado
Suenan tiros, sirenas
petardos ¿y poemas?
La lágrima no es arma
La poesía tampoco
La lágrima desarma
¿Y la poesía qué
Mallarmé?
Rodrigo Petronio
São Paulo, Brasil
O rosto inacabado
À memória de Donizete Galvão
Em meio a um um mundo partido
Você tomou o partido das coisas
Le parti pris des choses
Você repetia Ponge
Em meio às coisas as coisas triviais:
Os ferrolhos, o capim, a bosta da vaca,
Os rumores das pedras as pedras distantes,
Ao longe e sem mais.
Amante das frestas, do inútil, das sobras.
Entre as cinzas da fala e as formas da agonia,
Você cantou as coisas simples:
O halo da maçã, o dia redondo,
O azul de um céu-navalha.
A voz do poema a fala emaranhada
Em suas infinitas vozes
Nomeava um mundo mudo - sua obra.
Você captou o prumo e o gesto.
A faca indecisa entre o horizonte e o nada.
Na água na terra imprecisa
Entre a nuvem e o minério
Entre as bordas do mundo e Borba da Mata.
Sob as coisas as coisas,
Matéria de sofrimento ainda não revelado.
E assim
Em uma câmara aberta de ecos
Mesmo com a morte a vida o poema
A superfície das pedras em água e mistério
Continua a tramar o seu rosto inacabado.
poesia.net- www.algumapoesia.com.br- Carlos Machado, 2014
José Emilio Pacheco
México - 1939 -2014
El ave fénix
A la memoria de Eliseo Diego
Arde en la hoguera de su propio vuelo.
Bajo el cuerpo de lumbre ella es sol.
Su resplandor la atrae y la convierte en ceniza.
Viaja a su íntima noche, se asimila
al leve polvo errante de los muertos.
Pero entre lo deshecho se rehace.
Toma fuerzas del caos, se teje en luz
y amanece en la llama indestructible.
Víctor Redondo
Buenos Aires, Argentina - 1953
Ópera prima
A Diana Bellessi y Mirtha Defilpo
Dos mujeres bajo la luz conversan
cinturón de plata ciñendo
nadie habrá entre plata y piel
dos mujeres conversan bajo el abanico dorado del aire
palabras similares para cinturón y piel
‘nadie como el oscuro¨
bajo la luz conversan
y de lo cierto incierta palabra dará testimonio
dará una hermana muerta
envuelta en el collar de sus ojos
cuando acuerden será sobre algo que no existe
las dos mujeres que conversan
abren en el aire del dorado abanico
a ese nadie que plata y piel transita
buscando no repetir lo irrepetible
simulaban siempre otra existencia
la que era otra y otras en las que eran
El sentido de las canciones
¿pero dicen visión ?
Dicen lo que dicen.
Dos mujeres.
O dos.
En: 70 poemas
Carlos Fajardo Fajardo
Santiago de Cali, Colombia
Duro oficio de vivir
La soledad es nuestra marca
Cesare Pavese.
Triste destino
para los que vivimos calcinados
ante el malecón de la muerte.
Manías de soledad dirías,
manías de un hambriento frente a provocativos bocados,
espíritu que duele como un huracán.
Trabajar cansa, lo sabemos.
Tú decidiste descansar en medio de la fragua
y nos has dejado soportando
este duro oficio de vivir,
reclamando a gritos
un amoroso navío.
Basta de palabras, un gesto.
No escribirás más
En: Duro oficio de vivir
Teresa Calderón
La serena, Chile - 1955
El baile de los ahus
A mi gran amigo poeta y cantautor Mauricio Redolés
Hay una hora en que los ahus se ponen a bailar
-me dijo Mauricio Redolés-
cuando yo estaba a punto de despertar
de un sueño caliente de verano.
-Ah, no los conoces
nunca los has visto, siguió diciendo.
Como yo demoraba en responder
porque no recordaba ahus,
la palabra ahus,
Redolés me dijo:
-Tu memoria no recuerda en lo absoluto
pero ellos sí, porque te vieron bailar una noche
bajo la lluvia y la luna con tu vestido azul
en la playa de Anakena
y antes te habían visto, Teresa,
pero solo de pasada
en otro altar de otros dioses tutelares
en un tiempo ya olvidado
cuando no nacías a este mundo todavía.
Y ahora te están llamando.
Ya despierta repetí con la voz de Redolés:
Hay una hora en que los ahus se ponen a bailar.
No sucede a menudo pero sucede,
giran en su lugar de origen
y se alternan desordenando el orden
en un ritual de encuentro entre ellos mismos.
Desde sus ojos de piedra lanzan aullidos
en homenaje a las tribus muertas,
tanto ancestro en el eslabón perdido
Se miran de frente sin verse
pero pueden adivinarse,
al fin y al cabo sus intenciones son las mismas:
proteger a su pueblo sin descanso
hasta que el fin del misterio los devele.
Y eso ahora sí que los veo con mis ojos de piedra
sin poder moverme
porque aún no ha comenzado la hora en que los ahus
nos ponemos a bailar.
Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina - 1945
A Ernest Hemingway
Langostas, grillos, truchas, salamandras como
[carnada
insectos, larvas y escarabajos para tu anzuelo
muchacho Nick Adams, inventor de arroyos
para quien era Michigan una fiesta del verano
Las armas
del viejo Hemingway y el mar.
Pedro Arturo Estrada
Girardota, Antioquia, Colombia -1956
Se llama poesía
A Aldo Pellegrini
Se llama poesía
todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles, sí.
Todo aquello que abre, en cambio,
la visión y el secreto del mundo a los inocentes,
a aquellos que lo apuestan todo a nada,
los que no guardan, no se cuidan, no acechan,
no calculan y sin embargo están siempre a punto de encontrar
como por casualidad incluso el amor, la muerte,
la vida misma.
Se llama poesía todo aquello que tira los pies
tras lo imposible. Lo que revela el otro lado de las cosas,
lo que canta al final del desastre sin motivo alguno.
Lo que te avienta inclemente fuera de tu ser
o invade en silencio —marea extraña
el interior hasta ahogarte los ojos.
Se llama poesía todo aquello
que estalla de golpe en la palabra
sin aviso y sin lógica. Lo que no puede explicarse
propiamente a los listos, a los que siempre tienen la razón.
Se llama poesía todo aquello que vuelve luego del exilio,
la derrota, los miedos. La luz que un día retorna
a los cuartos cerrados de la vieja memoria,
la antigua, recuperada simplicidad de los días.
El viento que reaviva una llama en la noche.
Lo que nos sobrevive,
lo que siempre nos queda más acá de la herida,
la pérdida más honda,
como una última, callada,
—oculta fortaleza.
en: Oscura edad (2006)
Carlo Bordini
Roma, Italia
a Myra Jara
He besado a una muchacha delante del océano Pacífico
decía que el mar era un gran amante
un dios inmenso que ama a las mujeres
decía que soy un ángel malo
que no debo ser celoso del mar.
Las ventanas del hotel vertían una luz extraña
era una muchacha frágil
como solo es posible en un país católico
tenía una mente febril
caminamos por los parques
en una ciudad con tantos prados.
Versión del italiano, Gabriel Impaglione
Osvaldo Sauma
Costa Rica - 1949
Tríptico de la buhardilla
a Francisco Amighetti
In memoriam
I
derramo
los primeros tragos del aguardiente
para que los ángeles
beban conmigo en soledad
con amigos así
es fácil perder la cordura
nada mejor que beber
amparado a su pulcritud
extraña costumbre esta
a la que a diario me acostumbro
para exorcizar los fantasmas de la tierra
para despertar la embriaguez seráfica
y alzar vuelo en medio de la nada
II
salud
hermano
salud
de más está decir
que cada uno lee en el otro
el cúmulo de sus miserias
de más está decir
que envejecemos
y que de nada nos sirven
las estatuas de sal
que dejamos perdidas en el camino
(el viento a nuestras espaldas
sopla una tramontana inútil)
salud
hermano
salud
por esta soledad que compartimos
frente a frente / espejo contra espejo
III
hoy no llamaré a nadie
hoy quiero emborracharme
a solas con mis ángeles
aquí adentro
no hace falta el mundo
tenemos amigos
que desde las sombras
celebran con nosotros
en silencio
hermanos que releemos
a la manera
en que se lame un animal herido
aquí
ni siquiera
hace falta la música
nos bastan
la palabra y el aguardiente
el humo sagrado
y otras comunes pertenencias
aquí no hace falta nada
aquí hacen nido los pájaros nocturnos
y Homero y Ulises vuelven a quemar las naves
José Agustín Goytisolo
España – 1928 -1999
A Gabriel Celaya
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿Qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?
¿Qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?
¿Qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?
¿Qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?
¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.
Hugo Alberto Patuto
Conesa, Buenos Aires, Argentina -1961
Conozco la salida, Georgie
Hay que desarmar la biblioteca del siglo
y pensar dos minutos en Babilonia.
Enseguida borrar los pasos de Chiclana,
de Nicanor Paredes, de Servando Cardoso
y poner luz en la garganta de Quiroga.
Con la memoria de Funes recuperar los caballos
que denotan al atardecer una fuga perpetua.
Celebrar en Ulises el amor prodigioso,
como si la máscara del amor nos condenara.
Sentir el hambre de la llanura en Acevedo
y los labios de Emma Zunz, vengativos.
Imaginar a Caín lejos de Abel, sin golpes.
Que Dios retorne como pájaro de sombra,
lloviendo secretamente varias lunas
en el gastado camino de los muertos.
Música, fuego y leones para inventar el vino
cerca de Heráclito, de Spinoza, de Whitman,
de Stevenson, de Poe, de Kipling.
A través del aleph espiar al unicornio herido.
Todavía jugar en Islandia con el mar de ceniza.
Conozco la salida, Georgie:
Mañana volaré a Ginebra. de “Como podría decirse del viento”
Eleazar León
Caracas, Venezuela - 1946 - 2009
Ya no sé nunca de vivir
al Chino Valera Mora
A veces alguien se me muere sin yo saber, sin
conocerlo, y ando buscándome su historia para
quedarme un rato, para irme y volver y luego estarme
con su ausencia, con su memoria, con su regreso.
Vienen así a rodearme muchedumbres perdidas, y
yo les digo por lo bajo, como también sin mundo: ya
no sé nunca de vivir, no tengo manos en la caricia,
váyanse y vuelvan comenzando el camino, digan de
nuevo el amanecer, desanuden los años, tal vez el
mar, la duermevela, el día, de seguro las cumbres, la
claridad.
Pero siguen mirándome y yo jamás, yo nunca, y de
sus voces me queda el tiempo, la distancia solícita
que viene a ver las despedidas, y ese susurro de larga
niebla de los cuerpos de sombra, la fiesta rota de la
vida, los cautiverios.
Créanme mucho que yo sigo sin nadie cuando
alguien sueña para siempre, se queda solo para
siempre, y así me doy con los sollozos de la viudez
del mundo porque un mortal ha muerto.
En: Reverencial
Eduardo Langagne
México - 1952
Coplas para Rafael Alberti
(a la manera de Juan Panadero)
Alberti, cuánto has tardado:
Te demoraste una vida
En regresar a lo amado.
Eres marinero en tierra,
Que viajaste con el viento
Empujado por la guerra.
Con el corazón exploras,
Porque aún en el exilio
Está abierto a todas horas.
También canta el ángel mudo:
Buenos o desengañados,
¿Los ángeles son escudo?
La juventud pasa pronto
Y lo que el poeta ha visto
¿Lo hace convertirse en tonto?
El viento trae un aroma
De la arboleda perdida:
¿Se equivocó la paloma?
¿Tantos exilios había
Para volver a tu cuna?
Ya estás en Santa María.
Beberé un vaso de vino
Con todos los exiliados
Que caminan su destino.
Y, celebrando a Picasso,
Los colores de la guerra
No van a ensuciar mi vaso.
Alberti, te invito un vino:
Bebámoslo con los ángeles
Que te indican el camino.
Junto con Juan Panadero,
Déjame cantar contigo:
Hoy quiero ser tu escudero.
Miguel Angel Chinchilla
El Salvador - 1956
A Roque
Por andar de levemente odioso
Stalin que no comía de tus hongos
mandó a cerrarte ventanas y tabernas;
pobrecito poeta-mito
lógico personaje de nuestra última literatura;
las nuevas generaciones
a menudo, con el puño izquierdo
nos sacudimos la conciencia
(grisásea en algunos)
cuando es cosa de traerte y llevarte
como ángel del farolito.
Olga Orozco
La Pampa, Argentina – 1920 -1999
La realidad y el deseo
A Luis Cernuda
La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.
Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde
[la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.
La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.
De Mutaciones de la realidad, 1979
Oscar Acosta
Honduras - 1933
Ernesto Mejía Sánchez
En mis conversaciones con Ernesto
-en Madrid, Caracas, San José-
siempre surgía el nombre de Rafael Heliodoro
como una rama que despaciosamente
se introdujera por la ventana
o como un hilo de agua
que inadvertido
entrara debajo de la puerta
y mojara las patas de las mesas,
las alfombras,
los libros dormidos en el suelo.
En los constantes diálogos
aparecía la persona del hondureño,
el de las tierras de pan llevar,
el cronista del nuevo mundo,
el poeta de Tegucigalpa
Ernesto recordaba los innumerables datos
que recogía para Rafael Heliodoro
en los archivos municipales,
en las empobrecidas hemerotecas,
en la memoria de los viejos
y que luego servían para hablar,
por ejemplo, de Darío,
el abuelo de todos nosotros.
Ahora Ernesto reposa,
como el maestro Valle,
en la tierra de México.
Pablo Neruda
Chile – 1904 – 1973
Las palomas visitaron a Pushkin
Las palomas visitaron a Pushkin
y picotearon su melancolía:
la estatua de bronce gris habla con las palomas
con paciencia de bronce:
los pájaros modernos
no le entienden,
es otro ahora el idioma
de los pájaros
y con briznas de Pushkin
vuelan a Mayakovski.
Parece de plomo su estatua,
parece que estuviera
hecha de balas:
no hicieron su ternura
sino su bella arrogancia:
si es un demoledor
de cosas tiernas,
cómo pudo vivir
entre violetas,
a la luz de la luna,
en el amor?
Algo les falta siempre a estas estatuas
fijas en la dirección del tiempo
o ensartan puntualmente
el aire con cuchillo militar
o lo dejan sentado (como a Gogol)
transformado en turista de jardín,
y otros hombres, cansados del caballo,
ya no pudieron bajar a comer.
En verdad son amargas las estatuas
porque el tiempo se queda
depositado en ellas, oxidado,
y aunque las flores llegan a cubrir
sus fríos pies, las flores no son besos,
llegan allí también para morir.
Palomas blancas, diurnas,
y poetas nocturnos
giran alrededor de los zapatos
de Mayakovski férreo,
de su espantoso chaquetón de bronce
y de su férrea boca sin sonrisa.
Yo alguna vez ya tarde, ya dormido,
en ciudad, desde el río a las colinas,
oí subir los versos, la salmodia
de los recitativos recitantes.
Vladimir escuchaba?
Escuchan las estatuas?
Parecía furioso,
su gesto no admitía verso alguno:
tal vez la estatua es concha, caracola
de mármol, bronce o piedra
de un animal herido que se fue
y dejó este vestigio congelado,
un ademán, un movimiento inmóvil,
el despojo del alma.
Jaime García Terrés
México - 1924 - 1996
Versos a un poeta griego
Amigo Seféris:
Hablar es difícil
cuando restallan las palabras lejos
del taller avezado; nos caemos
a cada paso de cabeza
por querer escaldar la lengua franca.
Y es particularmente difícil
hablar de Grecia hoy,
desposeídos como nos sabemos,
cetrinos como vamos
en la tosca llanura del oprobio.
Ya no duerme Proteo debajo de las rocas
ni glosa la sirena consabida
la clara fatiga del caminante.
¡Qué lento, qué difícil todo,
amigo Seféris!
Y este dolor de Grecia
¡qué tozudo! Diríase
una proclama secular de duelo
por nuestra desmesura cotidiana.
Es fácil en cambio
dejarnos aturdir sin miramientos,
encoger los hombros
y guardarnos el ímpetu dentro de los bolsillos.
Nada tan inocente.
¿O nada tan culpable?
Porque bien sopesadas estas cosas
andamos en apuros los unos y los otros;
caiga quien caiga de cualquier manera
nadie puede lavarse
las manos en el mar Egeo.
He pensado mucho
durante los últimos meses
en el sol trasvenado de Beocia,
en los asfódelos del Laurio
salpicados de plata por la brisa
y en los trabajos y los días
más frutales cuanto más amorosos
a lo largo y lo ancho de la Hélade,
pero también recuerdo la cerrazón vacía
que llegó profanando moradas y vendimias,
la turbia marcha sobre los almácigos.
¡Oh dioses idos! ¿Cómo silenciarla?
Dormíamos; los gritos a granel
nos despertaron confundiéndose
con un ripio de sueños azarosos
y luego regresaron a la calle.
Amigo Seféris:
ya nunca sabré
dónde terminó la pesadilla, dónde
comenzó lo demás; aun ahora
descabezan mi noche mortecinos clamores,
historias turbulentas de reinados efímeros
y el asalto difuso de los bárbaros
prontos a sofocar
la madrugada con sus propios puños,
con el propio sudor de sus afrentas.
He pensado mucho
en los ritos más pálidos del hombre:
ese llamar a puertas evasivas
buscando soluciones al infierno,
ese nombrar la vida
con el mismo tonillo deslustrado,
ese dejar al prójimo que cargue media cruz
prometiéndole sólo completarla,
pero también hago recuento
de viejas esperanzas, treguas, naves
encaminadas a mejores días.
Tras el duelo vendrá
la hora de la luz;
entonces
habrá pupilas para ver un mundo
sin ídolos de viento, sin tapujos
de sangre reseca, glorificado
por súbitos milenios de gracia general:
Será la luz helena
que cosechamos una primavera
entre cantos homéricos
y meditaciones contemporáneas
al pie de los olivos;
una luz
cuyo reflejo danza filtrando las memorias,
ganando manantiales al tumulto
mientras el orbe sigue su patética vía.
Chispearán los afectos
y vencerá la voz humana:
entonces nos diremos lo debido.
Virgilio Piñera
Cárdenas, Cuba -1912- 1979
El Hechizado
A Lezama, en su muerte
Por un plazo que no pude señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.
Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que el otro respire eternamente.
Lo hiciste con el arma Paradiso.
—Golpe maestro, jaque mate al hado—.
Ahora respira en paz. Viva tu hechizo.
Juan Carlos Montero
Argentina
A Miguel Hernández
Las grutas amusgadas de sueños
y la curva de luz que se comba
en el inmenso mar que late desde siempre
nos separan.
El viento de la vida desmenuza la esperanza.
Hay lágrimas de angustia en la pupila triste de la tarde.
Tu carne ardida en el alma
y el alma en carne viva
y ese agrio pensar en la cebolla tras las rejas.
Tu amor y tu impotencia
pensando el nido
el trueno
el relámpago y el viento.
Duele en el mundo tu historia
tu sangre de poeta.
Nos llamas con tu voz a gritos
nos sacudes
con el rudo empellón de tus cien manos
porque tu lengua habla
porque tu voz resuena
y grita el sueño, la pasión y el canto.
Traspasas mi carne y por mis venas circulas.
Las espigas fueron cruces en el corazón del alba
¡Ahuyentaré tu noche!
Hoy tus vencidos miembros resucitan
desde lo más profundo del asombro.
Rosina Valcarcel
Lima, Perú
Illapa
a Efraín Huerta
Ocurre
Que me fatigo de ser una deidad agazapada
Ocurre que me extenúo
De fustigar al hombre
De cruzar las cuevas
Ver a la mujer cocinar las presas
Ocurre que aquí y allá
Todo sucede
bajo la lluvia azafrán
Amor sobre el río turquesa
Fuego
Fuego
Fuego
Laura Yasán
Argentina - 1960
Principio de incertidumbre
a Américo Ferrari
el poema es un espantapájaros
irrumpiendo en la línea de horizonte
la luz de las estrellas
tarda miles de años en llegar
a perforar la noche de belleza
¿cuánto tiempo nos toma mostrar el corazón?
el poema es un ancla que ha perdido su barco
una ballena sola en medio del océano
puede oírse llamar por su pareja a treinta kilómetros a la redonda
¿qué tan lejos llega una palabra?
el poema es un iceberg en medio del desierto
un centímetro cuadrado de piel contiene seis millones de células
¿cuántas cartas de amor guardamos en el fondo de una caja?
si besamos los ojos de alguien que acaba de morir
¿en qué parte del trazo desviamos el círculo?
qué secuencia alteramos en la fórmula del tiempo y la distancia
cuando el poema es una muesca en la culata del vacío
De Cotillón para desesperados
Nancy Morejón
La Habana, Cuba – 1944
Aimé Césaire
Una piedra en el centro del mar:
es el diamante, el célebre diamante de Fort-de-France
donde un poeta, cuaderno bajo el brazo,
frente a la lava de los volcanes,
frente al arco dorado y su perenne sombra,
pudo anclar para siempre
la flecha de los colibríes
entre los acantilados de una comuna escondida
por los vientos.
Aimé Césaire, traficante secreto de las sales marinas:
Aimé Césaire.
Con tu cabeza y con tu voz,
con tu mano y tu nombre
has logrado inscribir nuestro ser fragmentado
en el imán de los ancestros,
sobre la rosa zombi y el murciélago de Wifredo Lam
allá en su infancia de Sagua La Grande,
sobre la flecha de los colibríes
que nos devuelven las aguas del océano
durante la travesía más larga de los siglos.
Somos precisamente los que sabemos,
desde el fondo del archipiélago,
el verde acqua de nuestro reino y su follaje
y los planetas que nos han convertido
en catauros de palabras fraternas
porque somos una humanidad de luna y sol,
de tierra y hambre,
de rinoceronte endemoniado o zunzún inocente.
Eterno rey de Harlem y las favelas y las chabolas,
aquí estamos tus hijos buscando aún el horizonte,
y un mundo hecho a nuestra justa medida,
sin calma apenas, lanzados sobre
tu flecha de los colibríes,
traída desde Gorée hasta los jardines de Balatá
mientras, en el piso ancestral de una pirámide sin nombre,
entonamos el canto negro de tu estirpe,
tu canto negro, el nuestro, sin odio de razas,
atentos al aire que mecen las cañas
paradas en los tablones de las comunas
y de nuestra historia,
y, más allá de los hirvientes arrecifes,
rugen al fin las tempestades, siempre
diversas en su socorro mutuo, como nuestras almas,
y más allá del perenne horizonte
permanecer clavados en las aguas.
Thelma Nava
México - 1932
Ramón López Velarde
Una mañana irrepetible me sorprende en tu casa de Jerez.
Me asomo al viejo pozo en que mirabas crecer
con devoción tu infancia.
La foto del niño Ramón que fuiste
me reta a cortar una naranja
en el patio interior de tu morada.
Lo hago a hurtadillas. Huelo su aroma y la guardo
en silencio.
Ahora se ha empequeñecido.
En ella caben tus recuerdos más íntimos
las contradicciones de tu vida
y los demonios que nunca te vencieron
y arrojaron tus 33 años
a rodar por esas calles empedradas a las que siempre
vuelves.
Tu rostro adulto en los salones de la casa
desde los baúles que ya no están
nos mira siempre llegar como en un ritual sagrado.
Este pequeño fruto de tu huerto acompaña ahora
mi vigilia
y resguarda tu nombre
mientras afuera el mundo cae.
Poemas para “Cuadernos de Caridemo”
Para volver al mar
Alvaro Mutis
Bogotá, Colombia - 1923 - 2013
Como espadas en desorden
Mínimo Homenaje a Stéphane Mallarmé
Como espadas en desorden
la luz recorre los campos.
Islas de sombra se desvanecen
e intentan, en vano, sobrevivir más lejos.
Allí, de nuevo, las alcanza el fulgor
del mediodía que ordena sus huestes
y establece sus dominios.
El hombre nada sabe de estos callados combates.
Su vocación de penumbra, su costumbre de olvido,
sus hábitos, en fin, y sus lacerías,
le niegan el goce de esa fiesta imprevista
que sucede por caprichoso designio
de quienes, en lo alto, lanzan los mudos dados
cuya cifra jamás conoceremos.
Los sabios, entretanto, predican la conformidad.
Sólo los dioses saben que esta virtud incierta
es otro vano intento de abolir el azar.
de Poemas dispersos
William Osuna
Caracas, Venezuela - 1948
Sobre salvajes
A usted maestro
Los malandros de la gran Santa Rosalía
llaman a los desprevenidos
venacátúpárateypégatecontralapared
que significa hilillo de sangre; a las lágrimas
cachazo en la frente que quiere decir cabeza vendada
y si te vi diles que fue con un pizarrón de escuela;
y al corazón bobo igual que al reloj. Los malandros
de la gran Santa Rosalía también dicen Mejokojí
(acentuado en la í) verbo pretérito
sin escritura posible en la lírica venezolana
(estopa) para nombrar el alma.
Para decir amigo dicen convive: sol y noche
Gustavo o algo así.
Y para decir olvidar másnunca
que quiere decir depende
Los muy rufianes saben lo que dicen
para decir tierra dicen cancha
para decir madre dicen torre o me dieron en la
para decir ternura dicen navaja
Mario Quintana
Brasil – 1906 -1994
Baudelaire
Baudelaire, fervoroso adepto e puxa-saco de Satã,
Meu Deus! Era demais até...
Mas Deus esperou pacientemente que ele morresse
E, para vingar-se dele de uma vez por todas,
O mandou para o Reino dos Céus!
de rinoceronte endemoniado o zunzún inocente.
Eterno rey de Harlem y las favelas y las chabolas,
aquí estamos tus hijos buscando aún el horizonte,
y un mundo hecho a nuestra justa medida,
sin calma apenas, lanzados sobre
tu flecha de los colibríes,
traída desde Gorée hasta los jardines de Balatá
mientras, en el piso ancestral de una pirámide sin nombre,
entonamos el canto negro de tu estirpe,
tu canto negro, el nuestro, sin odio de razas,
atentos al aire que mecen las cañas
paradas en los tablones de las comunas
y de nuestra historia,
y, más allá de los hirvientes arrecifes,
rugen al fin las tempestades, siempre
diversas en su socorro mutuo, como nuestras almas,
y más allá del perenne horizonte
permanecer clavados en las aguas.
Adriano de San Martín
Costa Rica
20. A Mainor González
Como si estuviese de moda, la mayoría de mis amigos hablan y escriben sobre la mujer ajena. Sospecho que lo hacen porque no la tienen, o desconocen la legítima. Puesto que, como los poetas no poseen vida propia, lo ajeno les es permitido; pero únicamente en el ensueño y la voluptuosidad de la lengua.
Alfredo Ocampo Zamorano
Cali, Valle del Cauca, Colombia -1929
Réquiem por un poeta
Pero yo soy el viento que sopla sobre el mar…
El que arranca al moribundo su más bella palabra…
Gonzalo Rojas
La muerte pelirroja te esperaba
Rojas
en la casa sin llave del poema
y entre las cuerdas del laúd
cantaba
tu llegada
sobre el caballo blanco
de tu infancia
Ya habías dejado atrás
la envoltura voluptuosa
que traías
a orillas de las líneas
cada día
mientras las pupilas
se te acostumbraban
al túnel de la vida
que se deja
Y en los insondables laberintos
sobre el césped perfumado
de tu mariposeario
los murmullos del ayer
fueron quedando
con el movimiento insondable
de tus alas
por las imágenes
de tu único universo
Y al aire del amor
fuiste quedando
como en
aquél lejano amanecer
a las cuatro en punto
de una mañana
cuando decidiste
dejarle en testamento
tus ritmos
a Huidobro
Rotaciones de tu propia tierra
donde estaba Borges
esperando que escribieras
aquél verso final
que has anunciado
desde siempre
antes de irte
sobre las rocas
absolutas del ataúd
que abarca toda ausencia
Viejos relámpagos
entre la niebla
de los Andes
frente a la doncella
de rojizos vellos
que se te acerca
a esta hora
en su espléndida carroza
adornada
con los mil viñedos
de tu fértil tierra
Y le preguntas
a la doncella
de tu muerte
por qué se te parece tanto
a Teresa la escandinava
en su país
donde la noche
no se oculta
entre el sosiego
del infinito piano
de Caludio Arrau
mientras ibas falleciendo
sobre las tres rosas amarillas
de su encantamiento
Y con tus pies caminando
entre las galaxias
de la Cruz del Sur
se dibuja
esta séptima figura
del agua
de tus recuerdos
mirándolos
abriéndolos
oliéndolos
gustándolos
probándolos
desde las ráfagas
del viento de los arcángeles
de tu propio paraíso
en tanto
que vas llamando
con el celular de tu verbo
los sonidos
de las pompas fúnebres
que acompañan tu féretro
mientras Catulo
te espera llegar
junto a la transparente
inspiradora
que canta el Dante
Para escucharte
todo lo que tú escribes
entre la luz
de los espirales
del ser
en que
lentamente
te conviertes
Abdul Hadi Sadoun
Bagdad, Irak - 1968
En tren con Antonio Machado
En el mismo tren de cercanías
o de tercera
que te llevó hace ya un siglo
estoy
pero con el equipaje repleto de recuerdos
dejando Madrid atrás
y más aún Bagdad
Yo no contemplo nada
pero los asientos
como sabes
te eligen al azar
A mi lado tres doncellas
dicen ser de Jadraque
un pueblecito perdido
hojean con interés
revistas del corazón
una mujer mayor con su hijo
conserva el brillo
y esa dulzura lejana
que un buen día
a todos
nos abandona
Ruinas veo desde mi ventana
campos de olivo veo
letreros y señales
verde, amarillo, rojo
y un color hermetizado
de las charlas ajenas
sin parar
Intento cerrar los oídos intento
sin éxito
olvidar los dedos que me reacuerdan
a no olvidar
El sol es el mismo
aunque decía el poeta mesopotámico
que allí
donde lo dejé
es más bello
Y conformo
con no abrir
los cajones del alma
El tren marcha siempre
yo me quedo pegado al calor de la ventana
o al calor de los versos melancólicos
Todo necesita principio
menos nosotros
la vida
nos premia a seguir
y no nos recompensa
excepto por el espectáculo
No es esto Don Antonio
que contemplamos
y lo sabemos los dos
lo que pienso en mi viaje
como lo pensaste en aquel viaje
Lo que nos preocupa
es ver pasar la vida
- fugazmente -
ante nuestros ojos
como estos árboles
que saltan consecutivamente
a través de las ventanas
y no hay manera de alcanzarlos.
Maruja Vieira
Manizales, Colombia – 1922
Palabras para Matilde Espinosa
Es otro atardecer
de tu ausencia
y yo sigo buscándote,
en esta hora exacta
de las seis de la tarde.
En tu voz
yo encontraba la música
de los ríos que amabas.
Tus palabras eran la fuerza
que ahora me falta.
Es la hora en que pienso en ti,
Matilde,
cuando el azul y el verde
se disuelven en la montaña
y están quietos los árboles.
Yo buscaba tu voz
y encontraba tu luz;
ya no la encuentro.
Ahora nada se interpone
entre mi corazón y el miedo.
Donizete Galvão
Borda da Mata, Brasil -1955 - 2014
Lembrança de Severo Sarduy
Ao ferir
com a tesoura
a haste
da manga,
escorre
o líquido,
visco
oloroso
prenunciando
nas ventas
o doce gozo.
Antecipação
do paraíso
na tarde calorenta
do gelado
suco de manga
deslizando
na garganta.
Cyro de Mattos
Itabuna, Brasil - 1939
Gitano Garcia Lorca
A pata na pétala
de hesitante tremor.
O ódio e a morte
a ferver das funduras
nas bodas da fera.
O amor diante da mira,
nos braços para o ar.
Toda a imagem pura
da manhã desfaz-se.
De esperança tua música,
matar-te não conseguiram.
Tu és o que ressurge
nos galos da aurora,
na ternura dos lírios.
Garcia Lorca tua guitarra
feita de flor no coração
a me prender na lágrima,
a me desprender nos ermos...
que ele morresse
E, para vingar-se dele de uma vez por todas,
O mandou para o Reino dos Céus!
de rinoceronte endemoniado o zunzún inocente.
Eterno rey de Harlem y las favelas y las chabolas,
aquí estamos tus hijos buscando aún el horizonte,
y un mundo hecho a nuestra justa medida,
sin calma apenas, lanzados sobre
tu flecha de los colibríes,
traída desde Gorée hasta los jardines de Balatá
mientras, en el piso ancestral de una pirámide sin nombre,
entonamos el canto negro de tu estirpe,
tu canto negro, el nuestro, sin odio de razas,
atentos al aire que mecen las cañas
paradas en los tablones de las comunas
y de nuestra historia,
y, más allá de los hirvientes arrecifes,
rugen al fin las tempestades, siempre
diversas en su socorro mutuo, como nuestras almas,
y más allá del perenne horizonte
permanecer clavados en las aguas.
Emilio Coco
San Marco in Lamis, Italia - 1940
No más poesía, gracias
A Luis Alberto de Cuenca
Retículas de tinta en que aprisionas
versos que hasta ayer te parecían
un ejemplo perfecto de un distinto
modo de hacer poesía con que lograras
armonizar lo nuevo con lo antiguo,
te han parecido inútiles e insulsos
y en vano los parcheas y sostienes
si es la entera estructura que vacila
no esperes más mejor que te liberes
de todo poema escrito o bien en ciernes
quema destruye todo lo que pueda
servir de apoyo a la escritura y para
no volver a caer en tentación
desinfecta el ambiente esteriliza
moja esponjas en ácido muriático
frota los intersticios nada escape
a aspiradoras trapos y cepillo
y clava una inscripción sobre la puerta
que prohiba toda entrada a la palabra
bajo pena de muerte por la horca.
En La memoria del vuelo
y encontraba tu luz;
ya no la encuentro.
Ahora nada se interpone
entre mi corazón y el miedo.
Marta Zabaleta
Argentina - 1937
Crepúsculo
dedicado a Nela Rio
Pesadilla de desgarros con gritos.
Hombres que se decapitaron
en la aventura del vivir.
Mujeres en pedazos que orillaron
la demencia sexual de los esbirros.
Los brazos rotos, la mejilla
dejando mirar los sesos, corredores
de vacío sin tiempo, de sueños asaltados,
bañados de mugre, sangre de los rotos
baldes de estiércol.
Ondas del viento que vienen
cuerpos del mar que se van. Terror
de las noches vestida. Sirenas
de madrugada, ciudad violada
esbirros en búsqueda. Terror.
Agua chorreando sangre.
en el cuerpo de sal. Estrellas
sin cielo. Soplonaje, ser contra ser,
y la invisible tortura del traslado.
Terror
Exilio: puerta, patada, empujón
al abismo. Con la vida, ¿vida?
a salvo. Y muda.
Saboreando la culpa de otra sobrevivencia.
Todo a pesar de todo, Juan Gelman.
- Desde donde ya no se vuelve ( Exilio de Chile y Argentina), 2014
Armando Romero
Colombia - 1944
Encuentro con Maqroll en Rodas
A Álvaro Mutis, a quien este poema pertenece.
Nunca estuvo aquí. Así dicen casi todas las crónicas. Empecinado pregunté por él a los Caballeros de la Orden de San Juan en la Posada de España, primera en la Odós Ippóton. Buena razón me dieron aunque todavía se preguntaban en sus diversas lenguas los por qués de su nombre. Fui pues hasta el Hospital y abrí una puerta que daba al largo corredor de enfermos del segundo piso. Allí, los cuartos giraban alrededor del patio a la manera de un caravansary. No lo reconocí entre los soldados y caballeros que se retorcían o languidecían preñados por las heridas de la guerra o las pestes. Al fondo, en un bello patio protegido por almendros, y reservado, según me habían dicho, para los peregrinos alucinados por el sol, lo vi sentado en un escaño de madera. Reía salvaje y atronadoramente mirando con furia en dirección a los infieles. Pronto sintió mi presencia y volteó para mirarme. En sus ojos había un mar extraño y distante. Se incorporó y dijo: “No era aquí”, y desapareció, devorado por los elementos.
Jorge Boccanera
Argentina - 1952
Silvia Plath lava una taza, seca una taza, rompe una taza
Qué cabeza la mía,
dejé una frase suelta y una rosa en el horno.
Cotidianos trajines, calores, taquicardia,
y un almohadón de plumas
con un lápiz labial justo en el centro.
Qué cabeza la mía.
Yo buscaba algún parque y encontré en un mal sueño
una torta partida por un rayo.
La sala está revuelta.
El miedo de un venado no cabe en este horno,
por eso huele así toda la casa.
Pero a quién se le ocurre
dibujar una piedra y tropezar dos veces,
llenar un cenicero con los puntos y comas
de alguna carta antigua.
¿Hubo un Adán violento? ¿Hubo un amor-halcón
“de una vez para siempre”?
Qué cabeza la mía,
guardar los zapatones en un charco
y aceptar ese baile sabiendo que me espera
una puerta cerrada tras la puerta.
Eduardo Llanos Melussa
Chile - 1956
Enrique Lihn entra y sale de la pieza oscura
Ahí va, sentado junto a la ventanilla de un tren inexistente
que cruza en cámara lenta los andenes del recuerdo.
Ahí va, rumbo a la estación definitiva
donde lo esperan los poetas de otros tiempos, como
a un hermano menor que se internó en el bosque del lenguaje
y terminó convertido en guardabosque,
ebrio de oxígeno, ese otro modo de asfixiarse.
No levitó sobre la geografía de América
ni descubrió algún nuevo elemento químico o alquímico,
mientras practicaba ese equilibrio inestable de la tinta y la sangre,
golpeándose la frente contra un muro de incomprensión,
como un adolescente que enciende su primer cigarrillo en medio del temporal
con la vaga esperanza de iniciar un incendio,
pero que termina inventando un nuevo código de señales de humo.
No aduló ni anuló a sus interlocutores;
polemizó de frente, sobre todo con él mismo,
y resultaba contuso, pero rara vez confuso, menos todavía
cuando había que jugársela por la liberación creadora
sin por ello convertirse en faro o en faraón de este desierto.
Más bien fue farero o alfarero de esta isla de arcilla,
sin otra obsesión que dar forma a una sombra que huye en las tinieblas,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.
Al fin andará liviano por los aires,
integrando el jurado del Premio Nobel Póstumo
o haciendo una novela-comic con los dioses del Olimpo como protagonistas
o deambulando alucinado por los museos cinerámicos del Paraíso
o pidiendo consejos a Freud y a Fourier
para evadir la condena de ser un Sísifo
que eternamente
resbala
y resbala
por el monte
de Venus,
igual que una semilla que reinicia el ciclo entre el cielo y el suelo
o como esos charcos de agua pantanosa,
agua, agua, Enrique, agua que mañana será lluvia,
tembladerales donde serán una sola cosa tus lágrimas de cocodrilo
y los reflejos de las estrellas más inextinguibles.
De Antología presunta, 2003
Jessica Isla
Honduras - 1974
A la poeta y activista, Suyapa, quien inspiró este poema
Soy este cuerpo dibujado a golpes
Que camina día tras día bajo el sol,
bajo este cielo incierto de máquinas aladas,
en medio de ráfagas de humo y
el sonido de fusiles
Soy infinidad de rostros:
el de un chico asesinado,
el de la abuela que camina
el de la gente lenca armada de una paciencia infinita
El de la pintora de mantas,
El de la chica de las muletas
Que se enfrentan de a pedazos o en conjunto
A las murallas verde olivo cargadas de violencia.
Puedo decir que de mi cuerpo salen muchos olores
El de la montuca fresca
El de la tortilla y los frijoles
El de manos sudadas y cuerpos cansados,
pero también
el olor de sangre derramada
el de gas y pólvora
el olor a muerte y a miedo.
Mi garganta
está poblada de voces:
Estoy en las discusiones acaloradas de las asambleas
en el grito de la maestra
En el relato de la joven violada,
En la protesta de los golpeados, de las torturadas
En la voz que canta en las calles
Soy miles de sombreros y
cientos de palabras,
soy abrazos, lágrimas,
ternura, carcajadas.
Estoy llena de
sonrisas que iluminan el día
colores que vienen de todas partes
tengo alegría, ganas de bailar,
tengo esperanza.
Porque sin mí las calles
Se quedarían solas,
Porque sin mí las paredes no dirían nada
Porque soy tus manos, tus pies cansados,
Tu voz.
Yo soy la resistencia.
Roberto Fernández Retamar
La Habana, Cuba -1930
Lezama persona
Un momento entre óleos de Mariano y manchas de humedad,
Junto a un grueso jarrón de bronce cuneiforme,
Y el soplo ladeado de la voz de doña Rosa, anunciando
Que Joseíto viene para acá: anoche
No ha dormido bien usté sabe Retamar cómo es el asma,
Era lo necesario para que llegara bamboleándose,
Y su palma húmeda pasara de encender el tabaco posiblemente eterno
A dar ceremoniosamente la mano que alzaba aquella gruta a palacio,
Aquel palacio a flor de loto conversada, a resistencia
De guerrero o de biombo de Casal.
Recogíamos el último número de Orígenes, olorosa aún la página,
Con algo de Alfonso Reyes o unos versos de un poeta de veinte años,
Y no hacíamos demorar más el ritual del Cantón.
Adelaida había guardado para entonces su silencio,
Rajado a momentos por su mejor risa valona.
La noche se abría, por supuesto, con mariposas.
Aparecían platos suspensivos, bambú y frijoles trasatlánticos
Junto al aguacate y la modestísima habichuela.
Ya habían saltado del cartucho previas empanadas,
Y por encima de alguna sopa y del marisco misterioso,
La espuma de la cerveza humeaba hasta adquirir la forma
De una Etruria filológica, calle Obispo arriba,
Posiblemente con Víctor Manuel, una pesada mañana de agosto.
Tú serás el animal, oigo decir todavía.
Los ojitos desaparecen por un instante
(Después de haber brillado como ascuas húmedas),
Tragados por la risa baritonal primero, luego aflautada
En el Bombín de Barreto.
O, grave
(Esto es más bien en sillones, frente a un obsesivo dibujo de Diago,
Un cuerpo que se curva o quizá se derrite),
La evocación sobre los tejados de La Habana,
La forifai en la mano de D'Artagnan, cruzada con la otra en el cuadro de Arche
(Pudo haber sido Arístides Fernández),
Y atrás un parque que siempre me ha hecho pensar
En la plazoleta de nuestra Universidad,
De donde baja con risa la manifestación hacia la muerte.
Todavía nos esperan extrañas aves
Posadas en los adverbios, arpas para ser reídas hasta la última cuerda,
Cimitarras entreabiertas, abandonadas por el invisible camarero
Que sirve el té frío con limón, porque aquí el café es muy malo.
Aunque, a la verdad, no puede pedirse más por un peso.
Infelices los que sólo sabrán de usted
Lo que proponen (lo que fatalmente mienten) los sofocados chillidos de la tinta;
Los que no habrán conocido el festival marino,
Aéreo, floral, excesivo, necesario,
De una noche del restorán Cantón —de una noche del mundo
Girando estrellado en torno a La Habana que nos esperaba afuera
Con billetes de lotería, algarabías descascaradas, y el viento arrastrando
Papeles de periódicos infames, y un mendigo más desesperanzado que su sombra.
7 de septiembre de 1965.
De Antología presunta, 2003
Rafael Alberti
España – 1902 - 1999
A Luis Cernuda, aire del sur buscado en Inglaterra
Si el aire se dijera un día:
—Estoy cansado,
rendido de mi nombre... Ya no quiero
ni mi inicial para firmar el bucle
del clavel, el rizado de la rosa,
el pliegecillo fino del arroyo,
el gracioso volante de la mar y el hoyuelo
que ríe en la mejilla de la vela...
Desorientado, subo de las blandas,
dormidas superficies
que dan casa a mi sueño.
Fluyo de las paradas enredaderas, calo
los ciegos ajimeces de las torres;
tuerzo, ya pura delgadez, las calles
de afiladas esquinas, penetrando,
roto y herido de los quicios, hondos
zaguanes que se van a verdes patios
donde el agua elevada me recuerda,
dulce y desesperada, mi deseo...
Busco y busco llamarme
¿con qué nueva palabra, de qué modo?
¿No hay soplo, no hay aliento,
respiración capaz de poner alas
a esa desconocida voz que me denomine?
Desalentado, busco y busco un signo,
un algo o alguien que me sustituya
que sea como yo y en la memoria
fresca de todo aquello, susceptible
de tenue cuna y cálido susurro,
perdure con el mismo
temblor, el mismo hálito
que tuve la primera
mañana en que al nacer, la luz me dijo:
—Vuela. Tú eres el aire.
Si el aire se dijera un día eso...
Jesús Munárriz
San Sebastián, España - 1940
Fiamma
–Dos fuegos en mi nombre
se encienden e iluminan.
Soy llama y soy antorcha
–me dijo. Y no mentía.
Fiamma, Brandão, llevaba
la luz a flor de labio,
relucía.
Su lumbre,
rescoldo ahora y ceniza,
memorable en sus versos
arde, viva
(a Fiamma Hasse de Pais Brandão)
Miguel Crispín Sotomayor
La Habana, Cuba
A Mario Benedetti
En su 93 cumpleaños.
Encendida la llama
solo puedo decirte: “gracias por el fuego”
Incendiario de almas y corazones.
Fabricante de estrategias y de tácticas.
Creador de plegaria a un dios rebelde.
Mensaje combatiente para desposeídos.
Tú tendiste tu mano y aún la tiendes
al amigo, al que pasa, al compañero.
Tú, la luz que no intentó brillar
pero alumbró
con la misma claridad de una mujer desnuda.
No es este un Cumpleaños en Manhattan.
Este es tu verdadero cumpleaños,
en el que canta un cóndor
y un gallo canta,
desde las más altas montañas de los Andes.
¿Quién dice que no vives, que no estás?
Verónica Zondek
Santiago, Chile - 1953
Homenaje a Neruda
“Llegó el hombre. Tal vez llenaron
su miseria de pálido extraviado
del desierto,…”* tal vez con intención pequeña
como nos pasa ahora amigo
vamos de la caricia del árbol a la mano en el bolsillo
del animal al estómago fino
en un todo ‘instant’
en un para uno las sopas
la mano afuera y el dedo
adentro el motor y el para qué
ahorro del tiempo
y eficiencia para enarbolar triunfos
aquí
en este redil
en este nuestro nido a mucha honra
y tan parecido a otros en el saqueo
en la nacional pobreza que viste ropa americana
y en el galardón de la poeta y el poeta
cuando el discurso es emprendedor y revienta feliz
y la prima materia es precio de exportación
y más nacional es nuestro arte cuando más lejos rompe la frontera
y seguro es el anonimato en cara deslavada y triste.
¡Ay, la muletilla y el enlatado producto duradero!
Todo es venta. También las carreteras, el oxígeno que sobrevive,
los bebés sin nombre y el río y las rocas preñadas.
Para eso las vitrinas, las vistosas vitrinas
y entonces vengan, escuchen, miren
pasen los turistas y ciudadanos y niños de Chile
la casa número cuatro del poeta abre sus puertas
el dolor de los desaparecidos se erige en monumento
ARBEIT MACHT FREI dice el campo concentrado y te acoge
respire
súbase
súbase al potro le digo que no hace nada
somos bellos y comandamos el mundo
no quiero feos, maltrechos, babosos e indigentes
no los quiero de mal pensar
sean cultos y traguen el envasado artefacto parlante
digan
te ví en la tele
genial
no olvidemos la página social
el homenaje y el discurso.
Te suplico huachito
no soñemos por escrito
por favorcito
te lo pido
papito.
El mundo era tan citado cuando entonces
y ahora
todo es nuevo siempre
y sólo se compara al césped del vecino
tan en vista y sin atrás
que aquí están tus versos
y nadie tiene ojos.
* del canto XX “Las aves maltratadas” del canto XIV “Gran Océano” del Canto General
Luis Ángel Marín Ibáñez
Zaragoza, España - 1952
Loa
A Leopoldo María Panero
La demencia no tiene mudez
sólo el astrolabio de unas columnas inflamadas.
Su semblante da sentido a la Eternidad
al refugio del muro
donde los astros deshojan la señal de la cruz.
Descargar la lucidez
es batir la luz del más blanco predominio.
Y aunque las máscaras embisten
con sudarios desconocidos
el Silencio triplica los ajuares.
No toquemos su mar
en cada ola habita un Universo.
Recordando ese toque a vísperas
que busca el Paraíso
en el exilio desbocado de los signos.
Luis Cardoza y Aragón
Guatemala- 1901- 1992
Siempre
A Miguel Ángel Asturias
He vivido casi toda mi vida lejos de mis cielos.
Pero mis pies están marcados en los códices,
en la voz profunda de mi pueblo.
Camino sobre el mar y las nubes que me traje:
son mi tierra firme.
¿Quién me la puede quitar?
Cuando digo que estoy solo es porque no estoy en la plaza pública
sino en cada uno de vosotros,
como en los granos la granada.
Podríais enterrarme en la voz de cualquier niño
si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.
Mis ojos siempre se abren sobre la luz primera,
y al cerrarlos, sobre mí cae siempre la sombra de mi infancia.
¿Y todo lo que he vivido,
me pregunto, toda el agua escurrida entre mis dedos,
todo lo bailado, no es un sueño?
No he tenido tiempo para soñar, amigos.
Apenas si he tenido para no morirme.
No puedo descifrar el símbolo
porque el símbolo no es un lenguaje.
Estoy tan cerca que no me veis
en las cenizas de los muertos
y en las manos de los niños futuros.
Tercamente guatemalteco,
no necesito recordar, me basta con palparme.
El sueño no tiene vocales,
pero tiene llamaradas y tambores mudos,
y las mismas fogatas
arden en las mismas cumbres.
...Si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.
Susana Zazetti
Argentina
vos
a miguel hernández
un hombre vive
al filo de la espada.
se le cae el cuerpo.
sueña
con salir del barro.
encontrarse con la ternura
de la rosa
y respira
como si los suyos
no fueran los pulmones heridos
de miguel.
Vicente Rodríguez Nietzsche
Santurce, Puerto Rico - 1942
Definición
A Carlos Bousoño
Sueño
Fuera del sueño.
Sobre la realidad,
Mis armas.
Ha escapado
El sentimiento
Por el ojo,
La uña, el alma.
Lo he hablado
En mi decir:
No soy campana.
Miguel Ángel Olivera
Argentina
Ha muerto Juan Gelman…
“…y pasó veinte años limpiando su fusil
con el trapito de la memoria…”
Juan Gelman
Justo hoy
-Juan-
me disponía
a limpiar mis estantes
desempolvar las cananas vacías
pasarles un trapito
darles una mano de cera líquida
untarlas luego con pomada de zapatos
sacarles lustre y volver a colocarlas ordenadas
junto a sus cinturones y correajes…
(aquí la Máuser con tapa y su vaina de cargador de recambio
allá la clásica de pistola Colt 45 con su historia y su hollywood
y al lado de la Webley inglesa de portar a la izquierda
pegada a la del Frontier con cordón para atar a la pierna
seguida por la rústica de la Tokarev y la práctica de la Makarov
junto a la pequeña acharolada de la Beretta
a la derecha de la Walter seguida de la Parabellum
después de la Ballester Molina y la Star y la Astra
la sobaquera de la Browning y la de tela sintética de la reciente Glock…)
pero qué mierda
-Juan-
están vacías
-qué mano de pomada ni qué nada-
están vacías
-Juan-
la única mano que vale es la que empuña
la que señala el rumbo / la que truena
y a cagar las cananas
sólo cuenta
la libertad que portan su tambor su magazine su cargador su carga
su cuotaparte de liberación medida en grains
su plomo encamisado / su calibre
su alza / su deriva
su justa diana en el medio del blanco
ese tiro certero / la buena puntería
el tirar y pegar / el dar combate
y no contar las bajas
hasta el final final de la batalla…
y qué jodido
-Juan-
están vacías/ tristes y vacías
como este día de enero
que me llega con la noticia de tu muerte…
…vuelvo al trapito
-Juan-
nuestro trapito
a bruñir tu memoria
la memoria…
15 de enero de 2014
Tomás Harris
Chile - 1956
Que William Blake no se levante de su tumba
He orado para que William Blake no se levante de su tumba.
He oído noticias, de boca en boca, de trueno en trueno,
Las noches de este crudo invierno, acá en Ciudad Gótica.
Todos dicen que William Blake se levantará de su tumba.
Qué haría William Blake fuera de la tumba.
Dicen que los años de muerte borran las huellas del lenguaje.
Cómo no, si los gusanos han corroído el cerebro
Que alojaba las palabras y sus visiones.
Las de Blake, digo.
No todo hombre es capaz de aguzar sus visiones hasta producirlas
En un estado que podríamos llamar iluminaciones negras.
No, que William Blake no se levante de su tumba,
Como se anda corriendo la voz.
¿Qué sería de nuestra ciudad con esa sombra atroz arrastrándose
por los muros?
Yo tengo mujer, o una loba, no importa, que cuidar,
Por eso no quiero que un tipo capaz de matar a un inocente
Con tal de no apagar el fuego de sus deseos se levante de su tumba.
Poseo una hermosa gruta ornada de estalagmitas
Y estalactitas fluorescentes,
Un jardín donde relumbran los fuegos fatuos.
¿Cómo permitir entonces que ocurra este rumor,
este demasiado rumor, que William Blake se levantará
de la tumba al séptimo día del séptimo mes del séptimo siglo?
Anatema sea.
Anatema sea.
The cut worm forgives the pow.
Carlos Aldazábal
Salta, Argentina - 1974
Amelia Biagioni me habla por teléfono
Hoy no hay alfombras para Amelia.
Pero su voz me visitó de pronto
aletargando el sueño.
Ese viento feliz me permitió su imagen:
su lento deambular de diana cazadora
detrás de la sonrisa y el poema.
¿Cómo salgo de aquí para encontrarla, Amelia y su jazmín
en su alfombra encantada, en su hilito de voz,
temerosa y lunar, hilanderita, preocupada en llamar, en acordarse,
aunque tema salir a la vereda por los lobos del mundo
y prefiera quedarse visitando de lejos?
Que no me corte.
Que la muerte se olvide de nosotros.
Que el tiempo se congele para siempre.
David Cortéz Cabán
Arecibo, Puerto Rico - 1952
Juan Sánchez Peláez
Caminamos
bajo el tibio sol de Mérida
y usted sentía la
honda premonición
de los que saben
lo que habrá de ocurrir
su voz otra vez
muy queda y muy lejana
me hizo comprender el misterio
El tiempo ceñudo y frío y no otro.
El tiempo en carroza fúnebre y sin ver mis girasoles(1).
(1): de Filiación oscura (1966), Poema VI.
Manuel Mosquera
Perú
Baudelaire
Bello pájaro del aire /César Moro
Bajo el puente de azufre corren aguas embriagadas
Atadas van palabras a la ciega noche apuñalada
Urden historias que cuentan ácidos centauros
Dan a las estrellas apagadas lluvias de pétalos renacientes y tú
Escatológico rescatas el amor crucificado en perverso madero
Las sombras iracundas persiguen tus amapolas
Alzan sobre los ojos de la piedra donde vuela un pez
Imprecaciones a los dioses sabios y lujuriosos
Artesanos celestes que siguen las huellas de tu hereje corazón
Reciben alborozados la furia de los hombres
Estamos contigo/ Compañón dinamitero de estériles árboles que marchitan la vida
Juan Carlos Galeano
Colombia - 1958
Cometas
a Iván Oñate
Por falta de papel para hacer las cometas, echábamos a volar nuestras ventanas.
Las ventanas con sus delantales blancos nos decían lo que miraban.
Pero los indios que veían volar nuestras ventanas
no tenían ni casa ni ventanas para echar a volar siquiera una cometa.
Era natural que los indios quisieran hacer volar alguna cosa.
A cambio de pescado podrido, los gallinazos que volaban en círculos
se dejaban amarrar un hilo al cuello y les servían de cometas a los indios.
Rodolfo Häsler
Cuba – 1958 – reside en España-
Visión del cálamo
para Blanca Andreu
Me hallo en un esmerado jardín
con dos cipreses lanceolados, un melocotonero
en flor y una fuente. En su perfección lo tomo
por un huerto persa. Mientras contemplo
ensimismado la eclosión de una rosa
una voz me devuelve a la belleza del vergel,
una extraña voz, voz hermafrodita: toma el cálamo
y escribe, toma el cálamo y escribe cuanto sabes.
Damaris Calderón
Cuba - 1967
A Marina Tsvietaieva
El frío
de un terrón de azúcar
en la lengua de una taza de té
de un pan que salta
en rebanadas sangrientas.
El oficio de lavaplatos,
las genuflexiones
y las manos que todavía
se sumergen
con cierta cordura.
Los rojos
los blancos
los cabezas rapadas
y los cosacos
podrán echar mi puerta a patadas
o aparezca una cuerda
con que atar un baúl y colgarme
sin que me estremezca un centímetro.
Joaquín Giannuzzi
Salta, Argentina – 1924 - 2004
Llamando a Rimbaud
Pero qué ocurre
con tu esqueleto sin intervenir:
aquí está occidente cocinándose
en su agonía sucia, pero indemne todavía
a la espina iluminada
que le clavaste en su costado.
Qué tal entonces una instantánea resurrección
regresado a tus ojos azules
y a tu pierna perdida
y venirte a bailar un rock con los muchachos.
Sería bueno que trajeras algo
del sol desesperado que devoraste en África
y la cólera de tu chispa de oro
para alumbrar la danza de la nueva vida.
Venite a darles respiración sublevada
contra el viejo desierto,
ayúdalos a robar el fuego, a reventar el Super Shopping
y expulsar del planeta a sus altos funcionarios
con exactas escupidas
en la plena mentira de sus ojos.
Rodolfo Alonso
Buenos Aires, Argentina -1934
No hay día de la muerte
a la memoria de José Augusto Seabra
Inmóvil, incesante,
la muerte, árida, impura.
Infiel, infame, injusta,
la dura muerte dura.
Impaciente, infecunda,
la inútil muerte, muda.
Indudable, no duda
la muerte ávida y pura.
Nicolás del Hierro
Piedrabuena, España- 1934
Carta al más allá
A Juan Alcaide, poeta de La Mancha,
leído en un homenaje en Valdepeñas.
Juan, Juan Alcaide, poeta, maestro,
póstumo maestro:
Creo
que mi deber primero es disculparme
por esta libertad que me he tomado
perturbando tu paz. La carta
de un desconocido es siempre extraña,
y yo, cuando te fuiste,
apenas si rimaba algún suspiro
persiguiendo amapolas, pretendiendo
muchachas con olor a trigo nuevo
y a racimo apenas madurado;
yo era entonces esquema
de una densa caricia prometida
para quien, como tú, sembraba sueños
abriendo la palabra.
Desconozco
cómo será la vida de la muerte,
y dudo, incluso, si habrá espacio,
y tiempo, y luz, o si tendrás
algún ángel cartero que te lleve
los latidos del hombre mientras pisa
el asfalto y se asoma
al corazón del miedo cada tarde;
desconozco si existen teletipos
en la región etérea del sueño
que integráis los eternos poetas en la gloria;
dudo si habrá otra Facultad
con técnicos arcángeles que informen
de la vida de todas las galaxias;
desconozco si toda esta verdad
de tenernos en pie te es olvidada
y sólo crece el sueño en tu memoria,
porque aquí no cruzamos la esperanza
ni abrimos autopistas hacia el cielo.
Ya ves, Juan, Juan Alcaide,
hoy nos une el calor de un homenaje
aprovechando el día de tu nieve;
hemos venido a ti, en tu recuerdo,
asidos a la muerte de tu carne
y a la vida del verso que nos diste,
aunque todos sabemos, que si el viento
te tuviera presente entre nosotros,
opondrías, humilde, tu grandeza:
dirías que es mejor beber un vino
en íntimas bodegas y ofrecernos
un poco nuestra pena y nuestra lucha
en un común latido de palabras;
dirías NO a la pompa, y abrirías
la extensión de tu pecho a la llanura.
Porque tu ser cuajaba en el abrazo
y en la verdad silente del amigo.
Pero tu verso, Juan, llama a la puerta
del alma, si es que el alma se conmueve
cuando pulsa el espíritu la fuerza
de la palabra pura, esa palabra
que crece en el lagar de tu poema
y, como un vino añejo y reposado,
nos baña el paladar y la conciencia.
Nos apedrea el posos de la sangre
y se nos hace imán, tierra crecida;
es vástago y llanura, es trigo y piedra,
se nos hace gañán y segador,
mostillo y candeal, maquila y pienso,
se hace reja, y arado, y antojera,
reata y caminante, arreo y baticola,
trascacho, mosto, vino: es la bodega
donde libar el néctar quien soñamos
dominar el amor de la palabra...
.....................................................
Juan, poeta, maestro, póstumo maestro:
me vas a perdonar si, osadamente,
pulso los teletipos de la gloria
y encargo a los arcángeles la dicha
de pregonar el triunfo de tu verso
a lo largo de todas las galaxias.
Agustina Roca
Argentina – reside en España
Artaud en la tribu
¿De qué me hablas, Artaud? ¿Por qué trepas a una montaña y gritas, enfurecido,
la escritura en voz alta?. Y vuelves a gritar, hasta que el espacio devuelve tu eco.
Quizá tu rostro pudiese explicar mejor que nada el significado. Tu rostro, piel
apretada contra los huesos, tus ojos, chispas emergiendo del abismo.
Y no tengo voz para gritar
Tu cuerpo fibroso, deshecho, tu cuerpo atravesando la frontera. Tu cuerpo
hechicero balbuceando. Tu cuerpo hechicero expresando, expresando con
gestos, con sonidos, la palabra que no sale de la garganta. El cuerpo como
palabra. El cuerpo hablando. El cuerpo animal. El cuerpo hechicero. El cuerpo
doblándose, sacudiendo, explotando, escindiéndose, regresando, partiendo. El
cuerpo en el espacio.
Mi pensamiento se busca en el éter
El cuerpo entre tambores expresando la carnalidad del ser humano, Artaud,
harto, hechicero, Artó. El cuerpo salvaje emitiendo ecos en el corazón de las
tinieblas, en la selva, en sus entrañas ensortijadas. Ritual de vocablos sin venas.
Los tambores invaden, redoblan
ésto se estrecha
ésto se estrangula
en la gula del estrecho
Los tambores invaden, redoblan. Artaud, a los brincos, buscando verdades entre
Los tarahumaras. Los indios sentados alrededor del fuego, Artaud hechicero
danzando y emitiendo sonidos que devora la noche. Artaud con piel de león, cola
de gato, risa de iguana, patas de yegua, astucia de pantera, ojos de águila,
garras de leona amamantando, visión de lechuza, lengua de serpiente, rabo de
vaca, grito de gata en celo, gata en celo toca el cello hacia el cielo.
Tutuguri
Ciguri
tutu guri
guría
gurisa
La cámara de Dogma se acerca, capta el hocico de Artaud, la respiración, sus
jadeos, gemidos, aullidos, manos de quien se ahoga cubriendo el rostro, brazos
retorciéndose al son de los atabaques. Quemazón ácida en los miembros,
músculos al rojo vivo, piel entre el vidrio, llamaradas, el pico graznando.
Redoblan los tambores, redobla Artaud, redobla la cámara, redoblan lo
tambores, redoblan los tambores, redoblan los tambores, Artaud se hinca, se
dobla, solloza, clava sus rodillas en la tierra, y hunde sus puños en la corteza del
trono, sangre cae por sus antebrazos, gesticula, y escupe saliva, esperma,
espuma.
La
es
cri
tu
ra
se
des
mo
ro
na
Citas de Antonin Artaud
Concepción Bertone
Rosario, Argentina - 1947
Campana y Yo
"Por amor del poeta, puerta
abierta de la muerte" la noche,
tu cerrada voz. La entrada
a tu alma, morada mía
a esa hora sin sueño ni sueños.
¿Quién apaga el amor
así en nosotros? ¿Quién
es quién? Preguntabas
a la Madonnina del puente, o a la gente
muda, mudándose en la desnuda luz
de semblante. ¡Abajo los espías!
¡Que mueran los rufianes! Gritabas.
En vano como una aldaba llamo
a una puerta que da a ninguna parte
y como un arte secreto, sobrevivo
a otra noche. Filo de hacha
o hilo de seda...
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! La pelea
hasta quemar la sangre, frita
la gota errante por las venas
"Que desgarrante sube: el río se pierde
En la arena dorada (…)
Y ya las cosas no son más".
¿Qué son las cosas ahora que
las cosas lo son todo
para los que nada son sin las cosas?
¿Dónde la "encorvada sombra
del humano trabajo"? ¿Quién
apagó el amor así en nosotros?
Y la luz del puente
de la Madonnina doliente
también. Y gritas todavía
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! Pobre,
casi desnudo, Divino Dino,
junto a la arcada de via Strozzi,
antes y después de la cárcel, los muros
de la locura, de la mente mudándose
hacia las fuentes que saben
que no hay dulzura semejante
a la de la muerte. Mas no para mí. Otra.
suerte por azar o destino quiero, y sentir
que me muero si me muero. Que me vivo
como un arte secreto. Y con mi estilo
sobrevivo a otra noche.
Li Bai (también Li Po)
China -701 - 762
No logra embriagarme
el vino de Lu. En vano
quieren hechizarme
las canciones de Ch' i.
Te evoco, amigo,
y desde el sur,
por el río Den,
a ti va mi pensamiento.
(Dedicada al poeta Tu Fu)
Tu Fu
China – 710 -770
Li Po, he soñado contigo.
Te hallabas ante mi puerta,
pasando la mano por tu pelo blanco.
¿La pena te amarga el corazón?
Después de diez mil,
de cien mil otoños,
sólo tendrás el premio vano
de la inmortalidad.
(Dedicado a Li Po)
Lenilde Freitas
Campina Grande (PB), Brasil
A Carlos Pena Filho
Porque sei de cor as cores dos cajus
e as tessituras da vida que passa,
sinto que não só se afastam as manhãs
ou as tardes mornas que o Recife faz.
Como um ritual de águas e barcaças,
vão-se os azuis e não retornam mais.
Juan Rejano
Puente Genil, España - 1903- México- 1976.
Soleares al maestro Alfonso Reyes
Me pongo a decir tu nombre
y en el corazón me suena
la voz antigua del hombre.
La voz que apaga los mares
y si dice Alfonso Reyes
lo dice por soleares.
¡Mira si es cosa de sueño!
El son en Andalucía,
en la Nueva España el verbo.
Te doy de mi tierra mora,
maestro, lo que ya es alma:
nostalgia, silencio, aroma.
Que Andalucía no canta:
al cante jondo le sobran
la música y la palabra.
II
Te doy lo que quiere el viento.
Me pongo a decir tu nombre
y se ilumina mi acento.
¡Copla tuya y copla mía!
Quien no la encuentra en la copla
no busca, no, la poesía.
Saber, que es gracia y esencia.
¡Y ese aire fino del Valle
que en ti cobra transparencia!
Apellido de gitano,
con lo español en azteca
y en griego lo mexicano.
¡Alfonso Reyes!... (Buscad,
bajo el laurel venerable,
a este nombre su lugar.)
Fayad Jamis
México - 1930-1988 - Cuba
El ahorcado del café Bonaparte
a Pablo Armando Fernández
Para no conocer los abismos del humo
para no tragarse los periódicos de la tarde
para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
sino el ruido de la pobre llovizna
El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
lejos de los leones morados de todas las guerras
hizo un cordón con una hoja de papel
en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente
y otros dos mil Nombres Ilustres
y a la vista de todos los presentes
se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza
El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía
Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
como una gata furiosa en un tejado
Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora
con su voz lejana
comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
"Maintenant je suis pendu dans le Bona
La lluvia es el cuarzo de mi miseria
Los políticos roen mi bastón
Si no me hubiera ahorcado moriría
de esa extraña enfermedad
que sufren los que no comen
En mis bolsillos traigo cartas estrujadas
que me escribí yo mismo
para engañar mi soledad
Mi garganta estaba llena de silencio
ahora está llena de muerte"
"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche
Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
ciudadano del corazón de los hombres libres
heredero de la ceniza del amanecer
He vivido como un fantasma
entre fantasmas que viven como hombre
He vivido sin odio y sin mentira
en un mundo de jueces y de sombras
La tierra en que nací no era mía
y tampoco el aire en que reposo
Tan sólo he poseído la libertad
es decir el derecho a sufrir a errar
a ser este cuerpo frío
colgado como un fruto
entre los que cantan y ríen
entre una playa de cerveza
y un templo edificado para adorar el miedo
La mujer que guarda las llaves de la noche
sabrá que me llamaba Krizek
y que cojeaba un poco y que la amaba
Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
va a desaparecer un viejo mundo
definitivamente borrado por el alba
Así como la niebla a veces aplasta
las flores del cerezo
la muerte ha aplastado mi voz"
Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
el ahorcado del café Bonaparte
ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro
bajo el sombrerero
sobre una taza con restos de café
Carlos Carbone
Argentina
Escribe
(a Eugenio Mandrini)
Escribe sólo lo que duele
Lo que alegre
Lo que muere
Lo que vive
Lo que explote en las manos
Lo que enferme
Lo que sane
Lo que ahuyente a las brujas
Lo que caliente al cielo
Lo que enfríe el infierno
Escribe sólo de los hijos
Y de los jóvenes
Y de los amigos nobles
Y de los trenes que van
Y de los sueños que dudan
Escribe sólo si llueve
Y si hay sol
Y si un tsunami
Y si sopla el Zonda
Y si sus ojos se cerraron
Y si sus pies nos guían
Y si mañana chocan los planetas
Y si la humedad hace sudar
Escribe si ella llama
O si ella quiere
O si ella puede
O si ella aúlla en tu cama sin colchón
Escribe sólo si todos toman la sopa
Si todos ríen
Si todos festejan
Si todos abren las puertas para ir a jugar
Escribe a la fuerza del caballo
A la potencia de la hormiga
A la paciencia de la vaca
A la grandeza del oso
O a la ternura del elefante
Escribe sólo al hombre nuevo
Y al hombre viejo
Y al hombre feroz
Y al hombre que orina la mesa cuando come
Escribe mientras caminas
Mientras duermes
Mientras haces el amor
Y mientras todos se hacen los distraídos
Escribe en tu confortable estudio
O en la mesa de un bar
O arriba del bus
O mientras te dispersan con gases por pedir justicia
Escribe con tu mejor lapicera
Con un lápiz nuevo
Con tu flamante laptop
Con un pedazo de carbón
O con tu misma sangre
Escribe para que todos
O para que ninguno
Escribe arriba de un barco
O bajo el agua
Escribe para vencer
Como si fuera la última
Como si mañana fuese una utopía
Escribe como un loco
Como un cuerdo
Como un insano
Como un liberado
Como un niño que recién aprendió la letra “a”
Escribe para que todo cambie
Aunque no se muevan ni las agujas del reloj
Escribe y no seas correcto
No seas impúdico
No seas cómplice
No seas perfecto
Escribe aunque la hoja siga en blanco
Escribe para que la muerte no.
Gabriel Impaglione
Villa Sarmiento, Morón, Argentina - 1958
Jack contra la máquina
A Jack Hirschman
Nueva York huele a pólvora y orín,
nube de carbones que parece noche
la ocupa como un regimiento
aerotransportado
desciende - oh dioses violentos- sobre los techos
y asfixia el aliento de las rosas
que sueñan en el piso cientoveinte.
Washington huele a fosa común y fósforo
- luto de lejanías que los muertos que matan
cargan en sus borceguíes de regreso a casa-
es el vapor de la máquina del lucro,
engranajes macizos
estridentes feroces trabajan a destajo
liberan vapor de sangre calcinada
que se condensa y cae -- polvillo sin pausa--
empantana la música pegotea la voz
hasta cambiarle el sentido a las palabras.
Tu país, Jack, se ha llenado de dolores ajenos.
No hay pequeño pueblo sin llanto importado,
no hay mirada sobre el parque
que no reviva la extraña flor pisoteada bajo balacera.
¿Porqué no escuchan la voz de los poetas?
Otros senderos de lágrimas se abren en la tierra
empujados por la avidez y los fusiles.
¿Porqué no escuchan la voz de los poetas, Jack?
¿Qué heroismo la repugnancia?
¿Cómo se dice basta en tu país?
Jack... pisa punza aplasta la máquina
sangra te tajea te desangra de miedo y luto cada vez.
¿Vale un hombre unos gramos de bronce?
¿Quién gana una guerra?
¿Porqué ha de ser el niño
que juega en un parque de San Francisco
el próximo muerto que mate y muera?
Y en Washington ese vapor...
constante corrosivo lleno de dientes
huele a fósforo, es polvillo
que mata las hojas de la hierba
le cambia el sentido a las palabras.
¿Porqué no escuchan las voz de los poetas, Jack?
José Portogalo (José Ananía)
Italia – 1904 – Buenos Aires, Argentina- 1973
Poema a Carl Sandburg
."..Y las sargas anónimas de los hombres oscuros/ que pelean a brazo partido con la vida /
y en profundas calles de extramuros / sufren su humillación como una herida" - César Tiempo
Cómo me alegraría, mi querido Sandburg, que estuvieras aquí,
a nuestro lado, junto a esta verja que da a una calle opaca
y sin chicos que la embarullen como a la calle de los pobres,
hoy que el frío nos agarrota los dedos,
nos humedece la punta de la nariz como a la de los borrachos.
Cantaríamos juntos, mi querido Sandburg, la canción del trotacalles.
Ya los lecheros han dejado sus botellas en los jardines silenciosos
-frágiles y sin arrugas como jardines de calcomanía-.
Por eso me acuerdo de ti cuando oigo sus carros percudir el silencio
que se tiende feliz sobre la calle opaca.
El sol insiste en no tirarnos su bufanda de lumbre para calentarnos
y el aire es tan frío y delgado que nos penetra y duele como un grito.
Atrás de los párpados de las ventanas duermen los millonarios y sueñan.
¿Qué soñarán los millonarios en las mañanas de invierno?
Dime, Sandburg, ¿qué soñarán los millonarios de todo el mundo?
Y sus hijos, ¿qué soñarán en sus cajitas de sorpresa?
Cómo me gustaría haberme hallado en tus años
junto a tus manos pesadas, ásperas, violentas,
porque con ellas has hecho todos los oficios -como yo- y has escrito poemas;
has volteado los vasos en las tabernas
riendo con una risa fuerte de bebedor de whisky y de guapo;
has peleado con los patrones, los porteros, los choferes
y has acariciado los muslos de una muchacha querida para soñar.
¿Qué soñarías en las mañanas de invierno?
Dime, Sandburg, ¿qué soñarías sobre tu carro de repartidor de leche?
-Ah, pero yo soy pintor y nada remedio con estas interrogaciones
mientras mis compañeros lijan los barrotes de la verja
que van como lenguas al cielo para evadirse de la soledad.
Me subiría a tu carro de lechero, de trotamundos, de abremalezas;
arrancaríamos el poema de la urbe
- caliente como raíz o el seno de una madre-
para agriarnos la voz
y blasfemar como los italianos frente a los mercados,
viendo cómo les roban la plata a los pobres turcos y a los pobres judíos
y cómo "levantan" los bultos de los carros y de las veredas
los truhanes que ya han comprado los ojos del vigilante y los del cuidador.
Y con Masters, el masticador de tabaco y amigo de los obreros,
y con Anderson, que antes que millonario prefirió ser poeta,
nos iríamos a mi suburbio, allí donde creció mi infancia
y gané los primeros coscorrones y los primeros centavos
y paladié el sabor de las primeras palabras sucias que no mancharon mi alma;
donde conocí a la única mujer que me quiso
y donde estoy ahora apelotonado como un trasto viejo
vendiendo cara mi vida y mis sueños por la porquería de un jornal.
Nos iríamos Sandburg, a mi suburbio
para acechar la llegada de los vendedores de diarios
-esos ángeles pringosos que me parten el corazón con sus gritos-
cuando el canto de los gorriones hace boquetes en el aire
y el vozarrón de los gallos se riza como una viruta
en ese minuto en que las prostitutas cierran los ojos y sueñan.
¿Qué soñarán las prostitutas en las mañanas de invierno?
Dime, Sandburg, ¿qué soñarán esas mujeres
de palabras duras como sus vidas y frías como sus labios
que no queremos pero en cuyas orillas
hincamos nuestra soledad para habitarla de imágenes?
-Ah, pero yo soy pintor y nada remedio con estas interrogaciones
mientras mis compañeros lijan los barrotes de la verja,
y pienso que no tengo muchacha para acariciarle los muslos
porque el jornal no me sobra y la pobreza me asedia
como el frío de esta mañana de invierno
en que el sol insiste en no tirarnos su bufanda de lumbre para calentarnos.
Blas de Otero
Bilbao, España – 1916 - 1979
Cartas y poemas a Nâzim Hikmet
Puesto que tú me has conmovido,
en este tiempo en que es tan difícil la ternura,
y tu palabra se abre como la puerta de tu celda
frente al Mármara,
rasgo el papel y, de hermano a hermano, hablo contigo
(acaban de sonar)
las nueve de la noche)
de cosas que no existen: Dios
está escuchando detrás de la puerta
de tu celda,
cedida por amor al hombre: Nâzim Hikmet,
quédate con nosotros.
Que tu palabra entre entre las rejas de esta vieja cárcel
alzada sobre el Cantábrico,
que golpee en España
como una espada en el campo de Dumlupinar,
que los ríos la rueden hacia Levante y por Andalucía se
extienda
como un mantel de tela pobre y cálida,
sobre la mesa de la miseria madre.
Te ruego te quedes con nosotros,
es todo lo que podemos ofrecerte: diecinueve años
perdidos,
peor que perdidos, gastados,
más que gastados, rotos
dentro del alma:
ten
misericordia de mi espuria España.
Nunca oíste mi nombre ni lo has de oír, acaso,
estamos separados por mares, por montañas, por mi
maldito encierro,
voluntario a fuerza de amor,
soy sólo poeta, pero en serio,
sufrí como cualquiera, menos
que muchos que no escriben porque no saben, otros
que no hablan porque no pueden, muertos
de miedo o de hambre
(aquí decimos A falta de pan, buenas son tortas, se cumplió)
pero habla, escribe tú, Nâzim Hikmet,
cuenta por ahí lo que te he dicho, háblanos
del viento del Este y la verdad del día,
aquí entre sombras te suplico, escúchanos.
Rubén Darío
Nicaragua – 1867 - 1916
Walt Whitman
En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,
y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!
José Emilio Pacheco
Ciudad de México, México – 1939 - 2014
Tarde o temprano
Homenaje a Nezahualcoyotl *
I
No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve.
También se quiebra el jade
y rompe el oro
y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.
No tendremos la vida para siempre:
sólo un instante breve.
II
En el libro del mundo Dios escribe
con flores a los hombres
y con cantos
les da luz y tinieblas.
Después los va borrando:
guerreros, príncipes,
con tinta negra los revierte a la sombra
No somos reyes:
somos figuras en un libro de estampas.
III
Dios no fincó su hogar en parte alguna.
Solo, en el fondo de su cielo hueco,
está Dios inventando la palabra.
¿Alguien lo vio en la tierra?
Aquí se hastía,
no es amigo de nadie.
Todos llegamos al lugar del misterio.
IV
De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
aquí sobre la tierra.
Somos como pinturas que se borran,
flores secas, plumajes apagados.
Ahora entiendo este misterio, este enigma:
el poder y la gloria no son nada:
con el jade y el oro bajaremos
al lugar de los muertos.
De lo que ven mis ojos desde el trono
no quedará ni el polvo en esta tierra.
* A partir de las traducciones de Angel María Garibay
y Miguel León Portilla.
André Breton
Normandía, Francia – 1896 - 1966
Primero la vida
A Philippe Soupault
Primero la vida a esos prismas sin espesor así los colores sean más puros
Primero a esta hora siempre gris a esos terribles automóviles de frías llamas
A estas piedras reblandecidas
Primero este corazón trabado
A esta ciénaga de murmullos
Y a este blanco tejido cantando a la vez en el aire y en la tierra
A esta bendición nupcial que une mi frente a la de la vanidad total
Primero la vida
Primero la vida con sus sábanas conjuratorias
Sus cicatrices de evasión
Primero la vida primero esta roseta sobre mi tumba
La vida de la presencia nada más que la presencia
Donde una voz dice ¿Estás ahí? y otra responde ¿Estás ahí?
Ay casi no estoy
Y aun cuando favoreciéramos a aquéllos que damos muerte
Primero la vida
Primero la vida primero la vida Infancia venerable
La cinta que sale de un faquir
Se parece a la barrera del mundo
Pese a que el sol sea un deshecho
Por muy poco que el cuerpo de una mujer se le parezca
Sueñas contemplando detenidamente la trayectoria
O sólo cerrando los ojos sobre la tormenta adorable llamada tu mano
Primero la vida
Primero la vida con sus salas de espera
Cuando uno sabe que nunca será admitido
Primero la vida a estas fuentes termales
Donde el servicio está hecho por collares
Primero la vida desfavorable y larga
Cuando aquí los libros se volvieran a cerrar sobre anaqueles menos suaves
Y cuando allí se estuviera más a gusto que nunca se estuviera libre
Primero la vida
Primero la vida como fondo de desdén
A este rostro suficientemente bello
Como el antídoto de esta perfección que ella pide y teme
La vida ese embuste de Dios
La vida tal un pasaporte virgen
Una pequeña ciudad tal Pont-á-Mousson
Y como todo ya se dijo
Primero la vida
versión al castellano, Armando Rojas
Eduardo Galeano
Uruguay
15 de enero de 1970
Managua -Rugama
El altivo poeta, el chaparrito de sotana que comulgaba de pie, dispara hasta el último tiro y cae peleando contra todo un batallón de la dictadura de Somoza.
Leonel Rugama tenía 20 años.
De los amigos, prefería a los jugadores de ajedrez.
De los jugadores de ajedrez, a los que pierden por culpa de la muchacha que pasa.
De las que pasan, a la que se queda.
De las que se quedan, a la que todavía no llegó.
De los héroes, prefería a los que no dicen que mueren por la patria.
De las patrias, a la nacida de su muerte.
Diego Mendes Sousa
Brasil
Passagem
Para Eunice Arruda
Dúbio é o farol
indicativo do tempo
a inconquista repartida
em canto de amor divino
ora pesadelo ora medo
Mirta Aguirre
La Habana, Cuba – 1912 -1980
Martí
Él nació en el mes de enero
Él murió en el mes de mayo.
Lo desplomó del caballo
El disparo de un riflero.
Tomó la pluma en la mano
Y contó cuentos en flor;
No quiso ser escritor,
Quiso ser, antes, cubano.
Tuvo de pétalo el alma,
y el querer como un acero.
Fue grande: un hombre sincero
De donde crece la palma.
Martín Micharvegas
Argentina, 1935 – desde 1977 reside en España
Gotán
Lentamente con pena
dejo de lado a Juan
a su gotán
vuelvo a entrar
en materia infecciosa
estudio psitacosis
una enfermedad de pájaros
que se transmite al hombre
trae una fiebre
dolores y delirios
pequeñas destemplanzas
debemos tener mucho cuidado
con las aves
Hermano
lentamente con pena
esta mañana no ha ocurrido ningún milagro
y yo no los espero
y nadie que conozca de todos los que amo
pero cualquier mañana de estas
puedo caer podemos
súbitamente caer terriblemente heridos
por haber dado de comer a un pájaro nomás
un grano de alpiste en nuestra boca
ofreciéndoselo directamente de ella
y he debido interrumpir la vida
mi vida y la vida de los otros
conmovido como la gran puta
ante la muerte
Hermano
algunos lo verán
y espero – sólo esto -
recuerden amantes como yo
el comienzo insidioso o sea tu canto
la lucidez tus versos
la paz la guerra sus oleajes
el enamorado fantasma universal
Buenos Aires / 1962
Luis Alberto Crespo
Venezuela
a Miguel Márquez
¿Cuántos desaparecidos
dejan Miguel las hojas sueltas?
¿Por qué se despoja la apariencia
de su ilusión y su distancia?
¿Quién es Venezuela
con esa puerta batiente
y el siseo de algo?
¿Y dónde quedó mi lugar
entre la privación y tu ofrenda?
Alfonso Gumucio Dagron
La Paz, Bolivia - 1950
Autopsia
A Neruda le abrieron
el vientre a bayoneta
y encontraron:
un grito de la selva
un corazón rojo
que era hígado y cerebro
un poema azul
una cordillera entera
y un Chile
armado del vientre hasta los dientes.
Roque Dalton
El Salvador – 1935 - 1975
Carta
(a Nazim Hikmet, poeta turco)
Camarada Nazim: le escribo
desde la vecindad del sobresalto
desde la Penitenciaría Central
de El Salvador.
No había podido hacerlo antes
porque estaba libre
y con la juguetona y burbujeante libertad uno
no puede elevar las palabras
a lo alto de los presos
de los antiguos presos
que como Ud.
señalaron la ruta.
Raúl González Tuñón
Buenos Aires, Argentina - 1905 -1974
Baudelaire
Fue un profeta y vislumbraba el siglo
en que la acción fuera hermana del sueño
y reinventó la poesía, una manera
de recordar que el poeta es un hombre
al que a veces agobian la incomprensión, el barro,
el alquiler, la luna.
Pero él fue poeta, inmenso como un río.
Un río puro impuro
que arrastró légamo y estrellas.
Vicente Aleixandre
España - 1898-1984
A don Luis de Góngora
¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?
Las líneas graves van. Mas de su planta
brota la curva, comba su justeza
en la cima, y respeta la corteza
intacta, cárcel para pompa tanta.
El alto cielo luces meditadas
reparte en ritmos de ponientes cultos,
que sumos logran su mandato recto.
Sus matices sin iris las moradas
del aire rinden al vibrar, ocultos,
y el acorde total clama perfecto.
Anna Ajmátova
Rusia – 1889 - 1966
Llegué a visitar al poeta
A Alexander Blok
Llegué a visitar al poeta
Exactamente al mediodía, un domingo.
En el cuarto espacioso reinaba el silencio
Afuera, en la calle, hacía frío.
Un sol agradable se paseaba
Sobre el tupido humo grisazul...
El poeta me miraba fijamente,
En silencio, como un gran anfitrión.
Es mejor ser cuidadosa
Y no mirar nunca a sus ojos;
Son ojos tan extraños
Que jamás se pueden olvidar.
No olvidaré ese encuentro
Aquel brumoso mediodía de domingo
A las orillas del Neva
En una casa grande y gris.
Efraín Huerta
México – 1914 -1982
Jaime Sabines
Jaime ya no puede con la Muerte:
La de su padre el Mayor,
La de Doña Luz
("Me ha dejado triste,
tirado todo el día sobre mis sueños")
Y ahora los veintidós años muertos
De Jaimito
Jaime ya no puede con la Muerte
Ahora Jaime-Tigre-Poeta
Debe poder hasta la muerte con la Vida
Rubén Sacchi
Lanús, Argentina – 1955
Axioma
a Enrique Cadícamo
Mariposa de la muerte
danza sobre mi cabeza,
cual presagio fatal.
Chorreante elixir,
ceremonioso y exacto
me evade del luto.
Creía estar de más, pero
el profesor dice,
el filósofo supone,
el humanista impone que,
entre dos puntos,
siempre existe
la probabilidad
de que quepa otro.
Como las estrellas.
Antonio Arroyo Silva
Islas Canarias - 1957
José María Millares
¿No ves que las palabras te atropellan?
¿No ves la dentellada del sol
que penetra en la roca a horadar a horadar?
Despojado he de verte de los ecos antiguos.
Despojado del labio que no dice tu nombre
cuando las olas van a rozar tus zapatos.
¿No ves ese tablón del horizonte
que se inclina hacia ti para sangrar el pájaro
de tu mejilla ingenua?
Allá no veías las barcas ni el oro de los muelles
esperando la vid. Las velas derramadas,
los peces en tu asfixia…
Allá no veías pasar el incendio,
ni la miel que diluye cuando las rocas piensan
y nos traen arrullo de las gaviotas idas
a sangrar la blancura por tu rostro que vuelve.
¿No ves por qué un caballo se transforma en luciérnaga
a pesar de los páramos y los ríos perennes?
No verás las palabras, sólo un pámpano azul
en la esquina del labio que despierta este vino
y cruje en el silencio de la ortiga y la sierpe.
Todo aquello que trepa o punce
carece de sentido, si te vacías tú,
si acaso te desnudas de su rigor de herida
y buscas tu dolor en el dolor del bosque.
Jorge Riechmann
España - 1962
18
La posguerra por ejemplo en Grecia
es una guerra que se prolonga
por ejemplo dentro de un campo de concentración.
Yannis Ritsos
garrapatea papeles desgarrados
en los retretes o bajo la manta.
Después esconde los poemas
en botellas vacías que entierra
por si la guerra finalizase algún día.
Los dibujos sobre las piedras
mantienen a raya a la locura.
La posguerra, esa guerra inacabable.
José María Pallaoro
La Plata, Argentina - 1959
Cantar a tientas
para Horacio Castillo
Hace una cantidad de años
se solía dejar ciegos a los canarios
para lograr en su canto
mayor belleza
–actitud típicamente humana
como cortar lenguas
cercenar gargantas–
Hoy
las cosas no han mejorado
y los pájaros que aún sobreviven
cantan
a tientas
todo el tiempo
con señas desesperadas
Alfredo Pérez Alencart
Perú- España - 1962
António Salvado
Por este Poeta
alejo la bola de cristal
y muestro
cómo lluvia ternuras
su agotado corazón,
cómo girasolean
los sigilosos diamantes
que verbaliza.
Y otra fe me nace
cuando su saudade queda
a mi altura
y aumenta el calibre
de la emoción más limpia
junto al maná
de sus ofrendas.
Por este Poeta abro
las puertas de lo
por venir.
Teuco Castilla
Salta, Argentina - 1947
Mimetismo
A Francisco Madariaga
Un pájaro ocupado por una rama
una hoja por un pez
un león por un prado
¿quién ha entrado en quién?
La imagen nos salva
entre la cara y el semblante
se defrauda un ídolo
lo sabe
el ojo del hipopótamo
que ya ha visto a Dios
demasiadas veces.
No hay semejanza
lo sabe
el gato de la astucia
el alacrán de la cólera
la rata de tu fuga
eres
una polifonía lacrada
por una sola bestia.
Te arrancaste tu don
no escucharás tu nombre
pronunciado por ellos.
Damaris Calderón
Cuba - 1967
Emily Dickinson
Lo que no alcanzan
las avaras sílabas
la borracha de sol
cuenta a sus puertas.
El gusano roído por el fruto.
Lo que no alcanzan
las avaras sílabas,
el pájaro de Amherst
el tordo de Nueva Inglaterra.
La mano
pródiga
-como una herida-
se abre.
Jorge Luis Borges
Argentina – 1899 -1986
A Luis de Camoens
Sin lástima y sin ira el tiempo mella
las heroicas espadas. Pobre y triste
a tu patria nostálgica volviste,
oh capitán, para morir en ella
y con ella. En el mágico desierto
la flor de Portugal se había perdido
y el áspero español, antes vencido,
amenazaba su costado abierto.
Quiero saber si aquende la ribera
última comprendiste humildemente
que todo lo perdido, el Occidente
y el Oriente, el acero y la bandera,
perduraría (ajeno a toda humana
mutación) en tu Eneida lusitana.
Ernesto Cardenal
Nicaragua - 1925
Epitafio para Joaquín Pasos
Aquí pasaba a pie
por estas calles,
sin empleo ni puesto
Y sin un peso
Sólo poetas, putas
Pero
recordadle cuando
tengais puentes de concreto,
Grandes turbinas,
tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.
La guardia nacional
anda buscando
a un hombre
un hombre espera
esta noche llegar
a la frontera
el nombre
de ese hombre
no se sabe
hay muchos
hombres más
enterrados en
una zanja
El número y
el nombre de esos
hombres no se sabe.
Ni se sabe el lugar
ni el número de zanjas.
La guardia nacional
anda buscando a un hombre
Un hombre espera
esta noche salir
de Nicaragua
Miguel Márquez
Caracas, Venezuela – 1955
El esplendor y la ruina
A Buson
En ocasiones me seduce
el orden quieto de los muertos
estos cajones atascados en lo eterno
como una burla al miedo y al desorden.
No trastabillea la casa, no pasa el tiempo.
Los primeros gestos se mantienen inmutables,
y el rumor antiguo que nos tranquilizó una noche
resurge aquí como una vela al ángel de la guarda
(“todo está bien, duérmete rápido”).
La intranquilidad es parte de las sábanas.
–Al movimiento, ¿cuándo lo detendrá un soneto?–
Es grande el deseo
de quedarse dormido entre claveles.
Y sin embargo,
la inestabilidad de las olas,
los imprevisibles giros de la tierra
y el azar
en el esplendor y la ruina de este mundo,
nos permiten vacilar
ante los crisantemos blancos
(temblorosos)
un instante.
Adriano de San Martín
Costa Rica
Julia de Burgos
“… hijo mío y de la muerte, me llamará poeta”
Poema para mi muerte
Una muchacha se mira en la corriente
del gran río Loíza o en el obscuro Hudson.
Su rostro es un espejo de aguas
sobre el asfalto de Carolina, La Habana o Harlem.
Una muchacha puertorriqueña
como decir americana, nuestra.
Una mujer que sangra, ama y canta,
se abre el pecho a medianoche en pijamas.
Una mujer río navega hacia el intenso mar
de las multitudes que intentan en vano
colocar el cascabel azul al cuervo
con una brújula extraviada en los camposantos.
Una mujer golpea y escupe sus palabras
desde las cornisas de los rascacielos;
se tiende sobre las nubes de Welfare Island
y se aleja con los vítores de nuestros pañuelos.
Una muchacha/mujer recién horneada
me nombra en la anochecida circular
con su estirpe, su amor, su jungla, la jauría.
Jesús Hilario Tundidor
España - 1935
Epístola a Rafael Alberti desde la tierra de Carbajales
Desde una tierra donde
España yace como
en siglos arropada injustamente y dormida.
Bajo mi juventud
de potro y hombre
triste, Alberti, amigo, compañero en la orilla
de la esperanza, oh, bajo
mi corazón te nombro
este silencio y esta durísima ceniza
de la patria:
¿Quién puso
la palabra comercio, o sangre, o muerte, unida
a la niñez? ¿ Quién hizo
el miedo por las calles,
quién despojo la limpia
ternura de los niños? Porque recuerdo ahora
de qué color la vida
se ponía en la tarde,
cómo calzaba a nuestros sueños, cómo
los crecimientos iban
sin luz. Era terrible.
De repente y sin más, igual que un agua fría
nos cayó la tristeza,
para siempre, varones
acosados sin lágrimas, perdida
la fe, perdida
nuestra generación de larga espera.
Acuso hoy como un hombre que tiene
el pecho en alto y un viento verde atiza
sus espaldas. ¿Qué rasa
atardecida
nos abrirá los puentes del silencio, querrá darnos
la voz, la juventud, el aire
claro y la alegría
humilde? Alberti, Alberti,
si vieras las espigas
de la patria, su cielo
azul, el alcotán, el alma
mísera de Castilla, aún tan hermosa,
pero tan apagada y tan vencida...
Tomando la amistad por tu hombro izquierdo
si estuvieses aquí, te llevaría
una mañana al campo
para que vieras las palomas blancas
y grises y zuritas.
Y te hablaría como a un viejo padre
de las cosas sencillas,
a ver si con hablarte y con oírte
lleno de amor, de sueño y metal puro
en el alfar de España amanecía.
Antonio Machado
España – 1875 -1939
A don Miguel de Unamuno
Por su libro Vida de Don Quijote y Sancho.
Este donquijotesco
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. Don Miguel camina,
jinete de quimérica montura,
metiendo espuela de oro a su locura,
sin miedo de la lengua que malsina.
A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de Caballería.
Y el alma desalmada de su raza,
que bajo el golpe de su férrea maza
aún durme, puede que despierte un día.
Quiere enseñar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, el caballero;
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero.
Tiene el aliento de una estirpe fuerte
que soñó más allá de sus hogares,
y que el oro buscó tras de los mares.
Él señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador, y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española...
Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:
sabe a Jesús y escupe al fariseo.
Augusto Roa Bastos
Paraguay - 1942 – 1947
Límite
a Josefina Plá
Cuando tocamos en la noche
el rostro vivo del recuerdo
su sangre moja nuestro nombre
y arden las manos hasta el hueso.
Canción de olvido en la tiniebla,
muerte acostada sobre el tiempo,
la mosca grávida y eterna
pone su huevo sobre el sexo.
De labio a labio se propaga,
germen axial del universo.
Donde se acaba la esperanza
se borra el límite del tiempo.
Cuando yo sople en mis cenizas
otro estará ya en mi momento,
las muchedumbres que me habitan
en mi costado las contemplo.
Ojo del hacha sin la lágrima,
música sin el instrumento,
siglos volando en una ráfaga
sobre los vivos y los muertos.
Esto es el hombre, la medida
de su congoja y pensamiento,
gusano de una fruta henchida,
cava en la tierra y en el cielo.
El alma enciende su semblante
con un destello polvoriento.
Más alto siempre que tu imagen
no tiene límite el deseo.
Suda el silencio sangre humana
y el ojo ya quemado y yerto
mira sin párpados la llama
en la memoria de un sol negro.
Horacio Castillo
Argentina – 1934 - 2010
Epigrama
Yo, Eustacio, poeta de una ciudad de provincia,
nací, viví y morí como todos los hombres,
según ha sido escrito en este monumento
junto al cual te has detenido a orinar.
Si sabes leer, lee, pero no esperes nada extraordinario,
pues rehusé el destino de los grandes, no tanto
por falta de valor o espíritu de aventura
sino por una innata inclinación a la molicie
y ese malsano escepticismo propio del docto.
Porque fui docto, y si algo aprendí –más
de la vida que de los libros– fue a temer
lo inesperado y evitar, hasta donde es posible,
el mal que acecha al ambicioso.
Soporté todo lo que se puede soportar,
jactancias de la boca y la fuerza de los hechos,
la eterna rotación de causas y efectos
nefasta para un carácter hasta cierto punto pusilánime.
Simple entre los simples, cínico entre los cínicos,
respeté la precaria naturaleza humana,
sabiendo que sólo puede considerarse dichoso
el que logra apartar día a día la desgracia.
Sólo me precio de haber escrito algunos versos,
por los cuales mis conciudadanos me consagraron
este lugar apartado, cerca de una gruta
donde los muchachos vienen subrepticiamente a amar
y arrancan de tanto en tanto una letra de mi nombre.
Soy Eustacio, poeta de una ciudad de provincia:
nací y viví y morí como todos los hombres.
Hermann Hesse
Alemania - 1877 –1962
Oda A Hölderin
Amigo de mi juventud, a ti regreso agradecido
ciertos atardeceres, cuando entre los saúcos
en el jardín que duerme suena sólo
la fuente susurrante.
Hoy nadie te conoce, amigo mío; en estos tiempo nuevos
muchos se han apartado del encanto tranquilo de la Hélade,
sin oraciones y sin dioses
prosaicamente el pueblo camina sobre el polvo.
Pero para una secreta multitud de absortos entrañables
a los que el dios llenó el alma de anhelos
aún suenan las canciones
de tu arpa divina.
Cansados del trabajo regresamos ansiosos
a la ambrosiaca noche de tu canto,
cuyas flotantes alas nos protegen
con un sueño dorado.
Y cuando nos encanta tu canción más ardiente se enciende,
más dolorosamente arde hacia el país dichoso del pasado
hacia los templos de los griegos
esta nostalgia que jamás termina.
Versión de Jesús Ruiz
José Coronel Urtecho
Granada, Nicaragua --1906 -1994
Oda a Rubén Darío
"¿Ella? No la anuncian. No llega aún."
Rubén Darío. Heraldos
I
(Acompañamiento de papel de lija)
Burlé tu león de cemento al cabo.
Tú sabes que mi llanto fue de lágrimas,
i no de perlas. Te amo.
Soy el asesino de tus retratos.
Por vez primera comimos naranjas.
Il n’y a pas de chocolat —dijo tu ángel de la guarda.
Ahora podías perfectamente
mostrarme tu vida por la ventana
como unos cuadros que nadie ha pintado.
Tu vestido de emperador, que cuelga
de la pared, bordado de palabras,
cuánto más pequeño que ese pajama
con que duermes ahora,
que eres tan sólo un alma.
Yo te besé las manos.
"Stella —tú hablabas contigo mismo—
llegó por fin después de la parada",
i no recuerdo qué dijiste luego.
Sé que reímos de ello.
(Por fin te dije: "Maestro, quisiera
ver el fauno".
Mas tú: "Vete a un convento").
Hablamos de Zorrilla. Tu dijiste:
"Mi padre" i hablamos de los amigos.
"Et le reste est literature" de nuevo
tu ángel impertinente.
Tú te exaltaste mucho.
"Literatura todo —el resto es esto".
Entonces comprendimos la tragedia.
Es como el agua cuando
inunda un campo, un pueblo
sin alboroto i se entra
por las puertas i llena los salones
de los palacios —en busca de un cauce,
del mar, nadie sabe.
Tú que dijiste tantas veces "Ecce
Homo" frente al espejo
i no sabías cuál de los dos era
el verdadero, si acaso era alguno.
(¿Te entraban deseos de hacer pedazos
el cristal?) Nada de esto
(mármol bajo el azul) en tus jardínes
—donde antes de morir rezaste al cabo—
donde yo me paseo con mi novia
i soy irrespetuoso con los cisnes.
II
(Acompañamiento de tambores)
He tenido una reyerta
con el Ladrón de tus Corbatas
(yo mismo cuando iba a la escuela),
el cual me ha roto tus ritmos
a puñetazos en las orejas...
Libertador, te llamaría,
si esto no fuera una insolencia
contra tus manos provenzales
(i el Cancionero de Baena)
en el "Clavicordio de la Abuela"
—tus manos, que beso de nuevo,
Maestro.
En nuestra casa nos reuníamos
para verte partir en globo
i tú partías en una galera
—después descubrimos que la luna
era una bicicleta—
y regresabas a la gran fiesta
de la apertura de tu maleta.
La Abuela se enfurecía
de tus sinfonías parisienses,
i los chicuelos nos comíamos
tus peras de cera.
(Oh tus sabrosas frutas de cera)
Tú comprendes.
Tú que estuviste en el Louvre,
entre los mármoles de Grecia,
y ejecutaste una marcha
a la Victoria de Samotracia,
tú comprendes por qué te hablo
como una máquina fotográfica
en la plaza de la Independencia
de las Cosmópolis de América,
donde enseñaste a criar Centauros
a los ganaderos de las Pampas.
Porque, buscándome en vano
entre tus cortinajes de ensueño,
he terminado por llamarte
"Maestro, maestro",
donde tu música suntuosa
es la armonía de tu silencio...
(¿Por qué has huído, maestro?)
(Hay unas gotas de sangre
en tus tapices).
Comprendo.
Perdón. Nada ha sido.
Vuelvo a la cuerda de mi contento.
¿Rubén? Sí. Rubén fue un mármol
griego. (¿No es esto?)
"All’s right with the world", nos dijo
con su prosaísmo soberbio
nuestro querido sir Roberto
Browning. Y es cierto.
FINAL
(Con pito)
En fin, Rubén,
paisano inevitable, te saludo
con mi bombín,
que se comieron los ratones en
mil novecientos veinte i cin-
co. Amén.
Jaime Sabines
México – 1926 -1999
Recado a Rosario Castellanos
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor.
Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
si lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
Retonta por desvalida, por inerme,
por estar ofreciendo tu canasta de frutas a
los árboles,
tu agua al manantial,
tu calor al desierto,
tus alas a los pájaros.
Retonta, rechayito, remadre de tu hijo y de
ti misma.
Huérfana y sola como en las novelas,
presumiendo de tigre, ratoncito,
no dejándote ver por tu sonrisa,
poniéndote corazas transparentes,
colchas de terciopelo y de palabras
sobre tu desnudez estremecida.
¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara, recogerla del piso
con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?)
¡Cómo duele, te digo, que te traigan,
te pongan, te coloquen, te manejen,
te lleven de honra en honra funerarias!
(¡No me vayan a hacer a mí esa cosa
de los Hombres Ilustres, con una
chingada!)
¡Cómo duele, Chayito! ¿Y esto es todo?
¡Claro que es todo, es todo!
Lo bueno es que hablan bien en el Excélsior
y estoy seguro de que algunos lloran,
te van a dedicar tus suplementos,
poemas mejores que éste, estudios,
glosas,
¡qué gran publicidad tienes ahora!
La próxima vez que platiquemos
te diré todo el resto.
Ya no estoy enojado.
Hace mucho calor en Sinaloa.
Voy a irme a la alberca a echarme un trago.
Manuel del Cabral
República Dominicana -1907 -1999
Tono cuarto
(de Carta a Rubén)
Yo recuerdo, Darío, que allá en mi adolescencia,
yo decía estas cosas llenas de transparencia.
Estas mismas que ahora tienen otra fragancia,
a pesar de aquel vaho de tus bueyes de infancia.
Mas por entre la niebla de mis barbas de loma
me salen los recuerdos, frescos como palomas.
Así, Rubén, lo mismo que una mano da trigo,
el pasado se cae de mis labios, y digo:
Era el tiempo en que tenía
piececitos-aviones
ante el fantasma de la policía.
Y madrugaba nuestra fantasía
para robar centavos,
antes que la mañana
tras la fragancia tibia de la panadería,
fuese de puerta en puerta
por la calle aldeana.
Blanca de mundo y de cuidados vanos
te me fugabas cuanto más crecía,
igual que el globo que se me rompía
si mucho le aventaba entre mis manos.
Y tú, como aquel globo, te pusiste a crecer.
Hoy ya no puedo, infancia, correr como corría.
Me pesa tanto el hombre que no puedo correr.
Ya ves Rubén, aquello, fue siempre manso, bueno:
corría con la lluvia, temblaba con el trueno.
¿Tú también lo recuerdas?
La barriga desnuda se chorreaba de miel,
mientras los astilleros dedotes del abuelo
a ratos fabricaban barquitos de papel.
Era un juguete el tiempo. Pero, luego a la cosa,
como tú ya lo sabes, le pusieron
más espina que rosa.
Yo no te estoy diciendo que hoy existe un Atila,
pero tiene parientes... Los que ven mis pupilas.
¿No sientes un caballo, y la gran negra capa
de un jinete que corre pisoteando este mapa?
Esto pone a la infancia a crecer de repente,
lo mismo que de súbito crece un agua de fuente.
¿Y qué pueden los Sócrates? ¿Qué pueden los Darío,
cuando como temblores subterráneos
pasan patas equinas que hacen brotar un río
de venas de llantos sobre campos de cráneos?
Mientras en las esquinas, de una ciudad remota,
la novela de un brazo que alza una mano rota,
dando cuerdas a un débil monótono organillo,
le regala a la infancia su sonoro castillo,
algo que ya no tienen los hombres de la tierra,
hoy que haciendo las paces, es que hacemos la guerra
Mañana pelearemos sin ir a la batalla,
pues es la que nos mata, la guerra que se calla,
y sólo encontraremos —si algo encontramos hecho—,
a la muerte perfecta como un odio en el lecho.
Pero ahora no quiero seguir estos detalles,
déjame que te hable de nuevo de mis cosas,
tal como si de pronto te hallaras por la calle
unos zapatos rotos...
donde un canario tiene su más cómodo nido
de poeta remoto...
Así, Rubén, ayer, y quizá con razón,
le dije cosas raras a mi Compadre Mon.
Por ejemplo:
Óyeme, Mon, un día, me enseñó a ser poeta
el retazo de cielo de un viejo callejón,
que siendo tan pequeño, me ensanchó el corazón.
Limpio como los vientos del molino aldeano
he salido desnudo en carne de conciencia,
y parece que tengo la mañana en la mano.
Hoy puede verme el hombre por mi abierta ventana.
Me hallará transparente como el agua con cielo.
¡Me enseñó a hacer mi casa la mañana!
Ya ves, Rubén, ya ves. Estas cosas las pudo
sólo escribir la mano de una vida que tiene
aún todo desnudo.
¿Cómo me haré contigo, infancia, que de nuevo,
como un traje ya viejo, pero querido, uso?
Nunca dejé de usarte. Todavía te llevo.
Lloras un agua tan clara,
que no parece dolor.
Hoy está triste tu cara.
Pero no tu corazón.
Mira un niño que corre por la playa, parece
que el otro niño, el mar, habla con él, y crece.
Allí llena de cosmos su voz la caracola,
donde nos habla en seco sólo Dios, de la ola.
Allí, también, oh mar, tú solos, ¡sin nacer!
Porque al nacer tan grandes
no te vimos crecer.
Oh tú que no te pudres, primavera del gnomo:
suma sólo del cuándo, secreto fiel del cómo.
Así, Rubén, tú rondas, tan transparente y fuerte
que de pie ya te vemos, tú velando a la Muerte.
Claribel Alegría
Nicaragua - 1924
Querencias
A Juan Gelman
Porque aprendí a quererme
puedo sangrar
con tus heridas.
Sandro Penna
Italia - 1906 - 1977
a Eugenio Montale
La fiesta hacia el atardecer. Yo voy
en dirección opuesta a la caterva
que alegre y ágil sale del estadio.
A ninguno yo miro y miro a todos.
De vez en cuando apaño una sonrisa.
Mas raramente una sonrisa alegre.
Mi mente no recuerda ya quién soy.
Entonces el morir no desearía.
Que muera me parece harto injusto.
Aunque ya no recuerde más quién soy.
Antonio Aliberti
Barcellona Pozzo di Gotto, Italia -1938-Argentina - 2000
Saludo al amigo
A Roberto Santoro
No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
con las formas de tu cuerpo y tu calor.
(Si alguien dijera que no estás, ¿qué probaría?
Puede más tu voz, como una herida que no tiene cura).
Para cuando vuelvas
-en un cuarto del mundo-
se encenderá otra vez la mesa
para reanudar la charla que dejamos inconclusa:
ambos nos miraremos desde ventanas abiertas.
No falta mucho: al irte, no dijiste adios.
(de Mareas del tiempo, 1981)
N/A: Roberto Santoro fue desaparecido por la dictadura militar.
Javier Heraud
Perú – 1942 – 1963
Poema a Rafael Alberti
(Compuesto en su presencia, el 5 de mayo de 1960, en el Instituto José Carlos Mariátegui).
Rafael,
Alberti,
déjame llamar a tu voz
desde mi voz,
a tu canto desde mi canto
naufragado,
déjame aprender en tus ojos
la palabra ardiente,
la poesía viva y despejada.
Rafael,
Marinero en tierra y cielo,
marinero y ángel
marinero y tierra,
tierra y cielo,
Alberti y rafael.
Alberti,
a tu cielo, a tu voz,
a tu rostro
emocionado,
ahora, he de cantar
en la voz de las palomas.
Hueso en el árbol, pedro,
federico, rafael,
venidos de tan lejos y
tan cerca.
Alberti,
que tus aguas vengan puras
a tu cielo, que tu
lluvia caiga suave
hoy en mi
pecho,
que tu cielo llueva fértil
en España,
que tu voz riegue en América,
y en la tierra dé sus
frutos, de flor en los océanos,
siembre árboles en los
hombres. Llene de flores
este mundo.
Nada podrá la muerte
contra tí.
Rafael,
la muerte ya no existe
en tus praderas,
ya no reina en tus campos
azules,
el olvido ya no te olvidará
en sus aguas tormentosas.
Alberti,
rafael,
en la palabra, en el rostro
de tu poesía,
pusiste tu voz y tu garganta,
dejaste tu alma y tu sangre
abierta,
Rafael en tu voz
te quedaste tú.
Eternamente.
Luis Benítez
Buenos Aires, Argentina
La tarde del elefante
A mi amigo, el poeta Nicholas Stix,
en donde quiera que esté.
¿recuerdas, nick, la tarde del elefante?
tú estabas abrumado por el enésimo rechazo
que esa mujer casada madre ya de cuatro hijos
te había propinado por teléfono
lo único que te daba desde hacía
entonces once años
al menos
cuando era soltera te lo decía en la cara
y estabas irritado de veras enojado
porque llegué una hora tarde
y te dejé solo en la enorme nueva york
por otra hora más entregado a ti mismo
ni mi taxi ni mis disculpas calmaron
tu rabia anglosajona
decías sólo se está solo en las grandes ciudades
¿te acuerdas, nickie, de la tarde del elefante?
muchas lluvias y nieves y pisadas
de zapatos italianos y de zapatos deportivos
pasaron por esa esquina del village
pero ella no ha olvidado todavía la tarde del elefante
tú me sermoneabas en tu álgido inglés
sin darte cuenta de que yo también estaba derrumbado
y entonces esa enorme sombra
hablabas del tedio de las ciudades
del aburrimiento amarillo que se pone
al oeste del puente de tu brooklin
y de las mujeres jóvenes que cruzan solas
y en ómnibus los laberintos sedosos de central park
rumbo a esos cuartos donde la calefacción les falla
y entonces esas pisadas majestuosas
hablabas de que no te habían incluido en esa antología
y decías que el marido de ella era calvo
ceceoso y que dibujaba historietas
el tonto de los cómics repetías
el tonto de los tebeos repetías
mientras la gente
siempre está alerta la gente
dejaba corriendo la acera
tumbaba las sillas
y olvidaba a los niños en su loca carrera
decías que la rutina es una vieja ciega
que mendiga monedas por bond street y por harlem
y que cada persona la recibe en su casa
entonces ese gordo la mole
se quedó parado cerca de nuestra mesa
en la esquina desierta mientras el cajero
temblando llamaba a la policía
cinco mil kilogramos de pacífica selva
aplastando el asfalto una inmensa epifanía gris
de cuatro metros de alto y esa trompa curiosa
con un dedo en la punta
que probaba las frutas de las mesas caídas
y revoleaba jugando los manteles manchados
aplastó en su huida de algún circo o del zoo
a esa vieja mendiga que a la gente oprimida
acongoja en su casa
nos miraba sin miedo como todas las cosas
que sonriendo repiten soy amigo del hombre
Carlos Fajardo Fajardo
Santiago de Cali, Colombia - 1957
Poema a Nazim Hikmet
Hoy que llueve sobre Bogotá
leo tus poemas Nazim Hikmet, tus cartas desde las cuatro cárceles,
el recuerdo de los patios sonoros en Istambul
el lento pero seguro avance de tu angina de pecho.
No me desilusiono ni lloro.
Tampoco soy un simple desesperanzado.
Sin embargo, Nazim, mi país es una cárcel mayor,
mayor que la de tu Ankara, más fría que la de Cankiri
más insoportable que la de Bursa.
Todas tus cuatro cárceles reunidas son apenas recintos con jardín.
Como tú, turco naciente,
en el nombre de esta tierra tomo la palabra
y malas noticias me llegan con lluvia matutina
malas noticias sobre un país cerrado donde nadie nos deja cantar.
Prisionero, exiliado eterno,
con quince heridas, según decías,
escribo en torno a estas paredes deseando ver una luz.
Escucha Hikmet este poema compuesto por varias manos
con despedazadas uñas de tanto escarbar.
También estamos incomunicados como lo estuviste en Ankara
donde te prohibían ver el cielo azul y un árbol silvestre
plantado en algún sitio.
También hablamos con nosotros mismos
en siniestras ciudades
y nos dan ganas de llorar sobre algún seno
llorar o insultar temblando en la lluvia.
Destrozados, solos con el vaivén de lentas horas,
vigilados desde los cuatro costados
se abre nuestra ira como una gran verdad
y en las torres del aire
lanzamos gritos por oscuras ventanas.
Nazim Hikmet, llueve sobre Bogotá.
Yo releo tu poema a Taranta-babu
pero no puedo hacer un himno para beberme el sol
no puedo estrechar mi pecho y darme alegría.
¿Cuándo cesará esta llama que a todos calcina?
Bai Juyi
China- 772 – 846
Leyendo los poemas de Yuan Zhen en una barca
Tomo tus poemas en mis manos
y los leo a la luz de una vela,
que está moribunda,
cuando termino la lectura.
Aún no nace el alba.
Siento los ojos cansados.
Apago la luz,
y, sentado a oscuras,
escucho las olas
que, a impulsos del viento,
golpean la barca.
traducción: Goujian Chen





























César Cantoni
La Plata, Argentina
Horacio Preler (1929 - 2015)
Ayer, entre los muchos libros
que lo encallecieron, murió Horacio Preler.
Había nacido hace 85 años,
en un barrio con calles de adoquín.
Fue abogado por elección,
poeta por naturaleza.
Hace más de tres décadas,
nos conocimos en una librería,
pero entonces no hablamos:
señal de una amistad que habría de ser callada.
Una vez escribió: Un poeta muere
como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Ayer, Horacio murió como cualquier poeta
y lo guiaron hasta el cementerio.
Escribió también: Uno se lleva todo.
Y todo se llevó consigo: Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos...
Dejó como legado, sin embargo,
algunos textos imprescindibles
–“Símbolos”, “Casa vacía”, “El señor Gianni”...–,
que quieren ser abrigo
para la extranjería del hombre.
Fue un viajero extrañado
en una ciudad desconocida
–un empleado del tiempo–,
buscando las llaves esquivas
de la sabiduría absoluta.
Si algún conocimiento halló, sólo él lo sabe.
Ahora duerme sin prisa, desasido,
entre los muros del cementerio de La Plata,
donde siempre es dable escuchar
el canto de los pájaros.
La Plata, 7 de agosto de 2015
Flavio Crescenzi
Córdoba, Argentina – 1973
Oda a Enrique Molina
y justo al decir amor hermano mío
el mediodía se nos cagó de risa en pleno rostro
abrió sus venas como exclusas o calandrias
porque sabía que un barco se llevó nuestros nombres en su huida
y porque no hay incesto mayor que el del viento y el oleaje
la memoria danza todavía sobre sus pájaros largos
como en una serie tropical de goce indefinida
y es tan vegetal el cuello amado su piel su cabellera
tan beduina su ansia cuando se nos escapa el mundo
que es imposible no fundirse esperanzado a los caprichos del verbo
yo comparto tu sed tu mar tu laberinto
me inmolo en los papeles tardíos de mi hartazgo
surco las normas con un espanto dulcísimo
hasta que podamos pintarle en los párpados al planeta sus temblores
ni bien un volcán se haga riesgo o beso en mis heridas
tu nombre guarda en sus tres sílabas una amistad y un guante
es menos una mano que un racimo de dedos señalando
señala puertos cuando son tímidos adioses o pañuelos
la materia vuelta espejo o agua o sueño esquivo
el breve salto a lo profundo del que hablaban las sirenas
En:La ciudad con Laura