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pelota poética

Roberto Jorge Santoro

Buenos Aires, Argentina - 1939 – 1977- 

El fútbol

 

Bailarín
con un pie mareador
silbador
quien lo ve
toca de a poco
en caricia
le pone al cuerpo ballet
levanta el balón
lo empuja
lo resbala
lo mima con una gana
lo enrolla con otro pie
le da una vuelta
en el aire
de taco
que ni se ve
la vuelve
le cae al pecho
que para
cae
resbala
su pierna
de forma rara
la hace morir en el pie
que la pisa
si dormida por el suelo
la toca
y levanta vuelo
la pelota y el ballet
que en avance
con un pique
le dice que se le achique
la guarda
que en el zapato
del otro que ni la ven
se da vuelta
y no la tiene
está saltando
en el aire
le dice con la cabeza
que va el otro
que la deja
que la espera en otro pie.

Lev Yashin

Blanca Varela

Lima, Perú - 1926 – 2009

 

Juega con la tierra

como con una pelota

báilala, estréllala, reviéntala

no es sino eso la tierra

tú en el jardín

mi guardavallas,

mi espantapájaros,

mi Atila, mi niño

la tierra entre tus pies

gira como nunca

prodigiosamente bella

João Cabral de Melo Neto

Brasil

Ademir da Guia

 

Ademir impõe com seu jogo

o ritmo do chumbo (e o peso),

da lesma, da câmara lenta,

do homem dentro do pesadelo.

 

Ritmo líquido se infiltrando

no adversário, grosso, de dentro,

impondo-lhe o que ele deseja,

mandando nele, apodrecendo-o

 

Ritmo morno, de andar na areia,

de água doente de alagados,

entorpecendo e então atando

o mais irrequieto adversário.

César Cantoni

La Plata, Argentina

Bajo el sol de la siesta

 

Bajo el sol de la siesta, los muchachos

juegan al fútbol en la rambla.

Con el torso desnudo y la frente sudorosa,

corren desordenadamente de un extremo a otro.

Corren. No formulan preguntas,

no sacan conclusiones, no hacen una mística de lo arcano.

Para ellos la vida es tan simple e incuestionable

como la esfera de cuero que patean.

Si hay alguna verdad, una instancia absoluta,

es el momento en que la pelota se introduce en el arco.

Eso… Y las chicas que cruzan la rambla mientras juegan

y tiran de la cuerda de sus sueños.

Eduardo Espósito

Argentina

Mundial 78 (retrospectiva)

 

Y mientras Kempes era vivado por Massera

por un segundo gol de atropellada

y los once ponían huevos con manchitas

como prolijas gallinas obedientes

y Clemente arengaba a multitudes

con la euforia del tiren papelitos

y el que no saltaba era un holandés errante

                                          en esta tierra ignota

junio los preparaba y

Agosti se los llevaba

y yo gritaba

y vos gritabas

y él gritaba.

Era un tiempo en pretérito discreto

y nosotros aullábamos

y vosotros aullabais

y ellos (sobre todo ellos) aullaban

con un eléctrico ardor

                              como en el tango.

Luis Luchi

Buenos Aires, Argentina – 1921 - 2000

Retratos: los equipos de fútbol

 

                Mena

                                   Bidoglio             Mutis

                              Lazatti        Erico        Suárez

         Nardini (mineral)   Sánchez (huesito)   Varallo   Cusattis

 

Hanichanai japonés

un montón de pibes

la pelota de cinco

el color de una bandera

fácil de defender;

si no se es de uno

no se es de nadie.

Lauri

Sandrini, Discépolo, Los Indios (todos chacareros)

campeones olímpicos de la mejor carne

buenos aires los espera

gardel, scarfó, bonini,

es verano

qué calor tiene la ciudad,

leguisamo irigoyen radowitsky

muchachos entusiastas

dispuestos a animar la vida

con unas ganas bárbaras

de jóvenes que son

la maffia taborda

villa devoto chacarita

hay que sacar fotografías

diga me lleva

vamos pebete

te llevo a la fuerza

silbar gallos de riña

almuerzos de albañiles

barrios que piden espacio

la procreación es rápida

ferias

viajar en el tranvía 12

conocer la boca del puerto

ser un barco

fugazza anís del mono

escuelas nocturnas en la esquina la esperaba

ya casi no quedaban próceres

sacaban retratos

riganti justo juárez (justo)

pancho sierra

hablaban los difuntos

con barro no se entraba en la escuela

liendres piojos chinches

nos intercambiábamos

todo está retratado

juan b. justo era el arroyo maldonado

el bofe para los gatos

todo está retratado

nadie era nada

ahora lo dicen

para nosotros era verdura

la verdura es prácticamente

un verdadero yuyo

sal y mucho aceite

crímenes por todos los barrios

no había manera de conocer a los cantores

se mataba por celos en ese tiempo

o muy bebidos

la furca el visteo

sobrar al que no sabe

tener miedo cuando se hace de noche

no haber confiado en sí mismo

alumbrado y barrido

era el progreso.

Arsenio Erico, Independiente (Arg.)

Manuel Picón

Montevideo, Uruguay – 1939 - 1994

Garrincha

 

Lo lleva atado al pie, como una luna atada al flanco de un jinete,
lo juega sin saber que juega el sentimiento de una muchedumbre,
y le pega tan suave, tan corto, tan bello,
que el balón es palomo de comba en el vuelo,
y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo,
que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo,
¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente!
 

Lo lleva unido al pie, como un equilibrista unido va a la muerte,
lo esconde –no se ve–, le infunde magia y vida y luego lo devuelve,
y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere,
y el balón le persigue, le cela, le hiere,
y se juntan y danzan y grita la gente,
y se abrazan y ruedan por entre las redes,
¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente!
 

¿Quién se llevó de pronto la multitud?
¿Quién le robó de pronto la juventud?
¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
¿Quién le llenó su copa en la soledad?
¿Quién lo empujó de golpe a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez?
¿Quién le gritó en la cara: –Usted no es nada, ya no es usted?
Ya no es usted, señor, ya no es usted.*

 

El último balón lo para con el pecho y junto al pie lo duerme,
lo mira y sólo ve cenizas del amor que estremeció a la gente,
y lo pierde en la hierba, lo deja, lo olvida,
no lo quiere, le teme, no puede, no atina,
y se siente de nuevo enterrado en la vida,
y el balón se le escapa entre insultos y risas,
¡y se enfurece la gente, y le abuchea la gente!
 

¿Quién se llevó de pronto la multitud?
¿Quién le robó de pronto la juventud?
¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
¿Quién le llenó su copa en la soledad?
¿Quién lo empujó de golpe a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez?
¿Quién le gritó en la cara: –Usted no es nada, ya no es usted?
 

Ya no es usted señor, ya no es usted…

Garrincha

Ferreira Gullar

Brasil - 1930

O Gol

 

A esfera desce

do espaço

      veloz

ele a apara

no peito

e a pára

no ar

      depois

com o joelho

a dispõe a meia altura

onde

iluminada

a esfera

     espera

o chute que

    num relâmpago

a dispara

   na direção

   do nosso

   coração.

Enrique Badosa

Barcelona, España - 1927

Epigrama XVIII

 

Ya está en orden el caos de este pueblo.
De nuevo somos grandes y triunfales.
Con entusiasmo todos entonamos
el himno patrio: "Do, re, mi, fa, gol".

Mario Benedetti

Uruguay – 1920 - 2009

Maradona

 

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa.
Y aunque otros olviden tus festejos,
las noches sin amor quedaron lejos
y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta,
no importa lo que digan los espejos,
tus ojos todavía no están viejos
y miran sin mirar más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
y es por eso que no habrá quién la destruya.
Ya no te sentirás sólo ni extraño.
Vida tuya tendrás, y muerte tuya.
Ha pasado otro año y otro año

le has ganado a tus sombras
¡Aleluya!

Pablo Neruda

Chile – 1904 - 1973

Los jugadores

 

Juegan, juegan.
Agachados, arrugados, decrépitos.
 

Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.
 

Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.
 

Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
 

Juegan, juegan.
 

Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.

Miguel Hernández

España – 1910 - 1942

Elegía al guardameta

A Lolo,

sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela.

 

Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?

 

En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.

 

Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.

 

Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

 

Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

 

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.

 

Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.

 

Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

 

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.

 

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.

 

Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.

 

Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.

 

¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.

 

Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.

 

Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.

 

A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

 

El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.

Héctor Negro

Argentina - 1934

¡¡¡Gol!!! (Génesis del grito)

 

Cuando la "G" se agolpa en la garganta
como miles de "GES" que se atropellan,
para buscar la "o", irse con ella
y alargarla en el aire que se exalta.
Y se sueltan las dos, diseminadas,
detrás de otras iguales que estallaron.
Y disparan peñones que rodaron
y van por las distancias asombradas.
Y la "L" final, como un tañido,
como un sonido de metal vibrante,
tiembla cuerda de pulso electrizante,
buscando el diapasón de los latidos.
Juntas las tres serán el grito sumo.
El que esperó creciente, agazapado.
El que se da o no se da, mas dado
tiene pólvora, chispa, explosión, humo...

Rafael Alberti

España - 1902 - 1999

Al gran oso rubio de Hungría

 

Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia, ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en polvo,
pararrayos.
No, nadie, nadie, nadie,
camisetas azules y blancas, sobre el aire,
camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la hierba de otro país.
¡Tú, llave, Platko, tú llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No, nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko
volvió su espalda el cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas, sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por tu sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No, nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar
fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heroico y grana
mando el aire en las venas
alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin
plumas, encalaron la hierba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
!Y todo por ti Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie, se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
!Oh Platko, Platko, Platko
tú tan lejos de Hungría!
¿Que mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no nadie, nadie, nadie.

Platko

Gabriel Celaya

España – 1911 - 1991

Contraoda del poeta de la Real Sociedad

 

Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tú,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.

Umberto Saba

Trieste, Italia – 1883 - 1957

Tres momentos

 

En carrera salen al centro del campo,
a las tribunas saludan primero.
Luego, lo que después
sucede -que se vuelven a la otra parte,
la que más negra hierve-, no se puede
decir, es algo que no tiene nombre.
 

El arquero pasea arriba y abajo
como un centinela.
El peligro está lejos aún.
Pero si un torbellino lo acerca, oh, entonces,
una fiera joven se agazapa
y alerta espía.
 

Fiesta en el aire, en cada calle fiesta.
Si dura poco, ¡qué importa!
Ni una ofensa pasó nuestro arco,
los gritos se cruzaban como rayos.
Y la gloria, once muchachos,
como un río de amor adorna Trieste.

Antonio Carrizo (Arg.)

Claudio Bertoni

Chile

Desde la ventanilla de un bus

 

Veo unas vacas

en una cancha de fútbol

dos pasan rozando el palo

la tercera es gol

Vinicius de Moraes

Brasil – 1913 - 1980

O anjo de pernas tortas

 

A um passe de Didi, Garrincha avança

Colado o couro aos pés, o olhar atento

Dribla um, dribla dois, depois descansa

Como a medir o lance do momento.

 

Vem-lhe o pressentimento; ele se lança

Mais rápido que o próprio pensamento,

Dribla mais um, mais dois; a bola trança

Feliz, entre seus pés – um pé de vento!

 

Num só transporte, a multidão contrita

Em ato de morte se levanta e grita

Seu uníssono canto de esperança.

 

Garrincha, o anjo, escuta e atende: Gooooool!

É pura imagem: um G que chuta um O

Dentro da meta, um L. É pura dança!

Gioconda Belli

Nicaragua

Fútbol

                                          a Chus Visor,a John Carlin

 

La pelota corre

el balón

y detrás van las piernas

aladas

bajo la calzoneta

Pienso en Mercurio

Pienso en los Dioses

en las canchas de hierba verde del Olimpo

¿para qué Dioses

si aquí tenemos estos muchachos

con sus zapatos y jerseys de colores?

¿Qué otra religión cabe sino ésta?

la ronda oratoria

en la tarde del estadio

el sol que brilla para ellos

y que se nos agolpa ardiente

en el grito de fuego contenido

en la mirada suspendida sobre el arco perfecto

que surca desde sus pies al gol

la saeta redonda

sorbiéndonos el aliento

hasta que estalla

e incendia el día

cuando cae el arquero

vencido

y vemos

el par de muslos recios

cantar

victoria.

Humberto Costantini

Argentina - 1924

Porteño y de Estudiantes

 

Uno vivió humillado y ofendido,

se sintió negro, paria,

risible minoría,

adventista, croata,

o bicho raro.

 

Uno aguantó silencios,

miradas bocayunior,

sonrisas riverplei

y condolencias.

 

Uno sufrió, mintió,

dijo no es nada,

se congeló el amor en un descenso,

honestamente quiso sacudir su carga.

 

Uno debió explicar con voz de tío

que había una vez un Lauri,

y había un Guaita,

y había una delantera,

y había un sueño dragón y una princesa,

y había un rey Estudiantes de La Plata.

 

Uno dejó colgada durante veinte años

la foto de Zozaya,

porque sí, porque bueno, por costumbre,

porque le daba no sé qué sacarla.

Y un día la sacó

como se sacan

los relojes viejos,

el diploma de sexto,

o las nostalgias

(estaba desteñida y amarilla,

y en la pared quedó como una marca

o un fantasma).

 

Uno se fue,

se rechifló del fútbol,

por despecho

se volvió criticón y sociológico;

se dedicó al latín, al mus, a la política,

al ajedrez, al sánscrito, a la siesta,

a la literatura, o a Beethoven,

o simplemente a nada.

 

Y se indignó

y habló del opio de los pueblos,

y la revolución

que se vacía en el vicio de las canchas.

 

Y aguantó como un hombre,

y vio a su hijo colgar la foto de Rattín

(justo en aquella marca)

y lo vio bostezar

de tanto cuento viejo y tanto Lauri,

tanta caperucita y príncipe encantado

y tanto rey Estudiantes de La Plata.

 

Uno vivió humillado y ofendido,

se sintió negro, paria,

risible minoría,

adventista o croata.

Entonces,

¿se dan cuenta

por qué ando así,

bastante bien últimamente

con sonrisa de obispo

y con dos alas?

Antonio Roma (Arg.)

Samuel Orellana

Maipú, Chile - 1978

Alturas de Calama

I
Del aire al aire, como una red vacía,
iba Zamorano entre las canchas y la atmósfera, llegando y despidiendo.
 

II
En las infinitas claridades de las praderas de Maipú
era una melena en busca de pelota:
Helo allí Helo allí
suspendido en el aire
Iván Luis Zamorano Zamora.
 

III
Dando vueltas desde sí mismo hasta dar con las piernas de su madre.
 

IV
Y dale oh
Y dale oh
se escuchaba en el desierto de Atacama,
en las eternas y fosforescentes camisetas fundidas por el cobre
y arriba brillando el sol.
 

V
¿Y quién fue el salvador de ese pueblo condenado?
Su sino fueron las cordilleras de Chile:
Cobresal y Cobreandino en una plegaria que se cruzó con el infinito del
desierto
donde los nevados no fueron otra cosa que espinas.
 

VI
Y así como su frente fue la corona que ciñó de sangre el horizonte,
nuestro héroe cruzó el Atlántico de un puro salto
para cabecear el sol del invasor
a quinientos años del pitazo inicial.
 

VII
Pero Zamorano volvió a cumplir el sueño de su padre,
a llenar de goles los lagos, las llanuras, las vertientes, las termas y
cuántacosa, ¿no?
 

VIII
Una vez más suspendido sobre el cielo, diluyéndose entre auras,
el eterno cobre de Chile.
 

IX
De las alturas el Pichichi cayó a lo más genital de lo terrestre
y el desierto negó su melena y repartió sus vestiduras:
Cobreloa 4 Colo-Colo 0
y el pétreo, sulfúrico y recontra infinito desierto de Atacama
le mostró el rojo del cobre: la tarjeta con la sangre
del pueblo de Chile.
 

X
Sube a nacer conmigo, Zamorano.
 

Dame la mano desde la profunda
zona de los goleadores expulsados.
No volverás del fondo de las redes.
No volverás del túnel subterráneo.
No volverá tu frente endurecida.
No volverá tu acento castellano.
 

Sube a nacer conmigo, Iván Bam Bam
Zamorano.

Giuseppe Meazza (It.)

Miriam Cairo

Rosario, Argentina

El rasgo poético

 

"No veo el fútbol como una forma de alienación moderna, lo siento más bien como una poesía colectiva". Edgar Morin

 

Cuando la noche alternó su ritmo y vaciló en aquel lado de la cordillera, un silbido estridente dio por comenzado el partido. Las musas gambetearon un desfiladero de sombras y Mouche puso el corazón en movimiento.

El cálido roce de la mosca colocó la pelota en los pies de Cvitanich quien arremetió contra el poniente. Sobre la textura olímpica del césped hizo el pase en silencio, con una articulada vibración de músculos y huesos, buscando la alegría animal en las tribunas.

En ese poema colectivo, que no se extendía sobre el papel sino sobre el campo, que no se medía en páginas sino en minutos, los pies dialogaban sin materia verbal, y se hacía arte en el pique, en el pase preciso, en los amagues, en el peloteo, en los saltos. De pronto, las musas hicieron de las gradas un fuego, del estadio un templo, de la luz un tambor.

Clemente iba entre amenazas rojas que se acercaban, compelían, se juntaban, con claras intenciones de despojo. Esa noche imbuida de inminencias, el defensor lateral, con su temple ambidiestro, asistía, celaba, vigilaba los movimientos acechantes de las furias chilenas.

Por bruma, por pasión, por latidos azules tatuados en el alma, Román se irguió en el vértice de la noche y con la lanzadera abotinada pateó la bola de fuego hacia el genio curtido de Schiavi. De la delgada figura del defensor, partió, con furia, la bola hacia el costado izquierdo del portal. El golpe no fue certero pero logró ir minando los amparos.

Más tarde, las figuras amenazantes se dispusieron en línea recta, irreductible como un horizonte, pero ésta fue herida al sesgo por un toque cruzado de Román que llegó hasta los pies embestidores de Insaurralde. Propios y extraños esperaban el golpe de cabeza, el ataque desde las alturas, pero el centrocampista acariciado por las alas doradas de las musas, rasgó la pared defensiva por abajo, para que Insaurralde le diera a la hinchada la posibilidad de imitar el graznido de los dioses, al gritar el primer gol.

El poema se iba tejiendo de pie en pie, de pecho en pecho, de boca en boca, dando rodeos, quebrando pases, improvisando metáforas, prolongando encabalgamientos.

Orión, el cazador constelado, defendía la casa con señal guerrera. Con los puños cerrados impugnaba todo intento rival por rasgar la morada. En la lucha, un balonazo lastimó la piel, pero no menguó el coraje del portero titilante.

Al pasar los minutos, por picardía y por misión, el lateral Franco Sosa resultó amonestado. El soplo de la luz en los huesos lo enaltecía, a la vez que el césped se abrillantaba al paso trotador de los astros sudados.

Apenas comenzado el segundo hemistiquio, el segundo tiempo, en medio de la cesura, se descerrajó la astucia delantera de Cvitanich que divisó los movimientos oportunos de la mosca. La melopea deportiva encontró sus acordes más eufóricos, y un coro universal hizo estallar el estadio. El temblor, como un rugido de león mitológico, llegó en medio de la noche hasta el otro lado de los Andes.

Pero un poema épico no se escribe sin la garra del contrincante. Pineda hirió el aire. Anotó para su tribuna el punto de la gallardía. Podría ser que una fuga lila, que un perfume de quietud se detuviera en los ojos de alguien, pero sería sólo por un instante menor al instante, porque la tensión fue estímulo y fue promesa.

En las dramáticas estrofas del poema, un penal puede ser atajado, como un verbo puede ser conjugado en las asimetrías del presente y del pasado. Por propio capricho de las musas, que exigen a los artistas la máxima destilación de sus destrezas, fue posible que los contrincantes hicieran su gol segundo, desde el rebote.

Jugadoras insaciables, afectas a las grandes batallas, las musas vitoreaban cánticos populares y se sacaron la camiseta en el vestuario del Olimpo. Con los pechos al aire ungieron de bendiciones los botines victoriosos de Riquelme. Así, sostenido por el halo divino de las nueve hijas de Zeus y Mnemósine, Román, el Odiseo, hizo el periplo del héroe, no en diez años sino en diez segundos, dejando alelados a tres adversarios que acatarraron el terror de no pasar a la fase siguiente. En ese poema ritmado con la música exquisita del hexámetro, el Odiseo dio el estacazo de un dios, para procurarle al equipo, el punto fulminante.

A uno y otro lado de la cordillera, cayó la noche en el pozo de la noche. Las musas victoriosas se besaron en la boca y los jugadores se abrazaron, con el sabor homérico del triunfo entre los dientes.

Ramón Cote

Colombia

Futbolistas en la playa

                                                                                A mi hija Alejandra

A esa hora final de la tarde

una docena de jóvenes jugaban

 

un partido de fútbol frente a la playa del hotel.

Mientras el sol se hundía cada vez más

 

en el mar, sobre la orilla corrían

a toda velocidad persiguiendo a gritos

 

el balón y levantando entre sus pies descalzos

una multitud de nubes de arena teñidas,

 

traspasadas por una luz completamente roja,

como si toda la playa ardiera bajo sus plantas,

 

como si se hubiera declarado un incendio

en medio de esta orilla al sur del Caribe.

 

Los jugadores, desfiguradas sus sombras sobre las dunas,

ignoraban que en ese mismo instante

 

mi hija y yo los mirábamos desde una terraza,

siendo testigos de esa tarde irrepetible

 

cuando vimos entre las brasas, entre los últimos rayos

de luz rasante de ese atardecer, en la arena

 

de fuego fugaz, el momento en el que esta parte del mundo

se convirtió en un lugar habitado

 

por una docena de dioses sin camisa que nos señalaban

que aquí en la tierra también era posible hallar el paraíso.

Luis García Montero

Granada, España - 1958

Domingos por la tarde

 

A veces las infancias escapan de sí mismas
y corren por la lluvia como en fuera de juego
sin oír las sirenas de los árbitros.
Es verdad que son mares en un vaso de agua,
pero hay olas que tienen esa espuma
de las alineaciones,
paraísos que aguardan los despachos
del último minuto
o días que amanecen
con la tranquilidad de un tres a cero,
de un cinco a cero en punto de la tarde.
 

Por lo demás también hay labios
en el extremo izquierdo del domingo,
lesiones en las dudas del mañana,
pasados que regresan
igual que una llamada de teléfono.
- ¿Y lo de ayer? Sonríe la memoria,
cuando parece amiga del equipo contrario.
 

Las verdades del área
son rectas de dudosa geometría,
como ardientes amores de ficción
en manos de un penalti.
Por eso saben mucho
de la felicidad y la belleza.
 

No conviene que demos a estas cosas
un valor excesivo.
Son noventa minutos en un vaso de agua.
Pero a mí me han quitado muchas veces la sed.

Lux Strange

Barcelona, España

Messi

 

(...)

Muchos ilusionistas levitan, desaparecen o parten gente,
se liberan de cadenas, candados, cuerdas y demás,
pero solo un mago como él es capaz,
de hacerlo de verdad.
Muchos sabrán tocar la bola, la conga
o algo de Jazz, bailar bien en el campo Samba o Vals,
pero nadie como él domina el tema,
el toque, el compás.
Nadie disfruta como él goza,
nadie sabe moverse en una baldosa,
nadie baila como él baila el tango,
pues nació como un milagro de la tierra
al igual que el césped,
del fango.

 

Salvador Pliego
México
Jugando al fútbol (Sudáfrica 2010)
I - Portero universal

 

Inicio, preludio o antesala de una gran batalla,
de una gran corrida:
las polainas puestas, botines amarrados, camiseta numerada en uno,
rodilleras sumergidas en el qué dirán y en el qué verán,
guantes extraídos de las corvas de las minas
y silbatos que las redes inmolaron.

¿Por qué?, dirán, preguntándose en la lengua,
amarrándose los dientes, torciéndose los ojos,
pellizcándose el centímetro angular de los ombligos
(si es que queda espacio en los oídos),
¿quién fue el que trajo ese balón al negro?,
¿y quién fue al que al esclavo le dio honor y primacía?
Desfilarán uno a uno en multitud los hombres,
aún aquellos que escupieron a la altura
y la misma altura les correspondió devolviéndoles la firma,
(ay de aquel nazi que mató a la vida
pero a cambio nos multiplicó los Owens para andar su travesía).

¿Por qué ahora y en nueva portería?
Clamo al mundo el verbo que humaniza.
Ante todo, escucho el ajetreo de las minas.
Si él es negro diré que es culpa mía
y esa falta la guardo en mi mundo a escondidas.
(Soy culpable de ser yo ante mi vida
y me ufano, yo, ante mí, de mí mismo, que es negra, así,
mi dicha y mi alegría).

Portero: a este mundo has venido con la tilma
y un rosario de joyas a expandirlas.
Portero de los postes negros de mi dicha:
¡a jugar la portería!
¡Y tiro al arco con colores que palpitan!
¡Y cimbro el marco con el pecho que respira!

Portero universal de los hombres sin camisa:
me ufano, juego y brinco;
y corro por los bordes del camino de agonía.
Nelson negro y blanco y amarillo,
portero universal y gentilicio:
¡a jugar la portería!
¡Y tiro al blanco a que tiemble mi agonía!
¡Y tiro al poste a encender la gritería!
Nelson de las órbitas que al hombre le encandilan.
Nelson de las redes de manos que alucinan.
Nelson del enjambre de abrazos que avecinan.
¡Y corro y corro y corro a aprender de tu maestría!
¡Y tiro al blanco a que tiemble mi agonía!
¡A jugar la portería!
Con el todo y en camisa, con la uña espiritista,
con el molde de la risa tapizada en las cornisas.
Sin esgrima, sin machete, sin espada
o sable alguno que arguya escudería.

Hombre de las tilmas y color de profecías:
¡a jugar la portería!

¡Y corro y corro y corro… Y tiro en alegría!

 

II- El balón 


Gira el hombre,
gira y rueda
a su esférica manera,
en ciclónica carrera,
rodando universal y en mayúscula odisea.

Gira el hombre y patea,
un pie en el mundo y otro en su existencia,
el móvil que contempla la noble concurrencia.
Rota en masa y despliega su heroica aventura:
pasión y delirio en circunférica campiña.

Gira el hombre,
gira y rueda,
cimbra el orbe en categórico sistema,
perpetuándose en la greda,
virando en la contienda,
contoneándose en el mundo
en su magna epopeya,
en la gesta iracunda y fidedigna de proezas,
peripecias terrenales de un planeta que caldea.

Gira el hombre,
gira y rueda,
rivaliza sin pelea,
lidia y pugna en forma que destella
y fraterniza por el lance que conlleva,
en la gloria de su épica destreza
y el laurel al brindarse a una esfera. 

 

III- El gol


Mi hermanito corre.
Idealiza un balón y un juego errante.
Viste camiseta y corte de un juglar que entinta el horizonte.
Mi hermanito corre…
Se apasiona con la esférica rotación de una pelota.
La patea y en el pecho hace vuelo, y corre.
Le dispara hacia la portería… Y corre.
Le sujeta con el hombro, con muslo,
y tiro, y brinco, y juego, devoro, arraso,
engullo, triplico mis manos y desboco,
apago el sol con un mordisco,
trituro al tiempo, sofoco al aire,
me inmiscuyo en la red que hay en el fondo y driblo,
sacrifico la luna hasta el aullido,
sacudo al mar hasta que bufe,
grito gol como un demente:
con toda mi hambre,
con toda el alba y agonía,
con cada partícula y nébula esparcida,
con cada luz que recorre esta terrenal y enardecida letanía.
Alucino y extasío hasta vibrar el sino.
Expando al mundo más allá del orbe.
Fecundo al eco hasta que llore.
Bullo en exabruptos y ardo en entusiasmos.
Y salto y grito…
Y salto…
Y…

Mi hermanito corre.
Idealiza un balón.
Él sabe algo de esos menesteres.
 

Carmen Boullosa

México

El partido

 

En la cancha,

Pier­mario Morosini de rojo,

la mirada fija en el balón.

Cerca, la red, la ansi­ada meta, la portería;

la glo­ria contenida,

el gol.

 

Sólo para Piermario

se escenifica un milagro:

el mundo trepida.

La Tierra es pelota lan­zada en un vuelo irreg­u­lar hacia otra meta.

La ilu­mi­nada bóveda celeste se dis­para, un tiro sesgado.

El cos­mos se tambalea.

 

Pier­mario Morosini trastabilla.

Sube una mano al pecho.

Se le doblan las rodillas.

Cae.

Un zumbido intenso y corto al oído de Pier­mario antic­ipa el silen­cio total.

 

Frena en seco todo movimiento.

 

“Un súbito malestar”, dice la locu­tora que lo describe.

Pero en su voz no trasmite lo que pasó:

los mús­cu­los que des­obe­decieron al futbolista,

desten­sa­dos no perciben el balón o la red, descono­cen el pasto,

el sol,

el aire tibio,

los espec­ta­dores,

la agitación,

la inmovil­i­dad.

 

En un asiento del estadio,

la cerveza que en un vaso brilla al sol,

se par­al­iza

con el golpe al corazón de Piermario.

Sin espuma,

ya no burbujea.

 

En la can­cha, reposa la pelota.

El verde pasto y la bóveda celeste, en suspenso,

como mala fotografía, estáticos

con la san­gre y los pul­mones del futbolista.

 

Mas sobre­viene un segundo golpe.

Pier­mario Morosini es pelota al aire.

 

Inerte, sin pálpito,

sale encamil­lado,

pasa, como una bola sin aire, de mano en mano.

Lo inflan con la mas­car­illa de oxígeno.

En vilo lo acar­rean, pierde aire, es un bulto.

 

Nadie avienta un pase for­mi­da­ble. No hay vuelo alguno.

Lo deslizan den­tro de una ambulancia.

El cau­cho de las llan­tas roza el pavimento.

La grabación de la sirena canta.

 

Fre­nan de golpe, lo sacan, cor­ren para meterlo al hos­pi­tal de Pescara.

 

¡Ay!

Al trasponer la entrada, el jugador muere.

Hubiera querido morir como un piermario,

a media acción,

en la cancha,

en la selec­ción nacional,

con­fiando en el poder de una pal­abra (mono­sílaba intrans­la­tion, “¡gol!”).

 

Como quer­ríamos morir nosotros,

la can­cha por sepulcro.

Aníbal Beça

Brasil

Celebrando Garrincha,

o santo inventor da ginga

                                                                                           Para Antonio Carlos Secchin

 

Frente a frente

    4 colunas

de dois templos em ebulição: 

raios arqueados

oscilam 

             ossos

                        músculos

                                        nervos

                               pernas em balanço:

 

               arquitetura móvel

para o pêndulo da sur-

presa.

Não se sabe ao certo

- dono de um mundo em rotação

                   verde 

rolado no plano pleno de desejos - 

a direção

daquele equilibrando a esfera

a fera 

         perseguida

Se para a direita

                       ou

                             para a esquerda

se para trás

                  ou pelo vão

                                     que se arre-

                                                     ganha

 

                                              à frente

(abóbada de igreja livre

para a passagem do andor

com seu santo rotundo)

No frêmito feroz 

                      olhos vivos e

                                lentes onduladas 

     se congelam no cristal 

        da ânsia espectável 

          Súbito

          pára 

                 e

                    dispara 

                        navegante da luz

                          em direção ao corpo

                                                         só-

lido 

       num fio evanescente

     de malabarismo alumbrado

 o espectro do clown 

                            Parte

com ela

             a esfera

                          a fera

 

aos olhos de espanto

de feras de outra esfera:

                                          Vai

                                     Não        Vai

                                          Foi 

Reinaldo Marchant

 

“El arquero debe celebrar los triunfos con el loco que lleva adentro/ debe atajar pelotas imaginarias/ tiene que estar acostumbrado a la soledad/ un vivo dijo: ¡yo soy el número uno y se condenó para siempre!”

 

Günter Grass

 

"Lentamente ascendió el balón en el cielo.

Entonces se vio que estaban llenas las tribunas.

Habían dejado solo al poeta bajo el arco,

Pero el árbitro pitó: Fuera de juego".

Antonio Carrizo (Arg.)

Osvaldo Picardo

Argentina - 1955
La mano de Dios
 

Diestro aquel en volver con diestra planta la pelota que huye,

compensando con los pies el oficio de las manos...”

Astronomicon

-Manlio Antíoco.(circa s.I d.C)

 

La pelota escapa con la poca elegancia

de una cabeza decapitada; rompe

con leyes de quietud y buenos modales. 

Pudiera ser un domingo, por la tarde

con calles vacías y silencio de pájaros.

Pudiera ser en cualquier parte,

en cualquier tiempo, efeméride patria

y/o circo romano.

                                 Pero sólo fue

en un lugar y un momento. La cosa es

que el salto está todavía en el aire,

en el extremo exahusto de un músculo

contraido por una guerra y una derrota.

En el sexto minuto nació,

de un empatado segundo tiempo.

 

Y en la ovación callada, Maradona

por encima del Inglés se eleva. 

 

Después fue otro día, apenas salió el sol

y se habló de la trampa y hasta de dios. 

Elena Medel

España

Ikeriónida
 

Hoy -como siempre- tú eres el protagonista,
supernova ángulo a ángulo de mi universo;
ningún meteorito de cristal rasga tu aura.
¿Cicatriz en azul, estigma de nube, mon très doux enfant?
Tú eterno, ahora imagina; lo que rechazas -pateado-
es mi corazón, que se precipita hacia tu red.
Rebota contra tus tobillos, carrilero a tu clavícula.
Así es: no entiende de contrarios ni tarjetas.
Iker Casillas, mírate rasgando el aire,
perfecto al derramarte de alegría, inmortal,
¿domador de serpientes, mi patria de cometas?
No dejes de competir en belleza con los astros:
tú eres uno, y esta batalla es tuya y de tus ojos,
tuya y de tus labios expectantes de elegía.
Frágil azar -brizna de aire atravesando tu templo-,
seré sacerdotisa servicial desde la banda, por siempre
admirándote crecido en tu estirpe de triunfo,
delicatessen tu mentón, Apolo mío Iker Casillas.

Reynaldo Ghiso

Argentina -1915 -1978

El sueño del pibe ( Tango)

 

Golpearon la puerta de la humilde casa,
la voz del cartero muy clara se oyó,
y el pibe corriendo con todas sus ansias
al perrito blanco sin querer pisó.

 

"Mamita, mamita" se acercó gritando;
la madre extrañada dejo el piletón
y el pibe le dijo riendo y llorando:
"El club me ha mandado hoy la citación."

 

Mamita querida,
ganaré dinero,
seré un Baldonedo,
un Martino, un Boyé;
dicen los muchachos
de Oeste Argentino
que tengo más tiro
que el gran Bernabé.
Vas a ver que lindo
cuando allá en la cancha
mis goles aplaudan;
seré un triunfador.
Jugaré en la quinta
después en primera,
yo sé que me espera
la consagración

 

Dormía el muchacho y tuvo esa noche
el sueño más lindo que pudo tener;
El estadio lleno, glorioso domingo
por fin en primera lo iban a ver.

 

Faltando un minuto están cero a cero;
tomó la pelota, sereno en su acción,
gambeteando a todos se enfrentó al arquero
y con fuerte tiro quebró el marcador.

Evguéni Evtuchenko

Rusia

 

“El placer de engañar adversarios por dribles inesperados antes de marcar un gol al lado de las manos impotentes del portero, era para mí algo verdaderamente poético.

Por extraño que pueda parecer he creído siempre que el fútbol tiene algo común con la poesía”

Carlos Ferreyra

Argentina

El Mundial

 

Aquello fue mundial.

Hicimos pelota nuestros miedos.

Le pusimos un caño a los horrores.

Gritamos el horror como si fuera un gol!

Eludimos la angustia.

Gambeteamos el nudo que nos poblaba el vientre.
 

Desde el fondo de los ríos,

desde alguna fosa tan común que ya no importa,

los destrozados muertos

vinieron a llorar aquí la inexplicable fiesta.

¡Cuánto bailamos en aquellos días! ¿no?

¡Qué dulce fue el mareo del engaño!

¡Qué ganas de ignorarlo todo!

de creer que había vuelto el perfume de las buenas cosas …
 

Lo malo fue el final

indigno y torpe.

Aquellos cadáveres volviendo al lecho de los ríos,

a las comunes fosas;

meneándo la cabeza,

canturreando una canción de olvido.

Y nosotros allí, con esos bombos,

con esas insensatas banderas sudorosas.

Con el mundo al revés,

hecho pelota…

Juan Cristóbal

Lima, Perú - 1941

Homenaje a Mané Garrincha

 

Fuiste siempre la alegría de tu pueblo
el eterno dribleador de las estrellas en el agua
el huérfano en las colinas abandonadas del cerezo
el amigo fiel de las ardillas temblorosas en la playa
sin embargo / falleciste desamparado
en tu casa apolillada de madera
mirando el color inolvidable de las flores
y esa olla de barro que ardía a veces en las rosas tristes de tus manos
de noche te encantaba jugar descalzo con los niños
y cartas con los amigos en los bares de la aldea
jamás soñaste con las gotas generosas del rocío
ni con los caminos blancos y maravillosos de la gloria
sino que recordabas como un venado perseguido
la tristeza de tu infancia y la pobreza de la luna
en los girasoles empobrecidos de tus pasos
siempre estuviste solo y a pesar que tus palabras parecían
la alegría más pura y secreta de la tierra
tu corazón fue ese náufrago perfecto
navegando con todos los fantasmas condenados en el día
sabías como saben los abuelos en el pueblo
que los hombres deben conocerse al igual que los potrillos en la lluvia
y ser usuales como aquellos árboles que envejecen en la noche
pero la vida no fue para ti ese pan fresco que esperamos en el alba
sino una pobre hoguera escondiendo las historias de los ciegos
pocos supieron de tu anhelo: enseñar matemáticas a las aves
y ser amigo de todos los carteros y aduaneros en el mundo
lamentablemente sólo vieron tus ojos
que parecían manzanas carcomidas por el tiempo
a pesar de ello falleciste como el mejor organillero de las calles
hablándole a los peces y a las nubes perdidas en tu sueño
con esa voz tibia que te salía oprimida de los sueños
                                        Mané
ahora todos hablan de ti como un héroe en las películas del oeste
(Pelé ha dicho por ejemplo «yo no voy al cementerio
prefiero pedir a dios por la lejanía abrumada de sus ojos»
mientras Nilton —tu compadre— cubre con magnolias los otoños
              infinitos de tus huellas)
pero lo cierto es que nadie se acuerda de tu rostro
ni cuando hablabas con los pescadores en la playa
ni cuando bebías con los carpinteros en la esquina
por eso yo elevo como una hostia tu esperanza
viva aún y floreciendo como los duraznos en el río
para hacer de tu memoria una larga primavera
creciendo por todos los bosques del futuro
tal como lo querían las gentes sencillas de tu pueblo
cuando encendían eucaliptos en tu ausencia
y rosas en las iglesias más lejanas de tu vida.
 

Passolini:

 

“la última representación sagrada que nos queda en nuestros tiempos”

Horacio Quiroga

Salto, Uruguay -  1878 -1937

Juan Polti, half-back

 

Cuando un muchacho llega, por a o b, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremisiblemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven corazón. A veces pierde algo más, que después se encuentra en la lista de defunciones.Tal es el caso de Juan Polti, half-back de Nacional. Como entrenamiento en el juego, el muchacho lo tenía a conciencia. Tenía, además, una cabeza muy dura, y ponía el cuerpo rígido como un taco al saltar; por lo cual jugaba al billar con la pelota, lanzándola de corrida hasta el mismo golPolti tenía veinte años, y había pisado la cancha a los quince, en un ignorado Club de quinta categoría. Pero alguien de Nacional lo vio cabeceador, comunicándolo en seguida a su gente. Nacional lo contrató, y Polti fue feliz.Al muchacho le sobraba, naturalmente, fuego, y este brusco salto en la senda de la gloria lo hizo girar sobre sí mismo como un torbellino. Llegar desde una portería de juzgado a un ministerio, es cosa que razonablemente, puede marear; pero dormirse forward de un Club desconocido y despertar de half-back de Nacional, toca en lo delirante. Polti deliraba, pateaba, y aprendía frases de efecto:-Yo, señor presidente, quiero honrar el baldón que me han confiado...El quería decir blasón, pero lo mismo daba, dado que el muchacho valía en la cancha lo que una o dos docenas de profesores en sus respectivas cátedras.Sabía apenas escribir, y se le consiguió un empleo de archivista con cincuenta pesos oro. Dragoneaba furtivamente con mayor o menor lujo de palabras rebuscadas, y adquirió una novia en forma, con madre, hermanas y una casa que él visitaba.La gloria lo circundaba como un halo. "El día que no me encuentre más en forma", decía, "me pego un tiro".Una cabeza que piensa poco, y se usa, en cambio, como suela de taco de billar para recibir y contralanzar una pelota de football que llega como una bala, puede convertirse en un caracol sonante, donde el tronar de los aplausos repercute más de lo debido. Hay pequeñas roturas, pequeñas congestiones, y el resto. El half-back cabeceaba toda una tarde de internacional. Sus cabezazos eran tan eficaces como las patadas del team entero. Tenía tres pies: esta era su ventaja.Pues bien: un día, Polti comenzó a decaer. Nada muy sensible; pero la pelota partía demasiado hacia la derecha o demasiado hacia la izquierda; o demasiado alto, o tomaba demasiado efecto. Cosas estas que no engañaban a nadie sobre la decadencia del gran half-back. Sólo él se engañaba, y no era tarea amable hacérselo notar.Corrió un año más, y la comisión se decidió al fin a reemplazarlo. Medida dura, si las hay, y que un club mastica meses enteros, porque es algo que llega al corazón de un muchacho que durante cuatro años ha sido la gloria de field.Cómo lo supo Polti antes de serle comunicado, o cómo lo previó -lo que es más posible-, son cosas que ignoramos. Pero lo cierto es que una noche el half-back salió contento de casa de su novia, porque había logrado convencer a todos de que debía casarse el 3 del mes entrante, y no otro día. El 3 cumplía años ella. Y se acabó.Así fueron informados los muchachos esa misma noche en el club, por donde pasó Polti hacia medianoche. Estuvo alegre y decidor como siempre. Estuvo un cuarto de hora, y después de confrontar, reloj en mano, la hora del último tranvía a la Unión, salió.Esto es lo que se sabe de esa noche. Pero esa madrugada fue hallado el cuerpo del half-back acostado en la cancha, con el lado izquierdo del saco un poco levantado, y la mano derecha oculta bajo el saco.En la mano izquierda apretaba un papel, donde se leía:"Querido doctor y presidente: le recomiendo a mi vieja y a mi novia. Usted sabe, mi querido doctor, por qué hago esto. ¡Viva el club Nacional!"Y más abajo estos versos:Que siempre esté adelanteEl club para nosotros anheloYo doy mi sangre por todos mis compañeros,Ahora y siempre el club gigante¡Viva el club Nacional!El entierro del half-back Juan Polti no tuvo, como acompañamiento de consternación, sino dos precedentes en Montevideo. Porque lo que llevaban a pulso por espacio de una legua era el cadáver de una criatura fulminada por la gloria, para resistir la cual es menester haber sufrido mucho tras su conquista. Nada, menos que la gloria, es gratuito. Y si la obtiene así, se paga fatalmente con el ridículo, o con un revólver sobre el corazón.

 

(Publicado por primera vez en la revista Atlántida, Buenos Aires, mayo de 1918) -

Simone Cattaneo

Italia -1974 – 2009

 

He encontrado un viejo amigo compañero de fútbol

hace algunos meses en un restaurant de Torino, jugamos juntos

casi diez años, otros tantos que no nos veíamos

nos abrazamos y pedimos algo de beber. Vive allí ahora, al menos

así me dijo, padres y hermanos muertos, una tía en Garbagnate y

cualquier primo en Nápoles, sus únicas joyas.

Estaba borracho. Ninguna mujer, trabajo precario y un monoambiente.

Después me preguntó cómo estaba. En ese momento cayó

de la banqueta de la barra y se fracturó fémur y humor.

Pagué la cuenta, llamé una ambulancia y me fui

sabiendo que era imposible hacer otra cosa

aquella noche, ni por él ni por mí. Cuando jugábamos

juntos, los dos defensores, no teníamos piedad por ninguno.

 

Versión al castellano, Gabriel Impaglione

Jorge Velázquez

Chile

El suplente

 

No sabía que el destino tenía un hueso fracturado

 

es preciso entonces que el rebaño pierda pie y se disperse

 

Lo llaman ahora al primer equipo

 

en silencio ha recorrido el campo

                        y como si fuera el último destronque

entrará en la cancha entre compañeros que apenas existen

 

Lo cierto es que todos buscan la bandada de sus pasos

 

Sangran llanuras propias

                        reencarnando al ojo que han derrotado

 

La fatiga debe quedar tendida en el camino –le dicen-

y cabecearás sobre el rescoldo

                        más allá de los ojos de los otros

porque viene con las raíces

de los que nunca alcanzaron a jugar con nuestro espíritu

 

Siempre habrá un sueño por desatar de la infancia

y el primer escozor de una ortiga cuando se sobrevive

 

No sabía que el destino tenía un hueso fracturado

 

Una vez adentro

Debe fintear su propia calavera.

Juan Cameron

Valparaiso, Chile - 1947

Polaroíd a contraluz

1

 

Supongo que ahora
así una cuadrilla de aviones de combate planeas sin ningún objetivo
El tren del Kaiser no recorre la campiña francesa
ni el gesto del Barón Rojo rasga el cielo como en una tira cómica
Ningún trazo se escribe en el paisaje               tu nombre
no figura en el muro del Banco de Londres
y pasas por los mapas sin tocarlos: tu horizonte es un espejo
Mala suerte Piojo: habría sido bueno limpiarlo de un chumbazo
y allá abajo las ciudades como iguanas de luz serían tu ovación
Mas perdiste 1 a O           no hay empate posible
El Ecuador es una sombra en el cielo y tu piel
hecha ahora de aluminio de naves atomiza el olvido
Tu corazón solo una caja negra
ningún caza enemigo vendrá en tu salvación
tu piloto automático séguirá sin combatir
sin ver la tierra germinar a tu paso.

 

2
 

Ese que vuela como un Caravelle es Hugo, el guardametas
campeón suramericano en el Sporting antes de la invención del fútbol
A la izquierda      a contraluz       quien cae sobre el Marne
at the call of King and country      ese es Peter      el Piojo
and his name be not forgotten en la memoria de Manuel Astíca
¿Recuerdas, cuerpo? Los leones del 62 y Eladio Rojas
el grito en la tarde de palomas y ese que abraza al lustrabotas
ese pulcro señor un tanto crespoese es mi viejo
Su hermano lanceado en la protesta muere de TBC como su padre
¡Inútil 31! Ninguno me conoce en esta. arena
no me han visto jugar enceguecido de tanta seriedad y encandilado
Arriba en galeria esas figuras  serán los que vendrán tras la pelota
cada uno en su tiempo y su secreto
El triunfo es una foto     su transcurso 
pertenece a este álbum.

Hernán Rivera Letelier

Talca, Chile – 1950

El llanto del guardavallas

 

Sin otro ritual que el de escupirme las manos
ni más acolchados que mis propias costras
heme aquí tratando de volar
hasta ese ángulo
donde al decir de relatores
y comentaristas en delirio
sólo en forma de ánima se puede llegar.
 

Con las manos vacías y llorando
de no haber visto siquiera la luz
vedme caer irremediablemente en esta dura
solitaria
y mal rayada cancha de tierra.

Erick Pohlhammer

Santiago, Chile - 1955

Soneto para Néstor Italo Isella

 

Aquila non caput muscas
El águila no caza moscas)
Antiguo dicho latino italiano

 

Pateaba los penales caminando
empleando una lógica implacable.
Parece que lo estuviese mirando:
un águila equilibrada en un cable;
 

Poseía un aplomo notable
propio de gran príncipe Normando
que dábale el sable y el mando
de manera recia, asaz responsable.
 

Destacó por la fineza del pase
milimétrico, su audacia de gacela
inmóvil ¡gol! ¡Dios! ¡Cómo lo hace!
 

No habrá otro aunque lo busquen con vela,
no pasará por Católica otro ángel
como Néstor Italo Julio Isella.

Maradona, Dieguito

Santiago Azar

Chile

Nino Landa: el hábil muchacho de la camiseta roja

                                                                             A mi padre.
 

Todos querían ver a este muchacho
del cual el balón se enamoró muchas veces
y eran tardes enteras en la carretera del césped,
volando como un huracán despierto en los cielos,
derribando el liviano peso de los débiles,
era la acrobacia de reír, reír,
nunca olvidando que el mundo es una sonrisa.
Y allá galopa el Nino, el Nino Landa,
viene bajando de su bicicleta de piernas,
corre encima de un rayo despidiendo rivales
incapaces de detener a alguien que no nació
en las vísperas de este planeta.
Y allá se vio al Nino, a lo lejos, frente a nosotros,
y mi padre lo observa desde niño y celebra,
y grita, y crece con él,
y se sienta en las galerías de un viejo estadio,
donde mi abuelo hizo de él un hombre,
sólo para ver a este potro feroz
que ofrece su camiseta roja a las sangres,
pues sabe que la bandera de Unión Española
sólo puede clavarse una vez en el pecho.
Por eso se aprovecha cada segundo
como si fuese la última eternidad,
para detener todos los sentidos
en las piernas que no son piernas,
sino espadas sin la piedad de la mano.
Pero mi padre llora ya viejo sobre los mantos del ayer,
porque nuestro Nino corrió demasiado
y de tanto esquivar rivales, quedó fatigado,
porque llegó la muerte a marcarlo
y al Nino no le funcionó la finta.
Vino la malvada con un tacle deslizante por atrás
y así, sólo ella, pudo derrotarlo.

Carta de Osvaldo Soriano a Eduardo Galeano

Querido Eduardo:

Te cuento que el otro día estuve en el supermercado "Carrefour", donde antes estaba la cancha de San Lorenzo. Fui con José Sanfilippo, el héroe de mi infancia, que fue goleador de San Lorenzo cuatro temporadas seguidas. Caminamos entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizos. De pronto, mientras nos acercamos a las cajas, Sanfilippo abre los brazos y me dice: "Pensar que acá se la clavé de sobrepique a Roma, en aquel partido contra Boca". Se cruza delante de una gorda que arrastra un carrito lleno de latas, bifes y verduras y dice: "Fue el gol más rápido de la historia".
Concentrado, como esperando un córner, me cuenta: "Le dije al cinco, que debutaba: no bien empiece el partido, me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy a hacer quedar mal. Yo era mayor y el chico, Capdevila se llamaba, se asustó, pensó: a ver si no cumplo". Y ahí nomás Sanfilippo me señala la fila de frascos de mayonesa y grita: "¡Acá la puso!". La gente nos mira, azorada. "La pelota me cayó atrás de los centrales, atropellé pero se me fue un poco hasta ahí, donde está el arroz, ¿ve?" -me señala el estante de abajo, y de golpe como un conejo a pesar del traje azul y los zapatos 8 lustrados-: "La dejé picar y ¡plum!". Tira el zurdazo. Todos nos damos vuelta para mirar hacia la caja, donde estaba el arco hace treinta y tantos años, y a todos nos parece que la pelota se mete arriba, justo donde están las pilas para radio y las hojitas de afeitar.
Sanfilippo levanta los brazos para festejar. Los clientes y las cajeras se rompen las manos de tanto aplaudir. Casi me pongo a llorar. El Nene Sanfilippo había hecho de nuevo aquel gol de 1962, nada más que para que yo pudiera verlo.

Alejandro Dolina

Argentina

Relatores

 

Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los dioses impíos el único fin de proporcionarles tema a los cantores. La Historia pone al alcance del menos docto centenares de ejemplos de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados.
Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de cuentos les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.
Héctor Bandarelli, el relator deportivo de Flores, creyó pertenecer a la estirpe de Homero. Durante toda su vida se esforzó para que la narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.
En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho antes. Siendo entreala izquierdo del equipo de Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles y Homero, Eneas y Virgilio.
Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.
-Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.
Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se perdía goles cantados. Cantados incluso por el mismo.
A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota.
Finalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, solo para relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros. Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba, salvo algún wing peregrino que alcanzaba a oír de paso su voz emocionada.
Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos.
Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía.
Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.
Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, los arbitros cometían errores perversos. De a poco, el artista fue incorporando elementos más complejos a su obra. El tiempo, por ejemplo, manejado en un principio de un modo convencional, pasó a tener durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico. Los partidos podían durar un minuto o tres horas.
Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia del gol no cantado. Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar la alevosa puñalada del gol sorpresivo.
Todos recuerdan el famoso partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico. Los viejos hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca. Ganó Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó caer -con toda sutileza- la sensación de que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.
Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar “La Perla” de Flores, ante el estupor de los mozos y parroquianos. Pero poco a poco, los muchachones del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.
En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de loa partidos.
Algunas firmas comerciales de Flores lo ayudaron a solventar los nulos gastos del certamen a cambio de avisos publicitarios.
Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina. Hay que decir que el relator poeta nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en el final de su carrera.
El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir a Bandarelli.
Pero todos los que saben algo del relator coinciden en afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio Alemán de la calle José Hernández, a pedido de la Asociación Cooperadora.
Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre los hombres. Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en cada jugada. El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en offside. Los de Villa Dálmine hicieron una suelta de palomas celestes y blancas a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la selección alemana. En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios.
Fue inolvidable. En el Colegio Alemán, los padres lloraban de emoción añorando la tierra de sus antepasados. Algunos miembros de la Asociación Cooperadora le pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el encuentro en diferido, pero el artista se negó.
En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente, sus familiares quemaron este valiosísimo cor-pus argumentando que juntaba mugre. Nos queda apenas un breve fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3-Vélez Sarsfield 3.
"Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois entrega la pelota a Nardiello. El viento agita las banderas en los mástiles de la Vuelta de Rocha. Nardiello tira un centro rasante... Arremete J. J. Rodríguez, pero ya es tarde... tarde para remediar los errores del pasado... tarde para volver a unos brazos que ya no nos esperan... Ya es tarde para todo."
Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a Bandarelli y -como hemos visto- recargaba un tanto su estilo.
Un día desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y contantes de la radio.
Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por qué depender de la actuación, muchas veces mediocre, de los futbolistas? ¿Por qué no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por qué no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales?
Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a sucesos imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e inauguraciones de ilusión.
En este último instante comprendo que nadie me asegura que estos artistas no existen ya. Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es otra cosa que un invento del periodismo de ficción.
Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo. Suspendamos semejante astucia porque algunos hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos, sombras de una sombra.

Gabriel Impaglione

Villa Sarmiento, Morón, Argentina - 1958

Arquero

 

En soledad el tiempo no pasa:

         rebota salta rueda vuela

se disuelve en merodeos

hasta que la espera se rompe como un vidrio

 

el laberinto de cal se llena de preguntas

         gritos señas voces

Gestos enormes y fugaces como relámpagos a veces

 

El ojo cada tanto mira un palo

En la vastedad

hay un lugar exacto para el soliloquio

 

Tres rectángulos condenan

         se anudan como una constelación  Se deshilan

y borran

Singladura de rayos y de vientos

                                                        Frontera

 

al fondo    lejos de todos

donde a vida o muerte el final acecha

Donde caen las bombas   se ametralla

desfilan los gigantes       La acrobacia

El destino fatal de las inercias                El efecto

gravitatorio              Las leyes divinas

El misterio

 

         Mira

         mide calcula advierte llama empuja espera

Y cuando llega su hora su sorbito de Ahora

(vuelo rasante estirada tierra en pecho

                           el viento en las alas)

se juega la noche en vela

el nombre el número en la espalda

El respeto de la tribuna

La sentencia en el café

 

Un lugar en la historia

donde un gato

                          juega

                          con una gota de luz que baila.

Hugo Gatti (Arg.)

Bernardo Canal Feijóo

Santiago del Estero, Argentina - 1897 - 1982

Ansiedad

 

El ansia del triunfo

anidaba en el ángulo de la red,

a espaldas del arquero,

una gran araña torva...

 

(El juego se agolpaba contra uno de los arcos, como en un peloteo a la pared. El arquero tenía ya empastelados los ojos, y aunque volvía las espaldas en las contorsiones bruscas, quedaba siempre mirando de frente como un búho idiota.

 

Solo, abandonado en su arco, el arquero adversario se paseaba de un lado para otro, se detenía, parecía ladrar al tumulto lejano, como un perro atado a su garita.)

Peter Schmeichel (Dinamarca)

Dylan Thomas

 

“La pelota que arrojé cuando jugaba / en el parque aún no ha tocado el suelo.” 

Eugenio Montale

 

“Del estadio de fútbol, el hincha retrocede al otro estadio: al de su infancia.”

Joan Manuel Serrat

España -1943

Kubala

 

Pelé era Pelé
y Maradona uno y basta.
Di Stéfano era un pozo
de picardía.
Honor y gloria a quienes
han hecho que brille el sol
de nuestro fútbol
de cada día.
Todos tienen sus méritos;
lo suyo a cada uno,
pero para mí nadie
como Kubala.
Se ruega al respetable silencio,
que para quienes no la han disfrutado
diré cuatro cosas:
La para con la cabeza,
la baja con el pecho,
la duerme con la izquierda,
atraviesa el medio campo
con el esférico
pegado a la bota,
se va del volante
y entra en el área grande
rifando la pelota,
la esconde con el cuerpo,
empuja con el culo
y se sale de espuela.
Se mea al central
con un tuya mía
con dedicatoria
y la toca justo
para ponerla en el
camino de la gloria.
Viva el conocimiento
y la alegría del juego
adornada con un toque
de fantasía.
Fútbol en colores,
bocado de "gourmet",
encaje de ganchillo,
canela fina.
Permitidme glosar
la gloria de estos hechos
como lo hacían los griegos
unos años atrás
con la alegría de quien
ha jugado a su lado
y lleva su retrato
en la cartera.
La para con la cabeza,
la baja con el pecho,
la duerme con la izquierda.

Pelé

Kubala (Esp.)

Messi (Arg.)

Eduardo Galeano

 

“El arbitro es arbitrario por definición. Éste es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación: el amarillo que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio.

Los Jueces de línea, que ayudan pero no mandan, miran de afuera. Solo el árbitro entra al campo de juego; y con toda razón s persigna antes de entrar, no bien se asoma ante la multitud que ruge.

Su trabajo consiste en hacerse odiar. Unica unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamas lo aplauden.

Nadie corre más que él. Él es el único que está obligado a correr todo el tiempo. Todo el tiempo galopa, deslomándose como un caballo, este intruso que jadea sin descanso entre los veintidós jugadores; y en recompensa de tanto sacrificio, la multitud aúlla exigiendo su cabeza. Desde el principio hasta el fin de cada partido, sudando a mares, el árbitro esta obligado a perseguir la blanca pelota que va y viene entre los pies ajenos. Es evidente que le encantaría jugar con ella, pero jamás esa gracia se le ha sido otorgada. Cuando la pelota, por accidente, le golpea el cuerpo todo el público recuerda su madre. Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones.

A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias, los hinchas tendrían que inventarlo si el no existiera. Cuanto más lo odian, mas lo necesitan.

Durante más de un siglo el árbitro se vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores

Desde el Tablón:

 

" A ese le ponés dos medias de distinto color y se caga a patadas solo" / "Seis: los de la banda roja son tus compañeros pelotuudoo"/ "Cuatro: ya te aprendiste los números de todos, ahora sacales la pelota!!"/

"Tres:  sos más lento que "only you" /  "Ocho: pasá al 9 que aunque corra en ojotas te gana igual!!" / "Uno: salí que es sábado!!!" / "Cinco: correte que están jugando!!!"/ "Siete: sacale la caja a los botines para jugar, muertooo" / "Míster: no le pongas aerosol, ponele lustramuebles que es de madera"

Isla  Negra 8/329

casa de poesía y literaturas

octubre – 2012-     Especial Fútbol

Carlos Vitale

Argentina

Necesidad y virtud

 

                Hacia el siglo X los antiguos mayas inventaron el juego de pelota. Se practicaba en equipos y consistía en hacer traspasar, empujándolo con los codos, las rodillas y las caderas, un balón de caucho macizo por unos círculos de piedra cubiertos de relieves. Las vicisitudes del juego simbolizaban la travesía del sol por el cielo. Según algunos arqueólogos, el capitán del equipo perdedor purgaba su derrota siendo sacrificado a los dioses. Según otros, al capitán del equipo vencedor se le concedía el honor de ser sacrificado a los dioses.

 

(De Descortesía del suicida, Editorial Candaya, Barcelona, 2008.)

Rolando Revagliatti

Perdón

 

La juego de cónyuge impulsor

la juego de hacer fuerza

la domino con la cabeza

                                      soy bárbaro

soy un fenómeno soy

un magnífico robot de dos con treinta y ocho

un versátil

hombre de túnel soy digo de caño

soy un elegante hace-paredes

un marcador de punta

aunque me camino toda la cancha me camino

corro todo hasta las palomas

(me corren hasta mis palomitas)

soy un dechado

                        y mi mujer me perdona.

                                                                 

"Obras completas en verso hasta acá".

Lucía Serrano

Argentina

Homenaje a Alfredo Di Stéfano

 

Pateá pibe, muchacho triunfador,

rompiste zapatillas por los barrios

de Barracas, Parque Patricios y Flores.

Tu padre te regaló la primer pelota

y fuiste en la cancha el mejor protagonista.

Después todas tus hazañas viajaron

al otro lado del Atlántico.

Gritaba la tribuna desesperada

“aserrín, aserrán, como baila el alemán”

Te llamaban “estopita” por tus cabellos rizados

Qué rápida fue tu patada.

Vestigios de luz,

Polvo que levantó tu pelota,

Sueños en las pisadas

del prestigioso Huracán

¡Vamos globo a festejar su cumpleaños!

Quien tuviera en su sangre el

fervor de los hinchas.

Te fuiste de nuestro país Argentina

cuando yo tenía un año

y aún recuerdo tu nombre

sonando en las bocas conocidas

Tú eres el Quijote de plata.

Günter Grass

Estadio de noche

 

Lentamente ascendió el balón en el cielo.

Entonces se vio que estaba lleno el graderío.

En la portería estaba el poeta solitario,

pero el árbitro pitó fuera de juego.

João Cabral de Melo Neto

De um jogador brasileiro a um técnico espanhol

 

Não é a bola alguma carta

que se leva de casa em casa:

 

é antes telegrama que vai

de onde o atiram ao onde cai.

 

Parado, o brasileiro a faz

ir onde há-de, sem leva e traz;

 

com aritméticas de circo

ele a faz ir onde é preciso;

 

em telegrama, que é sem tempo

ele a faz ir ao mais extremo.

 

Não corre: ele sabe que a bola,

Telegrama, mais que corre voa.

Bernardo Canal Feijóo

Argentina - 1897 - 1982

Córner

 

Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida.

Como de un lejano horizonte

se levanta la pelota del córner,

abriendo su vuelo de serpentina...

Se encoge la guardia de los jugadores

y ajusta el paredón del gol.

Entonces,

entre las frentes endurecidas,

una frente,

aristada de voluntad

en un salto más alto que ninguno,

quiebra como un florete

el acero flexible de la parábola del córner..

Camus

 "Yo quiero tanto a mi equipo por la alegría de las victorias, tan maravillosa cuando va unida al cansancio que sigue al esfuerzo, pero también por esas estúpidas ganas de llorar en las noches de derrota".

Olimpique Lanusei 2014

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